La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús (Biblia)

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, fueron los eventos por los que pasó Jesús en los últimos momentos de su vida en esta tierra. En el siguiente artículo conocerás todo lo que vivió desde el Monte de los Olivos hasta su resurrección en el tercer día y mucho más.  pasion muerte y resurreccion de jesus

Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús

A continuación presentaremos un resumen de la muerte y resurrección de Jesús en donde San Juan llega a ser el único de los apóstoles que llegó a acompañar al Señor Jesús en sus últimos momentos de vida en esta tierra. En el final de su Evangelio nos llega a contar lo que vio. Por lo que conoceremos todo lo referente sobre cómo fue la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús se llega a referir a las últimas horas en que nuestro amado señor Jesús pasó en la tierra. Empieza con la Oración que realizaba en el Huerto de los Olivos. Aunque llega a ser necesario hablar antes, tan solo por un momento y de manera breve, de la Última Cena que tuvo con sus discípulos.

En todo este relato se llega a advertir que Jesús estaba plenamente consciente de todo lo que iba a acontecer, esto quiere decir, dejó hacer “para que se cumpliesen las Escrituras”. Y de esa manera llegar a obedecer en todo momento a Dios el Padre, de forma plena, total y absoluta. Las Pasión y la muerte de Jesús llega a ser la culminación de su Vida, o a decir verdad, de la Redención del género humano.

Antes de la Pasión Jesús se llegó a reunir con sus discípulos, los 12 Apóstoles, para llegar a celebrar lo que es denominada como la cena de Pascua, a la que él le llegó a dar un nuevo significado y también un mandato el dice: “Haced esto en memoria mía” lo puede ver en el libro de Lucas 22: 19.

Jesús Anuncia a sus Apóstoles su Pasión, Muerte y Resurrección

Muchos días anteriores de la Fiesta de la Pascua, el señor Jesús le dijo a los 12 Apóstoles: Vamos a subir hasta Jerusalén. Desde ese lugar es que me van a entregar en las manos de los sumos sacerdotes y también de los doctores de la Ley. Los cuáles me condenarán a muerte y me entregarán en manos de los Romanos. Ellos se burlarán de mí, me escupirán, me azotarán y me matarán. Sin embargo, a los tres días, yo resucitaré. Esto lo puede ver en el libro de Marcos 10:32-34.

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Judas, uno de los Apóstoles, Traiciona a su Señor

De acuerdo a los que dice el libro de Marcos capítulo 14 versículos 1 y 2 y los versículos 10 y 22, unos 2 días antes de la realización de la Fiesta de Pascua se reunieron todos los sumos sacerdotes y también los doctores de la Ley.

Desde hace mucho tiempo ellos estaban buscando una forma, ocasión y manera de llegar a apresar al Señor Jesús y finalmente llegar a matarlo. Uno de los 12 Apóstoles, llamado Judas Iscariote, fue hasta los sacerdotes y les dijo: Estoy dispuesto a llegar a entregarles a Jesús. A ellos estas palabras fueron agradables para sus oídos por lo que le ofrecieron una excelente recompensa: una bolsa con 30 monedas de plata. Desde aquel momento, este hombre llamado Judas buscaba el momento para poder entregar a Jesús.

Huerto de Los Olivos

Luego de la realización de la cena salieron hacia el Huerto de los Olivos. En ese lugar el señor Jesús oró a Dios Padre por lo que la palabra de Dios dice: “Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como quieras Tú” (Mateo 26:39), esto puede ser llegado a ser identificado con la Voluntad de Dios Padre.

Judas, 1 de los 12 apóstoles, conocía muy bien este huerto porque en varias ocasiones Jesús se había llegado a reunir en ese lugar con sus discípulos. Por lo que él llegó a ese lugar acompañado de los guardias que fueron designados y enviados por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos del pueblo, para finalmente detener al Señor Jesús.

Todos ellos iban armados con espadas y con palos y se alumbraban con la ayuda de las antorchas. El traidor les había dado por señal diciendo: “Aquel a quien yo bese, ése es: prendedlo. Y al momento se acercó a Jesús y dijo: Salve, Rabí; y le besó” (Mateo 26:39). Entonces en ese momento se le acercaron a Jesús y le detuvieron. En el momento todos los apóstoles salieron huyeron.

Prendimiento de Jesús

Jesús, conociendo muy bien todo lo que iba a suceder antes de que ocurriera todo esto, se les adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Por lo que ellos le respondieron: A Jesús el Nazareno. Jesús les contestó: Yo soy. Judas, el que le había de entregar, estaba con ellos. Cuando les dijo “yo soy”, ellos retrocedieron y cayeron por tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis? por lo que ellos respondieron nuevamente: A Jesús el Nazareno. Jesús contestó: Os he dicho que yo soy; si me buscáis a mí, dejad marchar a todos estos. Así se llegó a cumplir la palabra de Dios que había dicho: No he perdido ninguno de los que me diste.

Por lo que Simón Pedro, que llevaba una espada consigo, la sacó, golpeó a un siervo del Pontífice y le cortó la oreja derecha. El nombre de este siervo era Marco. Al instante Jesús le dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina. ¿Acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado? entonces la cohorte, el tribuno y todos los servidores de los judíos prendieron a Jesús y le ataron. Le llevaron primero ante Anás, pues era el suegro de Caifás, el Sumo Pontífice de aquel año. Caifás fue el que había llegado a aconsejar a los judíos: Conviene que un hombre muera por el pueblo.

Simón Pedro y también otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era muy conocido del Sumo Pontífice y entró con Jesús en el atrio del Sumo Pontífice. Pedro, no obstante, estaba fuera a la puerta. Luego de un rato salió entonces el otro discípulo que era el conocido del Sumo Pontífice, el cual habló a la portera y metió a Pedro.

La muchacha portera le dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? El respondió: No lo soy. Se encontraban en ese lugar todos los servidores y los criados, que habían hecho fuego, pues hacía frío, y se calentaban. Pedro igualmente estaba con ellos calentándose.

El Sumo Pontífice llegó a interrogar a Jesús acerca de todos sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo, también he enseñado en todo momento en la sinagoga y en el Templo, donde todos los judíos se llegan a reunir, y no he dicho nada en secreto.

¿Por qué me preguntas? Pregúntale a todos los que me oyeron de qué les he llegado a hablar: todos ellos saben lo que he dicho. Al decir esto, uno de los servidores que se encontraban en ese lugar dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al gran Pontífice? Por lo que el Señor Jesús le contestó: Si he hablado mal, declara ese mismo mal; sin embargo, si bien, ¿por qué me pegas? Entonces Anás le envió atado hasta Caifás, el Sumo Pontífice.

Juicio de Pilatos

Después de haber sido llevado hasta Caifás, el Sumo Pontífice, este le trasladó hasta donde la autoridad de ese tiempo Poncio Pilato, por lo que saliendo fuera él a donde se encontraban ellos les dijo: ¿Qué acusación taren contra este hombre? Por lo que ellos les respondieron: Si éste no fuera malhechor no te lo hubiéramos entregado. Pilato les respondió diciendo: Tomadle todos ustedes y juzgadle de acuerdo a su ley. Los judíos le respondieron: A nosotros no se nos está permitido llegar a dar muerte a nadie. Así se llegue a cumplir la palabra que Jesús había llegado a decir que a la muerte iba a ser entregado.

Pilato nuevamente entró en el pretorio, llamó al Señor Jesús y le dijo: ¿Eres tú verdaderamente el Rey de los judíos? Por lo que el Señor Jesús le contestó: ¿Dices esto por ti mismo, o te lo han llegado a decir los demás de mí? Respondiendo Pilato: ¿Acaso soy yo judío? Tu propia gente y los pontífices te han traído y entregado a mí: ¿qué has hecho?. Jesús le respondió: Mi reino no se encuentra en este mundo; si mi reino llegase a ser de este mundo, todos mis servidores lucharían para que no fuera yo entregado a los judíos; sin embargo, mi reino no es de este mundo. Pilato le dijo: ¿Desde luego, tú eres Rey? Jesús contestó: Tú lo has dicho: yo soy Rey.

Para esto es que he nacido y para esto he llegado a venir al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad es el que escucha mi voz. Por lo que Pilato le dijo: ¿Qué es la verdad? Dicho esto, se dirigió de nuevo a todos los judíos y les dijo: Yo no he encontrado nada de culpa en él. Hay entre ustedes la costumbre de que yo les suelte a uno por la Pascua, ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Por lo que todos ellos comenzaron a gritar con fuertes voces: A este no, a Barrabás. Barrabás era un gran ladrón de esa época.

Entonces Pilato tomó a Jesús y dio la orden de que lo azotaran. Y los soldados, llegaron a tejer una corona de espinas, la cual se la pusieron en la cabeza y lo llegaron a vestir de un manto de color púrpura. Y se llegaban a acercar a él y le decían: Salve, oh Rey de los judíos. Y le daban bofetadas.

Pilato nuevamente salió afuera y les dijo: He aquí que lo sacó fuera para que sepan que no encuentro en él alguna culpa. Jesús, pues, salió hasta las afueras llevando en su cabeza la corona de espinas y el manto de púrpura. Y el mismo Pilato les dijo: He aquí al hombre.

Cuando le vieron todos los pontífices y también todos los servidores, gritaron: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Por lo que Pilato les respondió: Tómenlo ustedes mismos y crucifíquenlo pues yo no encuentro en él culpa alguna. Los judíos contestaron: Nosotros tenemos una Ley, y de acuerdo a la Ley debe de morir porque se ha hecho nombrar Hijo de Dios.

Cuando oyó Pilato estas palabras él temió mucho más. Y entró nuevamente en el pretorio y dijo al señor Jesús: ¿De dónde eres tú? Sin embargo, Jesús no le dio alguna respuesta. Pilato le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes tú que yo tengo poder para llegar a soltarte y también el poder para crucificarte?

Jesús le respondió: No tendrías ningún poder contra mí, si no se te hubiese llegado dar de lo alto. Por eso el que me ha llegado a entregar a ti posee un mayor pecado. Desde ese momento Pilato buscaba cómo poder soltarlo. Sin embargo, los judíos estaban en todo momento gritando: Si sueltas a ese no eres el amigo del César, pues todo el que se llega a hacer rey va contra el César.

Pilato, al llegar a oír estas palabras, sacó fuera a Jesús y tomo asiento en el tribunal, en el lugar que es denominado como Litóstrotos, en el idioma hebreo Gabbatá. Era la Parasceve de la Pascua, ya era como la hora sexta, y dijo entonces Pilato a los judíos: He ahí a su Rey. Pero todos ellos gritaron: Fuera, fuera, crucifícalo. Por lo que Pilato les dijo: ¿A su Rey voy a crucificar? Los pontífices les respondieron: No tenemos más rey que al propio César. Entonces Poncio Pilato les entregó a Jesús para que fuese crucificado.

En el siguiente video se muestra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús para niños.

Crucifixión y Muerte de Jesús

Tomaron, pues, al Señor Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió en dirección al lugar que tenía por nombre Lugar de la Calavera, que en el idioma hebreo es “Gólgota”, donde le llegaron a crucificar, y con él a otras 2 personas más, uno a cada lado, y en el centro se encontraba el señor Jesús. Pilato escribió el título del letrero y lo puso sobre la cruz. Se encontraba escrito en el mismo: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. Muchos fueron los judíos que leyeron lo escrito en el letrero, pues el lugar donde Jesús llegó a ser crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Y el mismo se encontraba escrito en 3 idiomas los cuáles eran hebreo, griego y en latín.

Los pontífices de los judíos le decían a Pilato: No escribas que es el Rey de los judíos, sino que él dijo: Yo soy Rey de los judíos. A lo que Poncio Pilato contestó: Lo que he escrito, escrito está. En pocas palabras lo que escribí eso es y punto. Los soldados, luego de llegar a crucificar a Jesús, tomaron su ropa y la rasgaron en unas 4 partes, una para cada uno de los soldados, y aparte la túnica; Ya que la túnica no tenía costuras, y que estaba en su totalidad tejida de arriba abajo.

Se dijeron entonces entre ellos: No la rasguemos, sino que sobre ella echémosla a suerte a ver a quién le toca. Para que se llegase a cumplir la Escritura que dice: Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica. Y así lo llegaron a hacer los soldados. Se encontraban junto a la cruz de Jesús su madre María y la hermana de su madre, María de Cleofás, y también María Magdalena. Jesús, viendo que estaba en ese lugar su madre y el discípulo a quien amaba, le dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego le dice a Juan el discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel mismo momento el discípulo la recibió en su casa.

Después de todo esto, sabiendo el señor Jesús que ya todo se encontraba listo para ser consumado, para que se llegase a cumplir la Escritura, dijo: Tengo sed. En ese lugar se encontraba una especie de vaso lleno de vinagre. Le sujetaron una esponja que estaba empapada del vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a su boca. Jesús, cuando llegó a probar el vinagre, dijo: Todo está consumado. E inclinó la cabeza entregando su espíritu.

Como era la fiesta de la Parasceve, para que no se llegaran a quedar los cuerpos en la cruz el sábado, pues aquel sábado llegaba a ser un día grande, los judíos le rogaron a Pilato que les quebraran sus piernas y los quitasen. Puesto que vinieron los soldados y les quebraron las piernas al primero y también al otro que había llegado a ser crucificado con él.

Sin embargo, cuando se acercaron al Señor Jesús, como le vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con la lanza, y al instante le brotó de la herida sangre y agua. El que lo vio llega a dar testimonio, y su testimonio es verdadero; y él conoce que dice la verdad para que igualmente todos los demás crean.

Esto ocurrió para que se llegase a cumplir con la palabra de Dios hablada por los profetas donde dice: No le quebrantarán ni un hueso. Y también otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Luego de todo esto, José de Arimatea, que era uno de los discípulos de Jesús, aunque de forma oculta por el temor a los judíos, fue el que le rogó a Pilato que le dejara retirar el cuerpo de Jesús.

Y Pilato se lo permitió. Vino, pues, él y retiró su cuerpo de la cruz del calvario. Nicodemo, el que había llegado a ir antes a Jesús de noche, vino igualmente trayendo una especie de mezcla de mirra y de áloe, como de unas 100 libras. Tomaron pues el cuerpo del Señor Jesús y lo envolvieron en unos lienzos, con los aromas, como llegaba a ser costumbre dar sepultura entre los judíos.

Ya que cerca del lugar donde le habían crucificado se encontraba un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que aún no había llegado a ser sepultado ninguna persona. Como era la Parasceve de los judíos y también que el sepulcro se encontraba cerca, pusieron allí a Jesús.

Resurrección de Cristo

El siguiente día al sábado, al momento del amanecer, cuando aún se encontraba oscuro, fue María Magdalena hasta el sepulcro y vio que estaba quitada la piedra del sepulcro; entonces se echó a correr, hasta donde Simón Pedro y al otro discípulo al que Jesús amaba que era Juan, y les dijo: Se han llevado el cuerpo del Señor del sepulcro y no sabemos en dónde lo han puesto. Por lo que salió Pedro con el otro discípulo y se fueron al sepulcro.

Los 2 corrían juntos, sin embargo, el otro discípulo corrió mucho más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio en ese lugar los lienzos plegados, sin embargo, no entró. Llegó tras él Simón Pedro, el cual entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había llegado a ser colocado en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino que estaba aparte, todavía aún enrollado, en un lugar.

Entonces entró de la misma manera el otro discípulo que había llegado mucho antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían todavía la Escritura de acuerdo la cual era preciso que llegara a resucitar de entre los muertos. Los discípulos se volvieron nuevamente a casa. María se encontraba fuera llorando junto al sepulcro. Entre tanto que lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio a unos 2 ángeles vestidos de color blanco, sentados 1 a la cabecera y el otro a los pies, donde había llegado a ser colocado el cuerpo del señor Jesús. Ellos dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les respondió: Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han colocado.

Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio que el señor Jesús estaba en pie, sin embargo, no sabía que era Jesús. Por lo que le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, por favor dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.

Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que en su traducción significa Maestro. Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido hasta mi Padre; sin embargo, vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y también a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena y lo anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha llegado a decir estas cosas.

Al llegar a caer el atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estando ya cerradas las puertas del lugar en donde se habían llegado a reunir todos los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús, se les presentó en medio de cada uno de ellos y les dijo: La paz sea con todos ustedes. Y dicho esto les mostró sus manos y su costado. Al ver al Señor se alegraron todos los discípulos. Les dijo de nuevo: La paz sea con todos ustedes. Como el Padre me envió así os envío yo. Dicho esto, sopló sobre ellos y también les dijo: Recibid al Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.

Pentecostés

Sin embargo, el señor Jesucristo no sólo llegó a fundar una religión conocida como el Cristianismo, sino que de la misma manera fundó una Iglesia. La Iglesia el nuevo Pueblo de Dios llegó a ser constituida bajo la forma de una clase de comunidad visible de la salvación, a la que se llegaban a incorporar todos los hombres por medio del bautismo.

La Iglesia se encontraba cimentada sobre el Apóstol Pedro, a quien el propio señor Jesucristo le prometió el Primado “y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mateo 17:18 y se lo confirmó y confirió luego de la Resurrección: “apacienta mis corderos”, “apacienta mis ovejas”. La Iglesia de Jesucristo iba a existir hasta el fin de los tiempos, entre tanto que perdure el mundo y haya hombres.

En los días posteriores a lo que fue la Ascensión, una comunidad pequeña de discípulos se llegaba a reunir asiduamente en el Cenáculo, junto a la Madre de Jesús y también a las mujeres, junto a los 11 Apóstoles (ya que Judas Iscariote se había ahorcado) y los parientes del Señor. Sumaban entre todos ellos aproximadamente unos 120, los que se habían llegado a congregar el día en que, a propuesta del Apóstol Pedro, Matías llegó a ser elegido como Apóstol en lugar de Judas.

Este grupo de discípulos que se encontraba reunido en las regiones de Jerusalén constituía el núcleo de lo que era la primera Iglesia, aunque existían otros hermanos más que habían llegado a seguir al Señor, y que seguramente vivirían dispersados por las regiones de Galilea. Jesús resucitado se le apareció en una ocasión a más de unos 500, muchos de los cuales aún vivían cuando el Apóstol Pablo escribió la primera carta a los Corintios. La primera manifestación de manera pública de la Iglesia llegó a tener lugar el día de Pentecostés. Ese mismo día, la Iglesia naciente, llegó a recibir al Espíritu Santo y que fue fortalecida por el Paráclito que Jesús había llegado a prometer a cada uno de sus discípulos, lo cual experimentó un notable incremento.

Cerca de 3 mil almas se llegaron a convertir, todas ellas convencidas por los prodigios que acompañaron a la venida del Espíritu Santo y también por el sermón que el apóstol Pedro dirigió a toda la muchedumbre. Un segundo discurso de Pedro dado en el Templo, luego de la curación de un hombre cojo de nacimiento, fue lo que incrementó hasta unos 5 mil el número de los creyentes.

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