Unos dicen que la Iglesia Católica es la única Iglesia que fundó el mismísimo Dios, otros señalan que se origina desde Jesucristo hasta nuestro tiempo o que fue formada de modo directo por San Pedro como primer Papa. Entonces ¿Quién fundó la Iglesia Católica? Para conseguir la respuesta definitiva a esta pregunta te invitamos a leer en profundidad este artículo.
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¿Quién Fundó la Iglesia?
Ciertamente, la Iglesia Católica es la única que Jesús fundó sobre el Apóstol Pedro, y que permanecerá mientras perdure el mundo. La única que cuenta con 2.000 años de antigüedad y la única que cuenta con la plenitud de recursos para la salvación legados por Jesucristo. Jesús no encomendó ni dio permiso a nadie más que a Pedro para ser piedra de sostén para su Iglesia. Por ende, cada uno de los fundadores de iglesias que surgieron a posteriori, transgreden la expresa voluntad de Jesús.
Jesús le señalo a Pedro: «Y en este momento Yo he de decirte que tú eres Pedro -esto es, Piedra- y encima de esta piedra levantaré mi Iglesia y los poderes infernales no la podrán derrotar» (Mt. 16, 18). Y Pedro se encuentra hoy representado por el Papa, Pastor de la Iglesia universal.
Jesús expresó: «Yo me hallo a su lado todos los días hasta finalizar el mundo» Mt. 28, 20. Y la presencia de Jesús ha conservado y guardado hasta la actualidad toda su integridad únicamente en la Iglesia Católica, puesto que es la única que ha permanecido de forma ininterrumpida desde su creación hasta hoy en día. Solo ella ha sido propósito de esta presencia de Jesús desde su principio hasta hoy.
Dicho de otra manera: ¿Dónde se encontraban los evangélicos en el año 100, en el año 1000, o en el año 1400? Ellos no tenían vida. ¿Cómo se puede explicar que se digan portadores de esta presencia de Jesús por 1400 años, si no fue sino hasta el siglo XVI que ellos aparecieron?
La Iglesia Católica es la única que a partir de su creación hasta hoy, 2.000 años, no exhibe vacío alguno en su continuidad. Son dos millares de años de historia, de vida, de presencia de Jesús entre nosotros. ¿Hay otra Iglesia que puede contar una historia así?
El Reino de Dios, no una Iglesia
Se dice por otro lado que Jesús no fundó iglesia alguna, ni tampoco usó en alguna ocasión el término “iglesia”, (del griego “ekklesía”, que quiere decir “asamblea”). Nunca tuvo la intención de funda institución alguna o iglesia.
Eso si, encabezó un movimiento grupal de hombres y mujeres que anunciaban la venida del Reino de Dios: una sociedad de relaciones honestas y equitativas, en la cual los pobres dejaban su pobreza, un mundo donde las mujeres era incluidas y se cuidaba y curaba a los enfermos.
Fue tras muchos años de la muerte de Jesús, que Pablo convirtió al movimiento de Jesús, un movimiento campesino y judío, en una religión urbana con posibilidad de hacerse “universal” y de interesas a pueblos tan disimiles al del judío Jesús de Nazaret.
Por ello, se puede asegurar que quien favoreció la “fundación” de la iglesia fue Pablo, al ser el organizador del movimiento de Jesús con aspectos doctrinales y hábitos que le posibilitarían atraer a los “gentiles” que poblaban el enorme imperio romano.
El Ministerio Público de Jesucristo
El ministerio público de Jesucristo, el cual se entiende como el servicio a la obra de Dios, marca el inicio de la historia de la Iglesia católica. Jesús lo llevó adelante a través de su existencia y sermón en el siglo I en la región romana de Judea. La Iglesia católica actual sustenta que, con dicho ministerio, ella es la continuación de la comunidad cristiana inicial que Jesús estableció.
Sus obispos son los herederos de los Apóstoles de Jesús, y el obispo de Roma, igualmente llamado Papa, es el auténtico sustituto de San Pedro, quien fue designado por Jesucristo para encabezar la iglesia en el Nuevo Testamento y cuyo servicio ejerció en Roma.
Al finalizar el siglo II, los obispos dieron inicio a reuniones en los sínodos regionales para solucionar asuntos doctrinales y políticos. Durante el siglo III, el obispo de Roma empezó a obrar como una corte de apelaciones para los asuntos que otros obispos no podían solucionar.
El cristianismo se propagó por todo el imperio romano de los primeros tiempos, pese al hostigamiento producto de los pugnas con la doctrina del estado pagano. En el año 313, las peleas de la iglesia originaria se vieron reducidas por la legitimación del cristianismo por parte del emperador Constantino I.
En el 380, cuando regía el emperador Teodosio I, el cristianismo devino en la religión autorizada por el Imperio romano gracias a un decreto imperial, y permanecería así hasta el ocaso del Imperio de Occidente, y más adelante, con el Imperio romano de Oriente, hasta ocurrir la caída de Constantinopla.
En todo ese tiempo (el lapso de los Siete Concilios Ecuménicos) no fueron considerados cinco patriarcados (territorios dentro de la Iglesia católica) de acuerdo a Eusebio: Roma, Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría, al cual se conoció como el Pentarquía.
Tras la devastación del Imperio romano de Occidente, la Iglesia en Occidente se mantuvo como un factor de relevancia para que la civilización clásica fuese preservada, mediante el establecimiento de monasterios y el envío de misioneros para la conversión de los pueblos del norte de Europa.
En Oriente, el Imperio de Bizancio mantiene la ortodoxia, aún mucho tiempo después de las grandes invasiones del Islam a mediados del siglo VII. Tres de los cinco patriarcados fueron devastados al ser invadidos por el Islam: primeramente fue la toma de Jerusalén, luego Alejandría y, por último, al mediar del siglo VIII, Antioquía.
Todo el lapso comprendido en las siguientes cinco centurias fue dominado por la contienda entre el cristianismo y el Islam en toda la región mediterránea. Las batallas de Poitiers, y Toulouse mantienen al Occidente católico, pese a que la misma Roma fue devastada en 850, y Constantinopla fue sitiada.
Para el siglo XI, cuando se encontraban bajo enorme tensión las relaciones entre la Iglesia griega, primordialmente en el Este, y la iglesia latina en Occidente, se produjo el Cisma de Oriente y Occidente, en parte ocasionado por las pugnas por la autoridad papal. Gracias a la cuarta cruzada, y al asalto de los cruzados desertores a Constantinopla se hizo evidente la ruptura definitiva.
Para el siglo XVI, en reacción a la Reforma protestante, la Iglesia se enfrenta a un proceso de revisión trascendental y renovación al cual se denominó la Contrarreforma. En los siglos siguientes, el catolicismo se propagó ampliamente en todo el globo pese a ver disminuido su dominio sobre las poblaciones europeas, a causa del auge del protestantismo y asimismo por el escepticismo religioso durante y luego de la Ilustración.
No fue sino hasta los años 60 del siglo XX que, mediante el Concilio Vaticano II, fueron incorporados los cambios de mayor significancia en las prácticas católicas desde el Concilio de Trento, el cual tuvo lugar tres siglos atrás.
Etapas del Desarrollo de la Iglesia Católica
Al considerarse a Jesucristo como fundador de la Iglesia Católica, se toma el inicio de su Ministerio Público como punto de arranque de lo que es desde entonces su Iglesia. La historia de la Iglesia Católica corre en paralelo a todo el devenir de la civilización occidental primordialmente y siempre jugó un papel prominente en prácticamente cualquier suceso, ya que la espiritualidad propia de la religión católica está presente en todo individuo que puebla estos territorios.
Inicios de la Iglesia
De acuerdo a la tradición católica, fue Jesucristo quien fundó la iglesia católica. En el Nuevo Testamento aparece registrado lo obrado y enseñado por Jesús, así como su designación de los doce apóstoles y sus indicaciones para que su labor sea continuada. La Iglesia católica habla de la llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles, en un suceso denominado como Pentecostés, con el cual se da lugar al inicio del ministerio público de la Iglesia.
Los católicos han sostenido que fue San Pedro el primer obispo de Roma y que con la consagración de Linus como su sucesor se dio inicio así a la línea jamás interrumpida que nos trae hasta el pontífice de hoy día, el Papa Francisco. Esto es, la Iglesia católica ha mantenido la sucesión apostólica del obispo de Roma, el Papa, el heredero de San Pedro.
En la narración de la Confesión de Pedro que podemos hallar en el Evangelio de Mateo, Cristo elige a Pedro como la «roca» sobre la cual se construirá la iglesia de Cristo. Al tanto que ciertos eruditos aseguran que Pedro fue el primer obispo de Roma, otros señalan que la institución papal no es dependiente de la noción de que Pedro haya sido obispo de Roma o inclusive de que haya permanecido en Roma.
Numerosos estudiosos han sostenido que una estructura eclesial de presbíteros y obispos variados se mantuvo en Roma hasta mediar el siglo II. Entonces fue adoptada la estructura de un único obispo y una corte de presbíteros, y que los autores ulteriores atribuyeron de manera retrospectiva el término «obispo de Roma» a los integrantes más destacados del clero en el lapso previo e igualmente a Pedro mismo.
En base a ello, Oscar Cullmann y Henry Chadwick han debatido acerca de si existió un nexo formal entre Pedro y el papado moderno, y Raymond E. Brown señala que, si bien es equivocado hablar de Pedro como el obispo local en Roma, los cristianos de ese época habrían estimado que Pedro habría desempeñado «tareas que coadyuvarían de manera fundamental al desarrollo de rol papal en la iglesia posterior».
Brown señala que estas tareas «fueron de enorme contribución para considerar al obispo de Roma, al obispo de la ciudad en la cual falleció Pedro, y en la cual Pablo fue testigo de la autenticidad de Cristo, como el heredero de Pedro en defensa de la iglesia universal».
Organización Temprana
La divulgación de ideas novedosas fue facilitada por la situación reinante en el Imperio Romano. La buena distribución en la red de carreteras y vías fluviales facilitaba los desplazamientos, al tanto que la Pax Romana hacia que los viajes de una zona a otra fuesen más seguros.
El gobierno había animado a los pobladores, particularmente a los de las zonas urbanas, a que aprendieran griego, y de esa manera, el lenguaje común hacia factible que las ideas se manifestaran y comprendieran de manera más fácil. Los discípulos de Jesús lograron captar conversos en colectividades judías en las inmediaciones del mar Mediterráneo, y un número superior a 40 comunidades cristianas se habían asentado para el año 100.
A pesar de que la mayor parte de estas se ubicaban dentro del Imperio Romano, igualmente fueron establecidas comunidades cristianas de gran notoriedad en Armenia, Irán y en el litoral indio de Malabar. La nueva doctrina logró más éxitos en las áreas urbanas, divulgándose inicialmente entre los esclavos y los estratos sociales bajos, y más adelante entre las mujeres de la aristocracia
En un inicio, los cristianos continuaron rezando al lado de los creyentes judíos, a los que los estudiosos denominaron como judeocristianos, pero tras los veinte años posteriores al deceso de Jesús, al domingo se empezó a considerar como el más importante día de veneración.
Así como predicadores como Pablo de Tarso iniciaron la conversión de los gentiles, el cristianismo empezó a distanciarse de las prácticas judías para constituirse como una doctrina independiente, no obstante el asunto de Pablo de Tarso y el judaísmo aun es debatido en la actualidad.
Para solventar las discrepancias doctrinales entre los bandos en conflicto, en cierta época cerca del año 50, los apóstoles emplazaron para el concilio inicial de la Iglesia, el Concilio de Jerusalén. Esta asamblea aseguró que los gentiles podrían lograr su conversión al cristianismo sin acogerse totalmente a la ley mosaica.
Las progresivas tensiones llevaron prontamente a una división más acentuada que casi se consumó al negarse los cristianos a ser parte en la rebelión judía de Bar Kokhba del año 132, no obstante, ciertas agrupaciones de cristianas mantuvieron elementos de la práctica judía.
Según ciertos historiadores y estudiosos, la Iglesia cristiana originaria no contaba con una buena organización, lo que conducía al surgimiento de variadas versiones de las convicciones cristianas. En cierta medida para afianzar una mayor congruencia en sus enseñanzas, para fines del siglo II, las colectividades cristianas habían estructurado una jerarquía mejor organizada, con un obispo central que tenía autoridad sobre el clero en su localidad, encaminando al desarrollo del obispado.
La organización eclesial empezó a emular a la del Imperio; los obispos en ciudades de cierta relevancia política desempeñaban una mayor autoridad sobre los obispos de localidades próximas. Las iglesias de Antioquía, Alejandría y Roma vinieron a ocupar las posiciones más elevadas.
Desde el siglo II, los obispos se congregaban frecuentemente en sínodos regionales para solventar temáticas doctrinales y políticas. Duffy asegura que en el siglo III, el obispo de Roma empezó a funcionar como una corte de apelaciones para asuntos que otros obispos no pudieron solucionar.
La doctrina fue perfeccionándose mucho más merced a una sucesión de teólogos de influencia, denominados de modo colectivo como los padres de la Iglesia. A partir del año 100 en adelante, los sacerdotes apostólicos como Ignacio de Antioquía e Ireneo de Lyon llegaron a definir la enseñanza católica en contraste al gnosticismo y otras tendencias.
En los siglos iniciales de su existencia, la Iglesia conformó sus enseñanzas y tradiciones en una unidad sistemática bajo el influjo de los padres defensores del cristianismo como el Papa Clemente I, Justino Mártir y Agustín de Hipona.
Persecuciones
En contraste a la mayor parte de las religiones en el Imperio romano, el cristianismo demanda de sus adeptos la renuncia a todas las otras deidades, una práctica igualmente acogida por el judaísmo.
Al negarse los cristianos a ser parte de las festividades paganas se excluían de participar en gran parte de la vida pública, lo que ocasionó que los no cristianos, incluida la oficialidad gubernamental, temiesen que aquellos fuesen a enojar a los dioses y que con ello amenazasen la paz y la prosperidad del Imperio.
Sumado a ello, la familiaridad propia de la sociedad cristiana y el secretismo sobre sus actividades religiosas produjeron rumores de que los cristianos practicaban el incesto y el canibalismo. Las persecuciones producto de ello, a pesar de que eran por lo general locales y eventuales, fueron un aspecto definitorio de la autocomprensión cristiana hasta que el cristianismo fue legitimado en el siglo IV.
Una sucesión de persecuciones a los cristianos provenientes ahora desde los centros de poder emergieron a fines del siglo III, cuando los emperadores dictaminaron que la crisis militar, política y económica del Imperio fue causada por la ira divina. Fue dada la orden de que todos los pobladores deberían ofrendar sacrificios o serían castigados. Los judíos fueron exceptuados con la condición de que pagasen el Impuesto judío.
Se estima que fueron ejecutados de unos pocos centenares a unos 50.000 cristianos. Gran número de ellos se vio obligado a huir o a renunciar a sus creencias. Existen desacuerdos sobre el rol que, de ser el caso, estos apóstatas desempeñaron al conducir a la Iglesia a los cismas del Donatismo y el Novacianismo.
Pese a estas persecuciones, los empeños de evangelización se mantuvieron, lo cual condujo al Edicto de Milán, por medio del cual se legitimó al cristianismo en el año 313. En el año 380, el cristianismo se transformó en la religión oficial del Imperio romano. El filósofo religioso Simone Weil señalo: «En los tiempos de Constantino, el estado de expectativa apocalíptica debe haberse visto bastante disminuido.
La inminente llegada de Cristo y la expectativa por los Días Finales constituyeron un enorme peligro social. A lo que hay que agregarle, el espíritu de la vieja ley, que tan ampliamente separada de todo el misticismo, no era muy distinta del mismo espíritu romano. Roma podría haber llegado a un acuerdo con Jehová».
¿Quién Fundó la Iglesia? Antigüedad Tardía
Al Constantino devenir en emperador del Imperio Romano de Occidente en el año 312, consideró que debía su triunfo al Dios cristiano. Gran parte de los soldados en su ejército eran cristianos, y su ejército era el sustento de su poder. Junto a Licinio, (Emperador Romano de Oriente), acordó el Edicto de Milán, que permitió la práctica de todas las religiones en el imperio.
El edicto fue de escaso impacto en las posturas de las personas. Las nuevas leyes fueron ajustadas para contemplar ciertas creencias y prácticas cristianas. El más grande efecto que tuvo Constantino sobre el cristianismo fue su patrocinio.
Otorgó grandes donaciones de tierras y dinero a la Iglesia, así como ofreció exenciones fiscales y estatus legales especiales al personal y bienes de la Iglesia. Estos obsequios y los que vinieron después se combinaron para convertir a la Iglesia en el más grande terrateniente de Occidente en el siglo VI.
Gran parte de estos obsequios fueron financiados mediante rigurosos impuestos a los cultos paganos. Ciertos cultos paganos fueron obligados a desaparecer ante la falta de fondos. Al suceder esto la Iglesia asumió el rol previo de dichos cultos en la atención de los pobres. Como señal de su cada vez mayor posicionamiento dentro del Imperio, los clérigos empezaron a ataviarse al estilo de los reyes incluyéndose hasta una capa ceremonial. Hechos 8: 9-21
A través del reinado de Constantino, casi la mitad de quienes se identificaban como cristianos no se adhirieron a la corriente principal de la fe. Constantino tenía temor de que la desunión no agradase a Dios y trajese problemas al imperio, lo que le llevó a tomar disposiciones militares y judiciales para suprimir algunas sectas. Para soluciones otras disputas, Constantino empezó a convocar concilios ecuménicos para precisar las interpretaciones vinculantes de la doctrina de la Iglesia.
Las resoluciones aprobadas en el Concilio de Nicea del año 325 sobre de la divinidad de Cristo condujeron a un cisma; la religión resultante de ello, el Arrianismo de desarrolló fuera del Imperio romano. Para diferenciarse parcialmente de los arrianos, la veneración católica a María se hizo más preponderante, lo cual llevo a nuevos cismas.
En el año 380, la corriente principal del cristianismo, que se oponía al arrianismo, devino en la religión oficial del Imperio romano. El cristianismo se asoció más profundamente con el Imperio, lo cual provocó la persecución de los cristianos que vivían fuera del imperio ya que sus gobernantes se hallaban temerosos de que tales cristianos se rebelaran en favor del emperador.
En el año 385, este nuevo poder legal de la Iglesia produjo el primer uso de la pena capital que se proclamaba como un dictamen sobre un cristiano ‘hereje’, de nombre Prisciliano. A través de este lapso, la Biblia, tal y cual nos ha llegado hasta este siglo XXI, se delineó primeramente de manera oficial en Concilios de la Iglesia o Sínodos mediante el proceso de ‘canonización’ formal. Previo a estos Consejos o Sínodos, la Biblia ya había logrado una forma muy similar a la de hoy día.
De acuerdo a ciertas versiones, en el año 382 el Concilio de Roma fue quien primeramente reconoció de forma oficial el canon bíblico, el cual enumera los libros admitidos dentro del Antiguo y Nuevo Testamento, y en el 391 se realizó la traducción latina de la Vulgata de la Biblia.
Otras fuentes señalan que fue en el Concilio de Cartago del 397 donde se finalizó el canon bíblico tal y como se le conoce actualmente. El Concilio de Éfeso en 431 dejó en claro la naturaleza de la encarnación de Jesús, proclamando que él era a la vez plenamente hombre y plenamente Dios.
Luego de 20 años, el Concilio de Calcedonia fortaleció la primacía papal romana lo cual sumó al proceso de descomposición continua en los vínculos de Roma y Constantinopla, sede de la Iglesia de Oriente. Igualmente surgieron los desacuerdos Monofisitas acerca de la naturaleza precisa de la encarnación de Jesús, que condujo a que la primera de las varias Iglesias Ortodoxas Orientales rompiera nexos con la Iglesia católica.
Edad Media
Alta Edad Media
En el año 476, tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la religión católica a la hora de convertir a las tribus bárbaras entró en competencia con el arrianismo. En el año 496 la conversión de Clodoveo I, quien regia a los francos paganos, marcó el inicio de un continuo incremento de la fe en Occidente.
En el 530, San Benito redactó su libro «Regla de san Benito» como un documento práctico para la vida monástica. Su mensaje se propagó a los monasterios de todo el continente europeo. Los monasterios se transformaron en los primordiales núcleos de la civilización, la conservación del arte y las destrezas artísticas, preservando la cultura intelectual dentro de sus escuelas, espacios de escritura y bibliotecas.
Operaban como centros de agricultura, economía y producción, así como igualmente como un faro para la vida espiritual. A través de esta etapa, los visigodos y lombardos desplazaron su fe del arrianismo al catolicismo. El Papa Gregorio Magno desempeñó un rol fundamental en estas conversiones y reformó de manera radical las estructuras eclesiásticas y administrativas que posteriormente relanzó en esfuerzos misioneros renovados.
Misioneros como Agustín de Canterbury, quien fue remitido por Roma para comenzar la conversión de los anglosajones, y, llegando de otros rumbos con la misión Hiberno-escocesa, los santos Columbano, Bonifacio, Willibrord, Ansgar y numerosos otros llevaron el cristianismo al norte de Europa expandiendo el catolicismo entre los pueblos germanos y eslavos, y llegando hasta los vikingos y otros pueblos escandinavos en siglos posteriores.
El Sínodo de Whitby de 664, pese a que no fue tan definitorio como algunos señalan, se constituyó en un momento relevante en la reincorporación de la Iglesia Celta de las Islas Británicas a la jerarquía romana, luego de haber sido roto todo contacto con Roma por parte de los ocupantes paganos.
Al iniciarse el siglo VIII, el periodo iconoclasista Bizantino devino en una trascendental fuente de pugnas entre las facciones de Oriente y Occidente de la Iglesia. Los Emperadores bizantinos proscribieron la creación y veneración de imágenes religiosas como si con ellas se violasen los Diez Mandamientos. Otras importantes religiones en el Oriente como el judaísmo y el islam detentaban prohibiciones semejantes.
El Papa Gregorio III se mostraba encendidamente en desacuerdo con ellas. La nueva Emperatriz Irene, al mostrar su apoyo al Papa, convocó un concilio ecuménico. En 787, los padres del Segundo Concilio de Nicea «calurosamente recibieron a los delegados papales y su mensaje». Como conclusión, los 300 obispos, que fueron encabezados por los representantes del Papa Adriano I «adoptaron la doctrina papal», a favor de los iconos.
Con la coronación de Carlomagno por parte del Papa León III en el año 800, su nueva designación como Patricio Romanorum, y la entrega de las llaves del Sepulcro de San Pedro, el papado había logrado un nuevo protector en Occidente.
De cierta manera esto liberó a los pontífices del dominio imperial de Constantinopla, pero igualmente esto condujo a un nuevo cisma, ya que los emperadores y los patriarcas de Constantinopla se consideraban a sí mismos como los auténticos descendientes del Imperio romano que databa a los comienzos de la Iglesia.
El Papa Nicolás I se rehusó a reconocer al patriarca Focio de Constantinopla, quien a su vez había señalado al Papa como hereje, ya que el mantenía el «Filioque» como parte del credo, el cual hacía alusión al Espíritu Santo que procede de Dios el Padre y el Hijo.
El papado se vio fortalecido gracias a esta nueva alianza, que en el largo plazo originó un nuevo inconveniente para los Papas, cuando en la Controversia de las Investiduras, los emperadores sucesores serian los encargados de nombrar obispos e inclusive los futuros Papas. Tras la desintegración del Imperio Carolingio y las reiteradas incursiones de las fuerzas islámicas en Italia, el papado, sin protección alguna, ingresó a una etapa de mayor fragilidad.
Baja Edad Media
La Reforma Cluníaca de monasterios que tuvo sus inicios en el año 910 colocaba a los abades bajo el dominio directo del Papa en vez del control secular de los señores feudales, suprimiendo así una relevante fuente de corrupción. Esto dio inicio a una gran renovación monástica. Los monasterios, conventos y catedrales continuarían gestionando casi todas las escuelas y bibliotecas, y en muchas ocasiones funcionarían como instituciones de crédito para la promoción del crecimiento económico.
Luego del año 1100, ciertas escuelas catedralicias antiguas se separaron en escuelas de gramática inferiores y escuelas superiores para la enseñanza avanzada. Primero en Bolonia, después en París y Oxford, gran parte de estas escuelas superiores devinieron en universidades y se constituyeron en los antecesores directos de las institutos occidentales de enseñanza de la actualidad. Fue allí el lugar en el cual los teólogos notables laboraron para explicar el nexo entre la experiencia humana y la fe.
El más notorio de estos teólogos fue Tomás de Aquino, quien redactó «Summa Theologica», un logro intelectual esencial en su compendio del pensamiento aristotélico y el Evangelio. Los aportes monásticos a la sociedad occidental incluyen la enseñanza de la metalurgia, la incorporación de nuevos cultivos, la creación de la notación musical y el desarrollo y preservación de la literatura.
A través del siglo XI, el Cisma Oriente-Occidente separó de forma permanente al cristianismo. Emergió por una disputa acerca de si Constantinopla o Roma contaban con jurisdicción sobre la iglesia en Sicilia lo cual condujo a reciprocas excomuniones en 1054. La rama occidental (Latina) del cristianismo fue a partir de entonces conocida como la Iglesia católica, al tanto que la rama oriental (griega) se llego a conocer como la Iglesia ortodoxa.
El Segundo Concilio de Lyon (1274) y el Concilio de Florencia (1439), ambos no lograron solucionar el cisma. Ciertas iglesias orientales desde entonces se han congregado con la Iglesia católica, mientas que otras claman jamás haber estado fuera de la comunión con el Papa. De forma oficial, ambas iglesias permanecen en cisma, aunque las excomuniones fueron recíprocamente proscritas en 1965.
El siglo XI fue testigo de la Controversia de las Investiduras entre el Emperador y el Papa acerca del derecho de realizar las designaciones eclesiales, la cual fue la fase inicial de mayor relevancia de la pugna entre Iglesia y Estado en la Europa medieval.
El Papado gana la partida inicial, pero así como los italianos comenzaron a separarse entre güelfos y gibelinos en facciones que frecuentemente fueron pasadas entre generaciones o Estados hasta finalizar la Edad Media, la disputa fue paulatinamente debilitando al papado, lo cual no fue mayor cosa por haber incursionado en política.
La Iglesia igualmente quiso controlar, o establecer un precio para la mayor parte de los matrimonios entre los poderosos al prohibir, en el año 1059, los casamientos que involucraban consanguinidad (parientes de sangre) y la afinidad (parientes por matrimonio) hasta el séptimo grado de relación.
Bajo estas condiciones, casi todos los grandes matrimonios habrían de requerir una dispensa. Las normas fueron flexibilizadas hasta el cuarto grado en 1215 (hoy en día únicamente el primer grado está proscrito por la Iglesia, un hombre no puede contraer matrimonio con su hijastra, por ejemplo).
La Primera Cruzada fue lanzada por el Papa Urbano II en 1095, al recibir un pedido del Emperador Bizantino Alejo I para ayudar a contener una invasión turca. Urbano igualmente creo que una cruzada podría ser de ayuda para una reconciliación con el cristianismo oriental. Impelido por los reportes de las barbaridades musulmanes contra los cristianos, se dio inicio en 1096 a una sucesión de campañas militares a las cuales se conoció como Cruzadas.
Fueron diseñadas para retornar la Tierra Santa al dominio cristiano. El propósito no se consumó de modo permanente, por lo que los hechos atroces en los que incurrieron los ejércitos de ambos bandos dejó un legado de desconfianza reciproca entre musulmanes y cristianos de Oriente y Occidente.
El asalto a Constantinopla durante la Cuarta Cruzada dejó un amargo sabor a los cristianos orientales, pese al hecho de que el Papa Inocencio III había de manera expresa prohibido cualquier ataque. En el año 2001, el Papa Juan Pablo II ofreció disculpas a los cristianos ortodoxos por los pecados de los católicos, entre los que se incluía el saqueo de Constantinopla de 1204.
Dos nuevas estilos arquitectónicos emergieron de la Iglesia de esta época. El estilo románico temprano mezcla muros masivas, arcos redondeados y techos de mampostería. Para compensar la falta de enormes ventanas, sus interiores estaban vivamente pintados con escenas de la Biblia y de la vida de los santos.
Más adelante, la Basílica de Saint-Denis definió una novedosa tendencia en la construcción de catedrales cuando se utilizó en ella la arquitectura gótica. Este estilo, con sus enormes ventanales y elevados arcos punteados mejoró la iluminación y la armonía geométrica como si hubiese sido diseñada para orientar la mente del predicador a Dios quien «ordena todas las cosas».
En otra serie de eventos, el siglo XII fue testigo de la creación de ocho nuevas órdenes monásticas, gran parte de ellas operando como Sociedades de Caballeros Militares para las Cruzadas. El monje cisterciense Bernardo de Claraval ejerció gran influjo sobre estas nuevas órdenes y produjo reformas con la idea de garantizar la pureza de propósito. Su influencia condujo al Papa Alejandro III a comenzar reformas que llevasen al establecimiento de la ley canónica.
En el siglo a continuación, fueron creadas nuevas órdenes mendicantes por Francisco de Asís y Domingo de Guzmán, las cuales trajeron el estilo de vida religiosa consagrada a los entornos urbanos. Para el siglo XII, Francia testimonió el desarrollo del catarismo en Languedoc.
Fue a través de la batalla contra esta herejía que se originó la Inquisición. Luego de que los cátaros fueron inculpados del asesinato de un representante papal en 1208, el Papa Inocencio III proclamó la cruzada albigense.
Debido a los abusos cometidos durante la cruzada, el Papa Inocencio III instituyó de manera informal la primera inquisición papal para evitar futuras masacres y el exterminio de los cátaros remanentes. Gregorio IX fue quien formalizó la inquisición medieval, mediante la cual se ejecuta en promedio a tres personas por año, cuando mucho, por delitos de herejía.
Al pasar del tiempo, la Iglesia autorizó otras inquisiciones así como lo hicieron gobernantes seculares para procesar herejes, responder a las amenazas de invasión musulmana o por motivos políticos. A quienes fueron inculpados se les alentó a retractarse de su herejía y aquellos que no lo hicieron fueron castigados con penas, multas, encarcelamientos o ejecución en la hoguera.
La continua presencia de pugnas Iglesia-Estado marcaron al siglo XIV. Para eludir de la inestabilidad presente en Roma, en 1309 Clemente V devino en el primer Papa de siete que decidieron vivir en la ciudad fortificada de Aviñón, al sur de Francia por un lapso al que se denominó el Papado de Aviñón.
El Papado hubo de retornar a Roma en 1378, a solicitud de Catalina de Siena y otros que sintieron que la Sede de Pedro debería encontrarse en la iglesia romana. Al morir el Papa Gregorio XI a fines de ese año, la escogencia papal fue una disputa entre los seguidores del candidato italiano y del que era respaldado por los franceses, lo cual condujo al cisma de Occidente.
Por 38 años, reclamantes por separado al trono papal se sentaron en Roma y Aviñón. Los esfuerzos para resolver la situación más bien complicaron aún más el asunto al aparecer un tercer Papa comprometido que fue electo en 1409. La cuestión fue al final resuelta en el año 1417 en el Concilio de Constanza, en el cual los cardenales hicieron un llamado a los tres reclamantes del trono papal a renunciar, y se efectuó una nueva elección en la cual se nombró a Martin V como Papa.
De modo general, en particular a través de los últimos años, el rol de la Iglesia en la Edad Media se ha interpretado en sentido despectivo por gran parte de los estudiosos a pesar de que son cada vez más los que consideran que a la Iglesia se le ha de reconocer, sin negar los atropellos e injusticias cometidas, su papel protagónico a la hora de explicar algunos elementos de trascendencia para la cultura universal.
Entre ellos está el hecho de que de su seno se originaron las primeras universidades europeas, igualmente llevo adelante la impagable tarea de preservación de la cultura clásica greco-romana a través de la labor de los copistas y traductores en los monasterios.
Merced a lo anterior se puede conocer hoy en día el enorme legado cultural que de otra manera, y muy posiblemente, se hubiese perdido para siempre; y, especialmente, porque en algunos contextos ejerció una faena asistencial digna de mencionar.
Renacimiento y Reformas
Descubrimientos y Misioneros
La expansión del catolicismo a América, Asia, África y Oceanía fue llevada a cabo por los misioneros y exploradores europeos en el periodo que va desde finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI.
El Papa Alejandro VI, mediante la bula papal Inter caetera, concedió derechos coloniales sobre gran parte de los territorios recién descubiertos a España y Portugal. Mediante el sistema de patronato, las autoridades estatales decidían los nombramientos clericales y no les fue permitido ningún contacto directo con el Vaticano.
Para diciembre de 1511, el fraile dominico Antonio de Montesinos recriminó de manera abierta a las autoridades españolas que gobernaban la isla de La Española, por el maltrato conferido a los nativos americanos, señalándoles «… ustedes se hallan en pecado mortal … por la atrocidad y la tiranía con que tratan a estas personas inocentes». En respuesta a ello las Leyes de Burgos y Valladolid fueron promulgadas por el rey Fernando.
La aplicación de estas leyes fue laxa, y al tanto que algunos inculpaban a la Iglesia por no empeñarse lo suficiente para liberar a los indios, otros reconocían en la Iglesia a la única voz que se elevó a favor de los pueblos indígenas.
El asunto dio origen a una crisis de conciencia en la España del siglo XVI. Una avalancha de autocríticas y reflexiones filosóficas se produjo entre los teólogos católicos, particularmente Francisco de Vitoria, las cuales condujeron a un debate acerca de tema de los derechos humanos y el nacimiento del derecho internacional moderno.
En 1521, mediante el liderazgo y la predica del explorador portugués Fernando de Magallanes, fueron bautizados los primeros católicos en el que vino a ser el primer país cristiano del sudeste de Asia, Filipinas. Para el próximo año, los misioneros franciscanos arribaron a lo que hoy se conoce como México, en busca de la conversión de los indígenas y procurar su bienestar a través de la creación de escuelas y hospitales.
A los indígenas les fueron enseñadas mejores técnicas de cultivo, y prácticas más fáciles para el tejido y la alfarería. Ante la duda de algunas personas sobre si a los indígenas se les podía considerar como humanos y merecedores del bautismo, el Papa Pablo III en la bula papal Veritas Ipsa o Sublimis Deus de 1537 confirmó que los indígenas si eran merecedores de ellos. Posteriormente a ello, el esfuerzo dedicado a su conversión ganó impulso.
En los venideros 150 años, las misiones lograron expandirse hacia el suroeste de América del Norte. Los pueblos nativos obtuvieron la definición legal de hijos, y los sacerdotes adoptaron un rol paternalista, con frecuencia reafirmado mediante el castigo corporal. En otros lugares como India, los misioneros portugueses y el jesuita español Francisco Javier evangelizaron a los no cristianos y en una comunidad cristiana que se dice había sido establecida por Tomás Apóstol.
Iglesia del Renacimiento
En Europa, el Renacimiento definió una época en la cual surgió un renovado interés por el aprendizaje de lo antiguo y lo clásico. Igualmente trajo consigo una re-evaluación de las creencias hasta entonces aceptadas. Las catedrales e iglesias habían servido por largo tiempo como libros de pinturas y galerías de arte para millones de personas sin educación. Los ventanales de cristal, los frescos, efigies, pinturas y paneles repasaban las historias de los santos y las figuras bíblicas.
Los más importantes artistas del Renacimiento como Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, que crearon algunas de las obras de arte más afamadas del mundo fueron patrocinados por la Iglesia. Al ser aceptado el humanismo, ciertos efectos se evidenciaron en la Iglesia, la cual hubo de abrazarlo igualmente. En 1509, el estudioso de la época, Erasmo, redactó «El Elogio de la locura», obra con la que expresó una inquietud general sobre la corrupción en la Iglesia.
El papado en sí fue cuestionado por la Reforma Conciliarista que se manifestó en los Concilios de Constanza y de Basilea. Hubo variados intentos de efectuar Reformas genuinas a través de estos concilios ecuménicos y el Quinto Concilio de Letrán, pero se vieron frustrados.
Fueron vistas como necesarias, pero no fueron exitosas, en gran parte a causa de las pugnas internas dentro de la Iglesia, las peleas vigentes con el Imperio Otomano y los Saracenos y la simonía y el nepotismo que practicaba la Iglesia renacentista del siglo XV e inicios del siglo XVI. Como resultado de ello, hombres ricos, influyentes y mundanos como Rodrigo Borgia (Alejandro VI) llegó a ser electo como Papa.
Guerras de la Era de la Reforma
El Quinto Concilio de Letrán acordó algunas, pero sólo modestas reformas en marzo de 1517. Unos pocos meses luego, el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero hizo públicas sus noventa y cinco tesis, esperando encender el debate.
Sus tesis eran para reclamar temas esenciales de la doctrina católica, así como la venta de indulgencias. Ulrico Zwinglio, Juan Calvino, y otros igualmente cuestionaron ciertas enseñanzas católicas. Estos desafíos que contaban con el apoyo de poderosas fuerzas políticas regionales, condujeron a la Reforma protestante.
En Alemania, la Reforma llevó a conflictos entre la Liga de Esmalcalda Protestante y el Emperador Católico Carlos V. La primera contienda de nueve años finalizó en 1555, pero las constantes tensiones ocasionaron un conflicto aún más grave, la Guerra de los Treinta Años, iniciada en 1618. En Francia, una sucesión de peleas denominadas las Guerras de Religión de Francia fueron libradas de 1562 a 1598 entre los hugonotes y las fuerzas de la Liga Católica Francesa.
Inglaterra
El Reforma Inglesa se fundamentaba de manera ostensible en el deseo de Enrique VIII de anular su matrimonio con Catalina de Aragón, y no fue más que una disputa política que luego devino en teológica. Las Actas de Supremacía convirtieron al soberano inglés en cabeza de la iglesia local con lo cual quedo establecida la Iglesia de Inglaterra. De tal manera que desde 1536, se disolvieron unos 825 monasterios de Inglaterra, Gales e Irlanda y se confiscaron las iglesias católicas.
Al morir este rey en 1547 la totalidad de los monasterios, conventos de monjas y santuarios fueron demolidos o disueltos. María I de Inglaterra hizo reunir a la Iglesia de Inglaterra con Roma y, en contra de la recomendación del embajador español, hizo perseguir a los protestantes durante las persecuciones Marianas.
Después de ciertas provocaciones, el siguiente soberano, Isabel I hizo efectivas las Actas de Supremacía. Con ellas se impidió que los católicos se hiciesen miembros de profesiones, ejerciesen cargos públicos, votar o educar a sus hijos.
Las ejecuciones de católicos y protestantes disidentes bajo la reina Isabel I, quien reinó bastante tiempo, sobrepasaron a de las persecuciones marianas y persistieron bajo los siguientes monarcas ingleses. Elizabeth I igualmente promulgó otras leyes penales que se activaron en Irlanda pero fueron de menor eficacia que en Inglaterra.
Y ello se debió en parte a que el pueblo irlandés asociaba el catolicismo con el nacionalismo y la identidad nacional, por lo que se opusieron a los esfuerzos empecinados de los ingleses de eliminar la Iglesia católica.
Concilio de Trento
En su obra «La Reforma, Una Historia», el estudioso Diarmaid MacCulloch, apuntó que a través de toda la masacre de la era de la Reforma emergió la preciada noción de la tolerancia religiosa y la Iglesia católica mejorada. Ello en respuesta a los desafíos doctrinales y los abusos que fueron destacados por el movimiento Reformista en el Concilio de Trento (1545-1563).
El consejo devino en la fuerza motriz de la Contrarreforma, y reafirmó ciertos dogmas católicos centrales como la transubstanciación, y los requisitos de amor y esperanza, al igual que de fe para lograr la redención.
Igualmente reformó numerosas otras áreas de relevancia para la Iglesia, siendo la más importante la de la mejora de la educación de los clérigos y el fortalecimiento de la jurisdicción central de la Curia Romana. Las críticas a la Reforma se encontraban entre algunos de los factores que dieron origen a las nuevas órdenes religiosas, entre ellas los Teatinos, Barnabitas y Jesuitas, algunos de los cuales vinieron a conformarse como los grandes órdenes misioneras en años posteriores.
La renovación espiritual y la reforma tuvieron como fuente de inspiración a numerosos nuevos santos como Teresa de Ávila, Francisco de Sales y Felipe Neri cuyas obras dieron origen a diversas escuelas de espiritualidad dentro de la Iglesia (Oratorianos, Carmelitas, Salesianos), etc. La mejora de la educación laica fue otro efecto positivo de la era, con una importante proliferación de escuelas secundarias que reforzaron estudios superiores como historia, filosofía y teología.
Para popularizar la educación de la Contrarreforma, la Iglesia estimula el estilo barroco en el arte, la música y la arquitectura. Las manifestaciones religiosas barrocas fueron conmovedoras y emocionales, creadas para estimular el fervor religioso. En otros sitios, el misionero jesuita Francisco Javier llevo el cristianismo a Japón, y para finales del siglo XVI decenas de miles de japoneses se habían adherido.
El crecimiento de la iglesia en Japón se detuvo en 1597 cuando el shogun Toyotomi Hideyoshi, en un empeño por aislar a la nación de los influjos foráneos, inició una cruel persecución de los cristianos. A los japoneses se les prohibió la salida del país y a los europeos se les prohibió entrar. A pesar de ello, una minoría de la población cristiana logró sobrevivir hasta entrado el siglo XIX.
Barroco, la Ilustración y las Revoluciones
Devociones Marianas
El Concilio de Trento produjo un resurgimiento de la vida religiosa y de fervor mariano en la Iglesia católica. A través de la Reforma, la Iglesia defendió sus creencias marianas contra las perspectivas protestantes. Simultáneamente, el mundo católico estaba sumido en las prolongadas guerras otomanas en Europa contra Turquía, que fueron peleadas y ganadas bajo la protección de la Virgen María.
La victoria en la Batalla de Lepanto (1571) se le acreditó a ella «y tuvo como significado el inicio de un enérgico resurgimiento de las devociones marianas, centrándose particularmente en María, la Reina del Cielo y de la Tierra y su poderoso rol como intercesora de muchos favores». El Coloquio Marianum, una agrupación elitesca, y la Cofradía de Nuestra Señora fundamentan sus actividades en una existencia virtuosa, sin la carga de los pecados capitales.
Los Papas Pablo V y Gregorio XV decretaron en 1617 y 1622 que no debía ser admisible por el estado el que la Virgen haya sido concebida de modo impuro. Con ello se daba soporte a la creencia de que ella vino al mundo sin pecado original, a través de la protección prevista de la gracia divina (se le conoce como la Inmaculada Concepción).
Alejandro VII manifestó en 1661, que el alma de María se encontraba libre de pecado original. El Papa Clemente XI decretó la festividad de la Inmaculada para la Iglesia entera en 1708. La festividad del Rosario se introdujo en 1716 y la de los Siete Dolores en 1727. La plegaria del Angelus tuvo inmenso soporte del Papa Benedicto XIII en 1724.
Secularismo de la Ilustración
La Ilustración vino a constituirse en un nuevo reto para la Iglesia. En contraste a la Reforma Protestante, que cuestionó algunos dogmas cristianos, la Ilustración pone en duda al cristianismo como un todo.
De modo general, en él se coloca a la razón humana por encima de la revelación divina y descalifica a las autoridades religiosas como el papado. De modo paralelo, la Iglesia procuró defenderse del Galicanismo y del Conciliarismo, ideologías que eran una amenaza para el papado y la estructura eclesial.
Hacia finales del siglo XVII, el Papa Inocencio XI contemplaron el incremento de los ataques turcos contra Europa, que contaban con el apoyo de Francia, como la amenaza más grande para la Iglesia. Él llevo adelante una coalición polaco-austriaco con la que se pudo derrotar a los turcos en Viena en 1683.
Los estudiosos lo han catalogado como un Papa santo, ya que adelantó las reformas contra los abusos de la Iglesia, entre los que se incluía la simonía, el nepotismo y los ostentosos gastos papales que habían ocasionado que heredara una deuda papal de unos 50.000.000 de escudos. Al eliminar ciertos cargos honorarios y la incorporación de nuevas políticas fiscales, Inocencio XI estuvo en capacidad de recuperar el control de las finanzas eclesiales.
Los Papas Inocencio X y Clemente XI le plantaron batalla al Jansenismo y el Galicanismo, los cuales además de apoyar al Conciliarismo, rechazaban la primacía papal y exigían concesiones especiales para el Iglesia en Francia. Con ello se podría haber debilitado la capacidad de la Iglesia para dar respuesta a pensadores Galicanistas como Denis Diderot, que desafió las doctrinas fundamentales de la Iglesia.
Para 1685, el Galicanista rey Luis XIV de Francia hizo pública la Revocación del Edicto de Nantes, dando fin con ello a un siglo de tolerancia religiosa. Francia forzó a los teólogos católicos a mostrar su apoyo al Conciliarismo y a negar la infalibilidad del Papa. El soberano francés amenazó el Papa Inocencio XI, con un Concilio General y una ocupación militar del Estado Papal.
El estado absolutista francés empleó al galicanismo para conseguir el control de casi todas los grandes nombramientos de la Iglesia, así como de gran parte de sus propiedades. El poder del Estado sobre la Iglesia se popularizó en otras naciones igualmente. En Bélgica y Alemania, el galicanismo se manifestó en forma de Febronianismo, el cual rechazó igualmente los privilegios papales. El emperador José II de Austria (1780-1790) hizo práctica del josefinismo al regular la vida eclesiástica, los nombramientos y la confiscación en masa de las propiedades de la Iglesia.
Iglesia en América del Norte
En lo que es actualmente el oeste de los Estados Unidos, la Iglesia católica expandió su labor misionera, empero, hasta el siglo XIX, tuvo que trabajar conjuntamente con la corona española y los militares. Junípero Serra, el sacerdote franciscano quien fue encargado de esta labor, creó una sucesión de misiones y cárceles en California que vinieron a ser instituciones de importancia económica, política y religiosa.
Con estas misiones se logró traer granos, ganado y un nuevo ordenamiento político y religioso para las tribus indígenas de California. Rutas terrestres y costeras fueron establecidas desde Ciudad de México y puestos de misiones en Texas y Nuevo México que se convirtieron en 13 de las misiones principales de California para 1781. Las enfermedades traídas por los visitantes de Europa ocasionaron la muerte hasta de un tercio de la población originaria.
México clausuró las misiones en la década de 1820 y vendió las tierras. No fue sino hasta el siglo XIX, luego de la emancipación de la mayor parte de las colonias españolas y portuguesas, que el Vaticano pudo obtener el control de las actividades misioneras católicas mediante la Congregación para la Evangelización de los Pueblos (Propaganda Fide).
Iglesia en América del Sur
En este lapso, la Iglesia hubo de encarar los abusos coloniales de los gobiernos de Portugal y España. En América del Sur, los Jesuitas protegieron a los pueblos indígenas de la esclavitud a través del establecimiento de asentamientos semi-independientes denominados reducciones.
El Papa Gregorio XVI, retando a la soberanía española y portuguesa, designó a sus propios candidatos como obispos en las colonias, condenó la esclavitud y el comercio de esclavos en 1839 (bula papal In supremo apostolatus), y autorizó para que clérigos indígenas fueran ordenados pese al racismo gubernamental.
Jesuitas
Jesuitas en la India
La Cristiandad en India cuenta la tradición de Santo Tomás llevando la fe a Kerala. La comunidad creada entonces era muy modesta hasta que el jesuita Francisco Javier (1502-1552) dio inicio a la labor misionera. Roberto de Nobili (1577-1656), un misionero jesuita de Toscana enviado al sur de la India prosiguió sus pasos. El fue pionero de la inculturación, esto es la adopción de numerosas costumbres brahmanes que no eran, desde su punto de vista, opuestas al cristianismo.
Llevó su vida como un brahmán, aprendió el lenguaje sánscrito, y mostró al cristianismo como parte de las creencias Indias, en nada parecido a la cultura portuguesa de los colonialistas. Fue permitido el empleo de todo tipo de atuendos, que en su criterio no contradecían las enseñanzas cristianas.
Para 1640 vivían 40.000 cristianos únicamente en Madurai, lo cual fue autorizado en 1632 por el Papa Gregorio XV. Aun así, poderosos sentimientos anti-jesuitas en Portugal, Francia, e inclusive en Roma, ocasionaron su revocación. Con ello se dio fin a las exitosas misiones católicas en la India.
El 12 de septiembre de 1744, el Papa Benedicto XIV proscribió los denominados ritos de Malabar en la India, lo que ocasionó que las más importantes castas indias que deseaban adherirse a sus tradiciones culturales, se alejaron de la Iglesia católica.
Jesuitas en China
Mediante la inculturación, Jesuitas como Matteo Ricci, Adam Schall von Bell y otros incorporaron exitosamente el cristianismo en China. Ricci y Schall fueron designados por el emperador chino como matemáticos y astrónomos de la corte e inclusive se les nombró como mandarines.
La primera de las iglesias católicas se edificada en Pekín en 1650 y el emperador autorizó la libertad de credo a los católicos. Ricci adaptó la fe católica al ideario chino, lo que posibilitó la veneración de los fallecidos.
El Vaticano demostró su desacuerdo y veto toda adaptación en la denominada Controversia de los Ritos Chinos de 1692 y 1742. La bula «Ex Quo Singulari» del Papa Benedicto XIV de 1742 fue enfática en lo referente a la pureza de las enseñanzas y costumbres cristianas, las cuales han de ser defendidas contra toda herejía. Esta bula prácticamente arruinó los planes de los jesuitas de cristianizar las clases altas poderosas en China.
La Iglesia padeció importantes retrocesos en su actividad misionera en 1721, cuando la Controversia de los Ritos Chinos llevó al Emperador Kangxi a proscribir las misiones cristianas. En 1939 el Papa Pío XII retornó 250 años atrás en la política Vaticana al permitir la veneración de los familiares fallecidos.
Más adelante la Iglesia inició una novedosa etapa de crecimiento con veinte nuevas diócesis para un total de setenta y nueve y treinta y ocho encargados de estudios apostólicos, pero únicamente hasta el año 1949, al hacerse cargo del país la revolución comunista.
Existencia de los Jesuitas
Mientras se mantuvo la controversial inculturación, la existencia misma de los jesuitas fue atacada en Portugal, España, Francia, y el Reino de Sicilia. Dicha polémica inculturación y el apoyo otorgado por los jesuitas a los indígenas nativos de Brasil, Paraguay y Argentina agregaron más leña a las cada vez mayores críticas a la orden, que al parecer simbolizaba la fortaleza y la autonomía de la Iglesia.
La defensa de los derechos de los pueblos originarios de América del Sur, fue un obstáculo para los empeños de España y Portugal de mantener el control absoluto de sus dominios. El portugués Sebastião José de Carvalho e Melo, Marqués de Pombal fue el más acérrimo enemigo de los jesuitas.
El Papa Benedicto XIV trató de mantener la existencia de los jesuitas sin cambios: Sint ut sunt aut no sint, (deben ser de la forma en que son o no serán). En 1773, una serie de gobernantes europeos se aliaron para obligar al Papa Clemente XIV a que disolviera la orden. Unas cuantas décadas después el Papa Pío VII restableció a los jesuitas mediante la bula de 814 Sollicitudo Omnium Ecclesiarum.
El Papa Francisco, y ex cardenal Jorge Mario Bergoglio de Argentina llegó a ser el primer integrante de la orden de los jesuitas en resultar electo el 13 de marzo de 2013 a tan alta posición. El Papa Francisco fue seleccionado en la segundo fecha del cónclave papal.
Revolución Francesa
Si bien en un inicio la revolución francesa no tuvo una conducta hostil hacia la Iglesia, el movimiento se manifestó de modo más radical a partir del asunto de los bienes eclesiásticos. La Asamblea Nacional Constituyente resolvió expropiar todas las posesiones de la Iglesia, lo que condujo, desde entonces, al empeoramiento de las relaciones hasta que en 1790 se suprimieron las órdenes religiosas, exceptuando a aquellas que se dedicaban a obras de caridad.
Tras un par de meses fue publicada la ley que expropiaba y secularizaba todo el patrimonio eclesial. En ese mismo año fue aprobada la Constitución Civil del Clero, con la que se procuraba apartar de Roma a la Iglesia francesa, y para lo que se forzó a todo el clero a juramentarse ante dicha constitución.
El rechazo a ello de dos tercios del clero fue seguido de sangrientas persecuciones en las que 40.000 sacerdotes fueron apresados, desterrados o ejecutados, como parte de una sucesión de políticas para que Francia abandonara al cristianismo.
Los asesinatos perpetrados en septiembre de 1792 dieron inicio al Gobierno del Terror, y en 1793 fue prohibido el cristianismo en Francia, siendo establecido en su lugar el «culto a la Razón» al tanto que proseguían las persecuciones en contra de los adeptos a la monarquía y a la iglesia. Este hostigamientos sólo culminaría luego del golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, el 9 de noviembre de 1799, en el que fue derrocado el gobierno del Directorio.
A través de su mandato fue restablecida la religión católica y fue reconocido por medio de concordato que la católica era la fe de la mayor parte de los franceses. En 1808 Napoleón, ya siendo el emperador de los franceses, invadió Roma y los Estados pontificios, colocando al Papa bajo encierro para ser llevado luego a Fontainebleau, lugar en el cual Napoleón trató infructuosamente de obligarlo a dimitir al Estado pontificio.
El avance del Imperio francés llevó igualmente a la propagación del ideario revolucionario, y la secularización tuvo asimismo consecuencias en Alemania, en la que la Iglesia padeció también la incautación de sus bienes. No obstante, la pérdida de poder y el empobrecimiento de la Iglesia favoreció la reestructuración material así como la reforma interior de la vida eclesial, con una importante alianza entre obispos, sacerdotes y fieles laicos.
Se originó así un movimiento católico que se expandió por los otros países europeos, ayudado por el Romanticismo y su atracción por el arte y la literatura medieval, que trajo consigo un mayor respeto hacia la Iglesia y numerosas conversiones al catolicismo. Surgieron cuantiosas organizaciones católicas y las hermandades religiosas ganaron un nuevo impulso. Emergieron misiones populares, novedosas formas de piedad y, paulatinamente, igualmente hizo su aparición una prensa católica.
La industrialización constituyó una oportunidad para que la Iglesia estimara la cuestión social, hecho de importancia en un tiempo en el que la legislación desconocía las problemáticas sociales, confiadas generalmente a la caridad cristiana. De esta manera, fueron de relevancia las novedosas actividades caritativas y educativas de las hermandades religiosas y las órdenes que se dedicaban al cuidado de los enfermos.
Siglo XIX Francia
Francia se conservó esencialmente católica. 36 millones de personas fueron contadas en el censo de 1872, de las que 35,4 millones se definieron como católicos, 600.000 como protestantes, 50.000 como Judíos y 80.000 como librepensadores. La revolución fracasó en su meta de destruir la Iglesia católica, y concordato de Napoleón de 1801 restauró su posición.
El retorno de los Borbones en 1814 trajo consigo a numerosos nobles ricos y terratenientes que dieron su apoyo a la Iglesia, a la cual se consideraba como un baluarte del conservadurismo y la monarquía. No obstante, los monasterios, con sus enormes propiedades de tierra y poder político habían desaparecido; gran parte de sus tierras fueron vendidas vendido a empresarios urbanos que carecían de vínculos históricos con la tierra y los campesinos.
Fueron pocos los nuevos sacerdotes que se capacitaron en el lapso 1790-1814, y muchos abandonaron la iglesia. Como resultado se tuvo que la cantidad del clérigos parroquiales descendió de 60.000 en 1790 a 25.000 en 1815, muchos de los cuales eran ancianos. Regiones completas, particularmente en los alrededores de París, se quedaron casi sin sacerdotes. De otro lado ciertas regiones tradicionales permanecieron aferradas a la fe al ser dirigidas por los nobles locales y familias tradicionales.
El retorno fue lento, y muy lento en las grandes urbes y zonas industriales. Con un labor misionera metódica y un nuevo acento en la liturgia y las devociones a la Virgen María, sumado al apoyo de Napoleón III, si se dio el retorno. Para 1870 se contaban 56.500 sacerdotes, representando una fuerza aún más joven y con más dinamismo en las villas y pueblos con una amplia red de escuelas, organizaciones benéficas y laicas.
Los católicos conservadores mantuvieron el dominio del gobierno del país de 1820 a 1830, pero más frecuentemente desempeñaron roles políticos secundarios o tuvo que contener el asalto de republicanos, liberales, socialistas y seculares.
Tercera República 1870-1940
A lo largo de la vida de la Tercera República se presentaron peleas acerca del estatus de la Iglesia católica. El clero francés y los obispos se encontraban estrechamente vinculados con los monárquicos y gran parte de su jerarquía procedía de familias nobles.
Los republicanos que estaban básicamente compuestos por la clase media anticlerical que contemplaba la alianza de la Iglesia con los monárquicos como una amenaza política para el republicanismo, y una amenaza para el anhelo moderno de progreso.
Los republicanos repudiaban a la iglesia por sus inclinaciones políticas y de clase, ya que para ellos, la iglesia representaba tradiciones anticuadas, superstición y monarquismo. Los republicanos se vieron fortalecidos por el apoyo de los protestantes y de los judíos. Cuantiosas leyes diseñadas para debilitar a la Iglesia católica fueron aprobadas.
En 1879, se excluyeron a los sacerdotes de los comités de gestión de los hospitales y de las juntas de caridad; en 1880, nuevas regulaciones fueron emitidas en contra de las congregaciones religiosas; de 1880 a 1890 comenzó el reemplazo de las mujeres laicas por monjas en numerosos hospitales. El Concordato de Napoleón de 1801 se mantuvo en operación, pero en 1881, el gobierno recortó los salarios de los sacerdotes que le desagradaban.
Las leyes escolares de 1882 del republicano Jules Ferry establecieron un sistema nacional de escuelas públicas que enseñaban estricta moralidad puritana, pero ninguna religión. Por cierto tiempo las escuelas católicas de financiamiento privado fueron permitidas. El matrimonio civil era obligatorio, el divorcio fue permitido y los capellanes fueron separados del ejército.
Al convertirse en Papa en 1878 León XIII procuró calmar las relaciones Iglesia-Estado. En 1884, el solicitó a los obispos franceses no actuar de una forma hostil contra el Estado. En 1892 hizo pública una encíclica recomendando a los católicos franceses a mostrar su apoyo a la República y a defender a la Iglesia, siendo parte de la política republicana. El intento de mejorar las relaciones fue un fracaso. Profundas sospechas se mantuvieron vivas en ambos lados y fueron enardecidas por el caso Dreyfus.
Los católicos eran mayormente opositores a Dreyfus. Las Asuncionistas publicaron artículos antisemitas y anti-republicanos en su diario La Croix, lo cual indignó a los políticos republicanos, que se encontraban deseosos de venganza. Frecuentemente trabajaban en unión con logias masónicas. Los ministerios de Waldeck-Rousseau (1899-1902) y de Combes (1902-1905) se enfrentaron con el Vaticano en lo referente a la designación de los obispos.
Los capellanes fueron separados de los hospitales navales y militares (1903-1904), y a los soldados se les ordenó no frecuentar clubes católicos (1904). Siendo primer ministro Combes en 1902, se hallaba resuelto a derrotar completamente al catolicismo. Él clausuró todas las escuelas parroquiales en Francia. Luego logró que el Parlamento rechazara las autorizaciones de todas las órdenes religiosas.
Con ello se logró que todas las cincuenta y cuatro órdenes fueran disueltas y que unos 20.000 integrantes abandonaran de inmediato Francia, muchos con rumbo a España. En 1905 fue derogado el Concordato de 1801, Iglesia y Estado fueron al fin separados. La totalidad de los bienes eclesiales fueron confiscados.
El culto público fue cedido a agrupaciones de laicos católicos en cuyas manos permanecía el control del acceso a las iglesias. En la práctica, las misas y rituales prosiguieron. La Iglesia sufrió graves heridas y la mitad de sus sacerdotes la dejaron. En un largo plazo, no obstante, obtuvo autonomía y el Estado ya participó en la escogencia de obispos y el galicanismo había muerto.
África
Al finalizar el siglo XIX, los misioneros católicos llegaron a África tras el establecimiento de los gobiernos coloniales y construyeron escuelas, hospitales, monasterios e iglesias.
¿Quién Fundó la Iglesia? Era Industrial
Concilio Vaticano I
Cuando el 8 de diciembre de 1854 fue definido como dogma la antigua creencia de la Inmaculada Concepción, que aseguraba que María había sido concebida sin pecado alguno, el Papa Pío IX dio por finalizada la pugna entre escuelas teológicas que llevaba varios siglos.
El dogma fue admitido y en la Iglesia no se elevó voz que el contrariara, pero dado que el Papa procedió ex cathedra, y que la resolución no había surgido de un concilio, tal determinación dogmática de nuevo planteó la cuestión sobre si el Papa podía por su propia cuenta anunciar verdades indudables de fe.
Al ser convocado un concilio por Pío IX que se iniciaría a fines de 1869, el asunto de la infalibilidad se encontraba sobre la mesa. La tirantez general que existía y la separación entre adeptos y detractores de la infalibilidad ocasionó, no obstante, que el Papa abandonase tal tema de entre los asuntos a considerar. Aun así, en la asamblea conciliar ya desde un inicio existía un grupo mayoritario en pro de la definición dogmática de la infalibilidad, que propuso el tema.
La minoría que era opuesta lo hacía no por ser contrarios a la infalibilidad, sino debido a que tal asunto les parecía inoportuno en ese momento. Por último, la constitución Pastor Aeternus (con el tema del primado papal y su infalibilidad) fue avalada. De inmediato, el concilio hubo de ser interrumpido tras estallar la guerra franco-prusiana y la invasión de Roma que daría por terminados los Estados pontificios.
Una agrupación de académicos de facultades de teología germanas se rehusaron a admitir el dogma y fueron excomulgados, apartándose de la Iglesia católica y creando la denominada Iglesia veterocatólica. Pese a que el número de partidarios se vio disminuido, Bismarck les brindó ayuda con el fin de someter a la Iglesia al Estado, como lo había alcanzado con la Iglesia territorial protestante.
La pelea contra la Iglesia fue llamada como Kulturkampf y, no obstante, los enormes daños para la Iglesia alemana, los católicos se aliaron y en los sufragios de 1874 el Partido de Centro conseguiría 91 escaños en el Reichstag. Luego de su fracaso, la Kulturkampf fue finalmente desarticulada y el Papa León XVI ayudó a Bismarck en ello.
Enseñanzas Sociales
La Iglesia se demoró en responder a la progresiva industrialización y a la depauperación de los trabajadores, procurando en un inicio remediar la situación con el incremento de la caridad. En 1891 el Papa León XIII hizo pública la Rerum novarum en el que la Iglesia aporta su definición de dignidad y de los derechos de los trabajadores de la industria. Con la Revolución Industrial llegaron numerosas preocupaciones por el menoscabo de las condiciones laborales y de vida de los trabajadores de la ciudad.
En 1891 y bajo la influencia del obispo germano Wilhelm Emmanuel Freiherr von Ketteler, el Papa León XIII emitió la encíclica Rerum novarum, que dispone en su contexto la educación social católica con expresiones que repudiaban al socialismo, pero amparaban la regulación de las condiciones laborales. Rerum novarum apoyaba la fijación de un salario digno y el privilegio de los trabajadores a conformar sindicatos.
La encíclica Anno Quadragesimo fue aprobada por el Papa Pío XI, el 15 de mayo de 1931, cuatro décadas luego de la Rerum novarum. En contraste a León XIII, que se dirigió primordialmente a la condición de los trabajadores, Pío XI se enfocó en las consideraciones éticas de carácter social y económico.
Hizo un llamado a la restauración del orden social fundamentado en la tesis de la solidaridad y la contribución al bien común. Indico los principales riesgos para la libertad y la dignidad humanas, que derivan del capitalismo salvaje y del totalitarismo comunista.
La doctrina social del Papa Pío XII reitera estas enseñanzas, y las aplican más detalladamente, no únicamente para los trabajadores y los propietarios del capital, sino igualmente en otras actividades como la política, la educación, el hogar, la agricultura, los bibliotecarios, organismos internacionales, y cualesquiera aspectos de la vida, incluso los militares.
Aún más que Pío XI, igualmente establece las enseñanzas sociales en sectores como la medicina, la psicología, la actividades deportivas, medios televisivos, la ciencia, la jurisprudencia y la educación. No existe casi ninguna problemática social, que no fuese abordada por Pío XII y atinente a la fe cristiana. Se le llamó «el Papa de la tecnología», por su disposición e idoneidad para evaluar las implicaciones sociales del progreso tecnológico.
La preocupación esencial eran los derechos y la dignidad contínua de cada hombre. Con el inicio de la era espacial, al término de su pontificado, Pío XII consideró las consecuencias sociales de los satélites y la exploración del espacio en el tejido de la sociedad humana implorando un nuevo sentido de comunidad y apoyo solidario en base a las enseñanzas papales ya conocidas sobre la contribución al bien común.
Papel de los Institutos de la Mujer
Las mujeres católicas han desempeñado un rol prominente en la prestación de servicios educativos y sanitarios acordes con la doctrina social católica. Órdenes de gran antigüedad como los Carmelitas habían sido parte de labores sociales por siglos. Al llegar el siglo XIX se hizo evidente un nuevo surgimiento de institutos para la mujer, destinados a prestar servicios de salud y de enseñanza.
De ellos las Hermanas Salesianas de Don Bosco, Hermanas Claretianas y Franciscanas Misioneras de María vinieron a ubicarse entre las instituciones religiosas de mujeres católicas de mayor envergadura en el mundo. Las Hermanas de la Misericordia fue creada por Catalina McAuley en Irlanda en 1831, y sus monjas comenzaron a erigir hospitales y escuelas por todo el globo.
Las Hermanitas de los Pobres fue creada en el siglo XIX por Santa Juana Jugan en las cercanías de Rennes, Francia, para la atención de los cuantiosos pobres ancianos que formaban líneas en las carreteras de pueblos y ciudades de Francia.
De las colonias australianas de Gran Bretaña surgió la primera canonización de una Santa, Mary MacKillop, quien co-fundó a las Hermanas de San José de Sagrado Corazón como una institución religiosa educativa para los pobres en 1866, de la cual emergieron escuelas, orfanatos y refugios para los desamparados.
Para 1872, la Orden de las Hermanas Salesianas de Don Bosco (asimismo conocidas como Hijas de María Auxiliadora) fue creada por María Dominica Mazzarello. Esta institución de enseñanza pasaría a ser el instituto de mayor tamaño del mundo moderno para mujeres, con cerca de 14.000 integrantes en 2012.
Santa Marianne Cope fundó y dirigió uno de los primeros hospitales generales en los Estados Unidos, implementando novedosos reglamentos de limpieza que definieron el desarrollo del sistema hospitalario de ese país. Igualmente en los Estados Unidos, Santa Katharine Drexel creó Xavier University en Louisiana para proporcionarle ayuda a los africanos e indígenas americanos.
Mariología
Los Papas siempre han destacado el nexo interno entre la Virgen María como Madre de Dios y la total aceptación de Jesucristo como Hijo de Dios. A partir del siglo XIX, estos conceptos eran de gran relevancia para el desarrollo de la mariología para explicar la veneración a María a través de sus decisiones, no únicamente en el entorno de las creencias marianas (mariología), sino igualmente en las prácticas y devociones marianas.
Previo al siglo XIX, los Papas promulgaron la veneración mariana al autorizar las nuevas festividades marianas, las plegarias, las iniciativas, la aceptación y apoyo para las congregaciones marianas. Desde el siglo XIX, los Papas comenzaron a emplear las encíclicas más frecuentemente.
De esa manera, el Papa León XIII, el Papa del Rosario publicó once encíclicas marianas. Papas más recientes promovieron la veneración de la Virgen Bendita con dos dogmas, Inmaculada Concepción de Pío IX en 1854 y la Asunción de María por el Papa Pío XII en 1950.
Pío XII asimismo promulgó la nueva festividad del Reinado de María para conmemorar a María como Reina del Cielo y él decretó el año mariano inicial en 1954, el segundo fue decretado por Juan Pablo II. Los Papas Pío IX, Pío XI y Pío XII posibilitaron la veneración de las Apariciones Marianas de Lourdes y Fátima.
Posteriores Papas, de Juan XXIII a Benedicto XVI promovieron la asistencia a los santuarios marianos (Benedicto XVI en 2007 y 2008). El Segundo Concilio Vaticano II destacó la relevancia de la veneración mariana en su documento Lumen gentium. A través del Concilio, Pablo VI proclamó a María como la Madre de la Iglesia.
Anticlericalismo
El siglo XX fue testigo del surgimiento de algunos gobiernos con políticas radicales y anticlericales. La Ley Calles de 1926 que separa a la Iglesia del Estado en México condujo a la Guerra Cristera en la que se desterraron o asesinaron a más de 3 millares de sacerdotes, se profanaron las iglesias, los servicios fueron desatendidos, las monjas fueron ultrajadas y se les disparó a los sacerdotes retenidos.
Tras la revolución bolchevique de 1917 en la Unión Soviética, el hostigamiento a la Iglesia y los católicos se mantuvo hasta avanzados los años 1930. Sumado a la ejecución y destierro de clérigos, monjes y laicos, el decomiso de los implementos religiosos y la clausura de las iglesias era algo frecuente.
En la Guerra Civil Española de 1936-1939, la jerarquía católica dio su apoyo a las fuerzas rebeldes nacionalistas de Francisco Franco en contra del régimen del Frente Popular, destacándose la violencia republicana contra la Iglesia.
La Iglesia había sido un componente activo en la política polarizada de los años previos a la Guerra Civil. El Papa Pío XI se refirió a estas tres naciones como el «triángulo terrible » y ausencia de las protestas de Europa y Estados Unidos como una «confabulación de silencio».
Dictaduras
Italia
El Papa Pío XI se propuso como meta poner fin a la prolongada ruptura entre el papado y el gobierno italiano y de obtener de nuevo el reconocimiento de la soberana independencia de la Santa Sede. Gran parte de los Estados Pontificios fueron ocupados por los ejércitos del rey italiano Víctor Manuel II (1861-1878) en 1860 reclamando la unidad del país.
La mismísima Roma fue sometida a la fuerza en 1870 y el Papa devino en el «reo en el Vaticano.» Las políticas del gobierno italiano siempre fueron anticlericales hasta llegada la Primera Guerra Mundial, cuando se lograron ciertos compromisos.
Para fortalecer su propio gobierno fascista dictatorial, Benito Mussolini igualmente se encontraba deseoso de alcanzar un acuerdo. Un convenio fue logrado en 1929 con los Tratados de Letrán, que fue de ayuda para los dos bandos. Según los términos del primer acuerdo, a la Ciudad del Vaticano se le otorgó la autonomía como nación independiente, con la condición de que renunciase a su aspiración por los previos territorios de la Estados Pontificios.
Por lo anterior, Pío XI devino en gobernante de un estado modesto con su particular territorio, ejército, estación radial, y representación diplomática. Dentro del Concordato de 1929 fue acordado al catolicismo como la única religión de Italia (aun así otras religiones eran toleradas), la paga de salarios a clérigos y obispos, el reconocimiento de los matrimonios eclesiásticos (era requerida una ceremonia civil previa), y el que la instrucción religiosa fuese permitida en las escuelas públicas.
Por otro lado los obispos prometían lealtad al Estado italiano, el cual se reservaba el poder de veto sobre su escogencia. La Iglesia no fue oficialmente forzada a dar su apoyo al régimen fascista.; importantes diferencias se mantuvieron, pero la hostilidad pertinaz finalizó. La Iglesia secundó particularmente una que otra política exterior como el apoyo del bando anti-comunista en la Guerra Civil Española, y el aval para la conquista de Etiopía.
Fricciones se mantuvieron en lo concerniente a la Red de Jóvenes de Acción Católica, la cual Mussolini deseaba que se fusionara con su grupo de Juventud Fascista. Un compromiso fue alcanzado en el cual únicamente se permitía a los fascistas el patrocinio de equipos deportivos.
El Vaticano logró que Italia le pagara unos 1.750 millones de liras (unos 100 millones de dólares americanos de entonces) para las apropiaciones de bienes de la Iglesia desde el año 1860. Pío XI invirtió esa suma en los mercados de valores y propiedades.
Para la administración de estas inversiones, el Papa designó al laico Bernardino Nogara, quien mediante una audaz inversión en acciones, oro y los mercados de futuros, hizo incrementar de manera significativa la participación financiera de la Iglesia católica.
Las ganancias cubrieron holgadamente los gastos de mantenimiento de la costosa infraestructura de construcciones históricas en el Vaticano, la cual previamente habían sido conservadas mediante el dinero recaudados de los Estados Pontificios hasta 1870.
Los nexos del Vaticano con el régimen de Mussolini se deterioraron de forma drástica luego de 1930 al verse afectada, cada vez más, la autonomía de la Iglesia a causa de las ambiciones totalitarias de Mussolini. Por ejemplo, los Fascistas intentaron absorber los grupos juveniles de la Iglesia. En respuesta, Pío XI emitió la encíclica Non abbiamo bisogno («No tenemos necesidad)») en 1931. Se denunció la persecución gubernamental contra la iglesia y fue condenado «el culto pagano del Estado».
Austria y la Alemania Nazi
El Vaticano muestra su apoyo a los socialistas cristianos en Austria, una nación con una población mayoritariamente católica pero con poderoso elemento secular. El Papa Pío XI colaboró con el gobierno de Engelbert Dollfuss (1932-1934), quien deseaba modelar la sociedad en base a las encíclicas papales. Dollfuss suprimió a los elementos anticlericales y a los socialistas, aún así, en 1934, fue asesinado por los nazis austriacos.
Quien le sucedió, Kurt von Schuschnigg (1934-1938) igualmente fue pro-católico y obtuvo el apoyo del Vaticano. Austria fue anexada por Alemania en 1938, a la cual impuso sus propias políticas. Pío XI se encontraba en la disposición de negociar acuerdos con el país que estuviese dispuesto a ello, considerando que los tratados escritos eran el mejor modo de proteger los derechos eclesiales en contra de los gobiernos cada vez más propensos a intervenir en tales asuntos.
Fueron firmados doce concordatos a lo largo de su papado con variados tipos de gobiernos, incluidos algunos gobiernos del estado alemán. Al convertirse Adolf Hitler en canciller de Alemania el 30 de enero 1933 solicitó un concordato, el cual Pío XI aceptó. El Concordato de 1933 acordaba garantías de libertad para la Iglesia en la Alemania nazi, la autonomía para las organizaciones católicas y agrupaciones juveniles y la enseñanza religiosa en las escuelas.
La ideología nazi estuvo encabezada por Heinrich Himmler y las SS. En la lucha por el dominio total sobre las mentes y cuerpos alemanes, la SS implementó una agenda anti-religiosa. No se permitían capellanes católicos o protestantes en sus unidades (aunque fueron autorizados en el ejército regular).
Una unidad especial para la identificación y supresión de los influjos católicos fue creada por Himmler. La SS había resuelto que la Iglesia católica germana era una seria amenaza para su hegemonía y aunque era muy poderosa para ser abolida fue en parte despojada de su influjo, por ejemplo, a través de la clausura de sus clubes y publicaciones juveniles.
Tras las reiteradas violaciones del Concordato, el Papa Pío XI emitió la encíclica de 1937 Mit brennender Sorge mediante la cual condenaba públicamente la persecución de los nazis en contra de la Iglesia y a su ideología de neopaganismo y la supremacía racial.
Segunda Guerra Mundial
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, la Iglesia hizo pública su condena a la ocupación de Polonia y a las posteriores invasiones nazis de 1940. A lo largo del Holocausto, el Papa Pío XII ordenó a la jerarquía de la Iglesia a que prestase su ayuda para proteger de los judíos y gitanos de los nazis.
Al tanto que a Pío XII se le ha otorgado el crédito por su ayuda en el rescate de cientos de miles de judíos, la Iglesia asimismo ha sido falsamente acusada de promover el antisemitismo. Albert Einstein, al abordar el rol de la Iglesia católica a través del Holocausto, señalo lo siguiente:
Siendo yo un amante de la libertad, cuando la revolución llegó a Alemania, busque a las universidades para su defensa, conociendo que siempre se habían jactado de su devoción por la causa de la verdad, pero no, las universidades fueron inmediatamente silenciadas.
Entonces busqué a los grandes editores de los diarios cuyos enardecidos editoriales de tiempos pasados habían proclamado su amor por la libertad, pero ello, al igual que las universidades, fueron silenciados en unas escasas semanas. Únicamente la Iglesia se paró de pleno en todo el camino de la campaña Hitleriana de supresión de la verdad.
Jamás tuve antes interés alguno particular por la Iglesia, pero ahora tengo un gran aprecio y admiración por ella ya que únicamente la Iglesia ha sido valiente y persistente en la defensa de la verdad intelectual y la libertad moral. Me veo forzado así a confesar que lo que una vez menosprecie ahora alabo sin reservas.
Esta cita fue mostrada en la página 38 de la edición del 23 de diciembre 1940 de la revista Time. Otras opiniones sesgadas han acusado a Pío de no haber hecho lo suficiente para detener las barbaridades nazis. El debate acerca de la validez de estas críticas prosigue actualmente.
La Edad Post-Industrial
Concilio Vaticano II
La Iglesia católica se comprometió a un exhaustivo proceso de reformas luego del Concilio Vaticano II (1962-1965). Previsto como continuación del Concilio Vaticano I, bajo el papado Juan XXIII el concilio devino en un motor para la modernización. Se empeño en la tarea de transparentar las enseñanzas históricas de la Iglesia para un mundo moderno, e hizo pronunciamientos acerca de temas como el carácter de la iglesia, la misión del laicismo y la libertad religiosa.
El consejo autorizó la revisión de la liturgia y permitió en los rituales litúrgicos latinos el uso de lenguas vernáculas así como del latín en las misas y otros sacramentos. El empeño de la Iglesia para mejorar la unidad de los cristianos se hizo prioritario. Además de hallar un terreno común acerca de ciertos temas con las iglesias protestantes, la Iglesia católica ha discutido la posible unificación con la Iglesia ortodoxa oriental.
Reformas
Los cambios en los rituales y ceremoniales antiguos como resultado del Concilio Vaticano II han producido una diversidad de respuestas. Algunos dejaron de acudir a la iglesia, al tanto que otros trataron de preservar la antigua liturgia con el auxilio de los sacerdotes comprensivos. Estos vinieron a conformar la base de aquellas agrupaciones tradicionalistas católicos de hoy, que consideran que las reformas del Concilio Vaticano II fueron demasiado lejos.
Los católicos liberales constituyeron otra agrupación disidente que estiman que las reformas del Vaticano II no han llegado lo suficientemente lejos. Las perspectivas liberales de teólogos como Hans Küng y Charles Curran, condujeron al retiro de la autorización con que contaba la Iglesia para enseñar como católicos.
De acuerdo al profesor Thomas Bokenkotter, la mayor parte de los católicos «aceptaron los cambios con relativa gracia.» En 2007, Benedicto XVI flexibilizó el permiso para que la vieja Misa opcional se pudiese oficiar a pedido de los fieles.
Un novedoso Codex Juris Canonici (Derecho Canónico) solicitado por Juan XXIII, fue decretado por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. En él se incluyen cuantiosas reformas y cambios en la ley de la Iglesia y la disciplina de la Iglesia para la Iglesia latina. Reemplazó a la versión de 1917 publicada por Benedicto XV.
Modernismo
Teología de la Liberación
En los años 1960, la ascendente conciencia social y la politización en la Iglesia latinoamericana dio origen a la teología de la liberación. El sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, devino en su principal exponente y, en 1979, la Conferencia Episcopal de México declaró de manera oficial «opción privilegiada por los pobres» de la Iglesia Latinoamericana.
El arzobispo Óscar Romero, un seguidor del movimiento, se transformó en el más célebre mártir contemporáneo de la región en 1980, al ser asesinado por las fuerzas aliadas al gobierno mientras oficiaba una misa. Al igual que el Papa Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI (siendo aún Cardenal Ratzinger) denunciaron al movimiento. Al teólogo brasileño Leonardo Boff le fue ordenado en par de ocasiones el cese de su divulgación y enseñanza.
Al tanto que el Papa Juan Pablo II recibió numerosas críticas por su severidad en el tratamiento de los seguidores del movimiento, él era de la ideas de que la Iglesia, en su empeño por defender a los pobres, no debe hacerlo recurriendo a la violencia o a la política partidista. El movimiento se mantiene vivo aún hoy en América Latina, a pesar de que la Iglesia se enfrenta actualmente al desafío del avivamiento pentecostal en gran parte de la región.
Temas de Sexualidad y de Género
Con la revolución sexual de la década de los años 1960 surgieron disyuntivas complejas para la Iglesia. La encíclica del Papa Pablo VI Humanae Vitae de 1968 ratificó la perspectiva tradicional de la Iglesia católica acerca del matrimonio y de las relaciones conyugales y dejó en firme su prohibición permanente al control artificial de la natalidad.
Adicionalmente, la encíclica ratificó la santidad de la vida a partir de la concepción y hasta la muerte natural y aseguró su condena permanente tanto al aborto como a la eutanasia calificándolos como graves pecados que eran equiparables al asesinato. Los empeños para que la Iglesia considerase la ordenación de mujeres condujeron al Papa Juan Pablo II a difundir dos documentos para explicar la doctrina eclesial.
Mulieris dignitatem fue publicada en 1988 para ilustrar el rol igualmente importante y complementario de las mujeres en la labor de la Iglesia. Más adelante, en 1994, Ordinatio Sacerdotalis reseña que la Iglesia solo oficia la ordenación de hombres con el propósito de continuar el ejemplo de Jesús, que escogió únicamente a hombres para esta tarea particular.
Iglesia Católica en la Actualidad
Para junio de 2004, Roma es visitada por el Patriarca Ecuménico Bartolomé I en las festividades de los Santos Pedro y Pablo (29 de junio) para otro encuentro personal con el Papa Juan Pablo II, en vista de los diálogos con el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad Cristiana y para ser parte en la conmemoración para el día festivo en la Basílica de San Pedro.
La parcial participación del Patriarca en la liturgia eucarística presidida por el Papa, fue seguida por el programa de las pasadas visitas del Patriarca Dimitrios en 1987 y del mismo Patriarca Bartolomé I: plena participación en la Liturgia de la Palabra, la declaración conjunta del Papa y del Patriarca acerca de la profesión de fe según el Credo Niceno-Constantinopolitano en griego y como cierre, la bendición final impartida por ambos prelados en el Altar de la Confesión.
El patriarca no participó completamente de la liturgia de la Eucaristía la cual comprendía la consagración y la distribución de la Eucaristía misma. En consonancia con la práctica de la Iglesia Católica de incorporar la cláusula cuando es recitado el Credo en latín, más no cuando es recitado en griego, los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI han enunciado el Credo de Nicea en unión de los Patriarcas Demetrio I y Bartolomé I en griego sin la cláusula Filioque.
El hecho de que estos Patriarcas recitaran el Credo, conjuntamente con los Papas ha recibidos fuertes criticas de ciertos individualidades de la ortodoxia oriental, como el Metropolitano de Kalavryta, Grecia, en noviembre de 2008. La declaración de Rávena en 2007 ratificó estas creencias, y corroboró la noción de que el obispo de Roma es de hecho el primero (protos), no obstante los debates futuros serán sostenidos bajo el ejercicio eclesiológico específico de la primacía papal.
Casos de Abuso Sexual
Las más importantes demandas emergieron en el año 2001 aludiendo que los sacerdotes habían abusado sexualmente de menores. En respuesta al consecuente escándalo, la Iglesia ha dispuesto procedimientos formales para prevenir el abuso, para promover la denuncia de cualquier atropello que se produzca y para gestionar esta clase de reportes prontamente, pese a que las agrupaciones representantes de las víctimas han cuestionado su eficacia.
Algunos sacerdotes han renunciado, a otros se les apartó primero del sacerdocio para luego ser apresados, y se han hecho acuerdos financieros con numerosas víctimas. La Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos ha encargado un estudio exhaustivo que determinó que el cuatro por ciento de todos los clérigos que prestaron servicio en este país desde 1950 hasta 2002 habían encarado algún tipo de acusación de mala conducta sexual.
Benedicto XVI
Con la escogencia del Papa Benedicto XVI en 2005, a la Iglesia se le ha contemplado, hasta el momento, en gran parte, como una continuación de las políticas de su antecesor, el Papa Juan Pablo II, con ciertas excepciones importantes: Benedicto descentralizó las beatificaciones y revirtió la resolución de su antecesor relativa a la escogencia papal.
En 2007, fue establecida una nueva marca al aprobarse la beatificación de 498 mártires españoles. En su encíclica inicial Deus caritas discutió acerca del amor y el sexo en oposición permanente a diversos otros puntos de vista sobre la sexualidad.
¿Quién Fundó la Iglesia? Papa Francisco
Con la escogencia del Papa Francisco en 2013, luego de la dimisión de Benedicto XVI, él se convierte en el primer Papa jesuita, en el primer Papa originario de América y en el primer Papa del hemisferio sur. A partir de su elección y hasta la fecha, ha exhibido un enfoque más sencillo y menos formal en el cargo, escogió vivir en la casa de huéspedes del Vaticano en lugar de la residencia oficial.
En la misma línea, ha promovido muchos cambios dramáticos en la política, como, por ejemplo, al remover a los conservadores de los más altos puestos del Vaticano, convocando a los obispos a llevar una vida más sencilla, y a asumir una actitud más pastoral con respecto a la homosexualidad.
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