Fe, esperanza y caridad: las tres virtudes claves

Fe, esperanza y caridad, tres virtudes con un rol vital en nuestras vidas, pues Dios nos otorga a través de ellas, inteligencia y libertad, pero también libre albedrío, para que de manera voluntaria decidamos servirle, adorarle y creer en él, en sus obras y seguir su camino y palabra.

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Fe, esperanza y caridad

Fe, esperanza y caridad, podemos decir que son una “familia” y cumplen una función muy importante, pues tienen, la función de adaptar las facultades del ser humano a la participación de la naturaleza divina.

También, las virtudes teologales hacen referencia directamente a Dios, disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.

Para entender la fe, esperanza y caridad o virtudes teologales de una manera más sencilla vamos a verlo con un ejemplo.

En los deportes, los entrenados practican una y otra vez los ejercicios, hasta lograr la técnica y los movimientos perfectos, en la vida espiritual ocurre exactamente lo mismo, la diferencia, es que no se ejecutan movimientos, sino que se ejercitan las virtudes de la fe, esperanza y caridad.

La intención de ejercitar estas virtudes son:

Ser mejores personas, más humanos y dar de corazón, sin esperar nada a cambio. Un ejemplo de ello, la Madre teresa de Calcuta. Buscar construir nuestra propia santidad.

Cuando hablamos de fe, esperanza y caridad siempre habrán personas que lo perciban con algo de rechazo, como un discurso largo y aburrido, que poco o nada está relacionado con sus verdaderos intereses, pero si prestamos una verdadera atención a conocerlas y comprenderlas nos daremos cuenta de las maravillas que puede generar en nuestra vida.

La fe, la esperanza y la caridad no son exclusivas, no está reservada para solo unos pocos, por el contrario, es un regalo de Dios para todos y cada uno de sus hijos, pero siempre tenemos la libertad de decidir si las aceptamos o no.

La mayoría de las personas, no se permiten tener el tiempo para conocer y comprender a fondo estas virtudes maravillosas y describir la función de cada una de ellas y el impacto que pueden tener en nuestras vidas.

Como todo a lo que decimos que no, debemos también, probar y practicar, solo así, iremos transformándonos y agarrándole el gusto a integrar la fe, esperanza y caridad como parte de nuestras vidas. Si algo puede ser bueno, e incluso, ajustarse a nuestros intereses, ¿por qué no darle la oportunidad?

No debemos juzgar a un libro por su portada, y en este caso, a las virtudes y sus milagros, dicha y gozo en nuestra vida. En realidad, parte de nuestros deberes como cristianos sería vivir, respirar y actuar de acuerdo a estas tres virtudes, en vez de asfixiarnos entre tanto materialismo y cosas superfluas.

Las virtudes en general ¿Qué son las virtudes?

Las virtudes, en un modo más amplio y general son cualidades positivas del alma, es decir, valores que nos mueves, inspiran e impulsan a actuar de acuerdo a nuestra voluntad, pero con inteligencia. Nos mueven, a hacer el bien sin importar a quien, a ser mejores cada día y hacer de esto una actitud tan normal como levantarnos y cepillarnos los dientes.

Dios, junto a su palabra, no solo nos ofrece un camino para disfrutar de una eternidad junto a él, colmada de gozo, alegría y amor incondicional y misericordioso, sino que también, nos ofrece la gracia de creer, esperar y amar todo lo que en ella nos revela.

Estos regalos de Dios, son como semillas que cada uno ha de cuidar y hacer crecer dentro de nuestra alma.

Las Virtudes Teologales según la Sagrada escritura

Es lógico, que estas virtudes teologales estén contenidas en la palabra de Dios (evangelio), así que compartiremos algunos textos que podemos encontrar en la Santa Biblia para que no quede la menor duda, de que Dios no solo nos ofrece estos como regalos, sino también desea que nuestra vida esté regida por ellas.

Hb 11,6 nos expresa claramente que sin fe, no podemos glorificar a Dios. Otra manera de explicarlo más sencillo, sería con un ejemplo:

Si no creemos en algo, sin importar cuanto afirmemos que si lo hacemos de la boca para afuera esto no resultará bien, más bien, sentiremos que todo nos sale, y culparemos a Dios por ello, en vez de asumir nuestra responsabilidad y admitir que no estamos siendo del todo honestos con nosotros mismos.

¿Cómo podemos llamarnos cristianos si no tenemos verdadera fe y esperanza en Dios? Si cuestionamos su palabra, sus obras y todo cuanto nos ofrece. Esto más bien, resulta un acto de hipocresía.

Rm 5,5 nos habla sobre el amor de Dios y como este ha sido derramado en bendiciones para nuestra vida a través de su mensajero fiel, el agraciado Espíritu Santo; Dios siempre nos ofrece bendiciones y a través del espíritu Santo nos otorga dones y virtudes, ¿estás dispuesto(a) a recibirlas con amor?

1 Corintios 13,13 nos expresa esta realidad a través de la palabra de Dios, en donde nos dice que fe, esperanza y caridad siempre deberán permanecer en nuestra vida y para que esto ocurra, hay que practicarlas a diario.

Estas tres, se les conoce como virtudes teologales y como mencionamos anteriormente, están relacionadas directamente con nuestros Señor Dios Padre Todopoderoso y eterno.

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En el Magisterio de la Iglesia Católica

El Magisterio de la Iglesia Católica, ha tocado una y otra vez este tema sobre las virtudes teologales, e Inocencio III incluso propuso una discusión bastante interesante, ¿los nos reciben las virtudes teologales al ser bautizados y liberados del pecado original?

Por otra parte, Clemente V difiere de Inocencio III y cree que las virtudes teologales se convierten en una necesidad una vez que recibimos el bautismo. Él cree, que tanto niños como adultos, una vez que son bautizados sienten el deseo de conocer a Dios, su palabra, y por supuesto, vivir de acuerdo a su voluntad.

El Concilio de Trento señala más bien que todos los hombres que aceptan la gracia del Espíritu Santo, reciben también, con el más grande amor y gozo, los dones y virtudes de la fe, esperanza y caridad.

En realidad, las discusiones generadas sobre este tema se encuentran bastante divididas, sin embargo, el catecismo de la Iglesia Católica, ha tocado en tres ocasiones distintas este tema de las virtudes teologales, más allá de si son adquiridas o no con el bautismo, lo importante es practicarlas constantemente.

En la Cultura

La fe, esperanza y caridad o virtudes teologales, han tenido gran influencia en la literatura cristiana. Algunos ejemplos de esto:

En el libro de Miguel de Unamuno “San Manuel Bueno mártir” su personaje principal está representado por la caridad, Ángela, la narradora de esta historia, representa la esperanza y el “tonto del pueblo Blasillo” es más bien un homenaje a Blas Pascal, quien representa a la fe en su total pureza (la fe del carbonero).

Otro ejemplo de esto, podemos encontrarlos en algunos poemas de “Soledades” por Antonio Machado, el representante y poeta más joven de su época, cuyas obras, evolucionaron desde un intimismo simbolista hasta un compromiso más humano. Un poema muy conocido de este “Anoche cuando dormía”.

Por otra parte, el teatro medieval, el sigo de otro y las artes plásticas, también funcionaron como inspiración cristiana.

Características de las Virtudes Teologales

Las virtudes teologales fe, esperanza y caridad, poseen características específicas. Veamos algunas de ellas:

  • Son dones otorgados por Dios a través del Espíritu Santo.
  • Para que estos dones puedan crecer y adquirirse como un hábito cotidiano debemos practicarlos por voluntad propia y de manera libre.
  • No se tratan de teoría, sino más bien de práctica, de un modo de vivir.
  • Estas tres virtudes van de la mano una de la otra. No pueden existir de manera separada.

La Virtud Teologal de la Fe

La fe, es un don del cual nace la virtud de la caridad. La fe, es creer de manera genuina en Dios y en su palabra, en todo lo que Dios ha dicho, hecho y nos ha revelado. Se trata también de poder ver a través de los ojos de Dios y reconocer todo cuanto nos ocurra como una enseñanza de Dios.

La fe, es la que nos hace como seres humanos entregarnos completamente a Dios y a su voluntad. Como discípulos  de Jesús, no solo debemos guardar la fe hacia Dios, sino creer en su palabra, fortalecernos en ella, para que el maligno, no puede engañarnos.

La fe es esa luz que nos permite comprender a Dios desde una perspectiva amorosa. La fe no es teoría, sino práctica, y crece, cada vez que recordamos que Dios nos ama de manera infinita e incondicional, que vive y habita en cada uno de nuestros corazones y que jamás nos abandona.

Características de la Fe

  • Una de las principales características de la fe es que esta es un encuentro íntimo con Dios y con su promesa de salvación.
  • Es la fe, la que nos permite desear entregarnos y consagrarnos a Dios en cuerpo, mente y espíritu, de manera voluntaria y amorosa.
  • La fe es simple, se trata de devoción a Dios.
  • Puede cambiar nuestra vida, pero para ello, debemos vivir y experimentar la fe en todo momento, es decir, hacerla parte de nuestra vida.
  • La fe no es teoría, sino una experiencia y solo aquellos que gocen de ella podrán gozar de Dios y conocerlo de manera íntima.
  • Se manifiesta mayormente cuando nos enfrentamos a pruebas duras y requerimos de Dios y su socorro, pero también, cuando Dios nos exige sacrificio, por ejemplo, cuando ayunamos en cuaresma.

Es sumamente objetiva, no basta con conocer la palabra de Dios, sino en ponerla en práctica en nuestra vida cotidiana. Es comprometernos ante Dios, comprometernos a cumplir su voluntad y entregarnos en cuerpo, mente y espíritu.

Es también, el compromiso de defender nuestras creencias, así como hicieron los mártires y alimentarla continuamente de testimonios, el evangelio, reflexiones sobre lecturas bíblicas, y por supuesto, difundir en nuestras comunidades.

La fe fortalecida en virtud de la Encarnación

La fe se fortalece en la encarnación porque Dios es no se equivoca y siempre obra por y para nuestro bien. Abraham, los profetas, los discípulos, todos creyeron en él, pero más que creer se trata de comprender que Dios vino a este mundo a mostrarnos su poder, a compartirnos su camino y a invitarnos a seguirle.

Dios, no obra mostrándose directamente, sino a través de otros. Obró, a través de su hijo Jesús, para que nos guiase y compartiera sus enseñanzas. Dios, nos habló a través de Moisés, Elías, Isaías y mucho más, sus más grandes milagros, los realiza a través de otros.

Por ello, cuando Jesús vino al mundo como uno de nosotros, como hombre, nos hablaba de una manera más humana, sensible y amorosa, para que sintiéramos la necesidad de seguirle y escucharle con total atención.

La única diferencia de Dios hijo con nosotros era que él no poseía el pecado original, pues había nacido de una virgen, nuestra Madre María, quien además, poseía una vida libre de pecado algunos, solo entrega, devoción y amor por Dios y cuando este le solicitó su ayuda, no dudo ni por un momento en dar su fiat.

Dios nos dice en Jn 6,47 que todo hombre que crea en él y en su palabra, disfrutará de su promesa de vida eterna.

Jesús dijo: Que en él todos los hombres podrían encontrar la verdad y la vida eterna (Jn 14,6), sin embargo, aunque muchos fueron incluso profetas, no podían ni podrán realizar tal afirmación, en dado caso, solo podrán expresar que la verdad les ha sido revelada.

Al tener fe nuestra visión y percepción de la vida cambia, pues percibimos el mundo a través de Dios, y eso, es muy distinto, que nuestra limitada visión como seres humanos.

Supongamos por un momento que Jesús no hubiese encarnado como uno de nosotros, sino que nuestro “salvador” hubiese sido Elías, Moisés o cualquier otro personaje importante en el evangelio, ¿creen que nuestra fe hubiese sido igual de fuerte? ¡Probablemente no!

Una de las cosas que realmente influyó y fortaleció nuestra fe, fue que Dios enviase a su hijo y nos compartiera sus enseñanzas, realizará sus milagros y nos demostrara su poder. Lamentablemente, el ser humano es muy básico y para creer necesita ver.

Por supuesto, la fe, se trata de eso también, de creer más allá de lo que podemos ver. De comprender y tener siempre presentes que Dios está para nosotros cuando lo necesitemos.

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La Virtud Teologal de la Esperanza

¿Existe alguna manera que deba reaccionar un cristiano ante los problemas o ante el mal? La esperanza es esa “fortaleza” que en los momentos de desaliento, en que no encontramos solución.

Fundamento

La esperanza es la virtud por la cual, Dios, nos da todos los medios para satisfacer nuestras necesidades y alcanzar nuestra felicidad. Nos ayuda a mantener distancia de los pensamientos negativos y el desaliento que puedan aparecer en esos momentos de dificultad.

Características

  • Nos permite ser más específicos en nuestras peticiones hacia Dios.
  • Nos ofrece ánimo y fortaleza ante momentos difíciles.
  • Nos permite comprender que la carga es más ligera cuando colocamos nuestros problemas en manos de Dios.

Obstáculos

Saber esperar y poner de nuestra parte: Está bien colocar los problemas en manos de Dios, pero este también quiere que pongamos de nuestra parte. Dios no puede hacer todo por nosotros.

Desesperación y desesperanza: En ocasiones, queremos resultados inmediatos cuando Dios nos está ofreciendo lecciones a través de ellas.

La esperanza fortalecida en virtud de la Encarnación del Verbo

Cuando fortalecemos nuestra fe, también avivamos nuestra esperanza para ese futuro que parece difícil de materializar, pero que es sencillo si buscamos a Dios, que nos hace sentir confiados en que con él no existe lucha de la cual no podamos salir victoriosos.

Aunque la esperanza y la fe nos ofrecen fortaleza, no podemos negar el hecho de que como seres  humanos en ocasiones nos rendimos ante la desesperanza, y eso, solo podemos cambiarlo cuando buscamos a Dios.

La Virtud Teologal de la Caridad

La esperanza o la fe no tendrían ningún sentido sin el amor, el amor hacia nosotros mismos, hacia Dios y hacia nuestros hermanos, y es aquí donde entra el rol de la caridad.

La caridad es entregarnos a otros, es dar sin esperar nada a cambio porque el amor de Dios nos es suficiente y hasta nos hace desbordar el alma.

La caridad fortalecida en virtud de la Encarnación

Que mayor prueba del inmenso amor de Dios y su entrega, que dar su propia vida para salvar la nuestra, de eso se trata la caridad. Lo mínimo que podemos hacer para demostrarle nuestro amor y devoción hacia él es dar a otros lo que somos y tenemos.

Características del amor de Dios

  • El amor de Dios es una realidad, nos lo demostró al entregarnos a su hijo, y cada día, nos continúa demostrando su amor incondicional.
  • El amor de Dios es tan fuerte que no existe nada que pueda destruirlo.
  • El amor de Dios siempre es transparente, puro, hermoso y no posee límite alguno. Su amor es incondicional, una experiencia única y reveladora.

Características del amor al prójimo

  • Nuestro amor hacia otros no debe ser una fachada, sino nacer desde lo más profundo de nuestro corazón.
  • El amor al prójimo está siempre dispuesto para ayudar a quien lo necesite, sin importar su condición, color, raza, o cualquier otro.
  • Perdonar a otros, es parte de actuar con amor. Algo que debemos tener siempre presente es que el único que puede juzgar es Dios.

Himno a la caridad de san Pablo (1 Cor, 13, 1ss)

Nos habla principalmente de la caridad, de nuestra entrega, no solo a Dios, sino a nuestro prójimo, sin buscar reconocimiento alguno, sin hacerlo solo porque otros nos vean, sino por un servicio de corazón. Se trata, de no ser indiferentes al dolor de otros.

Enseñanza y petición de Dios

Jesús, en su evangelio nos muestra el amor en sus diversas formas y nos pide que si en verdad le amamos, lo demostremos amando en igual medida a nuestros hermanos, porque amarlo a él de manera real es también amar y socorres a todo quien lo necesite.

Conclusión

El amor de Dios nace de lo más profundo de nuestro corazón, pero es nuestra responsabilidad, cuidarlo y cultivarlo a diario, con nuestras buenas acciones, buscando fortaleza, consuelo y esperanza en su palabra. Actuando de manera amorosa y desinteresada.

El amor es dar y dar de corazón, no con la intención de engrandecernos u obtener reconocimiento. El amor de Dios, lo demostramos cada día cuando le servimos, cuando le adoramos y ayudamos a su pueblo a conocerle y amarle, a amarnos todos por encima de los materialismos y nuestras diferencias.

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