Virtudes de la Virgen María: Importancia

Cuando hablamos de la Virgen María se nos presenta a la mente la figura de una mujer noble, hermosa, bondadosa y de un corazón de madre enorme en cuanto al amor de sus hijos, todas estas características de ella no son sino las virtudes de María. Te invitamos a conocer más.

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Las virtudes de María

Tal como mencionamos al comienzo de este artículo María es conocida como una mujer noble, bondadosa, con un gran amor que profesa a cada uno de sus hijos en el mundo. Es la Madre de Jesús, y en todo momento fue verdaderamente fiel servidora a los planes de Dios donde ella tenía participación directa.

Esta actitud de servicio fiel de María era de total resignación fuera cual fuera la decisión que tenía que cumplir. Todo ello lo lograba fácilmente, ya que era una mujer noble y las virtudes de María la hacían cumplirlas con fervor y sin queja alguna.

A continuación vamos a determinar las virtudes de María, las cuales son las siguientes:

Humildad: la virgen María, madre nuestra fue en todo tiempo una mujer humilde, siempre adoró la grandeza de Dios y jamás tuvo alguna queja. Este sentimiento de humildad debe de ser para el creyente el norte de lo que Dios tiene planeado para nuestra vida. María en todo momento siempre estuvo identificada con su Hijo Jesucristo en cuanto a la humildad que tenía en su corazón.

La humildad está considerada como una de las virtudes que gustan mucho a Dios; por medio de ésta conocemos la inmensa grandeza de Dios y lo reconocemos como merecedor de toda alabanza y adoración.

Sencillez: ésta es otra de las virtudes de María, y se caracteriza por la aceptación de todo cuanto Dios nos tiene preparado para nuestra vida. Esto lo hacía María sin ningún sentimiento de reproche ni queja por lo que Dios solicitaba de ella y lo que dispuso para su vida.

Igualmente esta virtud suele considerarse de mucha importancia en la vida de cualquier creyente de Dios y las cosas divinas, debido a que si no la  tenemos en nuestro corazón no podremos estar listos para recibir lo que caracteriza a una vida de entrega total. Por ello debemos ser sencillos si tenemos en mente ser fieles creyentes.

Fe, Esperanza y Caridad: estas tres son las virtudes de María más ejemplares, que poseía; ella en todo momento asumió todo cuanto Dios le ordenaba, pero con la característica de que no dudaba en ningún momento; tampoco exigió a Dios prueba alguna con el fin de la justificación de su fe, María fue verdadera fiel y devota hasta el día de su muerte.

Para los cristianos y creyentes las virtudes de María deben ser ejemplo a aplicar en nuestra vida, ya que de lo contrario nuestra creencia en Dios será una creencia débil ya que tenemos que tener presente que Dios es el motor de todas las virtudes que existen.

Obediencia: María nuestra madre, fue el más vivo ejemplo de la obediencia de los mandatos de Dios; igualmente fue la encargada de cuidar a su hijo Jesucristo desde el momento de su nacimiento hasta el momento mismo de su muerte; y todo ese tiempo sembrando en él la mejor educación y modo de vida, sobre todo con la aplicación de la voluntad de Dios quien fue el ordenante de tal obligación.

El creyente o cristiano deberá aceptar la enseñanza sobre la obediencia en cuanto al camino de la Cruz de Cristo como obediencia plena al Padre hasta el final de los días, disfrutando de ese amor que se caracteriza por entregarlo todo por Dios desde la humildad del corazón.

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La obediencia va a convertirse en la manifestación de la fidelidad con la propia Alianza. Esta obediencia es la entrega absoluta de la voluntad del creyente en relación al servicio de Dios y su voluntad.

Mansedumbre: igualmente otra de las virtudes de María, se caracterizó por que ella era una mujer mansa de corazón y espíritu, su obediencia se observó en todo momento al Padre, aún en las circunstancias más difíciles y jamás se negó a las disposiciones que Dios le encomendaba.

Nunca fue una mujer que buscara problemas o pleitos, su vida estuvo dedicada en todo momento a la vida sencilla y devoción y entrega absoluta a Dios. Los cristianos deben tener por ejemplo la mansedumbre de que gozaba María, nuestra Madre, y por medio de esta virtud lograr soportar las circunstancias de la vida que se presenten en su plena devoción a Dios.

Respeto: la Virgen María en todo momento se caracterizó por el respeto que profesaba a Dios Padre, ello sucedió durante toda su vida, aún en el momento de cuando el Ángel del Señor se dirigió a ella para la Anunciación de parte de Dios.

Y por tal motivo ella sería la elegida de llevar en su vientre al hijo de Dios, en ese momento María, profesó un respeto absoluto, no porque haya sentido miedo, sino por la fe que invadía su espíritu; este respeto lo manifestaba con obediencia de los mandamientos de Dios sin dudar en que debía cumplirlos.

Esto deberá servir de ejemplo una vez más a cualquier cristiano y aplicar como ejemplo el ser respetuosos y amar y aceptar las situaciones con todas las consecuencias que ello pueda traer; asimismo tener control de las actitudes en cuanto a lo humano y las cosas de Dios Padre.

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Pobreza: María jamás estuvo apegada a la vida materia, en todo momento acepto con mucha humildad lo que Dios le ofrecía, no renegaba de su pobreza y en todo momento fue obediente a Dios.

Ello debe ser vivo ejemplo para cualquier cristiano, ya que debemos llevar una vida humilde, y si nos toca enfrentar situaciones de pobreza en algún momento, debemos aceptarlo con resignación y humildad verdadera, y en todo momento aceptar los designios de Dios.

Generosidad: de igual forma debemos decir que la Virgen María en todo momento practicó cada una de estas virtudes, y tan es así que entregó a su propio hijo al sufrimiento que debía pasar, y no fue que no le dolió la situación pero en ningún momento titubeó al admitir la voluntad divina, con lo anterior demostraba que su fe era grande y el amor que profesaba a Dios era sincero.

Las personas debemos aprender a ser generosos y debemos estar orgullosas de Dios, debemos estar prestos a ayudar en todo momento al que solicite nuestra ayuda o que veamos en situación desfavorable. En ello debemos tener presente las enseñanzas que Jesús nos dejó de que ayudemos a los demás ya que así se lo hacemos directamente a él.

Pureza: La Santísima Madre María fue siempre pura y virgen, amó a Dios como a nadie más y obedeció todos sus mandamientos por fe. Llevó una vida de pureza a la que nunca renunció, es por eso que hoy es ejemplo de todos y todas.

Esta es otra de las virtudes de María que los cristianos debemos practicar en todo momento y lograr llevar una vida pura, desechando lo que no está acorde con ésta; sacándolas todas de nuestro corazón, así no seamos perfectos, pero es deber nuestro tratar de lograrlo de cualquier forma.

Disponibilidad: otra de las virtudes de María es que en todo momento estaba disponible para Dios, jamás se escuchó un “NO” en ella, siempre oyó y acató las obligaciones que Dios le ordenaba.

Asimismo como cristianos e hijos de María debemos poner en práctica esta otra virtud y ser personas dispuestas y que nunca dudemos en hacer la voluntad que Dios quiere de nosotros, asimismo estar prestos a dedicar nuestro tiempo a la predica de la palabra o hacer el bien al que lo necesite de nosotros.

Entrega total: La ofrenda a nuestra madre María, en relación a lo que vemos con su corazón de madre, debe llevarnos a la práctica progresiva a ella de nuestra voluntad y entrega para el conocimiento de alcanzar la meta de santidad. Es bien sabido que Dios no elimina la libertad, por el contrario la perfecciona permitiendo que el hombre logre encontrar la voluntad de Dios, como único camino que logra tal perfección y lo hace feliz.

Desde el momento en que nos entregamos a María igualmente le damos nuestra vida y todas las cosas que tenemos como preocupaciones, planes, angustias; ello debemos hacerlo con toda confianza sin sentir temor alguno y siempre creyendo plenamente en ella.

María sólo nos pedirá lo que seamos capaces de entregar, no algo que no podamos, y nos ayudará de igual forma a dar lo que nuestras fuerzas nos permitan, nos solicitará lo justo ya que su intención es que crezcamos en espíritu.

Confianza: María igualmente tuvo que profesar una verdadera confianza en el Padre Dios, por ello nunca se negó a servirle y lo hizo en todo momento. El abandono absoluto en María nuestra madre, debe conllevar una verdadera y gran confianza. Esto debe de convertirse en virtud vital de la vida de Consagración, y se hace pieza clave en la vida del cristiano.

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Nuestro sentimiento de confianza en María es nuestra mayor manifestación hacia ella. Mientras más sintamos confianza en ella, más grandes será el amor que sentimos hacia María.

Desde el mismo momento en que nos colocamos en las benditas manos de nuestra Madre, es porque estamos seguros de la confianza en ella. Nunca ningún cristiano debe dudar del amor maternal de María así como de su providencia aunque sintamos tentación de desconfianza.

Lo pequeño de nuestro espíritu puede ser muchas veces consecuencia de la condición de pecadores que somos; pero si tenemos humildad sincera en el corazón no sentiremos desaliento y creceremos a una confianza plena a nuestro Padre.

El abandono: tal como lo hizo la propia Virgen María de abandonar todo por seguir a Dios, asimismo debemos tomar esto como ejemplo en nuestra vida. Ella dejó todo su pueblo, su familia, sus amigos. La ofrenda conlleva el abandono absoluto en María como nuestra Madre, tal como los hijos se abandonan en los brazos de su madre; e igualmente como Jesús lo hizo en brazos de su madre.

Este tiene que ser el abandono que debe tener todo cristiano; debemos dejarnos guiar por María, debemos sentir plena confianza en que estamos siendo guiados por nuestra Madre, asimismo debemos dejar que sintamos su amor sin miedos, pretextos ni angustias.

La pequeñez interior: en cuanto a este tema debemos decir que la propia María tenía verdadero sentimiento en su corazón de pequeñez interior, y por medio de esto su vida estuvo conforme en cuanto a lo que Dios le ofrecía.

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La pequeñez interior como dice la palabra de Dios está definida como la actitud humilde por medio de la que aceptamos que nos quieran y que seamos guiados por la propia Virgen Santísima, por caminos que ella ha establecido para cada uno de sus hijos.

Nunca lograremos nuestra entrega y abandono sin que nos volvamos niños. Igualmente María nos guía por este camino para que seamos pequeños y pobres, en pocas palabras humildes y sencillos. Cuando nos dejamos llevar como niños nos dejamos conducir, instrumentar como intención del designio de la Providencia divina.

Cuando amamos verdaderamente a nuestra Madre María, lo hace con un corazón de niño. Su misterio no se revelará sino nos dejamos llevar por sus amorosos brazos. Debido a lo anterior nuestra Madre María pasa a ser admirable en cuanto a la humildad; y debido a esto solamente los humildes y los que tienen corazón puro saben los secretos de Dios Padre.

Ella puede reflejar a su hijo en cada cristiano o creyente. Para la Virgen María siempre seremos como niños pequeños que necesitan cuidados especiales como calor, amor, alimentación de su madre. Ella solicita de sus hijos que se hagan pequeños y humildes y de este modo entraran en su Corazón.

Docilidad: en la vida devocional de María se nos muestra que siempre fue dócil ya que siempre estuvo a disposición de Dios y sus ordenanzas para con ella.

La humildad en el corazón de las personas las hace dóciles, si ello se permite en nuestros sentimientos dejaremos que Dios nos instruya y permitiremos que seamos enseñados por situaciones providenciales alrededor nuestro, no apresuramos el tiempo de Dios ni tampoco los detendremos cuando éstos hayan llegado.

Disponibilidad: María como hemos dicho en varias ocasiones estuvo disponible desde el inicio. Esta actitud interna nos hará sentir que somos capaces de enfrentar las exigencias que tenemos a nuestro alrededor, en cuanto a las personas que debemos evangelizar y apreciar con corazón sincero y de servicio.

La disponibilidad representa una actitud interna por medio de la cual aceptamos que nuestro prójimo nos exija. Dios quiere que entreguemos todo por los demás, tal como él mismo lo hizo por la humanidad entera en la Cruz, asimismo que estemos a disposición de los demás como María, debemos amar a nuestros hermanos con sentimiento de sencillez, servicio sincero, generosidad y entrega.

Fidelidad y firmeza: María en todo momento creía en Dios, jamás tuvo adoración por otros dioses, siempre fue fiel y se mantuvo firme ante esa creencia.

En cuanto a esto debemos verlo como un buen ejemplo más en la vida de María, y por ello debemos mantenernos fieles a la Alianza viva en el Corazón de María; así debemos ser perseverantes, fieles en situaciones duras; no debemos dejarnos vencer por las preguntas que pueden presentarnos a lo largo de nuestra vida.

Perseverancia y paciencia: esta virtud es otra que caracteriza a la Virgen María, y la misma debe ser necesaria en nuestra vida para saber la creencia y entrega a Dios Padre; debemos perseverar ante las dificultades que la vida nos presenta, así como las vivió la Virgen María, pero sin embargo ella siempre fue paciente, perseverante, ya que Dios caminaba siempre de su lado apoyándola de forma incondicional.

“En todo momento debemos tener presente que lo que es amable, puro, noble, verdadero, o la virtud y mérito es bueno”. Estas palabras están definidas en San Pablo a los Filipenses dentro del Catecismo de la Iglesia Católica, que en su comienzo hace una referencia a las virtudes.

En él Catecismo se determina que la virtud es la disposición firme y segura de practicar el bien. Éstas logran que las personas realicen actos buenos dando siempre lo mejor de sí mismas. La persona que es virtuosa utiliza todas sus fuerzas tanto espirituales como sensibles para hacer el bien, lo persigue y lo elige con actitudes definidas.

Una vida de virtud es la semejanza de ser como Dios, esto lo sostenía San Gregorio de Nisa.

En el Catecismo de la Iglesia Católica se hace mención y una diferenciación entre virtudes teologales y virtudes humanas.

En una parte del mismo se determinan las virtudes humanas como acciones firmes, estables en cuanto a la comprensión y la voluntad que guían estos actos, organizan los sentimientos del hombre; igualmente permiten el orden en nuestras conductas pasionales y dirigen la conducta de acuerdo a la fe y la razón.

Cuando el sujeto posee virtudes tiene actitudes de hacer el bien ante la vida y los demás. Igualmente las virtudes proporcionan dominio, facilidad y gozo con el único fin de llevar una vida acorde a los buenos principios.

Las virtudes de tipo moral son adquiridas por medio de las fuerzas del hombre. Son considerados los frutos o consecuencias de las actitudes con moralidad buena. Existen cuatro virtudes que son importantes en la vida, estas se denominan cardinales; todas están agrupadas en torno a las demás que existen. Estas virtudes son: justicia, fortaleza, templanza y prudencia.

Las virtudes que se adquieren mediante las enseñanzas por medio de actos reflejados, perseverancia en cuanto al esfuerzo, son limpias y se elevan a la gracia divina. Por medio de Dios éstas adquieren carácter y son características en prácticas del bien.

Cuando el sujeto está herido por el pecado no está fácil que guarde el equilibrio en cuanto a lo moral. Se nos otorga el don de salvación de Cristo, por medio de éste se nos concede la suficiente gracia para conservar la búsqueda de todas las virtudes.

Cada uno debe solicitar esta gracia de luz y fuerza, acudir en todo momento a los sacramentos, colaboración con el Espíritu Santo, seguimiento de las invitaciones para hacer el bien y alejarse del mal o pecado.

El propio Catecismo habla de las virtudes teologales, igualmente establece que tales virtudes se radican en las que adaptan las actitudes del hombre en cuanto a la naturaleza divina. Las virtudes teologales están referidas específicamente a Dios. Por medio de las virtudes el cristiano vive en relación directa con la Santísima Trinidad.

El único motivo de las virtudes así como el origen y motivo es Dios. Igualmente animan, están caracterizadas en cuanto a la obra moral del creyente; asimismo enseñan y reconfortan las virtudes en lo moral.

Son selladas por el propio Dios en el espíritu de los fieles con el fin de hacer que sean capaces de obrar como sus hijos que son; e igualmente hacerlos merecedores de la vida eterna. Se vuelven la garantía y presencia de la actitud del propio Espíritu de Dios en facultades propias del hombre: fe, esperanza y caridad.

La Santísima Virgen María se nos presenta como señora ejemplar de la fe y la caridad de la Iglesia Católica; todo ello está plenamente determinado en el Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, en el capítulo VIII.

Algunos sacerdotes tienen pensamientos de que María no fue únicamente un instrumento netamente pasivo en manos de Dios Padre, sino que ayudó en cuanto a la salvación del hombre en cuanto a la fe y la obediencia.

Continúa diciendo el Concilio Vaticano sobre la Virgen María, que ella ayudó a la obra de Dios en cuanto a las virtudes de María, las cuales poseía y como ya mencionamos son: la gran fe que irradiaba, la esperanza y la ardiente caridad; todo con el fin de arreglar la vida de las almas. Por lo anterior María es considerada nuestra madre con orden de gracia.

San Ambrosio nos mostraba que María es ejemplo de la Iglesia en relación a la fe, caridad y la relación directa con Dios Padre.

Ella siempre tuvo creencia u obedeció a Dios, tuvo la gran misión de engendrar en su vientre castísimo al propio Hijo de Dios sin que nunca conociera hombre o varón, igualmente estaba protegida por el Espíritu Santo, podría decirse que como una nueva Eva. La cual da su fe sin dudar en ningún momento del mensaje del Creador.

Aunque la Iglesia ha logrado en María la perfección, los creyentes todavía están en lucha constante por elevarse en santidad y de este modo vencer el pecado de sus vidas; por ello ven en las virtudes de María un modelo que deben en todo momento seguir y aplicar a sus vidas.

Sin embargo debemos tener presente que para aplicar las virtudes de María en nuestra vida, debemos conocer y tener plena certeza de como las vivió ella, y luego poder aprender a imitarla y que podamos asumir de una vez nuestra responsabilidad de vivirlas plenamente y en santidad como ella lo hizo.

En cuanto a las virtudes de María podemos enumerar diez de las principales que están adheridas a ella; éstas fueron determinadas por Antonio Royo Marín, y siguiendo igualmente al santo francés San Luis María Grignon de Monfort, podemos dividirlas así:

Las mismas son humildad interna, fe verdaderamente viva, total obediencia a Dios y sus obras, oración constante, mortificación, su pureza absoluta y divina, caridad ardiente, su paciencia en todo momento, una dulzura característica de ella y la sabiduría de lo divino.

Al ver estas virtudes de María cualquiera podría pensar que ella se hace inalcanzable, inimitable, sin embargo ella también tenía la característica de ser como nosotros de carne y hueso, aunque estaba dotada de muchos dones que le regaló Dios, sin embargo podemos decir de ella que era una mujer como cualquier otra, fue madre, esposa, compañera y amiga.

Por tal motivo su vida es interesante que la conozcamos y de cómo la vivió en cuanto a sus virtudes, que papel tenía ella ante la Economía de la Salvación, y cómo aún intercede por todos sus hijos en los actuales momentos.

¿Cómo era la fe de María?

La fe podemos definirla como la certeza de creer en lo que no vemos, es la virtud teologal a través de la cual tenemos la creencia en Dios y en sus promesas y palabra; en todo lo que nos revela y que la Iglesia católica nos invita a aceptar.

María creía plenamente que Dios existía y estaba convencida que era Todopoderoso, ya que ella por ser una joven judía, recibió enseñanzas en la fe de éste pueblo del Antiguo Testamento. Al igual que los demás parientes de María, ella creía con toda seguridad en el Dios Creador, en el poder de Dios así como en la justicia divina; revelada por diferentes profetas a Israel.

María en todo momento se sentía sierva, y realmente lo era. María vivió el servicio a Dios de forma plena y humilde, tal como sucedió con el profeta Samuel: “El Señor se le presentó y lo llamó: “Samuel, Samuel”; éste respondió: “Habla, que tu siervo escucha” y por medio de ello reconocía a Dios como su Señor.

La afirmación anterior nos hace ver la importancia de como la Virgen María se creía criatura delante de su Creador. Ella aceptaba la total autoridad de Dios Padre, así como todos los deberes y obligaciones que cumpliría para Él.

Debido a la fe con que María fue enseñada como era la judía, lo cual sucedía en la época de sus catorce o quince años, momentos que anteceden al momento de la Anunciación hecha por el Arcángel Gabriel. María en todo momento estaba caracterizada por una confianza y paz interna que la llevaron a la aceptación plena y absoluta de forma libre a la aceptación del misterio de la Encarnación.

María en todo momento estaba clara que Dios le profesaba un gran amor sin que fuera por mérito propio de ella; solamente sucedía por el sólo hecho de ser criatura de su creación, y que por ello debía cumplir con ciertas obligaciones o tareas.

En el milagro de la Anunciación se fijan los soportes de la ética cristiana, ello cuando la propia Virgen dijo sí al cumplimiento de la voluntad de Dios en su vida, era su primera tarea que Dios le asignaba.

Tal acto de María, nuestra Madre; nos aclara que sólo el hecho de que seamos criaturas creadas por Dios, nos prepara para que tengamos obligaciones con él y su voluntad en nuestra vida diaria, así como el plan divino que tenga para nosotros. En los actuales momentos son pocas las personas que reflexionan en cuanto a lo anterior.

María en todo momento sintió un profundo agradecimiento por vivir y porque Dios le concede el don de la vida, de existir, y por el hecho de saber que se la concedía por el gran amor que le profesaba.

Cuando contemplamos la vida de María, ello nos lleva a hacernos las siguientes interrogantes:

¿Qué es lo que necesita Dios en la actualidad del mundo y la Iglesia? ¿Y qué necesita particularmente de mí?

Lo que busca es que nuestros pensamientos e ideas estén claras en cuanto a cuál es la voluntad de Dios Padre en nuestra vida, igualmente debemos admitir las situaciones que se nos vayan presentando a lo largo de nuestra vida; e igualmente que las aceptemos sin vanagloriarnos por los triunfos, ni tampoco caer en el desespero o la derrota por fracaso.

Debemos luchar constantemente por lo que podamos cambiar; y lo que no podamos, tener la más absoluta resignación, teniendo presente que la una y la otra deben ser aceptadas con alegría, complacencia ya que es la voluntad de Dios para con nosotros y nuestra vida y tal situación será lo que más nos conviene.

Otro ejemplo que debemos tener en consideración es la felicidad que sintió María a partir del momento de la Anunciación hasta Pentecostés, y aún antes de ello; viviendo igualmente la Pasión de su propio hijo. Ella se sentía feliz ya que cada situación vivida lo hacía basada en la voluntad del Padre, no porque ella quisiera ni a ciegas, siempre y en todo momento aceptaba lo que el Padre le solicitaba.

Ella meditaba dentro de su corazón todo lo que iba viviendo, y así se aferraba más al amor que sentía por Dios; igualmente vivía en base a los mandamientos y cumplía de forma fiel las bienaventuranzas, aceptando con todo y resultado la naturaleza propia de Dios, el amor y la naturaleza humana misma. María amaba hasta el final de sus días sus vivencias en la vida terrenal; y en la actualidad continúa sintiendo ese gran amor desde el cielo por todos sus hijos.

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María es verdadera señal y autenticidad de la fe, ya que a través de la propia María, Dios quiere ganar hijos hasta el término del mundo. Esto se encuentra establecido en el Tratado de la Verdadera devoción a la Santísima Virgen, del autor San Luís María Grignion de Montfort.

Tal como sucede en la forma natural, igual ocurre en lo sobrenatural; y es que existe un Padre (Dios) y una Madre que es María; de allí que el que no tenga o reconozca a María como Madre, no puede tener a Dios por Padre.

Y termina comentando el santo francés: que la característica más evidente y segura para que podamos diferenciar un hereje es que el mismo siente deseos de desprecio e indiferencia hacia la Virgen María, y por ello trata de aminorar el amor hacia ella y la devoción.

Por tal motivo debemos acompañar a los santos diciendo: María no ha sido totalmente conocida y por tal motivo no ha sido honrada, alabada, ensalzada y servida como debe de ser y como ella misma lo merece.

La propia prima de María, Isabel resalta la fe que tenía María en todo momento y por encima de cualquiera de las virtudes; ya que ella creyó en el misterio de la Encarnación develado por el Arcángel Gabriel en su momento. Todo ello se encuentra determinado en el libro del autor Federico Suárez, denominado: “La Virgen Nuestra Señora”.

Isabel en este capítulo muestra cómo la fe de María se encontraba sobre otras virtudes; ella siempre creyó en todo y ante los propios razonamientos y leyes de lo natural; por todo ello Isabel, la alababa constantemente. No existe en toda la Biblia una evidencia tan grande de fe como la de Abraham, sin embargo él mismo tuvo que reconocer de la que sentía María.

En María no existían planes a futuro de que pudiera vivir el sentimiento de la maternidad. La costumbre judía era que las mujeres debían casarse pronto, y de esta manera procrear y tener hijos a los fines de que creciera la casa y el linaje.

La absoluta entrega de Dios sobre María ya la hacía diferente desde niña ante el deseo de Dios Padre. El mensaje del Arcángel la sacaba de forma repentina de sus ideas vitales, y hacía que ella viera un horizonte que no se imaginaría y que no podría ser comprendido sólo con la razón. María no tenía la certeza de que ello iba a suceder así; que ninguna mujer pudiera concebir sin conocer hombre de ninguna forma; ello era algo impensable.

Ella veía que la exigencia era de una grandeza que no venía de lo humano sino celestial o divino, era el aceptar ciega y absolutamente la palabra de Dios, referente en ese momento a la Encarnación, así como las consecuencias que ello traería. Zacarías, marido de Isabel, ante una situación mucho menor se negó a creer que su esposa, que era ya de avanzada edad, podía ser madre. Ello lo creía imposible e inconcebible.

Sin embargo María era llena de gracia e igualmente una criatura humilde que puede concebirse. A María se le exigió más que al propio Abraham. Ella no entendía el misterio de la Encarnación, sin embargo creía en Dios y en su grandeza, ella estaba clara de las promesas que se hicieron a su pueblo.

Jamás dudó de lo que el propio Dios le decía por medio del Arcángel, sin tener que ver señales para poder creer. En ella existió un gran acto de fe y la afirmación del mensaje que se le daba. La Virgen confió en Dios y creyó en todo lo que se le decía y de este modo el Verbo se hizo hombre.

Podríamos decir que lo que vivió María en cuanto al crecimiento interno y la madurez que desde el mismo momento de la Encarnación es algo fuera de lo común. En relación a esta experiencia de la Virgen María debemos tener presente que la fe siempre debe estar presente para todo en nuestra vida, y a todo lo relacionado al mundo sobrenatural y superior.

Todo lo anterior es lo que logra que Isabel, prima de María la alabara, ya que su fe era única y lo demostraba, por ello cuando se encuentra con ella en la visitación determina la propia Isabel: “Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”.

Igualmente la fe cuando es usada como arma poderosa puede lograr montañas inmovibles, tal fue el caso de un grupo de hombres humildes, sin estudios, sin medios posibles ni influencias, pero cambiaron la historia solamente con la fe en Cristo. De igual manera los apóstoles sólo tenían consigo la fe.

Las predicaciones de San Pablo hablan de la fe en todo momento. Igualmente San Juan de igual forma afirma con seguridad y firmeza; pero a la vez con ternura: “pues todo lo que ha sido hecho de Dios vence al mundo. Y lo que ha logrado la victoria sobre el mundo es precisamente la fe”; igualmente “Jesús respondía: ¿Si puedo? Todo es posible para aquel que tiene fe”.

En el momento de la multiplicación de los panes y los peces, conocida por los cristianos, los judíos interrogaban a Jesús sobre qué era lo que tenían que hacer para agradar a Dios Padre. A esto Jesús les respondía: “La obra de Dios es esta: que crean en él.

A pesar de que uno de los requisitos, por decirlo de alguna manera, para entrar al Reino de los cielos es justamente la fe; en esto insistían los discípulos y el mismo Jesús. Sin embargo hoy es una de las virtudes de María de menos intensidad vivida por los creyentes o cristianos. Existe una profunda grieta entre mundos diferentes, una triste falta de unidad vital. Ninguna persona podrá vivir sin tener una creencia. Las ideologías de algunas personas o cristianos han hecho que la fe se vaya apagando.

¿Qué garantía tenía María de lo revelado por el Ángel de Dios, no fuera un sueño descabellado?

La fe no es resultado de los pensamientos del hombre: se encuentra en una posición superior y debido a que los pensamientos suelen ser instrumento sobre los asuntos de la humanidad, la fe es igual relativo a lo sobrenatural y es necesario el auxilio de la gracia, ya que las personas no logran traspasar sus limitaciones.

En todo momento debemos creer en Dios e igualmente creerle tal como lo hizo María; así en la medida que vayamos creyendo en él y hagamos su voluntad, aumentaremos la gracia y nos acercamos más a Dios; y debido a ello si estamos cerca de Dios habrá más luz en nosotros, conoceremos la Verdad y tendremos una fe viva y poderosa.

Existe en la claridad mental una intimidad y correspondencia en cuanto a la fe y lo moral, esta correspondencia perjudica las creencias metafísicas e igualmente lo sobrenatural. El encontrarnos con Dios Padre nos conlleva a tener un carácter voluntarioso, es percibir algo que no vemos pero percibimos; esta es la opinión de Peter Wust, quien se refiere al riesgo intrépido de la fe.

Solamente la persona cuando posee voluntad para creer, es la que recibe el don de la fe. Ésta es para vivirla de forma plena, dejarnos llevar por ella misma; a objeto de hacer que vivamos una vida como la que vivió la propia María. Justo en este momento cuando el hombre consigue apoyo y le produce tanto seguridad como la capacidad de afectar las mayores empresas.

Podemos finalizar entonces diciendo que la fe pasa a ser la expresa colaboración de las personas creyentes en relación con el ejercicio del poder Divino.

¿Cómo vivió María la virtud de la esperanza?

Ésta es otra de las virtudes teologales que se conocen y por medio de la cual podemos ganar igualmente el Reino del Cielo; así como la vida eterna como complemento de nuestra completa felicidad; colocando con ella nuestra absoluta confianza en las promesas de Dios, así como poniendo todas nuestras fortalezas en él y no en la nuestra. Asimismo recibiendo la ayuda y gracia del Espíritu Santo.

Como esperanza podemos igualmente decir que es el disfrute de lo que no poseemos, pero teniendo la seguridad de que lo tendremos en la vida eterna. La persona que posee esperanza goza de una paz interna y la seguridad del triunfo final o victoria. “Que la esperanza los tenga alegres; manténganse firmes en la tribulación, sean constantes en la oración”.

Esta misma virtud de la esperanza, nos concede la fortaleza en la lucha por las situaciones que podamos vivir en el transcurso de nuestra vida como salud, matrimonio, trabajo, amigos, unión familiar, la patria. Con la esperanza nos mantenemos fuertes, fortalecidos y alegres.

La Virgen María tuvo muchos momentos en su vida que vivió de esperanza, principalmente los de índole duros o difíciles, así como los de sufrimiento. Sin embargo ella en todo momento tuvo una reacción ante la Cruz de Esperanza.

Cuando existen en nuestra vida momentos de dolor, los cristianos podemos sentir la plena presencia de Jesucristo. Los cristianos se sienten a gusto con la Cruz de Cristo ya que por medio de ella estamos cerca de Jesús y llevamos nuestros sufrimientos con mayor resignación.

María en todos los momentos que vivía encontró el alivio necesario en su Hijo, ello por medio de la esperanza, las promesas de Dios, ella jamás huyó de la cruz. La Virgen María no veía el dolor como algo divino, al contrario lo trataba de evitar cuando le era posible, sin embargo cuando no podía hacerlo en su propio Hijo conseguía el alivio necesario para seguir adelante y ello por medio de la esperanza.

En la actualidad los hombres se encuentran imbuidos dentro de la cultura relativa a la muerte, así como del escape del dolor y sufrimiento. Con tal actitud se está perdiendo la posibilidad de encontrarse con Jesucristo y tomar de él su fortaleza, y así superar lo que se pueda estar viviendo.

María, como ya dijimos fue una mujer que logró mantenerse en la Cruz, a diferencia de los discípulos ya que éstos huyeron. Sin embargo María se mantuvo fortalecida, serena y en total integridad, nunca evitó los problemas ni de ella ni de los ajenos. Ella logró mantener la esperanza hasta el último momento, jamás se cansó ya que ella sabía que de las batallas salen victoriosos los soldados que están cansados.

María en todo momento adoptó una actitud práctica, totalmente femenina, no emitía discursos ni en las situaciones difíciles, simplemente estuvo ahí con la persona sufriente, aportándole la esperanza de su Hijo como Salvador de la humanidad.

En todo momento es importante y necesaria la imitación de María en nuestra vida, en relación al dolor, el sufrimiento propio y de los demás; así como las situaciones difíciles, de enfermedad; en esos momentos ella nunca huyó, y éste es el ejemplo que debemos de seguir en imitarla.

Debemos de tener la esperanza como virtud en todo momento de nuestra vida con el fin de no decaer ante las adversidades que se nos vayan presentando, y en todo momento con esa esperanza caminar de la mano de Dios. María nos dejó un hermoso transitar por medio de la esperanza, y debemos hacerlo y recorrerlo junto a ella.

En relación a lo anterior debemos esperar la gloria del Cielo que Dios nos promete a los que lo aman y cumplen su voluntad absoluta. En cualquier momento debemos tener la esperanza plena en que contamos con la gracia de Dios para sobrellevar las situaciones hasta el final y luego llegar a disfrutar del gozo del cielo, como recompensa eterna del Padre.

Los cristianos siempre han tenido su esperanza en el modelo  de Abraham, en concordancia con la de Isaac, sobre las promesas de Dios y expiada por el sacrificio mismo:

“Apoyado en la esperanza, confió en todo momento con la absoluta esperanza de lograr ser padre de muchos pueblos, tal como se le había dado a conocer: así será tu descendencia”.

La esperanza de los cristianos se ha dado desde el inicio de la palabra de Dios y sus enseñanzas a través de las Bienaventuranzas, éstas aumentan nuestra esperanza de ir al cielo como la tierra prometida. El camino hacia la tierra prometida está determinado por medio de las pruebas que viven los hijos de Jesucristo.

Sin embargo sus méritos y pasión nos protegen en cuanto a la esperanza la cual nunca falla. La esperanza se nutre de la oración particularmente con la del Padre Nuestro, ya que por medio de la esperanza logramos todo. Por medio de la esperanza, la Iglesia ruega por la necesidad de que toda la humanidad sea salva.

Asimismo podemos decir que la esperanza está adherida a la fe;  no solamente a la fe en Jesucristo muerto sino a la fe y la esperanza de la Resurrección. Los creyentes tienen que tener claro como hijos de Cristo, el contenido de la esperanza, y así no tener que vivir una esperanza sin respuesta o en vano.

Nos toca tener paciencia y esperar que posteriormente a la Cruz está la Resurrección. Asimismo debe vivirse el cristianismo teniendo la seguridad de no estar solos en el mundo, ni tampoco en las vivencias que nos tocan como el pecado, tanto el propio y el de los demás.

María poseía lo Inmaculado de su vida a partir del momento de su concepción; por tal motivo el pecado no podía estar en ella; únicamente lo hacía el amor, y éste convivía con ella en todo momento. De esta manera amó María a la humanidad en la generosidad y la misericordia; dos virtudes de María, que no la abandonaron nunca.

De igual forma compartí su tiempo con otras personas, las oraciones, virtudes de María, así como la sabiduría que poseía. En cuanto a lo anterior la opinión de la Madre Teresa de Calcuta, era: que debemos profesar amor a los demás como respuesta de retorno a quien nos amó primero: “Hay que darlo hasta que duela”.

Debemos tener presente que viviremos luego de la muerte en una vida eterna en la cual Dios nos estará esperando con su misericordia; todo ello aplicando las dos virtudes de María, que nos  enseña a practicar como son la esperanza y seguridad de lo que viene.

Otra de las virtudes de María es la caridad, ésta es considerada como la más importante según la opinión de San Pablo. La caridad es otra de las virtudes teologales por medio de la cual tenemos el sentimiento más puro de amor a nuestro prójimo y primero que nada a Dios, todo debe ir alrededor del amor que debemos profesarle a Dios en todo momento de nuestra vida.

Jesucristo convierte la virtud de la caridad en un nuevo mandato. Igualmente con esta virtud se protegen los mandamientos de Dios y de Jesucristo.

“Como el Padre me ha amado, igualmente yo los amo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis enseñanzas, se mantendrán en mi amor; igual que como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor. He hablado de esto con ustedes para que esté con ustedes mi alegría y la alegría de ustedes llegue a plenitud”.

Cuando Jesucristo murió por la humanidad aún éramos enemigos; por ello nos pide que nos amemos unos a otros, incluso a nuestros enemigos, que nos volvamos prójimo de los más lejanos, que demos amor a niños y pobres como si fuera a él mismo.

El ejercicio de las demás virtudes de María, se encuentra determinado y apegado a la caridad misma. Ello lo tenía muy claro la propia Virgen María, ella sabía que era la unión sobre la perfección; esta virtud es la manera de articulación entre sí. La caridad asegura y sana la acción de amar de los seres humanos.

Eleva a la perfección sobrenatural del amor divino. La caridad tiene como consecuencias de ella misma la paz, gozo, misericordia; nos pide que practiquemos el bien con los demás así como la corrección fraterna. Igualmente la caridad es totalmente amistosa, generosa, de reciprocidad y comunión.

Cuando nos referimos a la caridad y el amor, podemos decir que la misma todo lo soporta, lo cree, lo espera, lo perdona. El propio San Agustín decía que la finalización de nuestras obras debía de ser el amor.

En el libro de Santiago Martín, se nos enseña la caridad de María en el momento de la visitación de ésta a su prima Isabel, se nombra como un viaje de Caridad. Desde el momento en que María inicia el viaje a su prima Isabel, no lo hace por la curiosidad propia de la humanidad, por el contrario fueron motivos religiosos, ya que debía lograr una obra de caridad real.

Se cree que para María éste viaje debió ser algo muy bello, ya que debió ir meditando en su corazón lo que el Arcángel de Dios le había anunciado y todo ello debe haber logrado que ella percibiera los sentimientos más puros y hermosos en su corazón.

María se encontraba totalmente lista para el emprendimiento de ese viaje, estaba clara que tal encuentro con Isabel no era pura casualidad, ella sabía que Isabel era la persona que Dios le había colocado en el camino para que compartieran de forma gozosa la Encarnación del Verbo, aparte el Ángel en la Anunciación había nombrado a Isabel y su hijo (Juan). Ella estaba clara que existía una relación entre ambas situaciones; ya que lo que ella sintió al emprender el viaje era algo sobrenatural y extraordinario.

Igualmente María emprende el viaje con la firme convicción de que era una misión que se le encomendaba para con Dios Padre y de éste modo profesarle amor, así como al prójimo que en este caso era Isabel.

Existen varios pasajes de la Biblia donde María tiene una actitud encendida de la caridad, tal como se evidencia en las bodas de Caná, en el mismo momento en que siente compasión por los novios ya que tenían escases de vino. Otro momento ocurre cuando la Pasión, cuando acompaña tanto a su Hijo como a algunas mujeres de la época en este doloroso trance hasta la muerte.

Igualmente se ve en el momento de los días previos a Pentecostés, allí ayuda a los discípulos a que asimilen los pensamientos de duda sobre la Resurrección de su propio Hijo y luego en la colaboración de todo lo que se le presentaba y estaba  en sus manos ayudar, igualmente en la Iglesia que se formaba.

En la actualidad la Madre de Dios, se nos presenta en el mundo de muchas formas. El aumento de las apariciones de María en los últimos siglos y en el actual, lo determina todo. En estas apariciones se muestran las virtudes de María como la caridad, el amor a sus hijos, que no duda en continuar en su lucha por la conversión del mundo entero.

A pesar de nuestras fallas, María es invocada ante la Iglesia Católica como Auxiliadora, Abogada, Mediadora y Socorro. El escritor Dostoieswsky señalaba: “Si Dios no existe todo está permitido”. Dios es el que garantiza los derechos de los débiles. La oración de María siempre va caracterizada por ser caritativa en favor de los que están en situación difícil, sin embargo ante los más cercanos también se encuentra ella.

Su amor se concretaba en obras que conllevan las características siguientes.

Un amor de tipo religioso: la movía a que su actitud redundara en el amor a Dios y todas las cosas y al prójimo, como a ella misma.

Amor que lo entendía en todo momento como deber a Dios y al prójimo; ya que ella se caracterizaba por ser criatura, sierva, y tenía claro que debía cumplir deberes con Dios y los demás, en especial con los más pobres o necesitados; no sólo lo material sino las situaciones del espíritu.

Igualmente era un amor que estaba concreto en cuando a obras, en cuanto a todas las situaciones de la que vivió en la Tierra y desde el Cielo.

Asimismo se trataba de un amor que rezaba conectado con la oración de forma insistente, ya que su actuación no era sólo por actuar sino una actitud caritativa consecuencia de su oración interna.

Cuando observamos el amor de María así como su caridad, podemos ver que se trata de un amor pleno, que profesa un amor sin apartar a nadie, no tranca las posibilidades a la persona que se ha equivocado, a diferencia tiende a ayudar y de esta forma amar a Dios y al prójimo mismo.

Es un amor compartido que sólo busca la perfección como unidad; María de esto sabía mucho y tenía experiencia en ello. En cuanto a esto igualmente debemos imitar a la Virgen; debemos caminar en cuanto a la unidad familiar, compañeros de trabajo, la Iglesia, la nación; siempre con amor y cediendo ante las circunstancias vividas.

Debemos mantenernos unidos en el sagrado nombre de Jesucristo. Que nuestra unión con los demás sea el propio amor a Jesucristo, y que amemos como él lo hacía, siempre teniendo respeto hacia las normativas morales, establecidas por la Iglesia Católica. Sin la existencia de la unidad no puede existir argumento de caridad y sin éste no se lograrán las debidas conversiones, y por consiguiente no habrá evangelización.

El deseo de María, por ser la madre universal, siente deseo absoluto hacia la unidad de sus Hijos, e igualmente ella como Madre nos determina que nuestra prioridad es el amor a los más allegados, y de este modo logremos amar a los más lejanos.

El amor de María solía ser un amor ilimitado, no esperaba a cambio nada, perdonaba y sabe el momento preciso cuando debe ser perdonado. En cuanto a este tema Juan Pablo II señalaba que el perdón hacia los terroristas es viable, siempre y cuando existan garantías de un sincero arrepentimiento.

María perdonó a los discípulos desde el mismo momento en que huyeron de la Cruz, asimismo perdonó a sacerdotes, judíos y a todos los que juzgaron a su Hijo, a los propios Romanos que lo llevaron a la Cruz. Este perdón se produjo ya que ella a pesar de todo los amaba aún por encima de todo.

La Madre de Jesús, llevaba la paz donde iba, y por medio de ello lograba sembrar unidad alrededor de donde estaba. De acuerdo al amor que profesaba mantuvo a los discípulos dudosos luego de la Cruz, justo en Pentecostés. Ella como siempre con su amor materno llenó de una caridad fogosa, a la Iglesia que estaba naciendo hasta la actualidad.

Donde existe la caridad está Dios ya que el mismo es amor: asimismo existe el perdón y la unidad. María es el más vivo ejemplo de la perfección de la caridad e igualmente del amor que baña los actos de la vida diaria, logrando que sean únicos e irrepetibles.

Humildad y docilidad ¿cómo las vivió María?

Si tomamos en cuenta la definición que hace de humildad el Diccionario de la Lengua Española diremos que la misma consiste en el enriquecimiento de las limitaciones y debilidades de este conocimiento.

Tal definición podría ayudarnos a profundizar sobre la virtud mariana. María en su Magnificat, realiza una palabra hermosa de tal virtud.

Tratándose desde el momento en que Dios la eligió para el milagro de la Encarnación, en ella se manifestó un gran gozo a partir de ese momento. Igualmente durante el saludo entre ella y su prima Isabel cuando dijo: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”.

El Magnificat es considerada la expresión poética de los sentimientos más internos que manifestaba la Virgen María e igualmente es la expresión de la relación íntima entre ella y Dios. Isabel por medio del impulso del Espíritu Santo, alaba la fe de María; ella da respuesta a ello por medio del gozo en cuanto a la humildad.

El Magnificat igualmente es una gran adoración a Dios Padre, y una actitud de gracias por la bondad que nos transmite el propio Creador.

En María existe el propio reconocimiento de su ser. Ella se hace esclava de Dios, es el título que recibe ante Dios: la ancilla domini. De igual manera es una afirmación de la gracia. Dios hizo en María cosas inmensas, ella lo único que ha hecho es aceptar que Dios haya colocado sus ojos en su insignificancia. Dios la eligió debido a su pureza y se produce la Encarnación debido a su humildad.

Algunos se preguntarán ¿Cómo pudo María practicar la humildad con tanta radicalidad? La respuesta  a esta interrogante es que María tenía sus pensamientos y corazón bien aparejados; sus prioridades las manejaba muy bien. Ella en todo momento estaba clara  que Dios debía de ser lo primero y ella era creación de él. Aceptaba que las buenas acciones que ella hacía eran Dones que Dios le concedía, la belleza y bondad de todo.

María al ser elegida para ser la Madre de Dios, se convierte en una gran responsabilidad que le pedía el desapego de ciertas cosas mundanas. La humildad de María fue positiva para que sobrellevara las situaciones más duras que se le fueron presentando a lo largo de su vida. Igualmente aceptaba tales situaciones sin queja alguna; teniendo claro que Dios los permitía por alguna razón que ella aún no conocía.

En relación a la humildad el propio apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos, señala que no debemos ajustarnos al mundo sino por el contrario renovarnos de mete, para que aprendamos a pensar en lo que es verdaderamente la voluntad de Dios, así como lo que a él le agrada, la perfección.

Debemos tener presente en todo momento que una de las virtudes de María como es la humildad, es que ésta constituye la verdad. La mujer y el hombre cuando poseen humildad verdadera, logran ver la verdad de todo asunto. La soberbia termina con la posibilidad de ver las últimas realidades, debido a que por su característica de más profundidad, requieren más sentido de penetración en cuanto a lo sobrenatural.

Cuando el hombre tiene el pensar de que tiene el poder de hacer las cosas por el mismo, es una persona que está ciega debido al orgullo, esto es totalmente opuesto a las cosas de Dios. El hombre debe tener presente que para todo depende de Dios, para la vida día a día, el respirar, el moverse y los pensamientos, para todo ello necesita del apoyo absoluto de Dios. Estas personas no logran ver que se encuentra afectado por el pecado original.

De igual modo no logra ver la impotencia, libertad esclavizada por el pecado. El hombre que sólo cree en el apoyo de si mismo, en su inteligencia, habilidad, fuerza y poder; tendrá siempre pensamientos de que no le debe a nadie tales características, pero se vuelve una persona soberbia y orgullosa; dos pecados propios del hombre fracasado, ya que sin Dios no existe nada.

Si nosotros mismos no tenemos la facultad de conocernos, jamás conoceremos a Dios: observando la grandeza de Dios aceptaremos la bajeza de nuestro propio espíritu delante de él.

Continuando con el tema del Magnificat, existe un firme andar de Dios y sus criaturas. Del mismo modo y poco a poco la magnificencia de Dios va tomando la debida atención de un modo intenso y sostenido, y como consecuencia de ello se logra la perfección de la humildad. Nuestro pensamiento debe ser olvidémonos de nosotros mismos y demos toda la debida atención a Dios, para que en todo momento él sea glorificado.

Hasta este momento logramos ver el primer elemento de la humildad como es la actitud mental de la persona. Lo primero está  referido a la inteligencia y luego la voluntad. Posterior a ello se observa la docilidad en la propia persona.

María no vivió al pendiente de ella misma, en todo momento lo hizo sólo de Dios y su voluntad. Por este motivo siempre tenía presente la insignificancia propia y en todo momento se sentía incapaz de hacer las cosas, sin embargo sabía que con Dios todo era posible.

Únicamente las personas humildes tienen igual la cualidad de ser dóciles. A diferencia de lo anterior el soberbio jamás se adecua al plan de Dios, en la mayoría de los soberbios nunca llegan a conocer los planes de Dios; ya que no toleran el estar bajo la orden de alguien inferior a ellos; e igualmente no aceptan que estén en un lugar inferior al que creen ser merecedores.

El yo de las personas soberbias suele ser tan fuerte, que no permiten espacio a Dios ni su gracia. Así podemos decir que el espacio existente entre Dios y el hombre es la gracia.

Si tomamos en consideración que la humildad es la verdad de las cosas, entonces así seremos humildes en la forma que apliquemos ser verdaderos en la vida. El camino más acelerado suele ser la sinceridad. En todos los tiempos siempre se ha temido a la verdad.

Por lo anterior este es el motivo de porque se acude a la mentira y simulación; ello nos lleva a olvidarnos con suma facilidad que el único que tiene la potestad de juzgar es Dios y nunca el propio hombre. En María, Dios realizó grandes obras, ya que observó en ella la humildad que poseía, esto llenó a María de gozo.

La pureza en la Virgen María

La definición de pureza la vemos igualmente en el Diccionario de la Lengua Española y la determina como la cualidad de algo puro, limpio, virginidad y doncellez. Tales expresiones nos hacen ver e imbuirnos en los misterios de la Virgen como Inmaculada, pureza de María y parto virginal.

En el libro denominado “Sin Pecado concebido” del autor Joseph Torras i Bages, en el comienzo de sus páginas, se define igualmente a María como la más digna de profesar pureza. En su libro el autor nos define que Dios es la luz del mundo y la misma sólo viene de Él, igualmente la pureza; las dos poseen características espirituales y materiales, y se observan como substancia purísima, que pasa a entenderse como el origen de la existencia.

La pureza de Dios, él mismo tuvo la idea de que se manifestara en una criatura privilegiada y la más adecuada era la Inmaculada Virgen María, y lo hizo por el sagrario de su Hijo amado. María suele ser vista como la criatura que más profesa pureza, ello por voluntad divina; por tal motivo quiso Dios que ella fuera la encargada de llevar a Jesús en su vientre, con el propósito de hacerse hombre.

Solamente a Dios se le pueden  designar atributos o perfecciones determinando que son característicos de lo infinito, sin término ni medida. Los mismos representantes de la Iglesia Católica manifiestan la pureza en María. Tal pureza de la Virgen no presenta limitaciones ni medidas, sólo corresponde a lo pleno de su gracia.

María engendrada por el mismo Dios desde la eternidad, siempre fue pura y su nacimiento también presentó característica de pureza, ya que por voluntad divina era escogida para restaurar la pureza en los descendientes de los primeros hombres (Adán y Eva).

Continúa el autor mencionando que toda la obra del cristianismo está basada en la reparación de la pureza de la humanidad; así como la purificación de los hombres, ya que la santidad es la más completa pureza; por ello la Santidad es la esencia de ser puro.

Dios mismos ha impuesto la ley principal de la creación e igualmente la ley de la jerarquía, santidad y pureza, que se basan totalmente en Dios mismo, las mismas son transmitidas en la humanidad entera de modo especial a través del ministerio de María, como criatura de Dios. Jesús es la propia naturaleza divina e igualmente es el fruto del santo vientre de María.

Existe un pensamiento en cuanto a que por el fruto conocemos al árbol, y el árbol nos da beneficios a través del fruto; por ello Jesús es el purificador del corazón de la humanidad, si Jesús es el fruto de María, quiere decir que la pureza, el olor angélico y divino, que aspiran las almas puras, es dado a los hombres por medio de la Inmaculada Virgen María.

El lector podrá revisar también:

¿Qué son las constelaciones familiares? Explicación

¿Cuáles son las principales características de la Iglesia?

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