El Ecumenismo: Relación con el Cristianismo

Desde los orígenes del cristianismo han prevalecido diferencias entre sus adeptos en la disputa por el poder y que han acabado en cismas, que es la separación de algunos grupos. El Ecumenismo es un movimiento que estudia dichas divisiones históricas al interior del cristianismo y procura la unión de todos los que creen en Cristo. Entérate de mucho más a continuación.

Ecumenismo

Ecumenismo

Se conoce como Ecumenismo a la inclinación o corriente que pretende el cambio de la unión entre los cristianos, esto es, la alianza de las distintas manifestaciones religiosas cristianas «históricas», cuya separación tuvo lugar al acontecer los grandes cismas.

Se utiliza para referirse a las corrientes que existen en el seno del cristianismo que tienen como finalidad la unión de las diversas confesiones cristianas que se separaron por diferencias doctrinarias, históricas, de tradición o de práctica.

El ecumenismo no es lo mismo que el diálogo interreligioso, ya que éste se refiere a la búsqueda de cooperación entre distintas religiones, sean las de origen abrahámico como el judaísmo, cristianismo e islam u otras. Muchas figuras cristianas del último siglo han sentido que el ecumenismo es el medio para solventar las divisiones entre los cristianos, para dar cumplimiento al mandato cristiano: «[…] que todos sean uno […]» (Juan 17, 21).

En el avance de la conciencia ecuménica se encuentran numerosas personalidades de relevancia que han tenido o tienen gran influencia. De ellos podemos mencionar a  Robert Gardiner, el teólogo Yves Congar, el hermano Roger Schutz (quien fundó la Comunidad ecuménica de Taizé), Chiara Lubich (creadora del Movimiento de los Focolares), el Patriarca Atenágoras I, los Papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, y el prelado de Canterbury Rowan Williams.

Origen del Término «Ecumenismo»

El término «ecumenismo» procede del latín, «œcumenicus» y del griego, «οἰκουμενικός» (oikoumenikós) y éste  de «οἰκουμένη» (oikoumenē), queriendo decir  “sitio o tierra habitada como un todo”. Se empleó desde los tiempos del Imperio Romano para hacer alusión al total de las tierras conquistadas, aunque en la literatura de entonces tenía un significado político-imperial que rebasaba el sentido geográfico: simbolizando «el mundo como unidad administrativa, el Imperio Romano».​ Hoy en día tiene una sentido esencialmente religioso.

Ecumenismo

Uso del Término por los Historiadores

A los romanos se les denominada «señores del «oikoumenē»» (Plutarco, Tiberius Gracchus 9, 6). Polibio lo refiere así: «cada una de las partes del mundo poblado («oikoumenē») han llegado a estar bajo el dominio romano» (Polibio, Historias 3,1,4). De igual manera lo utilizó Dion Casio (Historia Romana 37,1,2; 43,14,16; 43,21,2) y Flavio Josefo, entre otros autores. Flavio Josefo dejo escritas estas palabras del rey Agripa: «En el mundo que se puede habitar («oikoumenē») todos son romanos» (La guerra de los judíos 2, 388).

Uso del Término en los Evangelios

En los evangelios, el vocablo «oikoumenē» fue raramente utilizado. Por ejemplo, en Lucas 2,1 se indica: «Aconteció que por aquellos días se dio a conocer un edicto de César Augusto mandando a que se registrase todo el mundo («oikoumenē»)». Igualmente, el diablo provoca a Jesús prometiéndole «la totalidad de los reinos de la tierra («oikoumenē»)» (Lucas 4, 5).

Uso del Término en los Comienzos de la Historia de la Iglesia

El sentido del término «oikoumenē» empezó a volverse resueltamente positivo al ser convocado por Constantino I el Grande el Concilio Ecuménico inicial de cristianos en Nicea, en el año 325, donde participaron los obispos de todo el «oikoumenē». Así fue creado un nexo entre la noción de universalidad de la Iglesia (esto es, sin exclusiones) y el vocablo «ecuménico» («oikoumenē»).

Breve Historia del Movimiento Ecuménico

A través de la historia la corriente ecuménica ha estado marcada por una diversidad de hitos, los cuales podemos claramente agrupar en dos grandes etapas. Entre los eventos de mayor relevancia destacan los siguientes:

Primera Etapa (1910-1937)

En 1908 fue lanzada la iniciativa Church Unity Octave (Octavario por la Unidad de la Iglesia) por un par de episcopalianos estadounidenses, de nombre Spencer Jones y Paul Watson. Ésta tuvo una estupenda aceptación inicial en el entorno anglicano. La conversión del pastor Paul Watson al catolicismo ocurrió nueve meses después.

En manos de la jefatura católica de aquella época, el octavario devino prontamente en un instrumento de apostolado con la finalidad de obrar por la conversión al catolicismo de aquellos cristianos no católicos como si se tratase de un simple «retorno» a os brazos de la Iglesia católica.

La Iglesia anglicana abandonó la realización ese octavario y hubo de pasar más de diez años hasta que, en 1921, el mismo Spencer Jones lo reemplazó por la Church Unity Octave Council, con la intención de procurar la unión entre la Iglesia anglicana y la católica.

En 1910 tuvo lugar la Conferencia Misionera Mundial en Edimburgo, a la que se estimaba como el punto de arranque oficial de la corriente ecuménica. En dicha Conferencia fue creado un Comité de Continuación del que emergería a posteriori el Consejo Misionero Internacional. Charles Brent hizo la propuesta para la creación de la agrupación Fe y Constitución, con Robert Gardiner como responsable, constituyendo así un Comité de Continuación de este proyecto.

Fue en 1914, cuando Robert Gardiner mando una carta en latín invitando al cardenal Pietro Gasparri. El Papa Benedicto XV respondió que se estimaba a sí mismo como el origen y el motivo de la unidad de la Iglesia.

Para 1916, el Papa Benedicto XV a través del Breve Romanorum Pontificum​, confirió indulgencia plena a todos los que en cualquier sitio de la tierra, del 18 de enero (celebración de la Cátedra de San Pedro) al 16 de enero (festividad de la Conversión de San Pablo) orasen por la alianza de la Iglesia empleando una plegaria difundida en los Estados Unidos y que fue bendecida por Pío X, habiendo sido autorizada por los prelados de aquel país.

En el año 1918, el obispo luterano Nathan Söderblom se aproximó a muchos clérigos católicos para convidarles a charlar de la paz. Fue efectuado un encuentro en Upsala, en el mes de septiembre. Gasparri no tomó la cuestión como seriedad. Para 1919, una comitiva de prelados episcopalianos se aproximó a distintas iglesias europeas. Al arribar a Roma fueron recibidos por Benedicto XV, quien les señalo que la única alianza posible se conseguía en su regreso a la Iglesia católica.

Por primera ocasión Nathan Söderblom, en una misiva abierta, recomendó la conformación de un Consejo Ecuménico de las Iglesias (C.OE.E). Fue en 1920, que aconteció la Conferencia «Vida y Acción» del Catolicismo Práctico. En ella se hacen presentes los representantes de la jerarquía ortodoxa. Se crea una Comisión de Continuación de la Conferencia Misionera Mundial en Ginebra, para establecer los cimientos del movimiento Fe y Constitución.

En el año 1921, fue fundado el Consejo Misionero Internacional en Londres: Prelados luteranos suecos y misiva del Catolicismo Práctico. Para ese mismo año, se dieron inicio las Conversaciones de Malinas entre religiosos católicos y anglicanos.

En 1925 se efectúa la Conferencia del Catolicismo Práctico en Estocolmo. Se supo de un ataque del canónigo católico Charles Journetopuesto al Catolicismo Práctico en su libro L’unión des églises et le Chatolicsme pratique. Hubo un encuentro en Estocolmo del Comité de Continuación de la Conferencia Misionera Mundial, para planificar la Primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución.

En 1927, tuvo lugar la Primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución en Lausana y en 1928, el Papa Pío XI hizo pública su encíclica Mortalium Animos, en la que se dirigió con palabras fuertes a las primeras iniciativas de la corriente ecuménica. En 1929, se realizó el primer examen serio de la obra ecuménica por parte de los católicos, con el libro de Max Pribilla s.j.: Um kirchliche Einheit, Stockholm, Lausanne, Rome. El Premio Nobel de la Paz es otorgado a Nathan Söderblom en 1930.

Segunda Etapa (1938- )

Esta etapa fue coincidente con la historia del «Consejo Mundial de Iglesias» (CMI). Su reglamento, establecido de manera provisoria en Utrech en 1938, en razón de la Segunda Guerra Mundial, no se llegó a adoptar hasta la asamblea de Ámsterdam, en 1948. El consejo se describió, no como una «super Iglesia» o una «Iglesia mundial», más bien como un «colectivo de Iglesias que han reconocido a Cristo como Dios y Salvador».

Desde su creación han tenido lugar 7 cónclaves generales: Ámsterdam (1948); Evanston (1954); Nueva Delhi (1961); Upsala (1968); Nairobi (1968); Vancouver (1983) y Canberra (1991). En lo referente a la Iglesia católica, el Papa Juan XXIII ocasionó un cambio de dirección con la conformación del «Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos», una delegación preparatoria al Concilio Vaticano II que más adelante se le daría la denominación de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.

El cardenal Augustin Bea fu designado el 6 de junio de 1960 por el Papa Juan XXIII como presidente inicial del recientemente creado Secretariado. El Secretariado fue parte en 1961 de la Conferencia de Nueva Delhi y fue el encargado de la redacción de distintos esbozos de documentos clave durante el Concilio Vaticano II, entre los que destaca el decreto Unitatis redintegratio acerca del ecumenismo.

El compromiso del Papa Juan XXIII con el ecumenismo fue exteriorizado en las últimas palabras que él pronunció en su lecho de muerte:

Encomiendo mi vida por la Iglesia, porque continúe el Concilio Ecuménico, por la paz mundial y por la alianza de los cristianos… Mi presencia en este mundo ha arribado a su fin, pero Cristo está vivo y la Iglesia ha de continuar su obra. Ut unum sint, ut unum sint.11

Juan XXIII

Durante la realización del Concilio Vaticano II, fueron establecidos por la Iglesia católica una serie de puntos que resaltan la importancia del ecumenismo en la agenda del evento:

  • El ecumenismo ha de ser promovido por los prelados (Decreto Christus Dominus 16).
  • Los presbíteros no pueden olvidarse de los hermanos que no gozan de una total comunión eclesiástica con los católicos (Decreto Presbyterorum ordinis 9).
  • Se ha de sembrar el espíritu ecuménico entre los iniciados (Decreto Ad gentes divinitus 15).
  • Se alienta a los católicos a que, tras reconocer los signos de los tiempos, sean parte de modo diligente en la obra ecuménica (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  • Los católicos, en su tarea ecuménica, han de, indudablemente angustiarse por los hermanos que se han apartado, implorando con ellos, compartiendo con ellos las cosas de la Iglesia y anticipándose a su encuentro (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  • Se requiere que los católicos admitan con júbilo y estimen los bienes auténticamente cristianos que provienen del patrimonio común, que se ubican entre los hermanos apartados (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  • La praxis del ecumenismo se ha de fundamentar en:
    1. la reforma de la Iglesia como aumento de la lealtad hacia su preferencia, en la cual se incluyen movimientos bíblicos y litúrgicos, la predica de la Palabra Divina, la catequesis, el apostolado laico, la espiritualidad matrimonial, etc. (Decreto Unitatis redintegratio 6),
    2. la conversión interna (op. cit., 7),
    3. la plegaria de todos por la unidad (op. cit., 8),
    4. el entendimiento reciproco de las diversas Iglesias, con un mejor discernimiento de la doctrina, de la historia, de la existencia espiritual y cultural y de la psicología religiosa de las otros credos (op. cit., 9),
    5. la educación ecumenista (op. cit., 10), y
    6. una mejoría en cuanto a la intensidad y precisión en el lenguaje con que se manifiesta la doctrina de la fe (op. cit., 11), entre otros temas.

La nueva dirección logró profundizarse con el Papa Pablo VI, quien realizó una peregrinación a Tierra Santa del 4 al 6 de enero de 1964, en el viaje que por primera ocasión efectuaba un Papa por el mundo.​

Como fruto de aquella aproximación histórica, en un comunicado conjunto divulgado el 7 de diciembre de 1965, Pablo VI y Atenágoras I, líderes espirituales de los cristianos católicos, el primero y de los ortodoxos, el segundo resolvieron «[…] suprimir de la memoria eclesial el dictamen de excomunión que había sido decretado […]» durante la celebración del Cisma de Oriente o Gran Cisma de 1054.

En el año 1966, la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias y el Secretariado por la Unidad de los Cristianos (hoy en día Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos) de la Iglesia católica, acordaron la preparación de un documento conjunto para la Semana de Oración que se oficia con frecuencia anual. El primer texto se programó para 1968, a partir de entonces se han ido realizando cada año.

El 25 de mayo de 1995, Juan Pablo II hizo pública la carta encíclica Ut unum sint (del latín, Que sean uno), en la que se insta a la alianza de las iglesias cristianas a través de la hermandad y la solidaridad para beneficio de la humanidad.​

En su misiva apostólica Tertio Millennio Adveniente del 10 de noviembre de 1994, la cual estaba destinada al episcopado, al clero y a los devotos en razón de la organización del jubileo del año 2000, Juan Pablo II exhortó,  a examinar el curso de las últimos diez centurias y recalcó la ausencia de unidad de los cristianos entre «las faltas que demandan un mayor compromiso de enmienda y de conversión», a la vez que lo catalogaba como «un inconveniente crítico para el testimonio evangélico en el mundo».

El 31 de octubre de 1999 en Augsburgo, Alemania,​ fue suscrito un comunicado conjunto acerca de la doctrina de la justificación, por parte del cardenal Edward Cassidy como representante de la Iglesia católica, y el obispo Christian Krause representante de la Federación Luterana Mundial. Joseph A. Fitzmyer, quien formó parte por casi treinta años del diálogo ecuménico luterano-católico, aportó una contribución clave para la preparación de este comunicado.

Tal documento vino a significar un paso trascendental para resolver las divisiones entre ambas confesiones cristianas que habían permanecido por 482 años, desde aquella misma fecha del año 1517, en que fueron clavadas en el portón de la iglesia del castillo en Wittenberg, en Alemania las noventa y cinco tesis de Martín Lutero.

En el 2004 fue fundada la comunidad religioso-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado, que se fundamentaba en la conformación de proyectos sociales que fomentan el amor y el servicio, atendiendo numerosas labores solidarias en la comunidad, a lo que se añade la presencia de oratorios que convocan a todos a la plegaria universal y no a la confrontación religiosa. ​

Para febrero del 2016, el Papa Francisco y Cirilo I, Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, suscribieron un comunicado conjunto resultado de su acercamiento en Cuba. En dicha reunión histórica, los mencionados dirigentes se abrazaron luego de casi un millar de años de haberse separado sus iglesias.

​En el mes abril de ese año Francisco y los Patriarcas Bartolomé I y Jerónimo II de Atenas, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, suscribieron una declaración ecuménica en conjunto para expresar su inquietud por la condición trágica de los cuantiosos exiliados, emigrantes y solicitantes de asilo, que han arribado a Europa escapando de los conflictos existentes en sus países de origen.

El 31 de octubre del 2016, en ocasión de su jornada apostólica a Lund (Suecia) para la celebración luterano-católica por el aniversario quinientos de la Reforma emprendida por Martín Lutero, el Papa Francisco fue parte de un ritual ecuménico y suscribió junto a Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial, un comunicado conjunto.

Personalidades con Carácter Ecuménico

Existe todo un cúmulo de figuras reconocidas que destacan por su naturaleza ecuménica y por sus aportes categóricos al ecumenismo. Entre las más resaltantes se pueden nombrar a:

  • el arzobispo de Upsala de la Iglesia Luterana de Suecia, Nathan Söderblom (1866-1931).
  • el líder laico Robert Hallowell Gardiner (1882-1944).
  • el filósofo de Rusia Vladímir Soloviev (1853-1900).
  • el estadounidense John Raleigh Mott, galardonado con el Premio Nobel de la Paz 1946.
  • el sacerdote Paul Couturier (1881-1953), quien inspiró al denominado «ecumenismo espiritual».
  • el teólogo Yves Congar (1904-1995).
  • el Papa Juan XXIII (1881-1963).
  • el Patriarca Atenágoras de Constantinopla (1886-1972).
  • el Papa Pablo VI (1897-1978).
  • el hermano Roger Schutz (1915-2005), creador de la Comunidad Ecuménica de Taizé.
  • el Papa Juan Pablo II (1920–2005).
  • la seglar italiana Chiara Lubich (1920-2008), creadora del Movimiento de los Focolares.
  • el arzobispo emérito de Milán, Carlo Maria Martini (1927- 2012).
  • el obispo argentino Jorge Novak (1928-2001).
  • el arzobispo de Canterbury Rowan Williams (1950- ).
  • el historiador italiano Andrea Riccardi ( 1950- ), creador de la Comunidad de Sant’Egidio.
  • el Papa Francisco ( 1936 – )

Ecumenismo: ¿Por qué, para qué?

Estas palabras fueron emitidas por el cardenal Bessarión en su disertación dogmática acerca de la unidad de la Iglesia en el concilio de Florencia [1439], en el que se alcanzó una unión provisoria entre la Iglesia católica y la ortodoxa. Luego de más de cinco siglos estas palabras siguen siendo verdaderamente tristes. ¿Cómo lograr la unidad entre los cristianos aún separados e inclusive enfrentados?

El 30 de mayo de 1995 se realizó la presentación en el Vaticano así como en Madrid de la duodécima encíclica del finado Papa Juan Pablo II, que tiene por nombre “Ut unum sint” (“Que sean uno”). Es la primera ocasión que una encíclica toca la tan relevante como insoslayable temática del ecumenismo. Con su estilo particular el Papa cuenta de las condiciones y el procedimiento a ejecutar para agilizar el proceso de aproximación en el que se encuentran comprometidas las iglesias, que están preocupadas del problema de su separación.

En su texto, el Papa recalca el compromiso que la Iglesia católica adquirió en el Concilio Vaticano II, de fomentar el movimiento ecuménico, con la idea de alcanzar la unidad: “El ecumenismo, la corriente a favor de la alianza de los cristianos, no es únicamente un simple ‘apéndice’ que se agrega a la actividad habitual de la Iglesia. En contraste, es parte orgánica de su existencia y de su acción y por ello ha de inspirarlas y obrar como el fruto de un árbol que, saludable y fresco, crece hasta lograr su total desarrollo”.

Ecumenismo: ¿Uno o Múltiple?

Ciertamente no hay sino un solo ecumenismo. El ecumenismo al respaldarse en la base doctrinal afín a todos los cristianos, procura abreviar distancias entre las iglesias para lograr la unidad de las mismas. En lo referente al método o procedimiento para conseguir su propósito, es común a cada una de las iglesias que se encuentran empeñadas en esta causa.

Al comenzar a estudiar los padres conciliares el esbozo preparatorio acerca del decreto de ecumenismo, les fue presentada esta formulación: “Principios del Ecumenismo Católico”.

Una persona, justamente el entonces arzobispo de Zaragoza y después de Madrid, Casimiro Morcillo, les hizo percatarse en lo incorrecto de tal enunciación. No habría de hablarse de ecumenismo católico, como si éste estuviese enfrentado al ecumenismo protestante u ortodoxo. El ecumenismo no ha  de ser más que uno. La formulación más precisa sería pronunciarla: “Principios Católicos del Ecumenismo”.

Al modificar la colocación del adjetivo católico, para hacer referencia a los principios en que se fundamente la obra ecuménica y no al ecumenismo, en cuanto metodología, se dio un paso relevante en el camino del entendimiento. Es verdad que los fundamentos doctrinales de la Iglesia católica son diferentes de los de las otras confesiones. De ser los mismos ya no existiría necesidad de la obra ecuménica, ya que se habría ratificada la alianza.

Si bien los fundamentos doctrinales aún son discrepantes, el método que han de emplear todos los ecumenistas, para terminar con las diferencias, ha de ser el mismo. El ecumenismo es como unos naipes, el mismo para todos, y que han de emplear cuantos se encuentran empecinados en el tan dificultoso como santo juego de la recomposición de la unidad. Los mismos naipes para todos, si se quiere que ese estupendo juego sea auténticamente leal.

Variedad de Ecumenismos

Siendo cierto que el ecumenismo es uno sólo y es el mismo para cuantos están comprometidos en él, los senderos por los que cursa, las faenas en que se realiza, y las condiciones de las personas que lo fomentan es múltiple y diversa. Por eso es usual hablar de diferentes ecumenismos. Como señalaría el cardenal Congar:

“El ecumenismo es como un organillo con cuatro teclados y con numerosos registros. El ecumenismo avanza todo él con sentido al futuro, hacia el Reino, pero conserva su alusión a la Escritura y a la costumbre, a la vez que repasa nuestras viejas querellas cogidas desde sus raíces. Se enfoca en la alianza de la Iglesia y en la alianza de la humanidad. Es teología y praxis, doctrinal y seglar, espiritual y sociopolítico. No debe limitarse su ambición…

No hay espacio para reflexionar en el ecumenismo sin tener presente la tirantez entre lo personal y lo institucional. La historia nos ha enseñado, no obstante, que la prioridad recae al inicio sobre el individuo, sobre los precursores del ecumenismo, hombres con carisma y con una perspectiva profética que emprendieron el trayecto ecuménico antes de que éste adquiriera formas típicas de lo ‘institucional’”.

Ecumenismo Doctrinal

La división de las iglesias fue producto, primordialmente, de razones teológicas y asuntos doctrinales, presentes aun entre las distintas iglesias. Para procurar franquear esas diferencias han tenido lugar incontables coloquios, reuniones y diálogos a distintos niveles, que persiguen dar auténticos pasos hacia la alianza cristiana integral. No se puede negar la existencia de otras dimensiones ecuménicas no rigurosamente doctrinales y que, sin solventarse, con dificultad se hace probable una fortuita unidad cristiana.

Es del todo incontestable que el dialogo doctrinal se encuentra hoy en el foco de la corriente ecuménica, por los que las delegaciones mixtas de teólogos, representantes de las distintas iglesias en el dialogo doctrinal, conforman la mejor evidencia de que las colectividades cristianas están involucradas de seria manera en el movimiento ecuménico.

Son numerosos los documentos fruto de la multiplicidad de diálogos bilaterales (entre dos Iglesias) o multilaterales (entre tres o más de las mismas). De su preparación, que toma regularmente años de trabajo, son parte teólogos y pastores de las iglesias comprometidas en el diálogo. Resultan de un vasto movimiento que ve hacia el porvenir, no intentan tener la última palabra, ni ciertamente han logrado la mejor de las posibles.

Al saber que en la estructuración de los equipos mixtos intervienen representantes oficiales y teólogos de distintas nacionalidades y de variadas tradiciones teológicas, los trabajos detentan características particulares, entre las que hay que resaltar su temporalidad, ya que de un documento teológico interconfesional no puede demandarse la rigurosidad y exactitud terminológica que se espera de un documento confesional.

Si el texto fue suscrito por teólogos, pastores o sacerdotes de agrupaciones ecuménicas privados, sin formalidad eclesial alguna, su autoridad está subordinada al grado de solidaridad y verdad que sustenten con la fe de su particular Iglesia. En ninguna ocasión el texto o comunicado en referencia ha de implicar a las Iglesias como tales, ya que son asociaciones no oficiales, pero frecuentemente su peso moral es un relevante aporte a la faena teológica interconfesional.

Si el texto está suscrito por los integrantes de los grupos mixtos o comisiones oficiales, pero aún no ha obtenido el apoyo de las jerarquías eclesiásticas, no cuenta con valor oficial y por ende de sus conclusiones son únicamente responsables sus autores. Por ello no puede ser estimado aún como un “comunicado de Iglesia” y no autoriza el cambio de la disciplina o reglas actuales. El que se haya publicado quiere decir que puede servir de ayuda y mejora para la reflexión teológica y la modificación de pensamiento del pueblo devoto.

Ecumenismo Institucional

Es el fomentado, impulsado y ejecutado por las iglesias, y entre esas instituciones hay que hacer resaltar al Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEI), sin semejante alguno en el devenir del cristianismo. No es una Iglesia, tampoco una superIglesia, ni es la Iglesia por venir. Asimismo no es un “concilio universal” en el sentido católico u ortodoxo de la frase, ni tampoco podría asemejarse a un “sínodo”, de acuerdo al léxico de numerosas iglesias reformadas.

Es no obstante, la manifestación más completa de los deseos de unidad cristiana que hay en la actualidad entre las iglesias, pero no comprende todo el movimiento ecuménico ni ha contado jamás con la intención de atribuirse toda la tarea ecuménica.

A partir del instante en que llegó a estar compuesto por más de 334 iglesias de todas las confesiones eclesiales y de casi la totalidad de las naciones del mundo y sustenta relaciones fraternales con numerosas Iglesias que no lo conforman, como es el caso de la Iglesia católica, ha de asegurarse que es hoy la cristalización más relevante, mejor preparada y más representativa de la resuelta voluntad del cristianismo separado por manifestar de modo visible la unidad que Cristo anhelo para su Iglesia.

El CEI no puede decidir en nombre de las Iglesias que representa, ni cuenta con autoridad impositiva sobre ellas. La teología del CEI no se basa en una concepción propia de la Iglesia, ni es el instrumento de una de ellas en específico. Aún más, la incorporación de una Iglesia a este ente no quiere decir que estime desde ese instante su concepción de Iglesia como limitada.

Aún así, desde un punto de vista positivo se asegura que las Iglesias integrantes del CEI se basan en el Nuevo Testamento para proclamar que la Iglesia de Cristo es una, advierten en las otras iglesias al menos componentes de la auténtica Iglesia que les fuerza a admitir su solidaridad, a darse ayuda recíproca y apoyo en caso de requerirse y a restringirse de todo acto contradictorio con el sostenimiento de relaciones fraternales.

Para la adhesión de una Iglesia al CEI se requiere del consentimiento de su base doctrinal, que exactamente no es una confesión de fe. Toda Iglesia cuenta con su particular confesión de fe, a la que no ha de dimitir por su ingreso en el organismo ecuménico.

Se hace evidente que al CEI no pueden incorporarse organismos seculares, facciones políticas o asociaciones religiosas no cristianas. Del CEI son parte las Iglesias de la comunión anglicana, la mayor parte de las iglesias ortodoxas, y gran parte de las Iglesias protestantes de costumbre luterana y calvinista.

La mayor parte de las iglesias de tradición libre, denominadas en ocasiones “evangélicas”, como las bautistas, cierto sínodo luterano y enormes sectores pentecostales no son parte del CEI, ya que han creído ver en él un riesgo para su propia independencia. Ciertamente las Iglesias que repudian al CEI son de modo doctrinal muy conservadoras, contrarias al diálogo y congregadas en el Consejo Internacional de las Iglesias Cristianas [1948] o en la Federación Evangélica Mundial [1963], organizaciones evidentemente antiecuménicos.

Ecumenismo Social

El ecumenismo seglar o social, hay de ser considerado como una de las fases del movimiento ecuménico: en primer lugar se encuentra la era de los precursores, aquella que se origina con la Alianza Evangélica [1846] y con la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos a fines del siglo XIX. Le sigue luego, la fase eclesiástica; es el tiempo en que las Iglesias como tales asumen la iniciativa.

Es una tendencia interna del movimiento ecuménico para anteponer las actividades relacionadas al campo social, lo cual se erigió como el propósito de una de las ramas del Consejo Ecuménico de las Iglesias ya en los momentos iniciales de su nacimiento, a la que se denominó “Vida y Acción”.

La creencia de que el deber fundamental del cristianismo de hoy es igualmente apuntar a la alianza de la humanidad, y no únicamente de las Iglesias, promueve esta clase de ecumenismo, por lo que aprecia más la acción universal de entendimiento con el mundo, que la faena repetitiva y sin evidente fruto de una alianza únicamente intereclesiástica.

Ésta es la descripción que otorga de esta tendencia del ecumenismo el P. Congar:

“Es la experiencia afirmativa realizada por los cristianos involucrados de manera efectiva con otros en las tareas de la liberación humana y que hacen, de este acuerdo, una novedosa y evangélica vivencia de su fe.

El sitio de la experiencia evangélica ya no es la Iglesia ya que esta es una sociedad sacral puesta de lado, sino la realidad humana o seglar de la que conocemos que tiene referencia al reino divino…” [Congar, Essais oecumeniques, 57].

Ecumenismo Espiritual

El Concilio Vaticano II, refiere en el numeral 8 del decreto acerca del ecumenismo, que el ecumenismo espiritual se compone de un par de elementos: transformación del corazón y renovación de vida en conjunto con la plegaria por la unidad. “Esta conversión del corazón y santidad de vida, en unión con las plegarias privadas y públicas por la alianza de los cristianos, han de estimarse como el alma de todo la corriente ecuménica y con razón pueden denominarse ecumenismo espiritual” [UR, 8].

Todos los auténticos ecumenistas se han convencido de que se requiere un milagro para lograr la unidad de los cristianos. Los inconvenientes que ésta consigue, desde una perspectiva humana son insalvables. Los milagros únicamente Dios los hace, pero conocemos que contamos con acceso a Dios por medio de la oración.

La Visión de la Unidad de la Iglesia por Roger de Taizé

El hermano Roger Schutz, quien fundó la ecuménica Comunidad de Taizé ha sido reconocido como una de las figuras que más ha aportado al fomento de la idea del ecumenismo en el siglo XX, particularmente entre los jóvenes. Su perspectiva de la unidad cristiana proviene de la convicción de que Jesús no llegó para principiar una nueva religión, sino para develar el amor de Dios y lograr la reconciliación de todos.

Por ende, de acuerdo al ideario de Roger Schutz, los cristianos se pueden ser reconciliar unos con otros por medio de la plegaria en común, que posibilita el ingreso del Espíritu Santo en el corazón de los actores. En 1972, los jóvenes dieron muestra de la importancia que otorgan al mensaje ecuménico de Taizé, tal como se reportó en el diario francés Le Monde:

Cerca de dieciocho mil jóvenes llegados de distintos países celebraron la festividad de Pascua de 1973 encima de la colina de Taizé en Borgoña. La aldea se ha transformado en uno de los primeros polos europeos de grupos de personas de menos de 30 años, hasta tal grado de que se hizo necesario derrumbar la fachada de la iglesia para ensancharla por un enorme capitel con figura de circo.

¿Qué es lo que lleva a la gente a Taizé? Turistas han existido siempre. Desde tiempo atrás, la colina se había transformado en un apasionado foco de ecumenismo: protestante en sus orígenes (1944), su congregación monástica condujo el amor por la alianza al extremo de incorporar «hermanos» que pertenecían a otros credos cristianos.

Pero fue el anuncio en 1970 del «Concilio de la Juventud» la que había de dar pie a un movimiento sin antecedentes. En 1972 cien millares de personas de más de cien países diferentes se congregaron en Taizé. La temática de esta inmensa asamblea fue: «Pelea y Reflexión para ser hombres de comunión».

Robert Sole. El «Concilio de la Juventud» en Taizé». Le Monde, 25 de abril de 1973

El Ecumenismo Hoy

Una perspectiva general, fundamentada en las consideraciones de René Berthier,​ posibilita destacar los puntos siguientes los cuales se refieren al estado de situación del ecumenismo en la actualidad.

  • El tema del bautismo se solucionó de manera definitiva: la totalidad de los cristianos, ya católicos, ortodoxos, anglicanos o protestantes, han reconocido el mérito del bautismo suministrado por las otras Iglesias distintas a la suya. Si un cristiano desea ser parte de otra confesión cristiana, no necesita ser «bautizado nuevamente».
  • Igualmente se generaron avances en el reconocimiento de la licitud de los matrimonios oficiados entre contrayentes de diferentes credos cristianos. Un católico que desease casarse con una persona cristiana no católica únicamente debe llenar ciertos requisitos que no llegan a afectar su idea del sacramento.
  • Como señal que anuncia la anhelada alianza final, muchos desean y piden la participación de cristianos integrantes de Iglesias distintas a la católica en la eucaristía. Conociendo de que  la práctica no ha sido permitida aún por las Iglesias cristianas, ciertos teólogos han develado áreas de acuerdo doctrinal entre la «fracción del pan» y la eucaristía como presencia auténtica de Cristo.
  • Ciertos hechos, como el sermón del primado de la Comunión Anglicana Rowan Williams en la Eucaristía Internacional en el Santuario de Lourdes, en conjunto a las medidas que le continuaron, son estimados muy positivos para el ecumenismo.
  • Asimismo avanzan, aunque indudablemente con dificultades, las indagaciones teológicas iniciadas en común acerca de los inconvenientes de la autoridad papal y de la denominada infalibilidad pontificia. En específico, las Iglesias católica, ortodoxa y la Comunión Anglicana se perciben menos distanciadas entre sí a nivel doctrinal.
  • Acerca de problemas de carácter moral, como los del divorcio o del aborto, las discrepancias no son tan extremas como para descartar un posible pacto. En lo referente a problemas de enunciación más moderna, como los de la equidad social, la vida internacional y las libertades ciudadanas (en ellas están la libertad de credo, la libertad de educación, la libertad de expresión, etc.), los puntos de vista son parecidos hasta el extremo de que las diferentes Iglesias se han pronunciado por medio de comunicados conjuntos.
  • Las relaciones establecidas a nivel jerárquico son excelentes, inconcebibles un siglo atrás. El «Consejo Mundial de Iglesias», en representación del grupo de Iglesias de la Comunión Anglicana, protestantes y ortodoxas, cuenta con una elevada reputación moral. La Iglesia católica no es integrante del Consejo, pero ha sido parte de ciertas comisiones, como la de «Fe y Constitución». No se descarta que en el futuro se incorpore en el Consejo como integrante de pleno derecho.
  • La alianza entre las diferentes confesiones cristianas se nos presenta como una idea más propia de los jóvenes cristianos, a los cuales el sentido de la vida, el fomento de la sociedad, el sentido de la figura de Jesucristo y el apoyo solidario en común les son de gran relevancia. Tal vez sea por ello que los jóvenes sigan sintiéndose tan interesados por vivencias como la que ofrece la ecuménica Comunidad de Taizé, o más novedosas como la comunidad religiosa-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado.

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Cada año se conmemora la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que de manera tradicional se efectúa del 18 al 25 de enero, situándose entre las festividades de la Confesión de San Pedro, y la Conversión de San Pablo. En otros sitios, se celebra alrededor de las festividades de Pentecostés.

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