¿Cuáles son las Obras de Misericordia Católicas?

Conoce a través de este interesante artículo cuáles son las Obras de Misericordia Católicas, qué son y cuál es su significado para el catolicismo.

cuáles son las obras de misericordia

¿Qué son las Obras de Misericordia?

Los humanos siempre tenemos la constante necesidad de presenciar el misterio de la misericordia. Este es fuente de alegría, serenidad y paz, tanto para los que la dan como para los que la reciben. La misericordia es una de las condiciones fundamentales para nuestra salvación. La misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.

Es el último acto supremo a través del cual Dos nos encuentra. Además, la misericordia es la ley fundamental que guarda nuestro corazón cuando mira con ojos sinceros al prójimo que encuentra en el camino de la vida. Esta es la vía que une a Dios y al hombre, pues abre el corazón, permitiendo que la esperanza nos llene de ser amados para siempre, no obstante el límite de nuestro pecado.

El término misericordia se refiere a la disposición de compadecerse de los sufrimientos y miserias de otros. Es manifestada a través de la amabilidad, ayuda a quienes lo necesitan, el perdón y la reconciliación. Más que un sentimiento de empatía, ponerse en los zapatos de los otros, realmente es una práctica de ello. En el cristianismo y el catolicismo, las obras de misericordia son los principales atributos divinos.

La misericordia también puede ser definida como un sentimiento de compasión o pena por aquellos que sufren, lo cual nos impulsa a ayudarles o aliviar su dolor. En algunas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo. El término proviene del latín misere (miseria o necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás), resultando en tener un corazón solidario con aquellos que se encuentran en necesidad.

Sin embargo, muchas personas creen que la misericordia es el equivalente a la lástima. Y es un grave error, no debemos confundir la misericordia con lástima. La lástima es un sentimiento menos vehemente y más pasajero que la compasión. La palabra lástima no origina un adjetivo aplicable al que la siente, sino al objeto que la provoca. Y, al contrario, la compasión se deriva del término compasivo.

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Son lastimeros o lastimosos los infortunios, enfermedades, el hambre y la persecución. En cambio, son compasivas las personas en quienes dichos males producen lástima. La lástima es aplicada con mayor propiedad a la sensación que causa en nosotros el mal que se ofrece a nuestros sentidos, mientras que la compasión causa efectos en el ánimo y la reflexión del mal, deseando evitar el mal que padece la otra persona.

Por ejemplo, la suerte de un asesino condenado a muerte no nos provoca compasión, pero sí nos provoca lástima al verle padecer en el suplicio. Nos provoca lástima ver morir a un irracional; pero nos da compasión el estado de una pobre viuda. Como podemos observar, la compasión implica un sentimiento verdadero. Por otro lado, la lástima se emplea algunas veces para representar un sentimiento ligero y pasajero, que apenas merece el nombre de sentimiento. Por ejemplo: “es una lástima que no haga buen tiempo”.

Ahora bien ¿qué son las Obras de Misericordia? Una vez hayamos entendido lo que este término implica, podremos proceder a explicar qué son las obras relacionadas con la misericordia.

Estas obras son acciones caritativas, a través de las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Enseñar, consolar, apoyar, aconsejar, entre otros, son obras espirituales de misericordia, así como perdonar y sufrir con paciencia. Existen dos tipos de obras de misericordia: las espirituales y corporales.

Las obras de misericordia corporales, consisten específicamente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no tiene, vestir a quien no tiene ropas, visitar enfermos y presos, además de enterrar a los muertos. Dentro de estas obras, la limosna que se realiza a los pobres es uno de los principales testimonios de caridad fraterna, y también una práctica de justicia que es agradable para Dios.

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Contemplar el misterio

Es el vivo deseo de Jesús que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo en cuanto a las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales. Este es un modo para despertar nuestra conciencia, que se encuentra en muchas ocasiones adormecida o entumecida ante el drama de la pobreza. Adicionalmente, para entrar aún más en el corazón del Evangelio, en donde los pobres son privilegiados de la misericordia divina.

La predicación del Señor presenta las obras de misericordia para que tengamos la posibilidad de reflexionar y darnos cuenta si vivimos o no como sus discípulos. Para ello, debemos redescubrir las obras de misericordia corporales: dar de comer a los hambrientos, vestir al desnudo, asistir a los enfermos, viajar a los presos y enterrar a los muertos. 

Por otro lado, las obras de misericordia espirituales son: dar consejo a quien lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que comete errores, consolar a quien se siente triste, superar con paciencia los defectos de los demás, entre otros, de los cuales hablaremos más adelante en este artículo.

La misericordia no queda sólo dentro de la actitud de compasión. También se identifica con la superabundancia de la caridad, la cual, al mismo tiempo, trae la abundancia de la justicia. La misericordia implica mantener el corazón abierto, en carne viva, humana y divinamente transido por un amor generoso, sacrificado y recio. 

De esa manera explica la caridad San Pablo con respecto a esta virtud. La caridad es sufrida y bienhechora. No tiene envidia, no actúa de manera precipitada, no es ambiciosa y no busca actuar bajo sus propios intereses. No piensa mal de quien ayuda, no se irrita, no se huelga de la injusticia y se complace a la verdad y honestidad. La caridad se adapta a todo, cree en todo, espera y soporta todo. 

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No debemos pensar o percibir a los demás como si fuesen números y escalones para que podamos subir. Es necesario pensar en los demás, sobre todo en los que se encuentran a nuestro lado, apoyándonos; como lo que son: hijos de Dios, con toda la dignidad de ese asombroso título.

Nosotros debemos portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios. Nuestro amor ha de ser sacrificado, diario, hecho de diversos detalles de comprensión, de sacrificio silencioso y de entrega notoria. Este es el bonus odor Christi, el que hacía expresar a los que vivían entre nuestros hermanos en la fe “¡Mirad cómo se aman!”.

¿Cuáles son las Obras de Misericordia?

Las obras de misericordia son aquellas acciones que realizamos por otros de forma desinteresada, con amabilidad y a través del amor. Por ejemplo, ayudar a un enfermo, aconsejar a alguien que lo necesita, e incluso consolar a alguien que sufre una increíble tristeza.

Cada acto que hacemos por amor, por ayudar a nuestros hermanos, al prójimo, sólo porque queremos hacerlo y porque el amor nos impulsa, es una obra de misericordia. Porque, como mencionamos anteriormente en este artículo, la misericordia se trata de compasión y amabilidad, no de lástima. El tener lástima a otra persona no nos impulsa a hacer algo por él o ella. En cambio, tener compasión nos impulsa a ayudar, sin esperar nada a cambio.

Sin embargo, existe una lista de las acciones que son consideradas como misericordiosas. Ahora bien, ¿cuántas son las obras de misericordia?

Existen catorce Obras de Misericordia, de las cuales siete son corporales y las siete restantes, son espirituales. Dentro de las obras corporales, podemos encontrar:

  • Visitar a los enfermos.
  • Dar de comer a los hambrientos.
  • Dar de beber a los sedientos.
  • Dar techo a los peregrinos.
  • Vestir al desnudo.
  • Visitar a los presos.
  • Enterrar a los difuntos.

Por otro lado, las obras de misericordia espirituales son:

  • Enseñar a quien no sabe.
  • Dar consejos a quienes lo necesitan.
  • Corregir al que se equivoca.
  • Perdonar a quienes nos ofenden.
  • Consolar a quien se encuentra triste.
  • Sufrir con paciencia los defectos de nuestros seres queridos.
  • Rezar a Dios por los vivos y los difuntos.

Las obras de misericordia que son corporales, salen en su mayoría de una lista realizada por Dios dentro de su descripción del Juicio Final. Por otra parte, la lista de obras de misericordia espirituales fue tomada por la iglesia, tomando fragmentos de otros textos que se encuentran a lo largo de la biblia, así como de actitudes y enseñanzas de Cristo; como el perdón, el consuelo, el sufrimiento, la corrección fraterna, entre otros.

Al saber cuáles son las obras de misericordia corporales y espirituales, es importante entender la enseñanza que nos proporciona cada una de ellas. Estas obras son fundamentales para nuestro camino hacia Dios, demostrando nuestras buenas acciones y amor incondicional hacia el prójimo.

Todos, en alguna etapa de nuestra vida, nos vemos atrapados en estados de vulnerabilidad, y Dios nos demuestra que siempre habrá algún alma caritativa, dispuesta a demostrarnos misericordia, ayudándonos en lo que necesitemos y demostrándonos su profundo amor. Y así debemos actuar nosotros, pues otros seres humanos también caen, también se entristecen, también pueden encontrarse en necesidad. Y para eso estamos aquí, para demostrar misericordia, a través del amor y la amabilidad unos con otros.

De esta manera, la unión que nos brindará las acciones positivas que cometemos, nos mantendrá en el camino hacia la luz, en donde Dios nos espera.

Enseñar las obras de misericordia a los niños

Los niños deben aprender cuáles son las obras de misericordia cuando se inician en el catecismo, que es a partir de los nueve años. Sin embargo, esto puede variar dependiendo de cada comunidad o país. Al iniciar las clases de catecismo, los niños también deben cumplir con la obligación de asistir a misa todos los domingos y aprender las oraciones correspondientes para conectarse con el Señor, demostrándole nuestro amor y devoción incondicional.

Es de gran importancia enseñar desde pequeños a los seres humanos a saber de dónde venimos, quién es nuestro creador y cómo podemos agradecer sus sacrificios. Igualmente, se les debe enseñar que Dios desea plenamente que nos amemos los unos a los otros, por lo tanto son necesarias las obras de misericordia, pues a través de ellas podemos brindar apoyo a quienes lo necesitan.

A través de este tipo de obras, demostramos a Dios que somos dignos de su religión, de su amor y de su luz. Podemos enseñar a través de actividades dinámicas, de forma que cada niño se sienta interesado en lo que está aprendiendo. A su vez, desde casa es importante hablarles del Señor, de sus sacrificios, todo lo que hizo por nosotros y cómo podemos ser dignos de él.

Desde muy temprana edad, es de vital importancia saber amar al prójimo a pesar de sus defectos, que cuando algún compañero se siente triste es importante apoyarlo. A través de estas enseñanzas, los niños podrán comprender que con el amor y la fe podemos lograr tantas cosas, que con nuestra nobleza y actos positivos podemos mejorar nuestro mundo poco a poco. Y nuestro creador estará orgulloso de todos nosotros si así lo hacemos.

Cada niño debe orar por los enfermos, ayudar a los más necesitados y consolar a quien lo requiere. Y es nuestro deber como adultos guiarlos en el camino de Dios, el camino del bien y de la luz. Es importante demostrarles que orando y demostrando devoción nos conectamos con nuestro Señor de la forma más pura que existe.

Orar nos brinda alivio, y las obras de misericordia igual. Pues, la compasión, incluso en niños, es una emoción positiva que nos impulsa a dar nada más que amor. Amor desinteresado, honesto y puro.

Los niños representan pureza en este mundo. Una de las obras de misericordia con la que los adultos debemos cumplir es enseñar al que no sabe, que en este caso son los niños.  Necesitan alguien noble y honesto que les enseñe el camino de Dios, con paciencia y amor. Esa es la mejor forma de mostrarnos dignos del amor de nuestro Señor.

Efecto de las Obras de Misericordia en quien las practica

La actividad de las obras de misericordia proporciona gracias para quien las ejerce. En el evangelio de Lucas, Jesús dice “dad, y se os dará. Por lo tanto, al ejercer obras de misericordia, cumplimos con la voluntad de nuestro Señor. Damos algo a nuestro prójimo, le apoyamos, consolamos, entre otros; y Dios promete que nos dará a nosotros también lo que necesitemos, por haber tenido buena voluntad con nuestros hermanos de forma honesta y desinteresada.

Por otra parte, las obras de misericordia también causan un efecto de alivio en aquellos que las practican, pues son una gran forma de ir borrando nuestras penas, esa que se aloja en nuestra alma debido a nuestros pecados, los cuales son perdonados gracias a nuestras buenas obras. Las obras buenas son, por supuesto, las misericordiosas. Los misericordiosos también recibirán la misericordia en el momento que la necesiten.

Adicionalmente, las obras de misericordia, como mencionamos anteriormente en este artículo, nos ayudan a avanzar y quedarnos en el camino el Cielo, pues al ser misericordiosos, nos volvemos más parecidos a Jesús. Él nos enseñó cómo debemos tratar a los demás, cómo debe ser nuestra actitud con el prójimo. 

En Mateo, se recogen las siguientes palabras expresadas por Cristo: “No hagan tesoros en la tierra, en donde la polilla y el orín corrompen y donde los ladrones minan y hurtan; hagan tesoros en el cielo, en donde ni la polilla ni el orín corrompen y los ladrones no minan ni hurtan. Porque en donde esté su tesoro, allí también estarán sus corazones”. Siguiendo esta maravillosa enseñanza del Señor, cambiamos los bienes materiales y temporales por los tesoros eternos, esos que tienen un valor real en nuestro camino hacia a luz.

Cumpliendo con la voluntad de Dios, ejerciendo obras misericordiosas, también nos demostramos dignos de su amor y de un lugar en el cielo. Pues, es importante esparcir amor y no odio. Es nuestra responsabilidad cumplir con su voluntad en este mundo para poder cambiarlo, ayudando a quienes lo necesitan y llenándonos mutuamente de amor.

Dentro de los misterios de la misericordia, se contempla el pensar primero en los demás. De esa forma, pasaremos por la tierra, dejando un rastro de bien.

Debemos recordar que nuestro paso por la tierra estará lleno de errores, pero estos son inevitables. Por lo que debemos, a pesar de nuestros errores, dejar un camino de bien. Al llegar la hora de nuestra muerte, la cual vendrá inexorable, la acogeremos con gozo, tal como lo hizo Cristo, pues como Él, también resucitaremos para recibir la recompensa de su amor. (San Josemaría, Vía Crucis, 14).

Es por eso que conocer a Jesús es darnos cuenta y responsabilizarnos de que nuestra vida no puede ser vivida con un sentido que no sea el de entregarnos al servicio de los demás. Un cristiano o un católico no puede detenerse y preocuparse sólo por sus problemas personales de manera egoísta, pues debe vivir de cara a la iglesia universal. 

Todos tenemos problemas, y está bien, es sano hacernos cargo de nosotros mismos y buscar alivio, el cual podemos encontrar yendo a la iglesia, orando y realizando las diferentes obras misericordiosas establecidas por Jesús.

En el misterio de la misericordia también se contempla el dar la vida por los demás. Sólo de esa forma se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos uno solo con Él. Sólo así encontraremos nuestra verdadera conexión hacia Jesús, sintiéndolo dentro de nosotros mismos como una luz y paz llenando nuestro interior cada día más, impulsándonos a ser compasivos, amorosos, amables y honestos.

Cuando Cristo está en nuestro interior, nuestra vida será mucho más llena de luz y podremos resolver nuestros problemas personales y las adversidades que se presenten en nuestro camino con gran valentía y responsabilidad, sin herir a nadie y siempre pensando en el bienestar de los demás, no en nuestros propios intereses o sólo en nuestra comodidad y bienestar.

Aquel que obra con honestidad y misericordia, tiene una vida llena de paz, tanto interior como exterior. Los que saben cuáles son las obras de misericordia, cuáles pueden ejecutar, entre otras, están rodeados de amor y de bien. A su vez, poco a poco, afinando su conexión con Jesucristo, llevarán una vida llena de sabiduría, la cual pasarán a tus hijos, nietos, sobrinos, hermanos, cónyuges.

Ofrecernos a cumplir la voluntad de Dios nos traerá cosas muy positivas, siempre y cuando olvidemos nuestro egoísmo, nuestros intereses y ambiciones, pues muchas veces tendemos a actuar simplemente por nuestro interés o beneficio, pensando en tesoros terrenales que no valen nada al llegar al cielo, como el dinero y otros bienes materiales. Muchos individuos buscan pisotear a otros en lugar de ayudarlos, o ejercen una «buena» acción esperando algo a cambio, esperando un pago para hacerse más rico a costa del sufrimiento de los demás.

Cuando estemos tentados a girar nuestros pasos hacia el camino del mal, recordemos los beneficios que nos traerá seguir la Voluntad de Dios: paz, amor, honestidad, gracia, luz y conexión con Jesús, convirtiéndonos en uno sólo con Él. Dios está dentro de cada uno de nosotros, siempre, pero a veces no lo notamos. Nuestra conexión se vuelve más perceptible y beneficiosa para nosotros cuando actuamos según su voluntad, siguiendo lo explicado a lo largo de este artículo.

No sólo recibirás gratitud de parte de las personas a las cuales has ayudado de forma desinteresada. También sentirás alivio. Y notarás como, poco a poco, tú mismo puedes cambiar el mundo junto a tus hermanos, quienes ejercen obras misericordiosas día a día, al igual que tú. Todos, en conjunto, podemos hacer un mundo lleno de luz y paz, un mundo que se convierta en uno con Dios.

Somos seres de luz, sólo que a veces no nos damos cuenta. Uno de los mayores efectos de las obras misericordiosas en quien las ejerce, es que su luz interior brillará más que nunca, dando sólo paz y amor a quienes le rodean.

Obras de Misericordia corporales y espirituales

Como ya hemos mencionado, existen diferentes obras de misericordia, las cuales se clasifican entre corporales y espirituales. En este apartado del artículo te explicaremos con mayor detalle y profundidad en qué consiste cada una de estas obras, tantos las corporales como las espirituales.

Corporales

San Mateo recoge la narración del Juicio Final: en aquel tiempo, Cristo dijo a sus discípulos, que al venir el Hijo del hombre, rodeado de su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces, todas las naciones serán congregadas ante él, y él apartará a los unos de los otros, justo como un pastor aparta a las ovejas de los cabritos. De esa manera, pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

Entonces, dirá a los de la derecha: vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino que ha sido preparado para ustedes desde la creación de la tierra, porque estuve hambriento  y me alimentaron, estaba sediento y me dieron de beber, era forastero y me dieron techo, estuve desnudo y me dieron ropas, al estar enfermo me visitaron, cuando estuve encarcelado, fueron a verme.

Los justos y honestos se preguntarán, ¿cuándo le dimos de comer y de beber? ¿cuándo te dimos techo, o te vimos desnudo y te vestimos? ¿cuándo te vimos encarcelado y fuimos a visitarte?. Y el rey les dirá “les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de quienes los rodean, lo hicieron conmigo también.” Por otro lado, dirá también a los de la izquierda “apártense de mí, malditos; irán al fuego eterno, preparado por el diablo y sus ángeles, porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, estaba sin techo y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, me vieron enfermo y encarcelado y no me visitaron.”

Ellos, al igual que los de la derecha, se preguntarán sobre lo que el rey dice. ¿Cuándo le vimos sediento y no le dimos de beber? ¿Hambriento y no le dimos de comer? ¿Cuándo le vimos desnudo y no le dimos ropa, o enfermo, encarcelado y no lo visitamos? Y el rey, les aclarará: les aseguro que, cuando no lo hicieron con los más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Por lo tanto, irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Dar de comer al hambriento/a y dar de beber al sediento/a

Estas dos primeras obras de misericordia se complementan la una con la otra. Se refieren a que debemos intentar ayudar a las personas que no tienen recursos alimenticios suficientes, dándoles de comer y de beber. Es nuestro deber ayudar a quienes se encuentran en discapacidad, a los más necesitados y a quienes no tienen los recursos indispensables para vivir día a día, pues algunas personas no son tan afortunadas como nosotros.

Jesús, según dice el evangelio de San Lucas, recomienda: aquel que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo. (Lc 3, 11)

Dar posada al peregrino/a

Durante los tiempos antiguos, dar posada o lugar en donde quedarse a los viajeros era un asunto de vida o muerte, debido a que las travesías eran muy arriesgadas y complicadas, pero las personas debían cumplir con sus deberes. Hoy en día, las cosas no suceden así. Sin embargo, podría darse la oportunidad de recibir a alguien en nuestro hogar, no por hospitalidad, educación, amistad o familia, sino por verdaderas necesidades.

Aunque las situaciones de necesidad con respecto a este tipo de obra de misericordia no sean iguales actualmente, de igual forma, algún día alguien pueda encontrase en gran necesidad de un techo, y podríamos ser su única esperanza.

Vestir al desnudo/a

Esta obra de misericordia se dirige a cubrir una de las necesidades más importantes y básicas: el vestido. En muchas ocasiones, esta obra es facilitada gracias a la iglesia, pues a través de parroquias y otros centros recaudan donaciones de ropa, las cuales otorgan a los más necesitados.

Cuando vamos a entregar ropa, es bueno que pensemos que podemos dar lo que nos sobra o ya no nos sirve, sin embargo, también podemos pensar en lo que es útil, sobre todo para otras personas. Porque aunque para nosotros ya no sirva, para alguien en necesidad, puede ser su salvación.

En la carta de Santiago, se nos anima a ser generosos: “si un hermano o hermana están desnudos y no tienen un sustento diario, y alguno de ustedes les dice ‘id en paz, calentaos o hartaos’, pero no les dan lo necesario para que su cuerpo se mantenga vivo, ¿de qué sirve?”. No basta con palabras, debemos actuar también.

Visitar al enfermo/a

La visita a los enfermos se trata de una verdadera atención a ellos y a los ancianos, no sólo en el aspecto físico, sino en el aspecto psicológico, haciéndoles compañía. No es intentar que se sientan bien sólo físicamente, sino también procurar sacar una sonrisa de su rostro y alejarlos de la amargura y su dolor aunque sea por un momento y de forma desinteresada.

El mejor ejemplo de la Sagrada Escritura sobre las obras de misericordia es el de la parábola del buen samaritano, quien curó al herido y, al no poder continuar ocupándose de él y tratándolo directamente, confió los cuidados que necesitaba a otro, a quien decidió pagarle, todo para mantener a su paciente original sano y salvo.

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Visitar a los presos

Esta obra de misericordia consiste en visitar a los presos, ofreciéndoles ayuda tanto material como asistencia espiritual, de manera que puedan mejorar su estado como personas, enmendarse, aprender a hacer un trabajo que pueda resultarles útil para el momento en el que terminen el tiempo de su condena, entre otros.

También se refiere a rescatar a los inocentes y secuestrados. Antiguamente, los cristianos pagaban por la liberación de esclavos, o se cambiaban por prisioneros inocentes. Esto demuestra perfectamente cómo es una obra misericordiosa: pensar en los demás, sobre nuestros propios intereses. El hecho de que un cristiano se intercambie a sí mismo por un preso inocente sólo para que este pueda ver la libertad, es un acto heroico y digno de camino de Dios.

Enterrar a los difuntos

Cristo, luego de su muerte, no tenía lugar sobre el cual reposar. Uno de sus amigos, José de Arimatea, le cedió su tumba. Y no sólo eso. Este hombre también tuvo la valentía de presentarse ante Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Igualmente participó Nicodemo, quien ayudó a José de Arimatea a sepultar su cuerpo, que anteriormente no tenía en donde descansar eternamente.

Enterrar a los muertos puede parecer un mandato algo innecesario, porque de hecho, todos los muertos son enterrados. Sin embargo, anteriormente, en tiempos de guerra, por ejemplo, podía ser un mandato bastante exigente. En esos tiempos, las personas cuyas muertes eran violentas y sus cuerpos se perdían en el campo de batalla no podían ser enterrados. 

De igual modo, es importante dar una digna sepultura al cuerpo humano, ya que nuestro cuerpo ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Por lo tanto, todos somos templos del Espíritu Santo.

Espirituales

Las obras de misericordia espirituales, por otro lado, no se tratan de ayudar al prójimo con males físicos, sino con malestares espirituales o psicológicos, al igual que la falta de conocimiento, como la tristeza, la ignorancia, entre otros. Se trata de obras misericordiosas que alimentan y hacen crecer el espíritu tanto de quien las recibe como de quien las ejecuta.

Enseñar al que no sabe

Esta es la primera de las obras de misericordia espirituales. Se trata de enseñar al ignorante en cualquier materia, no sólo en temas religiosos. La enseñanza puede darse a través de escritos o de palabra. Puede utilizarse cualquier medio de comunicación, o darse de forma directa, cara a cara.

Según el libro de Daniel, aquellos que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las estrellas por toda la eternidad. Quien enseña es noble, pues tiene la capacidad de transmitir su conocimiento a quien más lo necesita, con paciencia y amor, según la voluntad de Dios.

Dar buen consejo a quien lo necesita

Uno de los dones del espíritu santo es el don del consejo. Por lo tanto, quien desee dar un buen consejo, es importante que esté en sintonía con Dios, pues no consiste en dar opiniones personales, sino de aconsejar y enseñar el camino correcto a quien necesita de guía.

Dar buenos consejos a alguien que se encuentra perdido puede resultar complicado, es por eso que nosotros mismos debemos encontrarnos conectados con Dios. No es apropiado dar opiniones personales al necesitado, indicándole qué creemos sería mejor para él o ella. Sólo debemos apoyar y brindar herramientas, guiándolo para que encuentre el camino correcto.

Corregir al que comete errores

Esta obra de misericordia se refiere, principalmente, al pecado. De hecho, también es conocida como “corregir al pecador”. La corrección fraterna es explicada por Jesús en el evangelio de Mateo, de la siguiente forma: “si tu hermano peca, habla con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano”.

Es importante corregir a nuestro prójimo con humildad y benignidad. En ocasiones puede ser difícil hacerlo, pues como seres humanos, nos dejamos llevar por nuestras emociones. Sin embargo, en esos momentos, podemos recordar lo que dice el apóstol Santiago al final de su carta: “quien endereza a un pecador en su mal camino, salvará su alma de la muerte y conseguirá, a su vez, el perdón de muchos pecados”. Es complicado que al querer corregir a un pecador este se encuentre dispuesto a escucharnos. Por esa razón, debemos presentarnos con dulzura, paciencia y humildad hacia él.

Perdonar las injurias

Durante el padre nuestro, pedimos al Señor que perdone nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. A su vez, nuestro Señor aclara que, si perdonamos las ofensas de los hombres, el Padre Celestial también nos brindará su perdón. De lo contrario, si no perdonamos las ofensas de los hombres, el Padre tampoco nos perdonará a nosotros.

Perdonar las ofensas implica superar los sentimientos de venganza y el resentimiento. Conlleva gran valor de tratar amablemente y con honestidad a quien antes nos ha ofendido. El mejor ejemplo del perdón en el antiguo testamento es el de José, quien perdonó a sus hermanos, los cuales trataron de matarlo y luego venderlo.

Consolar al triste

Esta obra de misericordia consiste en el consuelo para el triste, para el que sufre de alguna dificultad. En algunos casos se contemplará con dar un buen consejo que ayude a la persona a superar su dolor o tristeza. En otros casos, podemos acompañar a nuestros hermanos durante su dolor.

Sufrir con paciencia los defectos de los demás

Debemos aceptar al prójimo tal y como es, entendiendo que ninguno de nosotros es perfecto. La paciencia ante los defectos de otra persona es una virtud, así como una obra de gran misericordia. Sin embargo, si el soportar los defectos ajenos causa mayor dolor y daños que beneficios, se debe advertir con caridad y suavidad.

Orar por los vivos y los difuntos

Esta es la última de las obras de misericordia espirituales. Implica orar por las almas de los difuntos que se encuentran en el purgatorio, pues la liberación de sus almas dependen de nuestras oraciones a Dios. Es una buena obra orar para que sean libres de sus pecados.

Por otro lado, San Pablo recomienda orar por todos, sin excepción, incluso gobernantes y personas de responsabilidad, ya que Dios quiere que todos nos salvemos y lleguemos al conocimiento de la verdad.

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