En el artículo de hoy te enseñaremos algunas oraciones que puedes utilizar para rezarle al Santísimo Sacramento que encontrarás en cualquier iglesia. Te incluimos algunas oraciones moderadamente rápidas y cortas así como un conjunto de oraciones que puedes hacer para un rezo mucho más completo. Además, te explicaremos ¿qué es el Santísimo Sacramento y muchas cosas más?
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¿Qué es el Santísimo Sacramento?
Primero que todo, es importante saber y entender qué es el Santísimo Sacramento, para tener idea de a que le estamos rezando y cuál es el momento idóneo para hacerlo.
Cuando hablamos del Santísimo Sacramento, hacemos referencia a la hostia que se encuentra consagrada en la iglesia y que es colocada en un punto observable por los fieles para su adoración (aunque podemos encontrar el Santísimo Sacramento en otros lugares como templos o cualquier sitio que un padre sacerdote considere conveniente, pero generalmente está en la iglesia). Este Sacramento representa al cuerpo y la carne de Cristo.
Esta tradición se remonta a los ritos ambrosianos, donde la costumbre era colocar en exposición al Santísimo los terceros domingos de cada mes. Aunque, si seguimos indagando en la historia descubriremos que esa costumbre proviene de los tiempos de San Carlos Borromeo, que fue un arzobispo de Milán, y celebraba la festividad del «Coupus Domini» mejor conocida como «Corpus Christi».
El Corpus Christi se instauró como festividad en 8 de septiembre de 1264 D. C. por el papa Urbano IV haciendo uso de la bula «Transiturus de Hoc Mundo» luego de conocido el milagro de Bolsena. Aún así, hay registros que datan del 1245 que indican que para esa fecha ya se celebraban estas fiestas en la diócesis de Lieja.
Indiferentemente del origen de la tradición, lo que importa y donde hay que hacer énfasis, es en su significado. Ya que el propósito de todas estas costumbres y oraciones consisten en celebrar la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Que por cierto, es importante detenernos un momento en el aspecto de «real», porque el hecho de tener al frente la ubicación del Sacramento no significa necesariamente que se encuentre el Santísimo. Para que esto ocurra primero el padre debe realizar la consagración.
Muchas iglesias en la actualidad utilizan velas y luces como un indicativo para comunicarle a los fieles que en el altar del Sacramento se encuentra el Santísimo. En todo caso, esto no es un impedimento si deseas realizar una Oración al Santísimo Sacramento.
Oración al Altar del Santísimo Sacramento
Existes múltiples oraciones y plegarias que se pueden realizar al Santísimo Sacramento, de modo que se hace imposible recopilarlas todas en este artículo, aún así; acá te dejaremos algunas de las más utilizadas junto con una serie de oraciones que se realizan en conjunto para una ceremonia un poco más formal.
Oración al Santísimo Sacramento del Altar, Bendito sea Dios
Acá te dejamos una oración que puedes realizar frente al Santísimo Sacramento en todo momento:
«Te doy gracias Señor padre santo, dios todo poderoso y eterno, porque aunque soy un siervo pecador y sin mérito alguno, has querido alimentarme misericordiosamente con el cuerpo y la sangre
de tu hijo nuestro señor Jesucristo.
Que esta sagrada comunión no vaya a ser para mi ocasión de castigo, sino causa de perdón y salvación.
Que sea para mi armadura de fe, escudo de buena voluntad; que me libre de todos mis vicios y me ayude a superar mis pasiones desordenadas; que aumente mi caridad, mi paciencia, mi obediencia, mi humildad y mi capacidad para hacer el bien.
Que sea defensa inexpugnable contra todos mis enemigos, visibles e invisibles; y guía de todos mis impulsos y deseos.
Que me una más íntimamente a ti, único y verdadero dios; y me conduzca con seguridad al banquete del cielo, donde tú con tu hijo y el Espíritu Santo, eres luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo perdurable y felicidad perfecta.
Por Cristo, nuestro señor, Amén«.
Oración al Santísimo Expuesto
Como indicamos en apartados anteriores, podemos realizar la oración con o sin el santísimo expuesto, pero lo ideal es que lo hagamos cuando esté consagrado. Ya que en ese caso nuestras oraciones serán realizadas frente al cuerpo y alma de nuestro señor Jesús. A continuación te mencionamos una oración perfecta para la adoración al santísimo sacramente:
«Eterno padre, yo te agradezco porque tu infinito amor me ha salvado, aún contra mi propia voluntad. Gracias padre mío, por tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias dios mío, por tu inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única recompensa que puedo darte en retribución de todo lo que me has dado es mi debilidad, mi dolor y mi miseria.
Estoy delante tuyo espíritu de amor, que eres fuego inextinguible y quiero permanecer en tu adorable presencia, quiero reparar mis culpas, renovarme en el fervor de mi consagración y entregarte mi homenaje de alabanza y adoración.
Jesús bendito, estoy frente a ti y quiero arrancar a tu divino corazón innumerables gracias para mí y para todas las almas, para la santa iglesia, para tus sacerdotes y religiosos. Permite, oh Jesús, que estas horas sean verdaderamente horas de intimidad, horas de amor en las cuales me sea dado recibir todas las gracias que tu corazón divino me tiene reservadas.
Virgen María, madre de dios y madre mía, me uno a ti y te suplico me hagas partícipe de los sentimientos de tu corazón inmaculado.
¡Dios mío! yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Santísima Trinidad, padre, hijo y espíritu santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de nuestro señor Jesucristo, que está presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que el mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su sacratísimo corazón y del inmaculado corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores«.
Oración al Santísimo para Niños
Aunque esta oración no es exclusiva para ser recitada por niños, es ideal si deseas incluirlos para que también participen al momento de visitar a Jesús y estar frente a su cuerpo (el Santísimo Consagrado):
«Sólo cuando estoy frente a ti, me siento pleno. Mi corazón se llena de paz y felicidad. Tú presencia me hace sentirme armado y completo. ¡Qué agradable es tu compañía! Mi fe aumenta al sentir tu abrazo.
Tú eres mi seguridad, mi alivio y mi bendición. En tus manos deposito mi confianza, pues inexplicable es tu hermosura e infinito es tu amor.
Tu misericordia es más grande que mis errores y tu protección me llena de calma. ¡Qué privilegiado soy al estar frente a ti!
Vengo adorarte aunque me sienta sediento. Pues tu amor es la fuente que sacia la sequedad de mi corazón; y cuando miro tu santidad mi alma se llena de gozo. Tu reinas mi voluntad, señor Jesús.
Cierro mis ojos y me siento comprendido, ya que tu presencia es la alegría de mis tristezas. Tu misericordia sana mis heridas y renueva mi vida. Cuando estoy a tu lado se desvanece mi soledad.
Tu gracia aparta mi debilidad y armoniza mi vida. Tú seduces mi alma y trasformas mi corazón. Extraordinario e incondicional es tu amor y nada se compara con tu majestad y tu gloriosa presencia.
De rodillas me alivias y me escoges. En el silencio de tu presencia me respondes. Tu palabra me acompaña y me anima. El miedo ya no manda. Señor de mi vida, guarda siempre mi alma«.
Hacer el Acto de Fe y Adoración al Santísimo
Consiste en la lectura que se realiza con todos los presentes que participen en la adoración al santísimo, donde luego todos deben responder en respuesta a las afirmaciones que se indican en la lectura. De modo que lo primero que se debe hacer es leer lo siguiente:
Lectura:
«Creo, oh Jesús, con mi más viva fe, que estás realmente presente, aquí, delante mío, bajo las especias eucarísticas; tú, el verbo eterno del padre, engendrado desde todos los siglos y encarnado luego en las entrañas de la Virgen madre, Jesucristo redentor y rey. Creo realmente que estás presente en la verdad inefable de tu divinidad y de tu humanidad.
Jesús, eres el mismo de Belén, el divino niño que aceptara por mí, el aniquilamiento, la pobreza y la persecución. Eres el Jesús de Nazaret, que por mi amor abrazó el ocultamiento, las fatigas y la obediencia. Eres el divino maestro, aquel que vino para enseñarme las dulces verdades de la fe, a traer el gran mandamiento del amor: tu mandamiento. Eres el salvador misericordioso, el que se inclina sobre todas mis miserias con infinita compresión y conmovedora bondad, siempre dispuesto a perdonar, a curar y a renovar. Eres la víctima santa, inmolada para gloria del padre y bien de todas las almas. Eres el Jesús que por mí sudó sangre en el huerto de Getsemaní; quien por mí sufrió la condenación de tribunales humanos, la dolorosísima flagelación, la cruel y humillante coronación de espinas, el martirio cruel de la crucifixión. Eres quien quiso agonizar y morir por mí. Tú eres Jesús resucitado, el vencedor de la muerte, del pecado y del infierno. Quien está deseoso de comunicarme los tesoros de la vida divina que posee en toda su plenitud.
Jesús mío, te encuentras aquí, presente en la hostia consagrada y santa, con un corazón desbordante de ternura, un corazón que ama infinitamente. En tu corazón encuentro el amor infinito, la caridad divina: dios, principio de vida, existente y vivificante. ¡Qué dulce me es, oh dios mío, trinidad santísima, adorarte en este sagrario en el que ahora estás!
Por ello me uno a los ángeles y santos, quienes invisibles pero presentes, vigilan tu sagrario y te adoran incesantemente. Me uno sobre todo, a tu santísima madre y a los sentimientos de profunda adoración y de intenso amor que brotaron de su alma desde el primer instante de tu encarnación, cuando te llevaba en su seno inmaculado. Y así como te adoro en este sagrario, lo hago en todos los del mundo. Especialmente en aquello en los cuáles estás más abandonado y olvidado. Te adoro en cada hostia consagrada que existe entre el cielo y la tierra.
Te adoro dios padre, porque por medio de Cristo has descendido hasta mi humanidad y porque por su corazón adorable, te has unido tan estrechamente al hombre, a mí, pobre criatura ingrata. Te adoro en este templo, santificado por la presencia siempre actual de tu ser divino; me postro hasta la nada, en adoración delante de tu majestad soberana. Pero al mismo tiempo, el amor me eleva hasta ti.
Te adoro y te amo dios padre. El amor y la adoración están totalmente confundidos y mezclados en mi alma, tanto que no sabría decir si más adoro que amo o si más amo que adoro… Te adoro porque encuentro en ti todo poder y toda santidad, justicia y sabiduría; porque tú eres mi creador y mi dios. Te amo porque encuentro en ti toda belleza, toda bondad, toda ternura y toda misericordia; te amo porque me has hecho el regalo de un tesoro invalorable.
Jesús es mi tesoro, es mío y a cada instante puedo sacar de él gracias a manos llenas, pues lo encuentro siempre abundante. De él tomo cuando necesito para pagar mis deudas, para remediar mis necesidades, encontrar delicia, ganarme una corono. ¡Qué don inefable es este Jesús con su corazón desbordante de ternuras! Un tesoro que jamás se agota; ya que mientras más saco, él más aumenta.
Oh dios padre, tanto has amado a tus criaturas que les diste a tu único hijo para que la majestad de tu verbo no nos infundiese temor, y nuestras almas se pudieran dirigir a él con confianza, lo revestiste de una carne semejante a la nuestra. Lo has embellecido con las gracias más atrayentes y sobre todo, le has dado un corazón infinitamente perfecto; tanto que debía ser la morada de tu delicias, porque tú divina plenitud vive en él y la más humilde de las criaturas tiene allí su lugar de privilegio.
Ese adorado corazón, inmenso como tú, dios mío, porque te tiene, es también mi morada, pues me ama. En él me encuentro con tu divinidad y al verme en este sagrado asilo, tu justa ira se aplasta y tu justicia se desarma.
Te adoro dios padre, por Jesús y en Jesús. Adoro a Jesús que es tu hijo, quien por su humanidad es mi hermano y por su divinidad es mi dios. Te amo por Jesús y con Jesús, que el amor hizo mío. Te amo en Jesús y por él te llega mi amor, por él puedo alcanzarte y abrazarte«.
Nota: Una vez finalizada la lectura todos los presentes deberán responder: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí». Luego se debe proseguir leyendo las siguientes afirmaciones y recitando en voz alta esta respuesta al finalizar cada afirmación.
- En el misterio sublime de la unidad de tu naturaleza y de la Trinidad de tus personas. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la armonía de tus perfecciones innumerables. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la riqueza inagotable con que haces los seres de la nada. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la pacífica posesión de tu eterna bienaventuranza. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la sabiduría infinita con que gobiernas todas las cosas. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la bondad inefable con que elevas al hombre a la dignidad de hijo tuyo. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la misericordia infinita con que toleras y conservas al pecador. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En el misterioso decreto que estableció la redención. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En el infinito abajamiento de tu encarnación. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En las humillaciones, en los ocultamientos, en los trabajos de tu vida terrenal. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En los oprobios de tu pasión y muerte. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la gloria de tu resurrección, de tu ascensión y de tu triunfo en los cielos. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu divino corazón, abierto por la lanza en el calvario. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu divino corazón revelado a tus santos en el transcurso de los siglos. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu divino corazón que late de amor por nosotros en tu pecho adorable y presente en nuestros sagrarios. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu divino corazón, desbordante de misericordia para los pobres pecadores, especialmente en el sacramento de la penitencia. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu sacerdocio, que a través de los siglos continúa tu obra de misericordia y de salvación. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu vicario, que te representa visiblemente en la tierra. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la iglesia, que conserva y dispensa a las almas los tesoros de tu divina gracia. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En su magisterio infalible, es su sabio gobierno, en su inefable poder de santificación. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En María santísima, tú madre, enriquecida con tantos privilegios y constituida también madre, corredentora y abogada nuestra. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la exuberante fecundidad con que produces santos. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la conmovedora generosidad con que dispensas tus dones. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En el misterioso trabajo de la gracia en la intimidad de las almas. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En el don purificador de tu cruz. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En la maravillosa providencia con que sigues a cada criatura en el curso de su vida. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
- En tu gloria infinita, que comunicas a tus elegidos haciéndolos eternamente felices en el cielo. Respuesta: «Dios mío, reconozco que tú eres la bondad infinita y creo en tu amor por mí».
Para finalizar, se debe realizar la siguiente lectura:
«Señor, la iglesia en la recitación del gloria de la santa misa, me invita a darte gracias por tu gran gloria, me invita a agradecerte, glorificarte y alabarte por lo que tú eres dios mío. Por este motivo, me es grato repetirte: Te doy gracias, porque eres el amor infinito.
Después de haberme postrado para adorarte en el corazón de Jesús, quiero agradecerte. Te agradezco mi dios, porque tú eres el amor y te agradezco por los dones de tu amor. Ya que los dones más preciados, los de la vida sobrenatural, nos los diste por Jesús, es también por él, con él y en él que quiero elevar hasta ti el himno de reconocimiento.
En unión con Jesús te agradezco dios padre, por todas las gracias personales que me has concedido. Tú me diste la vida, sacándome de la nada y me la conservaste día a día hasta este momento. Pero también me has dado otra vida más valiosa, la de la gracia. Que me hace partícipe de tu misma vida divina, para después de la primera gracia con la que me santificaste en el día del bautismo. ¡Cuántas gracias me han sido concedidas, que conservaron, aumentaron y tal vez, reconquistaron la vida sobrenatural!«
Salmo 51 de Miserere
«Tan bien puedes utilizar el salmo 51 de Miserere para la adoración al santísimo sacramento:
«Tenme piedad oh dios, según tú amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa y de mi pecado purifícame.
Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí.
Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí.
Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas. Mira que en la culpa ya nací, pecador me concibió mi madre.
Más tú amas la verdad en lo íntimo del ser y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo y seré limpio, lávame y quedaré más blanco que la nieve. Devuélveme el son del gozo y la alegría, exulten los huesos que machacaste tú.
Retira tu faz de mis pecados, borra todas mis culpas. Crea en mí, oh dios un puro corazón, un espíritu dentro de mí que se renueve; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.
Vuélveme la alegría de tu salvación y en espíritu generoso afiánzame; enseñaré a los rebeldes tus caminos y los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, dios, dios de mi salvación, y aclamará mi lengua tu justicia; abre, señor mis labios y publicará mi boca tu alabanza.
Pues no te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas. El sacrificio a dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh dios no lo desprecies.
¡Favorece a Sión en tu benevolencia, reconstruye las murallas de Jerusalén! Entonces te agradarán los sacrificios justos (holocausto y oblación entera), se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.
Gloria al padre, al hijo y al espíritu santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Con la confianza de haber obtenido de tu infinita misericordia el perdón por mis innumerables culpas, ofensas y negligencias me permito, oh Jesús pedirte perdón también por mis hermanos. Pienso en los innumerables pecados que se cometen en el mundo día a día: pecados de los individuos y de las naciones, pecados de los súbditos y de los gobernantes pecados de orgullo, de sensualidad y de codicia; pecados de pensamiento, de palabra, de obras y de omisión.
Por todos estos pecados y por los pobres infelices que los cometen, me atrevo a pedir oh Jesús, la efusión de tu infinita misericordia. Son los pecados los que te hicieron agonizar en el huerto de los olivos y sumergieron tu alma santísima en un mar de tristeza.
No olvides oh Jesús, que libremente quisiste cargar con ellos; que has querido hacerte pecado para borrar los nuestros; no olvides oh Jesús, que te ofreciste a la ira del padre, para rescatar a tus hermanos culpables.
Oh Jesús, te ruego renueves tu ofrecimiento al padre, presentándole nuevamente tus llagas; muéstrale las espinas, los flagelos y los clavos que traspasaron tu carnes; pero, especialmente; hazle ver tu corazón herido y rebosante de amor por él y por nosotros, para luego pedir su perdón.
Recuerda oh Jesús, que mayor que todas nuestras culpas es tu misericordia. Viértela oh Jesús, sobre el mundo culpable. Busca las ovejas que se alejaron de tu redil y muéstrales cuán grande es la potencia de tu amor de salvador.
Ya que tu corazón está herido por las culpas de los más íntimos, para los que renuevan el beso de Judas o la negación de Pedro, también para ellos oh Jesús, invoco tu perdón. Que ninguno de ellos cumpla el gesto desesperado de Judas, sino que tu gracias los induzca como a Pedro, a una reparación de amor«.
Letanía para Hacer al Santísimo Sacramento
Si lo deseas, también puedes realizar la letanía que te mencionaremos a continuación que es ideal para efectuarla frente al santísimo sacramento al momento de realizar una solicitud, petición o cualquier favor que desees al señor Jesucristo. Consiste en una serie de afirmaciones donde debemos ir respondiendo a cada una de manera específica a medida que vamos avanzando en la plegaria, esto significa que la podemos realizar de manera individual o en grupo:
«Señor, ten piedad de nosotros. Respondemos: Señor ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Respondemos: Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Respondemos: Cristo, óyenos.
Cristo escúchanos. Respondemos: Cristo, escúchanos.
Dios, padre celestial. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Dios hijo redentor del mundo. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Dios espíritu santo. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Trinidad santa, un solo dios. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hijo del eterno padre. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el espíritu santo en el seno de la virgen María. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al verbo de dios. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de majestad infinita. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de dios. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del altísimo. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de dios y puerta del cielo. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quién el padre halló sus complacencias. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren y esperan. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos. Respondemos: Ten piedad de nosotros.
Cordero de dios, que quitas los pecados del mundo. Respondemos: Perdónanos señor.
Cordero de dios, que quitas los pecados del mundo. Respondemos: Óyenos, señor.
Cordero de dios, que quitas los pecados del mundo. Respondemos: Ten piedad y misericordia de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón. Respondemos: Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Sagrado corazón de Jesús. Respondemos: En vos confío.
Sagrado corazón de María. Respondemos: Salvad el alma mía.
Jesús y María los quiero con toda mi alma. Respondemos: Salvad almas y salvad el alma mía».
Oración de Súplica al Santísimo Sacramento
A continuación te mencionamos una oración ideal para realizar una súplica cuando estés frente al altar del santísimo, enfocada principalmente en pedir por aquellos que deciden seguir el camino de dios y difundir su palabra por el mundo:
«Antes de alejarme de este santo sagrario quiero oh Jesús mío, recurrir a las riquezas infinitas de tu corazón divino.
Consagrado a tu amor, creo que no puedo pedir nada mejor que la satisfacción de tus mismos deseos. Son estos, tus deseos divinos, los que quiero presentar al padre antes de terminar este tiempo de gracias y en tu nombre súplicar que los escuche.
El primer deseo de Jesús es la salvación de las almas; redimir al mundo mediante el amor, establecer el reino del amor infinito en toda la tierra. Permite pues, oh Jesús, que exprese mi ardiente voto de que se establezca en todo el mundo el reino de tu amor. Oh amor infinito, viviente en el divino corazón de Jesús, hazte conocer por los hombres a fin de que ellos te amen como tú quieres ser amado.
El segundo deseo de Jesús es el de servirse, para este gran trabajo de los sacerdotes; hacer de ellos obreros activos y que sean intermediarios para obrar por las almas del mundo. Oh Jesús, sacerdote eterno y salvador del mundo, para realizar este ardiente deseo de tu corazón, multiplica las vocaciones. Envía muchos santos operarios a tu mies. Oh Jesús, haz de cada sacerdote un verdadero sembrador de tu amor. Te ruego por el santo padre, por los obispos, por todos los sacerdotes que me han hecho bien… Por todos los sacerdotes.
Te pido oh Jesús, que los sostengas en las batallas, los confortes en la soledad, los alientes en los fracasos, fecundes sus fatigas y derrames en sus corazones el amor de tu corazón divino. Señor, para celar tu honra y tu gloria. Debemos responder: Danos sacerdotes santos.
Señor, para aumentar nuestra fe. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para sostener tu iglesia. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para predicar tu doctrina. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para defender tu causa. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para contrarrestar el error. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para aniquilar las sectas. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para sostener la verdad. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para dirigir nuestras almas. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para mejorar las costumbres. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para desterrar los vicios. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para iluminar al mundo. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para enseñar las riquezas de tu corazón. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para hacernos amar al espíritu santo. Respondemos: Danos sacerdotes santos.
Señor, para que todos tus ministros sean fuente de luz para el mundo y sal de la tierra. Respondemos: Oh Jesús, sacerdote santo, te pedimos con la mayor humildad del alma, que aumentes las vocaciones sacerdotales y que los formes según los designios de tu amante corazón. Sólo así conseguiremos sacerdotes santos y pronto en el mundo no habrá más que un sólo rebaño y un sólo pastor. Amén».
Cántico de El Magníficat
Los cánticos son otro medio de oración que podemos utilizar en todo momento. De manera que puedes remplazar la oración o la plenaria por un canto. Aquí te dejamos uno dirigido a la Santísima Virgen conocido como El Magníficat, que se suele canta al santísimo sacramento:
«Proclama mi alma la grandeza del señor, se alegra mi espíritu en dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el poderoso ha hecho obras grandes en mí; su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al padre, al hijo y al espíritu santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén«.
Oración para Finalizar
Si estás realizando varias oraciones al Santísimo Sacramento, te recomendamos concluir con está que te indicaremos a continuación:
«Oh Jesús, sacerdote eterno, divino sacrificado, tú que en un impulso de incomparable amor a los hombres, tus hermanos; hiciste brotar de tu sagrado corazón el sacerdocio cristiano, dígnate continuar derramando sobre tus ministros, los torrentes vivificantes del amor infinito.
Vive en tus sacerdotes, transfórmalos en ti; hazlo por tu gracia, instrumentos de tu misericordia; obra en ellos y por ellos para que luego de haberse revestido totalmente en ti, por la fiel imitación de tus adorables virtudes, puedan cumplir en tu nombre y por el poder de tu espíritu, las obras que tú mismo realizaste para la salvación del mundo.
Divino redentor de las almas, mira cuán grande es la multitud de los que aún duermen en las tinieblas del error, cuenta el número de las ovejas descarriadas que caminan entre los precipicios; considera la turba de pobres, hambrientos, ignorantes y débiles que gimen en el abandono.
Vuelve señor, a nosotros por tus sacerdotes, revive verdaderamente en ellos, obra por medio de ellos y pasa de nuevo por el mundo, enseñando, perdonando, consolando, sacrificando y renovando los lazos sagrados del amor, entre el corazón de dios y el corazón del hombre. Amén.
Oh Jesús, haz que la obra de tu amor responda siempre plenamente a los fines para los cuales la quisiste; haz que se extienda, se consolide y conquiste todas las almas al reino dulce de tu amor.
Oh Jesús, he pedido tu reino. No es necesario que pida nada más para mí, tendré todo el resto por añadidura. Tú conoces lo que necesito; mira y haz lo que tu corazón te sugiera. Yo me confío a tu corazón, me abandono en tu dulce providencia y mientras te doy gracias por el don de estas horas de intimidad contigo. Te agradezco desde ya, unido a María por todos los beneficios que tu amor me reserva aún en el tiempo y en la eternidad.
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