El dilema sobre el origen humano sea por la Creación del Hombre de manos divinas o por evolución natural es una discusión que aún persiste en sectores culturales, políticos y teológicos. Aunque en estos tiempos el nivel de aceptación de la teoría de la evolución es sumamente alto la controversia sigue aún presente particularmente en sectores religiosos protestantes de Estados Unidos.
Indice De Contenido
- 1 ¿Quién es el Hombre, por qué y para qué ha sido Creado?
- 1.1 ¿Qué diferencia al Hombre del resto de las criaturas?
- 1.2 ¿Por qué razón el Hombre ha sido creado con tanta dignidad?
- 1.3 ¿Qué significa que el Hombre ha sido creado a Imagen de Dios?
- 1.4 La Creación del Hombre: ¿Para qué ha sido Creado el Hombre?
- 1.5 ¿Qué Tienen en Común todos los Hombres? ¿Qué nos Une? ¿Por qué Somos Distintos del Resto de Seres?
- 1.6 ¿El Ser Humano es un Cuerpo con un Alma, o un Alma con un Cuerpo? ¿o Nada de Eso?
- 1.7 La Creación del Hombre: ¿Qué es el Cuerpo? ¿El Cuerpo es Malo?
- 1.8 ¿Qué es el Alma? ¿Para qué Sirve? ¿De Dónde Viene?
- 2 Origen del Hombre
- 2.1 Origen del Hombre desde el Punto de Vista Científico
- 2.2 Lamarckismo o Herencia de los Caracteres Adquiridos
- 2.3 Teoría de la Evolución por Selección Natural de Darwin
- 2.4 Síntesis Evolutiva Moderna
- 2.5 Origen del Hombre desde el Mito y la Religión
- 2.6 La Creación del Hombre: Ciencia, Mito y Religión
- 3 Mito Texcocano de la Creación del Hombre
¿Quién es el Hombre, por qué y para qué ha sido Creado?
Hemos sabido gracias al Génesis que “Dios formó al hombre a su imagen, a imagen de Señor fue creado, hombre y mujer los formó”. Pero, ¿qué quiere decir “a imagen de Dios”? ¿quién es verdaderamente el hombre? ¿por qué y para qué ha sido esta creación? ¿es una criatura más en medio de entorno natural? ¿dónde se encuentra su alma?
Ocho interrogantes acerca de la creación del hombre según la Biblia: su honra, la importancia del cuerpo y la existencia del alma, la semejanza con los otros hombres y la distinción con el resto de las criaturas.
¿Qué diferencia al Hombre del resto de las criaturas?
«Dios formó al hombre a su imagen, a imagen del Señor fue creado, hombre y mujer los formó» (Gn 1,27). El hombre ocupa un sitial exclusivo en la creación: «está creado a imagen de Dios» (I); en su misma esencia unifica el mundo espiritual y el mundo material (II); es formado «hombre y mujer» (III); Dios lo dispuso en la amistad con él (IV). (Catecismo de la Iglesia Católica, 355)
Esa es la gran audacia de la creencia cristiana: divulgar la importancia y la honra de la humana esencia, y asegurar que, por la gracia que nos empina al orden sobrehumano, hemos sido formados para lograr la dignidad de hijos de Dios. Audacia realmente increíble, si no estuviese basada en el decreto redentor de Dios Padre, y no hubiese sido corroborada por la sangre de Cristo y ratificada y hecha factible por la acción continua del Espíritu Santo. (Es Cristo que pasa, 133)
¿Por qué razón el Hombre ha sido creado con tanta dignidad?
De todos los seres observables apenas el hombre cuenta con el «poder de conocer y adorar a su Creador» (GS 12,3); es el «único ser en la tierra al que Dios ha adorado por sí mismo» (GS 24,3); únicamente él está convocado a ser parte, por el entendimiento y el amor, en la existencia de Dios. Para ello ha sido formado y éste es el motivo esencial de su dignidad: «¿Por qué cosa, o por quién, fue la causa de que colocaras al hombre en similar dignidad?
Verdaderamente, nada que no fuese el amor inagotable con el que observaste a tu criatura en ti mismo y dejaste que te cautivara de adoración por ella; por amor lo formaste, por amor le otorgaste un ser con poder de gustar tu Bien Perpetuo» (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza, 13). (Catecismo de la Iglesia Católica, 356)
Entre las facultades del Espíritu Santo, se mencionaría que hay una de la que tenemos particular necesidad todos los cristianos: la facultad de erudición que, al hacernos saber de Dios y gustar de Dios, nos pone en condición de poder estimar con verdad acerca de las situaciones y las cosas de esta existencia.
Si fuésemos congruentes con nuestra creencia, al observar a nuestro alrededor y ver el panorama de la historia y del mundo, solo podríamos percibir que se elevan en nuestro corazón similares sentimientos como lo que excitaron al de Jesucristo: al contemplar aquellas multitudes sentía tristeza por ellas, ya que se encontraban malparadas y decaídas, como ovejas sin guía. (Es Cristo que pasa, 133)
¿Qué significa que el Hombre ha sido creado a Imagen de Dios?
Dios y el hombre, el primero formó el segundo a su imagen, el hombre cuenta con la dignidad de persona; no es únicamente algo, sino alguien. Tiene el poder de conocerse, de tenerse y de entregarse con libertad e ingresar en comunión con otros individuos; y es convocado, por la gracia, a una unión con su Creador, a brindarle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede otorgar por él. (Catecismo de la Iglesia Católica, 357)
El Dios de nuestra creencia no es un ser distante, que observa impasible la fortuna de los hombres. Es un Padre que adora con pasión a sus hijos, Un Dios Creador que se rebosa en cariño por sus seres. Y otorga al hombre la gran prerrogativa de poder adorar, trasponiendo así lo pasajero y lo temporal.
Las existencias humanas, que son sagradas, ya que provienen de Dios, no pueden tratarse como sencillas cosas, como cifras de una estadística. Al meditar la realidad honda de la vida, se evaden del corazón humano sus cariños más nobles. ¡Con qué adoración, con qué cariño, con qué paciencia eterna, contemplan los padres a sus hijos antes inclusive de que lleguen al mundo!
¿Y acaso no existe por igual la benevolencia inagotable, el interés por lo concreto, o la paciencia de juicio, el teólogo que desmigaja el sentido de la palabra divina sobre la vida humana? ¿O no es igualmente espera deseada, poder de intuición, viveza de ingenio, la del médico que receta los remedios más modernos para impedir el riesgo de un padecimiento congénito, que pone quizá en peligro la existencia de la criatura aún sin nacer? (Discursos Universitarios: El compromiso de la verdad)
La Creación del Hombre: ¿Para qué ha sido Creado el Hombre?
Dios formó todo para el hombre (cf. GS 12,1; 24,3; 39,1), pero el hombre fue formado para servir y adorar a Dios y para brindarle toda la creación: «¿Cuál es, pues, la criatura que va a llegar a la existencia circundado de parecida consideración? Es el hombre, grandiosa y espléndida figura viviente, más valioso a los ojos de Dios que la creación íntegra.
Es el hombre, para él hay el cielo y la tierra y el mar y toda la creación, y Dios ha otorgado tanta relevancia a su redención que no ha absuelto a su Hijo unigénito por él. Ya que Dios no ha dejado de hacer todo lo viable para que el hombre ascendiera hasta él y se sentara a su diestra» (San Juan Crisóstomo, Sermones in Genesim, 2,1: PG 54, 587D – 588A). (Catecismo de la Iglesia Católica, 358)
¿Qué Tienen en Común todos los Hombres? ¿Qué nos Une? ¿Por qué Somos Distintos del Resto de Seres?
A causas de la comunidad de origen, la especie humana conforma una unidad. Ya que Dios «creó […] de un solo inicio, todo la estirpe humana» (Hch 17,26; cf. Tb 8,6): «Estupenda visión que nos hace observar al género humano en la unidad de su principio en Dios […]; en la unidad de su esencia, constituida de igual forma en todos de un cuerpo material y de un alma espiritual.
En la unidad de su meta inmediata y de su cometido en el mundo; en la unidad de su domicilio: la tierra, cuyas posesiones todos los hombres, por privilegio natural, pueden emplear para sustentar y desarrollar la vida; en la unidad de su meta sobrehumana.
Dios mismo por quien todos deben interesarse; en la unidad de los medios para lograr este fin; […] en la unidad de su Salvación realizada para todos por Cristo (Pío XII, Enc. Summi Pontificatus, 3; cf. Concilio Vaticano II, Nostra aetate, 1). (Catecismo de la Iglesia Católica, 360)
«Esta ley de fraternidad humana y de compasión (ibíd.), sin descartar la abundante variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos afirma que todos los hombres son realmente hermanos. (Catecismo de la Iglesia Católica, 361)
El Verbo ha consentido asumir una esencia humana plena y bendecir la tierra con su presencia y con la obra de sus manos. La gran misión que nos fue otorgada, en el Bautismo, es la corredención. Nos apremia la compasión de Cristo, para llevar sobre nuestros hombros una fracción de esa faena divina de recuperar las almas. (Es Cristo que pasa, 120)
¿El Ser Humano es un Cuerpo con un Alma, o un Alma con un Cuerpo? ¿o Nada de Eso?
La persona humana, formada a imagen de Dios, es una criatura a la vez corporal y espiritual. La referencia bíblica manifiesta esta realidad con un estilo simbólico cuando asegura que «Dios creó al hombre con polvo del suelo y sopló en sus narices un hálito de vida y surgió el hombre un ser vivo» (Gn 2,7). Por ende, el hombre en su plenitud es adorado por Dios. (Catecismo de la Iglesia Católica, 362)
La Creación del Hombre: ¿Qué es el Cuerpo? ¿El Cuerpo es Malo?
El cuerpo del hombre es parte de la honra de la «imagen de Dios»: es cuerpo humano justamente porque está alentado por el alma espiritual, y es todo el individuo humano la que está dedicado a ser, en el Cuerpo de Cristo, el santuario del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):
«Unidad en cuerpo y alma, el hombre, por su mera condición corporal, congrega en sí los componentes del mundo material, de tal manera que, mediante él, éstos logran su cima y alzan la voz para el libre elogio del Creador.
Por lo tanto, no es permitido al hombre menospreciar la vida corporal, sino que, al contrario, tiene que estimar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido formado por Dios y que ha de resucitar en el día final» (GS 14,1). (Catecismo de la Iglesia Católica, 364)
¿No sabías que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo, que has recibido de Dios, y que no te pertenece? (1 Cor 6, 19). ¡En cuántas ocasiones, frente a la imagen de la Virgen Santa, de la Madre del Amor Hermoso, respondes con una afirmación jubilosa a la interrogante del Apóstol!: Sí, lo conocemos y deseamos vivirlo con tu ayuda vigorosa, oh Virgen Madre de Dios.
La plegaria contemplativa emergerá en ustedes cada vez que mediten con esta realidad maravillosa: algo tan material como mi cuerpo ha sido escogido por el Espíritu Santo para erigir su morada…, ya no me pertenezco…, mi cuerpo y mi alma mi ser íntegro son de Dios…
Y esta plegaria será abundante en resultados prácticos, procedentes del gran resultado que el mismo Apóstol plantea: glorifiquen a Dios en su cuerpo (1 Cor 6, 20) (Conversaciones, 121) ¡Si conocieras lo que vales!… Es San Pablo quien te lo señala: has sido adquirido «pretio magno», a gran precio. Y después te indica: «glorificate et portate Deum in corpore vestro», glorifica a Dios y llévalo en tu cuerpo. (Camino, 135)
¿Qué es el Alma? ¿Para qué Sirve? ¿De Dónde Viene?
Con frecuencia, el vocablo alma significa en la Sagrada Escritura la existencia humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero significa igualmente lo que hay de más personal en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más mérito en él (cf. Mt 10,28; 2M 6,30), aquello por lo que es específicamente imagen de Dios: «alma» designa el principio espiritual en el hombre. (Catecismo de la Iglesia Católica, 363)
La alianza del alma y del cuerpo es tan honda que se debe estimar al alma como la «forma» del cuerpo (cf. Concilio de Vienne, año 1312, DS 902); esto es, gracias al alma espiritual, la materia que compone el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos esencias unidas, sino que su alianza conforma una única esencia. (Catecismo de la Iglesia Católica, 365)
La Iglesia ha enseñado que cada alma espiritual es formada de modo directo por Dios (cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8), no es «engendrada» por los padres, y que es imperecedera (cf. Concilio de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se disocia del cuerpo en el fallecimiento, y se unificará nuevamente al cuerpo en la resurrección última. (Catecismo de la Iglesia Católica, 366)
Esta es la intención de Dios, tu consagración… Que conozca cada uno de ustedes como emplear su cuerpo santa y honradamente, no cediendo a las pasiones, como acostumbran los paganos, que no saben de Dios. Pertenecemos íntegramente a Dios, en alma y cuerpo, en carne y huesos, con los sentidos y con las capacidades.
Ruéguenle con confianza: ¡Jesús, cuida nuestro corazón!, un corazón inmenso, vigoroso y tierno y cariñoso y delicado, colmado de compasión para Ti, para ocuparse de todas las almas. Nuestro cuerpo es sagrado, santuario de Dios, especifica San Pablo. (Amigos de Dios 177)
Origen del Hombre
El origen o creación del hombre según la ciencia o antropogénesis, en alusión al origen o inicio del género humano del presente, nos refiere a dos panoramas bastante diferentes. Ancestralmente y a través de gran parte de la historia humana, la óptica mítica y religiosa, la antropogonía, fue la más admitida, no obstante carecer de evidencias físicas, y la cual imagina, en general, el origen humano como un acto de voluntad divina.
No obstante, merced al progreso científico se produjo un cambio de perspectiva y hoy día el punto de vista universalmente admitido es la visión científica que coloca al género humano como uno más en la evolución biológica de los organismos terrestres, aunque los pormenores de este origen y evolución son motivo de estudio e investigación continua de la multiplicidad de disciplinas científicas involucradas.
Origen del Hombre desde el Punto de Vista Científico
El origen humano, desde la perspectiva científica, es de interés para numerosas especialidades: biología, biología evolutiva, genética, antropología física, paleontología, estratigrafía, geocronología, arqueología, antropología, historia y lingüística.
Lamarckismo o Herencia de los Caracteres Adquiridos
A pesar de que ya fue descartada científicamente, la hipótesis del naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck, llamada como lamarckismo, fue la teoría inicial de la evolución biológica. Es divulgada en su texto de 1809 Philosophie zoologique y se conoce igualmente como teoría de la herencia de los rasgos adquiridos.
Fue rebatida cuando a inicios del siglo XX la enunciación de la Barrera Weismann demostró la imposibilidad de movimiento de información hereditaria de las células de cuerpo a los genes: esto es, los rasgos desarrollados por el individuo a través de su existencia no se transmiten a los genes.
Teoría de la Evolución por Selección Natural de Darwin
La perspectiva científica del origen del hombre tiene su hito de mayor relevancia en la obra del investigador inglés Charles Darwin que coloca a la especie humana del presente (Homo sapiens sapiens) en el marco de la evolución biológica de la selección natural y la selección sexual.
El Origen del Hombre
El Origen del Hombre de 1871 (The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex) es la segunda publicación acerca de la teoría de la evolución de Darwin. Tras su texto de 1859, El Origen de las Especies redactó El Origen del Hombre, en el cual adapta la hipótesis de la evolución de la selección natural a la evolución humana colocando particular énfasis en la relevancia de la selección sexual.
Sumado a ello el libro aborda numerosos otros aspectos acerca de psicología evolutiva, ética evolutiva, distinciones entre las diversas razas de seres humanos así como el papel preponderante de la mujer en la escogencia de compañeros para aparearse. Al finalizar el libro nos señala cual es la primordial conclusión en lo relativo al origen del hombre:
«La primordial conclusión a la que aquí se ha arribado, y que en la actualidad es apoyada por numerosos naturalistas que están bien calificados para formarse un juicio razonable, es que el hombre ha descendido de alguna forma elevadamente menos organizada.
Las bases sobre las que está basada esta conclusión jamás se podrán estremecer, dada la estrecha similitud entre el hombre y los animales inferiores en la evolución embrionaria, así como en incontables puntos de estructura y conformación, tanto de relevancia grande como menuda son hechos incuestionables».
Síntesis Evolutiva Moderna
La síntesis de la evolución moderna, teoría sintética o neodarwinismo procura la unificación de la teoría evolutiva de las especies por selección natural de Charles Darwin, la teoría genética de Gregor Mendel como fundamento de la herencia biológica, la mutación genética fortuita como origen de variación y la genética de poblaciones matemática.
Entre las figuras de relevancia en el desarrollo de la síntesis moderna están incluidos: Thomas Hunt Morgan, R. A. Fisher, Theodosius Dobzhansky, J. B. S. Haldane, Sewall Wright, William Donald Hamilton, Cyril Darlington, Julian Huxley, Ernst Mayr, George Gaylord Simpson y G. Ledyard Stebbins.
Origen del Hombre desde el Mito y la Religión
Las diferentes culturas y civilizaciones han brindado distintos relatos de naturaleza mítica y religioso acerca de la creación y el origen del hombre. Se llama antropogonía a la narración de carácter mágico y religioso acerca de su origen, su formación o surgimiento y por extensión de la humanidad y su cultura.
La Creación del Hombre: Ciencia, Mito y Religión
Para los estudiosos, la perspectiva científica acerca del origen del hombre no es dispar con la versión religiosa ya que incumbirían a campos del saber diferentes. De manera que, para los defensores de la primacía del punto de vista religioso, asegurar que el ser humano cuenta con un origen divino no necesariamente se equipara a asegurar que no hay consideraciones biológicas, indicando que la biología es una ciencia y, por ende, no procura ni puede juzgar sobre asuntos metafísicos.
Otros autores consideran que el hombre cuenta con un exclusivo razonamiento científico antagónico con una explicación religiosa que se colocaría, de acuerdo a ellos, en el campo del mito, la antropología y, particularmente de la antropología de la religión. Los budistas de la modernidad como el Dalái Lama no desean conflictos entre el budismo y la ciencia y estiman que son formas complementarias de comprender el mundo que nos rodea.
Mito Texcocano de la Creación del Hombre
Fray Gerónimo de Mendieta, en el tomo segundo de su «Historia Eclesiástica Indiana», registra una insólita e interesante narración de la zona de Texcoco, México sobre la creación del hombre. Parece que este mito en un principio procedía de un códice que le fue presentado a fray Andrés de Olmos, uno de los religiosos y evangelizadores más sobresalientes a través del periodo colonial temprano. Señala Mendieta:
«Los de Tezcuco representaron después en pintura otra forma de la creación del primer hombre, muy distinta a lo que antes por palabra habían indicado a un alumno del padre Fr. Andrés de Olmos, denominado D. Lorenzo, aludiendo que sus pasados habían llegado de aquella tierra donde descendieron los dioses (según arriba se señalo) y de aquella caverna de Chicomoztoc».
«Y lo que luego en pintura exhibieron y participaron al susodicho Fr. Andrés de Olmos, fue que el primer hombre de quien ellos provenían tuvo su nacimiento en tierra de Aculma, que se encuentra en término de Tezcuco dos leguas, y de México cinco, algo más, en este modo».
«Indican que encontrándose el sol a la hora de las nueve, lanzó una flecha en el citado término e hizo un agujero, del cual emergió un hombre, que fue el inicial, no poseyendo más cuerpo que de los sobacos arriba, y que tras salió de allí la mujer íntegra; y consultados cómo había concebido aquel hombre, pues él no tenía cuerpo completo, exclamaron un disparate y suciedad que no es para decirlo aquí».
«…y que aquel hombre se llamaba Aculmaitl, y que de aquí tomó nombre el poblado que se dice Aculma, ya que aculli significa hombro, y maitl mano o brazo, como cosa que no contaba con más que hombros y brazos… (Mendieta, 1997, I, pp. 186-187).
La censura del cura Mendieta nos deja perplejos sobre el modo en que pudo concebir este primer hombre, que era puro hombros y brazos, con la primera mujer que sí tenía cuerpo completo.
Por fortuna, un relato muy parecido se halla en un escrito en lengua francesa denominado «Histoire du Mechique», obtenido de la traducción de un documento original en español y cuya autoría ha sugerido variadas opiniones a favor o en contra alrededor del mismo fray Andrés de Olmos. La versión al español señala así (según cita la edición de Rafael Tena, 2002, p. 125):
«Tetzcoco es una ciudad importante ubicada a ocho leguas de la de México así por agua como por tierra, de la que, los que al presente la habitan, aseguran haber sido ellos y sus antecesores los fundadores iniciales del modo siguiente. Un día, muy temprano fue arrojada una saeta desde el cielo, la cual descendió en un sitio denominado Tezcalco, que hoy es un pueblo, y del agujero [hecho por] la saeta surgió un hombre y una mujer».
«El hombre se llamaba Tzontecómatl, lo que significa, “Cabeza”, y [asimismo] Tlotli, significa “Gavilán”; y la mujer se llamaba Tzonpachtli, “Cabellos de cierto pasto”. De esa manera, el susodicho hombre no poseía más cuerpo que de los sobacos arriba, e igualmente la mujer; y él concebía introduciendo su lengua en la boca de la mujer. No andaban sino a saltos, como las urracas y los gorriones».
«El hombre elaboró, entonces, un arco y flechas, con los que lanzaba a las aves en vuelo, y si acaso no derribaba el ave a la que lanzaba, la saeta caía sobre algún conejo u otro animal, el cual ellos comían crudo, ya que aún no tenían el uso del fuego y con las pieles se ataviaban…»
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