El mapa de la región de Palestina en tiempos de Jesús

La región de Palestina en el Medio Oriente fue el escenario del suceso histórico de mayor relevancia para el Cristianismo, y que fue sin duda la existencia de Jesús. En el mapa de Palestina en tiempos de Jesús no solo se detalla el entorno físico, sino el contexto cultural, económico y particularmente social en el cual éste último procuró generar los cambios que un pueblo sometido demandaba.

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Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús

La región de Palestina en la época de Jesús es una cuestión que ha venido siendo analizada por la arqueología bíblica y la cual ha estado vinculada con la indagación del Jesús histórico. Dicho estudio tiene como finalidad la recomposición del ambiente en el que surgió la cristiandad y reseñar los puntos de vista en la política, la cultura y la sociedad de ese tiempo que faciliten su entendimiento.

En el tiempo que existió Jesús, la población judía se encontraba subyugada a la autoridad romana la cual efectuaba su control gracias a un procurador o gobernante. Los mandos romanos demandaban tributos a la persona y al territorio para el César, y contribuciones en especie para el sustento de su ejército invasor.

Las comunidades cristianas precursoras fueron parte de ese mundo judío-romano, o sencillamente pagano. Lo apropiado es comprender este mundo para advertir la novedad de Jesús, de sus alternativas y compromisos; la naturaleza ineludiblemente dolorosa de su denuncia adivinatoria, el peso de su anuncio: «agotado el plazo, ya arriba el reinado de Dios, Refórmense y tengan fe en esta buena nueva» (Marcos 1, 15).

El proceder de Jesús de Nazaret impactó de una u otra manera la vida en Palestina, sus organismos, sus diversas agrupaciones sociales, religiosas, y la política por aquella época muy cercana a la religión. Al escribirse los evangelios canónicos habían pasado al menos 35 a 60 años desde que falleció Jesús. El entorno cultural en el que los evangelios fueron redactados cuenta con un universo conceptual y alegórico, y formas de expresión muy distintas a las actuales.

Jesús era contrario a las «indecencias, robos, asesinatos, adulterios, ambiciones, perversidades, fraudes, perversión» (Marcos 7,20-23) existentes.​ Pero en esa época, quienes aplicaban cargas de mayor peso al pueblo,​ desamparándolo y arrojándolo a la miseria, impotencia y desesperación​ eran los jerarcas religiosos-políticos quienes, de acuerdo a Jesús, en vez de ser clérigos eran «maleantes y bandidos a sueldo».​ Jesús oyó las quejas de los excluidos por la religión y sociedad, por quienes se inclinó aún a costa de su propia existencia.

División del Territorio

El Nuevo Testamento diferencia la zona del Jordán (Mateo 3, 5) de la zona «a la otra orilla del Jordán» (Mateo 4, 15; Mateo 19, 1), ubicada en la margen izquierda (oriental) del río, poblada por no israelitas, no judíos, y que en la actualidad es parte del estado de Jordania. Algunos episodios del Nuevo Testamento están ambientados en las márgenes del río Jordán. El de mayor importancia es la narración del bautismo de Jesús en palabras de Juan el Bautista, relatado claramente por los tres evangelios sinópticos (Mateo 3, 13-17; Marcos 1, 9-11; Lucas 3, 21-22) y apenas por el evangelio de Juan (Juan 1, 29-34).

Jesús de Nazaret vino al mundo y vivió en la región del Oriente Medio que aún hasta hoy se llama Palestina (país de los filisteos) y conformaba parte del imperio romano desde el año 64 a.C. A través de la historia se le ha asignado distintos nombres: Judea, Canaán, Israel, Tierra Santa, etcétera. (a pesar de que cada uno de ellos se refiere a realidades geográficas imprecisas y no rigurosamente coincidentes).

Su área comprende unos 30.000 km², con una figura como un trapecio cuyas bases tiene medidas de 40 km en la punta norte y 140 en el sur, con un alto de unos 250 km. Sus límites son al occidente el mar Mediterráneo y el valle del río Jordán al oriente. Es de enorme relevancia estratégica por ser lugar de tránsito de comunicaciones y comercio.

Este territorio es cruzado de norte a sur por un sistema de montañas de poca elevación. El río Jordán corre paralelo por la ladera oriental, con una extensión de 118 km en línea recta desde su confluencia con el último tributario hasta el mar Muerto, pero con una trayectoria real de 320 km ya que baja en forma ondulante, formando curvas que le hacen parecer desde lo alto como una serpiente. Su paso da lugar a una fértil planicie de gran contraste con el resto del territorio.

Jordán quiere decir «el que baja», ya que desciende de una elevación de 520 metros sobre el nivel del mar (msnm) en su fuente a una de 392 metros bajo el nivel del mar al desembocar en el mar Muerto. Se divide en cuatro provincias: Galilea, Samaria, Judea y Perea, las que conforman el mapa de Israel en tiempos de Jesús.

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Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Galilea

Galilea se encuentra ubicada al norte, en su área montañosa están las ciudades de Naím, y Caná,​ entre ambas se localiza Nazaret que se ubica a unos 140 km de Jerusalén; y se encuentra al borde de un desfiladero por el cual trataron de lanzar a Jesús sus propios paisanos. María y José vivieron en Nazaret y allí fue criado Jesús, de acuerdo al Evangelio de Juan.

La parte más plana de Galilea está situada alrededor del lago o mar de Tiberíades,​ igualmente denominado mar de Galilea​ o lago de Genesaret, el cual cuenta con 21 km de largo y 12 de ancho y se encuentra a unos a 210 metros bajo el nivel del mar.

Pese a que en sus aguas abundan los peces, igualmente son peligrosas por las violentas tempestades que en él se elevan.​ Los pescadores atrapaban con sus redes peces buenos y otros a los que se consideraba malos (no se podían comer), ya que a los peces sin escamas o aletas, semejantes a serpientes como las anguilas, e igualmente a los mariscos se les prohibía por respeto a la ley mosaica.

Jesús acudía con frecuencia a las márgenes del lago ya que en ella florece la vida y se aglomera la población, por ejemplo: Cafarnaúm, de donde provienen Pedro y Andrés. Por la planicie de Genesaret, en la cual se inició la vida pública de Jesús, transitaban caravanas que iban de Damasco a la Cesárea del litoral, por eso existía en Carfanaúm un acantonamiento militar.​ Todo ello nos la expone como una región pluricultural y multi-étnica.

El Monte Tabor, el cual es referido en toda la Biblia como una cumbre sagrada, domina la planicie ubicada al suroeste del lago, y es donde se ubica a la narración de la transfiguración.​ Esta montaña cuenta con una altura aproximada de 588 metros. Las viviendas de los campesinos locales eran modestas y en muchas ocasiones de una sola pieza, siendo el latifundio predominante en Galilea, ya que las tierras usualmente eran del rey, su familia o de los pudientes comerciantes.

A los pobladores de Galilea se les denominaba galileos. Aunque fuesen judíos, moraban como en una isla circundada de pueblos paganos. Al ser una ruta comercial, el tránsito de caravanas era constante y, por ello, se engendraba una mayor amalgama de etnias y culturas.

Los galileos, al estar en contacto con otros pueblos disponían de una mayor apertura a otras culturas y formas de ser, por lo que contaban con un espíritu religioso de menor observancia y escrupulosidad que los judíos de Judea. Estos, de mayor minuciosidad y legalismo, estimaban a dicha zona semi pagana y desde tiempos remotos la denominaban «Galilea de los paganos». Probablemente por eso las personas cultas (fariseos y escribas) menospreciaban a Jesús y sus prosélitos.

Los galileos eran mayormente campesinos y pescadores, de allí que la mayor parte de las alegorías de Jesús detenten como referencia la vida pesquera o agrícola. Eran famosos por su rudeza y falta de cultura, empero fieles y sinceros.​

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Samaria

Es una región ubicada entre Galilea al norte y Judea al sur, y su población no era «puramente» judía en sus inicios. A partir del año 721 a.C. (ocupación asiria), se habían asentado allí emigrantes oriundos de Asiria, tal vez junto con otros israelitas, de tal manera que las distintas razas y creencias se habían combinado para dar origen a un pueblo multi-étnico. Por lo que para los judíos, los samaritanos no eran un pueblo puro ya que su sangre se había contaminado con la de otros pueblos foráneos.

A pesar de ello los samaritanos, se consideraban los verdaderos herederos de los hijos de Israel, y fueron quienes conservaron la escritura hebrea arcaica. En la centuria III antes de Cristo, el Rabí Hisda (integrante del Sanedrín) aclaraba que los «pueblos comunes» a los que fue confiada la escritura hebrea arcaica eran, en efecto, los samaritanos.​ Ellos se estimaban leales a la Ley, auténticos israelitas, por lo que la samaritana habla de «nuestro señor Jacob».​

Ellos contaban con su particular santuario sobre el monte Garizím (Jn 4,20). ​Entre judíos y samaritanos había surgido una aversión mutua, ya que en el 107 a.C., el judío Juan Hircano se adueño de Siquén capital de Samaria y devastó el templo de Garizím, Herodes el Grande lo reparó  en el año 30 a.C. y se desposó con una samaritana. ​

En el año 6 d.C., los samaritanos ultrajaron gravemente el templo de Jerusalén lanzando en él al anochecer huesos humanos, precisamente en el día de Pascua. A partir de entonces se generó una hostilidad encarnizada.

Los samaritanos rechazaban la relevancia religiosa de Jerusalén. Los judíos consideraban a los samaritanos como herejes y se negaban a cualquier trato con ellos.​ Al acudir los samaritanos a Jerusalén, los judíos no les dejaban traspasar del lugar reservado a los paganos, ni les admitían sacrificios expiatorios, ni penitenciales, ya que estimaban que no veneraban a Dios como era requerido.

En el Evangelio de Juan se hace alusión a ello en (Jn 4,9). Que un judío tildase a otro de «samaritano» era una grave ofensa, por lo que a Jesús lo injurian los líderes judíos al decirle: ¿Acaso no tenemos razón en señalarte de samaritano y que estás poseído por el demonio?.​ En Lc. 10,37, el escriba obvia la pronunciación del término «samaritano».

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Judea

Es el territorio más meridional, elevado y seco, el cual está constituido por montañas que conforman un macizo cerrado y abrupto. Al sur y al este hay enormes áreas desérticas. Se cultiva trigo aunque en escasas cantidades, pero sí muchas aceitunas, uvas, dátiles, higos y legumbres. Prácticamente todo el ganado que es producido es inmolado en el Templo y sus pobladores en general son pobres, que comen pescado ahumado y salado, pero de poca carne.

La capital, Jerusalén, es la ciudad sagrada de los judíos. Está ubicada a 750 msnm y el Monte de los Olivos a 818 msnm. Esta localidad cuenta con una mala situación para el tráfico y comercio. La relevancia de esta ciudad es de carácter  religioso: allí se encuentra el templo judío, único en el mundo, sitio obligado de peregrinación, centro de instrucción religiosa y asiento de la autoridad suprema. Todo en Judea gira en torno a Jerusalén y su Templo.

En Judea se hallan varios pueblos de trascendencia en la existencia de Jesús: Betania que es un pueblo modesto en la ladera del Monte de los Olivos, a escasos tres kilómetros de Jerusalén. Belén, poblado a unos 8 km de Jerusalén, denominada «Ciudad de David» ya que en ella obtuvo su unción el rey David. De acuerdo a las profecías y los evangelios fue el sitio donde nació Jesús, el Mesías.

Emaús, villorrio localizado a unos 12 km de Jerusalén. Jericó, ubicada en un oasis de gran fertilidad a unos 250 metros bajo el nivel del mar. Esta se une con Jerusalén, por medio del desierto de Judá, por un trayecto accidentado y riesgoso, favorable para el bandidaje.

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Contexto Histórico

Para el año 40 a.C., este territorio estaba amenazado por el pueblo de los Partos de Mesopotamia.​ Para subsanar la situación, los romanos encomendaron el gobierno a un rey cliente de nombre Herodes, el cual rigió hasta el año 4 a.C.​

Gobierno

Para el año 29 a.C, en las pequeñas regiones conquistadas por los ejércitos romanos, el emperador Augusto designaba a un Prefecto o gobernador como su delegado para gobernar todo. De los años 6 al 41 el Prefecto de Judea fue denominado como Procurador.

El Procurador romano de Judea cuenta con el máximo poder militar, a pesar de que es dependiente del Legado romano de Siria. Es igualmente el agente financiero del emperador romano, recauda todos los impuestos que los judíos han de sufragar al fisco imperial romano. Bajo su mando están los recolectores de impuestos, protegidos por sus soldados.​ La justicia común es ejercida por el Sanedrín, pero el Procurador romano tiene reservado la ejecución de la pena de muerte.​

Tiene su domicilio en Cesárea, pero en las festividades asiste a Jerusalén y reside en la fortaleza militar denominada Torre Antonia, levantada en el ángulo nordeste del Templo, en el cual usualmente reside la guardia romana (una cohorte) de Jerusalén. Era un lugar esencial desde el cual era fácil vigilar a la multitud que asistía al Templo.

A partir de los años 6 al 41 el Procurador Romano designó en ocho oportunidades al Sumo Sacerdote. Pilatos fue Procurador romano del 26 al 35. Agripa I,​ reseña a Pilatos como severo, de naturaleza arbitraria e inhumana, y le culpa de corrupción, robos, violaciones, amenazas, de promover ejecuciones sin previo juicio, de brutalidad salvaje y constante.

Procurador insensible y hostil a los judíos, de escasa comprensión con sus tradiciones religiosas generó una oposición no violenta al introducir bajo engaño pabellones con la imagen del emperador en Jerusalén, ciudad santa de los judíos. Demandó a los judíos que le aportasen dinero del tesoro del Templo para elaborar un acueducto para resolver los  problemas del agua en Jerusalén.

Los judíos nuevamente se sublevaron, pero Pilatos, con apoyo de sus soldados, camuflados y entremezclados con la multitud, pudo refrenar el motín, golpeando y matando a muchos, y así concluir la obra. Lucas 13,1 parece mencionar  este hecho señalando que Pilatos había combinado la sangre de unos galileos con las víctimas que ofrendaban.

El año 35 d.C. asesinó a unos samaritanos congregados en el monte Garizín, por lo que debido a las quejas de judíos y samaritanos, el Legado de Siria, Vitelio, lo remite en el año 36 a Roma para que rinda cuentas de sus atropellos ante el emperador. Probablemente fallece el año 37 a causa de suicidio.

Control Social

Los soldados de las guardias romanas en Palestina no eran romanos, obviamente tampoco judíos. Eran de Siria y Grecia que vivían en Palestina y que despreciaban a los judíos. Los tres últimos soberanos judíos independientes, los reyes asmoneos, sojuzgaron y vejaron a las localidades sirias y griegas próximas a sus fronteras.

El rey Alejandro Janeo, que igualmente era Sumo Sacerdote, rigió en Judea del 103 al 76 a.C., entrando durante su reinado en intenso conflicto con los fariseos. La población proseguía las directrices de los fariseos y detestaba al rey. Al aliarse los fariseos con los sirios, enemigos del rey, éste se vengó de modo sangrienta de los sirios.

Josefo refiere el siguiente relato de uno de esas abusivas venganzas: Efectuado un banquete en un sitio no visible en unión a sus concubinas, mandó a crucificar a unas ocho centenas de ellos, decapitó a sus hijos y a sus mujeres ante sus ojos, aún estando con vida. Con ello ser vengaba de las injurias recibidas, castigo que era superior a lo que puede soportar un hombre.

A partir de entonces esas ciudades y sus pobladores han tenido temor de un reino judío poderoso. Y los judíos guardaban siempre la esperanza de retornar a los buenos tiempos de libertad, fortuna y notoriedad, como en la época del rey David.

Por ello los soldados sirios y griegos de Pilatos menosprecian a los que ambicionaban ser reyes o mesías. «¿Tu te llamas soberano de los judíos?», interrogó Pilatos. Y los soldados escuchan como el procurador responde a los que le solicitan el indulto acostumbrado «¿Deseen que les libere al rey de los judíos?» (Mc.15,1-2.9). Por eso se irritan con Jesús, tras ser sentenciado y azotado, estos se mofaban diciéndole «¡Salud, soberano de los judíos!».

De acuerdo al historiador judío Flavio Josefo, pobladores de Cesárea y de Sebaste convertidos en soldados de las cohortes, expresaron abiertamente su desprecio a los monarcas judíos una vez muerto el rey Agripa I. De hecho, en el año 44 conmemoraron públicamente en Cesárea el deceso de Agripa y condujeron a un burdel las imágenes de las hijas del rey.​

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Religión

De tal relevancia era el componente religioso en la sociedad teocracia palestina en tiempos de Jesús, que más que clasificar a los grupos de acuerdo a su clase social y/o económica, se les organizaba de acuerdo a su posición dentro del estamento religioso.

Saduceos

Los saduceos, cuyo nombre proviene de Sadoc, supremo sacerdote de la época de Salomón que existió en el siglo II a.C.​ eran una agrupación de familias clericales dirigentes las cuales estaban conformadas por las más importantes familias de los poderosos comerciantes de la ciudad y los terratenientes más adinerados del campo.​

Los jerarcas de esa aristocracia sacerdotal y laica (los ancianos) constituían parte del Sanedrín. Era, pues, una camarilla aristocrática que congregaba a los ricos y los poderosos.

Configuraban una «clase separada», eran de poco número y contaban con una robusta organización. Su influjo en la política y el régimen judicial fue de gran importancia entre el período asmoneo y la guerra judaica.​ Se cuentan como parte de los saduceos «laicos» a los arrendatarios de tributos, los procuradores y recaudadores romanos. Los romanos les otorgaron la exclusividad para el cobro de impuestos.

En cuestiones religiosas aceptaban solamente la «Torá» o Ley de Moisés, que estaba conformada particularmente por los cinco primeros libros de la Biblia o Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.​ Se rigen rigurosamente a la letra de lo que señalan esos libros, son pues ultraconservadores y por ello, no aceptan cualquier desarrollo posterior de esa doctrina.​

De acuerdo a los saduceos, los sacerdotes son los únicos que pueden interpretar la Ley; no desean que los fariseos laicos lo hagan, y dudan de los profetas. Abogaban por la obediencia del sábado. Observando que en la Torá no se hace referencia a la resurrección de los muertos ni a una vida posterior, no la aceptan, por estimarla como una idea novedosa.​

Según ellos todo acaba con la muerte y afirman que no hay más redención que la terrenal. En política, estuvieron a favor del nacional-judaísmo y fueron tenaces defensores del Estado del Templo,​ e intentaron tener buenas relaciones con los romanos.

Son acusados de no ser practicantes de lo que profesaban: en contraste a su postura religiosa conservadora, exhibían una libertina relajación de costumbres:

  • ostentación y diversiones paganas imitando el ejemplo de los romanos (amos del mundo)
  • el divorcio era usual entre ellos
  • se acostumbraba el casamiento entre integrantes de la misma familia para preservar riqueza y poder
  • poligamia que, de hecho, a ella solo podían acceder los ricos dado lo costoso que era.

Caifás, el Supremo Sacerdote (18-37 d.C.) era saduceo (Jn. 11,49;18,13-14). La jerarquía de los sacerdotes era, usualmente, saduceos. Los Hechos de los Apóstoles denominan a los saduceos como los prosélitos del Sumo Sacerdote (Hch. 5,17) y en Mateo (Mt. 16,12) hay un pasaje en el cual Jesús aconseja a los que le oyen que se cuiden de las provocaciones de los fariseos y saduceos.

Son hedonistas, solo están interesados en acumular riquezas y disfrutar de ellas en su existencia terrenal (Lc 12,15-21).

Sacerdotes

Israel, en la época en que existió Jesús era una genuina Teocracia, y en una teocracia son los clérigos los que, en primer lugar conforman a la agrupación menos poderosa.

Fueron los sacerdotes los que organizaron a los judíos tras el destierro de Babilonia (538 a.C.) y los habían aconsejado en los temas espirituales y materiales, y aún en tiempos de Jesús seguían controlando el poder político y social.

El sacerdocio no se alcanzaba por inclinación divina, sino que se heredaba, de acuerdo a la Ley, únicamente podían alcanzar el sacerdocio los descendientes de Aarón, el hermano de Moisés (Ex. 28,1; Nm. 17,16-26; Lc. 1,5; Heb. 9,4). Conformaban así, un círculo cerrado y fuertemente unido. Al alcanzar los 20 años de edad, el hijo del clérigo es llevado al templo en el cual ha de evidenciar cuan legítimo es su nacimiento.

Tras la comprobación de la ausencia de defectos físicos, era ordenado por medio de un baño de purificación, se le vestía con hábitos sagrados y se ofrendan unos sacrificios, todo a lo largo de una semana, quedando así con el poder para ofrecer sacrificios (Heb. 10,11), ejecutar rituales (Mt. 8,4; Lc. 17,14), para el servicio al santuario (Lc. 1,5.8). Los sacerdotes no eran responsables de la enseñanza de la Ley, esto era inherente a los escribas (Mt. 7,29).

Se organizaban en 24 grupos, y cada agrupación se encargaba del servicio al templo por una semana, siendo cada turno sacado a la suerte (Lc 1,5-9). Debido a la cuantía de culto existente en el templo se requerían para atenderlo unos 300 sacerdotes auxiliados por 400 levitas. Estos últimos eran herederos de la tribu de Leví (Dt 33,8-11; Lc 10,32), y conformaban una especie de «bajo clero», responsables de servicios supletorios del culto e igualmente de los servicios policiales del templo.

Los sacerdotes de mayor importancia que llegaban a conformar una aristocracia eran: El Supremo Sacerdote, jerarca de todos los judíos de Palestina y del exterior, encargado principal del templo, administrador y presidia, por oficio, el Sanedrín o Gran Consejo. Solo él podía ingresar a la parte más secreta, sagrada e importante del Templo: el «Sancta Santorum»: en tres oportunidades, un único día al año, el «Día de la Expiación» (el Yom Kippur. o día de penitencia establecido por Dios).

Desde el año 37 a.C., Herodes en primera instancia y luego los procuradores o regentes romanos contaban con el derecho de designar y deponer a los Supremos Sacerdotes, a partir de lo cual tal cargo no era hereditario ni de por vida.

Igualmente santifican al Supremo Sacerdote por medio de la entrega de la ornamentación sacerdotal (ocho piezas que se consideran sagradas). Herodes y los romanos conservan tales ornamentos sagrados (del 6 al 37 d.C. en la Torre Antonia), y los facilitan a los sacerdotes únicamente en los días festivos.

La participación de Anás en el juicio a Jesús,​ demuestra como mantenían su influjo y reputación tras haber dejado el cargo como Supremo Sacerdote. Otros sacerdotes de importancia eran el Comandante del Templo, encargado del orden, los tres Sacerdotes Tesoreros, encargados de las finanzas y los Sacerdotes Vigilantes, quienes custodiaban las llaves del templo y eran responsables de la vigilancia y orden bajo el mando del Comandante del Templo.

Los Ancianos

Igualmente se les llamaba «Senadores del pueblo» y los conseguimos frecuentemente en el Nuevo Testamento, siempre asociados con los Supremos Sacerdotes (Mt. 21,23; 26,3.47), usualmente unidos bajo una sola expresión «los supremos sacerdotes y los ancianos» (Lc. 22,52).

El término anciano no alude a las personas de edad avanzada, a viejos de Jerusalén, en sentido riguroso los «ancianos» son la agrupación del Sanedrín diferente a los sacerdotes-jerarcas y de los escribas fariseos. Se compone de las familias más poderosas e influyentes de Jerusalén.

En cierto momento Lucas los denomina «los distinguidos del pueblo» (19,47), son la aristocracia secular, los opulentos, esto por el dinero ya que eran los dueños de enormes haciendas y los comerciantes más acaudalados.

Estos ancianos están vinculados con la fuente de mayor producción de riqueza que es el Templo de Jerusalén y con quienes lo dirigen, los sacerdotes jerarcas. Igualmente son aliados del poder romano que ha sabido cautivarlos dándoles en arriendo la recaudación de impuestos, así los romanos controlan, mediante ellos, al Sanedrín. La prosperidad de los ancianos es aval de que el impuesto de los judíos será incorporado al tesoro del Imperio romano.

Para dichos «ancianos», encargados del sistema de cobro de impuestos, las cantidades recogidas bien gestionadas, son una eficiente fuente de ingresos complementarios, ya que traspasan a los romanos los impuestos por ellos demandados, pero se los cobran en exceso al pueblo por medio de los «publicanos».

Tienen gran interés en mantener el orden establecido, pues en él se fundamenta la preservación y mejora de su estatus, dinero e influencias. Si los romanos llegasen a sospechar que ellos de cierta manera están opuestos a su poder, perderían sus prebendas, correrían riesgo de ser deportados y luego les serian confiscados todos sus bienes.

Son observantes de los asuntos religiosos y se atienen con rigurosidad a la letra de la Escritura, y tienen como superiores a los «hombres de la religión», a los jerarcas de los sacerdotes, a la aristocracia sacerdotal. Además son muy leales a la disciplina religiosa externa.

No pueden acceder al sacerdocio, ni siquiera comprándolo. Como todos aquellos que idolatran al dinero, «deidad de muerte», para proteger su «orden», un orden abusivo, pero que les es favorable, llegan hasta la sangre (Mt. 26,3-5.59; 27,1-2; Mc. 14,43). No tenían un mismo pensamiento y proceder la totalidad de los ancianos, entre estos notables se halla José de Arimatea, adinerado hacendado (Mt. 27,57; Mc. 15,43; Lc. 23,50-51; Jn. 19,38-42).

Fariseos

Los fariseos constituían una agrupación religiosa cuya característica primordial era la rigurosa observancia de la Ley.​ Procedían del movimiento asideo (siglo II), y a pesar de que tenían sacerdotes se consideraban esencialmente un movimiento laico. El movimiento asideo se dividió en dos vertientes: los fariseos y los esenios.

La denominación fariseo es el mismo término griego de perusim que quiere decir «los santos», los apartados,​ la genuina comunidad de Israel. Se trataba de gente religiosa y compasiva. En el Nuevo Testamento los fariseos se muestran como hipócritas, pero no concuerda con lo que se conoce de ellos.

Los fariseos se obsesionan mucho por obedecer todas las leyes y costumbres religiosas, asimismo en que otros las sigan. Para ellos lo más relevante en su vinculación con Dios es la Ley religiosa, ella es el auténtico tesoro de Israel, de mayor importancia que el Templo.

Se consideran el «pueblo de la Ley», estando compuesto por artesanos, modestos comerciantes, labriegos, pero, a pesar de que provienen del pueblo, quieren estar alejados de él; al parecer son demasiado desconocedores de la Ley y, particularmente, impuro, que no la obedece; «maldito» (Jn 7,45-49).

Son afectos al legalismo, ya que ellos mismos habían agregado numerosas leyes y tradiciones a la Ley. Enunciaron 613 leyes suplementarias (248 ordenes y 365 prohibiciones), difíciles de comprender y más que nada de engorroso cumplimiento. Ellas regulaban con minuciosidad la vida, particularmente la obediencia del sábado y la pureza requerida para el culto. A estas normas las denominaban «tradición oral» (creada por ellos), y para ellos esta tradición tenia tanto o más relevancia que la Ley escrita.

Los fariseos aguardaban una mediación divina, la llegada del Mesías que liberaría al pueblo de la sumisión romana. Se alistaban para ese «Día» con la plegaria, con el ayuno y, particularmente, con la obediencia leal de todas las leyes, más que nada la del sábado.

Eran apegados a los rituales, se inquietaban mucho de lo que era obligatorio para estar cerca de la pureza a Dios, a la plegaria, al santuario, a los ceremoniales de culto.​ La abundancia de reglas tendía a transformar el ejercicio de la piedad en un asunto técnico o normativo.​

Se orientaban por un libro íntegro para ello, el Levítico, particularmente en los capítulos 11 al 16, que describe las reglas de pureza. El significado de impuro para ellos es corrupción, y el toque con lo impuro les imposibilitaba las relaciones con Dios.

Algún grado de impureza tenían:

  • la sangre y todo lo que roza ya que es, de acuerdo a ellos, la vida.
  • todo fluido sexual (ej. menstruación).
  • los objetos como copas, platos y cacerolas sucias, pues había que asearlos en varias ocasiones esmeradamente (Lc. 11,39).
  • Algunos animales que la Ley proscribía comer (Mt. 15,10).
  • cualquier cadáver de animal o persona; no sólo el que los rozaba, aunque fuera por necesidad, igualmente el que pisaba una sepultura, aún sin notarlo, permanecía «impuro» ante Dios (Lc. 11,24).
  • las personas aquejadas por alguna enfermedad repulsiva, en particular de la piel, como la lepra, no se les podía tocar, ya que el simple roce con ellos les imposibilitaba aproximarse al Dios Santo (Mt. 8,2-4).
  • los judíos que desempeñaban ciertos oficios o labores que eran estimadas como impuras; publicanos o recolectores, meretrices, pastores, galenos. Al estar sentados con ellos a la mesa u alojarse en sus casas «te infectaba» (Mt. 9,9-13; Lc. 19,1-7).
  • con solo ingresar en las viviendas de paganos, los cuales no eran judíos, contaminaba (Jn. 18,28).

Eran obsesivos por los lavados ceremoniales, particularmente de las manos «impurificadas» por haber rozado algo «impuro». Hasta en siete oportunidades diarias el fariseo compasivo hacía sus lavados personales con agua y con plegaria. Igualmente el agua era parte de este juego pues, se transformaba en un problema conocer qué tipo se necesitaba para lavar cada cosa y para los baños de purificación, ellos diferenciaban hasta seis clases de agua para estos menesteres.

Estos fariseos creen que obedeciendo la Ley y la tradición obtiene los méritos requeridos para la redención, y que Dios tiene que «retribuir» esa lealtad, esa recompensa se les adeuda (Lc. 17,7-10).

Realizaban toda clases de obras, más allá de lo ordenado por la Ley, para así tener más valor ante Dios; ayunos (Mt. 9,14; Lc. 18,12), plegarias (Mt. 6,5), pago de diezmos (Mt. 23,23). Obedecían con minuciosidad las rigurosas reglas acerca de la pureza ritual que de por sí eran obligadas sólo para los sacerdotes, y las normas acerca de los alimentos (Mt. 15,1-20; 23,25.27; Mc. 7,1-23; Lc. 11,39).

Escribas

A los escribas, cuyo significado en hebreo es sofrim, se les considera los «versados de la Ley», los que estudian, comprenden, describen e interpretan la Ley mosaica.​ Son simultáneamente, teólogos, maestros, jueces, instruyen lo que se debe hacer para obedecer la Ley, despejan las dudas que acerca de la observancia pueden presentarse. Practican igualmente la justicia, de acuerdo a la Ley.

En un inicio los escribas conformaban una agrupación laica pero, debido a su apertura a novedosas interpretaciones, gran cantidad de ellos eran igualmente fariseos o saduceos. Al pasar del tiempo, empero, prevalecieron los escribas fariseos.​

Los escribas o «diplomados de la Ley», son la nobleza intelectual judía, el escriba o «rabí» alcanza al poder no mediante el dinero como los ancianos o senadores, ni por medio de la sangre o linaje como los sacerdotes, sino por su conocimiento, y son sensatos al respecto. Los fariseos-escribas arribaron al Sanedrín y en cada oportunidad su poder se acrecentaba tras la muerte de Herodes el Grande, año 4 a.C.

Su educación la obtenían en escuelas, y la de mayor relevancia y fama es la de Jerusalén. Tras un ciclo ordinario de estudios de varios años, el escriba contaba con un sólido entendimiento de todo el Antiguo Testamento, comprendía íntegramente todos los recovecos de la Ley.

Tenía autorización para decidir personalmente todos los asuntos sobre leyes y ritos religiosos, era designado juez en los juicios criminales y resolvía igualmente en los procesos civiles. Contaba con el derecho a ser denominado «rabbí». Al alcanzar los 40 años de edad era escriba con todas las facultades como «Doctor graduado».

Su conocimiento les permitía acceder a los cargos de mayor importancia de la enseñanza, de la gestión pública y de la justicia. Y, particularmente los escribas que siendo fariseos, contaban con un gran poder ya que creaban y traspasaban las «tradiciones» religiosas que estaban al mismo nivel o por encima de la propia Torá o Ley escrita.

Contaban con el poder de amarrar (comprometer) y desamarrar (liberar de compromiso) eternamente, a los judíos de todo el mundo, de acuerdo con lo ordenado por la Ley, Bajo su poder estaban las posiciones clave del poder judicial, de la gestión publica y de la enseñanza. Generalizando eran escribas los jueces de todas las ciudades de mayor importancia del país.

En las sinagogas, sumado a ser los encargados, describen e interpretan con autoridad la Escritura, son los magistrados y supervisores del acontecer de la vida diaria; detentan poder en lo judicial, en lo ejecutivo y hasta pueden sancionar castigos de flagelaciones y aplicar la deportación.

Presidian y gobernaban la Escuela Superior de Jerusalén, la fracción farisea del Sanedrín se componía de manera integral de escribas (en el Nuevo Testamento, el bando fariseo del Sanedrín es denominado de manera indistinta «Los fariseos» Mt. 21,45 o los «escribas» Lc. 20,19). En ésta última su poder se acrecentaba, entre otras razones debido a que el Sanedrín era la única Corte de Justicia o Tribunal Supremo para la totalidad de los judíos (Mt. 26,57-66; Hch. 5,34-40).

La compresión del Antiguo Testamento (la exégesis de la Escritura) era concluyente en los dictámenes judiciales, y ese entendimiento era exclusivo de los «escribas-fariseos» del Sanedrín:

  • los textos del Antiguo Testamento fueron escritos en el «lenguaje sagrado», el hebreo, y ésta lengua sólo la conocían los escribas, el Arameo era el idioma del pueblo, todavía en el primer siglo, los jerarcas de los escribas batallaron para que el Antiguo Testamento no se difundiese en Arameo.
  • Solo ellos comprendían la «tradición oral» que sólo se traspasaba de palabra del mentor al discípulo.
  • Estaban adueñados de la tradición «esotérica», en otras palabras de los enigmas más ocultos acerca de disciplinas, leyes, fórmulas mágicas religiosas.

Todo esto les aportaba gran renombre no solo dentro de los círculos más exclusivos de la sociedad sino que igualmente les generaba gran reputación delante del pueblo.

El Templo de Jerusalén

Israel estaba conformado como un Estado teocrático, donde lo de mayor relevancia era la religión, cuyos funcionarios contaban con la suprema autoridad en la mayor parte de los casos. El mismísimo poder político del régimen judío estaba supeditado  al poder religioso, al sacerdocio, particularmente al Supremo Sacerdote.

Este ejercitaba el poder a nombre de Dios, administrando las leyes de la Torá y aquellas de naturaleza tradicional en la religión israelita. El poder religioso se hallaba fusionado con el político en la remota teocracia israelita. El Templo de Jerusalén, tenido como símbolo de la presencia divinas entre los hombres, operaba como centro espiritual del ancestral Israel.

Estaba levantado en la parte de mayor visibilidad de la ciudad, resaltando con una torre de 50 metros de elevación en medio de una explanada de 480 metros de largo por 300 metros de ancho, circundada por un elevado muro. Era el santuario que Herodes el Grande comenzó a edificar de nueva planta.

Predominando sobre el resto de la ciudad y revestido con gruesas placas de oro y mármol de gran blancura, que resplandecían refulgentes al sol, despertaba la fascinación de la gente: «Maestro, ¡observa que piedras y que construcción!» (Mc. 13,1). Nueve inmensos portones daban entrada al templo, ocho de ellas cubiertas completamente de oro y plata, al igual que sus montajes y dinteles, y el noveno portón, en bronce de Corintio, superaba en valor a las otras en oro y plata.

Pululaban los portones cubiertos de oro y plata, los candelabros, copas, cadenas y útiles sagrados, igualmente de oro y plata. Tan inmensa debe haber sido la profusión de oro que se encontraba en el templo que, tras la ocupación de Jerusalén por los romanos en el 70 d.C., el ofrecimiento de oro fue tan enorme que trajo como resultado que su precio se aminorase a la mitad.

Ampliar, arreglar y decorar el Templo tomó unos 84 años (del 20 a.C. al 63 d.C.). El Evangelio de Juan lo señala al ponerlo en boca de los líderes judíos, hacia el año 27. En todo el tiempo que se tomó el levantamiento del Templo, no estuvo interrumpido el culto en ningún momento. Como sitio de la presencia de Dios, el templo era el núcleo del poder religioso. Era el único santuario con el que contaban los judíos a nivel mundial para dar culto a Dios.

El culto se celebraba diariamente, en la mañana y en la tarde, y sumado a ello un culto extra en las importantes festividades religiosas anuales, particularmente tres: Pésaj (Pascua judía), Shavuot (Festividad de las Primicias) y Sucot (Festividad de los Tabernáculos), a las que todo israelita hombre, desde sus trece años, debía forzosamente acudir (no deja de ser cierto  que quienes vivían lejos asistían sólo para Pésaj).

El Templo de Jerusalén, operaba como el primordial centro educativo: allí se enseñaba la ciencia religiosa, teológica y judicial del judaísmo.​ Al Templo, así como igualmente a distintas sinagogas, asistía Jesús a transmitir sus enseñanzas.​ La aparición de Jesús generó en ocasiones polémicas con los líderes judíos, puesto que fue allí el lugar en el que Jesús asimismo dio a conocer sus considerables denuncias.

Algunos Grupos de la Sociedad

Sumado a la agrupaciones religiosas citadas anteriormente y que de por si son ya clases sociales por su poder e influencia, existen otras clases de menor relevancia y que son igualmente parte del estamento social de Palestina en tiempos de Jesús.

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Publicanos

Estos eran oficiales de aduana o recolectores de impuestos. En dicho tiempo no eran empleados del Estado, sino mercaderes que obtenían del Estado, en arriendo, el derecho a la recolección de tributos. Para ello cancelaban cierta suma de dinero al tesoro público, y se quedaban con todo lo que podían recibir por arriba de esa suma.

Entre ellos se diferenciaban dos tipos: Los primeros eran los encargados del sistema de recolección de impuestos: Se trataba de personas  adineradas, usualmente jerarcas de las familias de la elevada sociedad de Jerusalén, algunos de ellos integrantes del Sanedrín (ancianos o senadores del pueblo).

Los judíos debían cancelar a los romanos unos tributos directos y otros indirectos. Dichos grandes arrendatarios de aduanas se encargaban del pago de estos impuestos, luego se reintegraban esas cantidades en mayor medida, siendo protegidos en dicho cobro por los romanos.

Numerosos puestos aduaneros erran arrendados, teniendo cada puesto aduanero definido una tasa de arriendo que era obligatorio entregar. Los ingresos que superaban a dicha tasa se las quedaba el arrendatario como beneficio personal, conduciendo esto al aprovechamiento y a la estafa.

Los segundos eran los recaudadores locales a quienes se les denominaba publicanos. Gran parte de los que realizaban este trabajo eran pobres o esclavos de los cuales se servía una agencia de recolección de algún gran arrendatario. Aquellos eran despedidos ante el menor inconveniente.

Palestina padecía de un sistema de tributos sumamente opresivo, ya que había que cancelar derechos de aduana y de peaje para acceder a pueblos, puentes, pasos, encrucijadas de caminos. El acoso de los publicanos enfadaba mucho e igualmente era muy costoso, ya que los cobradores tenían que demandar una cantidad mayor a la tarifa oficial si procuraban ganarse la vida. Leví es uno de esos recolectores o «publicano».

Es de notar igualmente que el pueblo desconocía totalmente la ley romana de tributos, y tampoco osaban en reclamar, ya que los cobradores contaban con apoyo. Desde el punto de vista de todo sacerdote y fariseo, el publicano era un penitente, ya que su oficio era considerado «corrupto» o «impuro» por los escribas o doctores de la ley.

Para los judíos el único tributo legal es el que cobraba el Templo, por lo que estos publicanos que recolectaban para los romanos, eran igualmente menospreciados por el colectivo. Generalmente los publicanos eran gente humilde, eran parte de una clase social tan desafortunada que se veían forzados a aceptar este trabajo «deshonesto» para subsistir.

A los publicanos nunca se les invitaba a comer, no gozaban de un trato normal, no contaban con derechos civiles: no podían aspirar a ser jueces, ni testigos de un juicio, mucho menos ser parte de una comunidad de fariseos. Eran, pues, personas consideradas como pecadores, marginados, mal remunerados y usualmente maltratados.

El Comportamiento de Jesús con los Publicanos

En los evangelios se habla de manera directa de estos «publicanos», cobradores y regularmente asocia «publicanos y penitentes». Juan el Bautista demanda de los recaudadores, como señal de penitencia, el cobro preciso del tributo fijado: Acudieron igualmente a ser bautizados unos cobradores, que le interrogaron: Maestro ¿qué hemos de hacer? Él les respondió: No pidan más de lo que está establecido Lc. 3,13.

El proceder de Jesús y de sus prosélitos, fue simplemente provocador, iban contra toda norma de conducta social y religiosa. Son numerosos los ejemplos que hay de tal situación; cuando convocó al publicano Leví a ser seguidor íntimo suyo,​ al estar frecuentemente en compañía de publicanos y penitentes y comer con ellos,​ Leví le brindó en su casa un gran banquete, y estaban dispuestos a la mesa con ellos un gran cantidad de cobradores y otra gente (Lc. 5,29).

Para los compasivos judíos era un escándalo que Jesús y sus partidarios comieran con ellos en la misma mesa. Al enfrentarse con los fariseos señalándoles que, ir al encuentro con un penitente, demuestra mayor lealtad al Dios Santo, que no buscar recluirse para jactarse de su propia perfección.

«Los fariseos y los ilustrados de su bando» (los fariseos que eran escribas) «criticaban exclamando a los discípulos: ¿Se puede conocer por qué comen y beben con cobradores y pecadores?». Jesús les contestó: «No requerían de médico los saludables, sino los que padecían. No he venido a convidar a justos, sino a penitentes, a que se arrepientan» (Lc. 5,30-32).

Este manera de proceder de Jesús, le hizo acreedor de una especie de apodo, más bien de una imputación maliciosa: «¡Vaya comilón y borracho, amistad de cobradores y penitentes!» (Mt. 11,19). Más allá aún, y de una forma sorprendente y provocadora señala que prefiere a los publicanos que a los supremos sacerdotes y los senadores del pueblo: «Los cobradores y las prostitutas irán, en vez de ustedes, al reino de Dios» (Mt. 21,23-32).

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Los Zelotes

Estos eran hombres fervientes, «colmados de celo», de anhelos por obedecer la Ley, particularmente su primera orden: para ellos «únicamente Dios rige en Israel», y por ello se encontraban en disposición de entregar hasta la propia vida. Como doctrina o partido no hay referencia cierta de ellos hasta el año 44 d.C. Y todos los textos del Nuevo Testamento son de fecha posterior.

Su actividad tuvo lugar, en realidad, en la época de las primeras colectividades cristianas. Los zelotas con su sublevación del año 66 ocasionaron la opresión romana y el declive de Jerusalén. Ciertos autores estiman como zelotas a los galileos que con oportunidad del censo de Quirino, en el año 6 d.C., se levantaron bajo el mando de Judas el Galileo.

Los zelotas eran fariseos militantes, representando al ala de mayor radicalismo de los fariseos. Eran de observancia rigurosa de la Ley escrita y de la tradición oral más inflexible, eran intransigentes en su anhelo por el establecimiento del reino de Dios en Israel. Se les tenía como los judíos nacionalistas más extremistas: ortodoxos y promovedores del integrismo.

Su intolerancia fusionaba política y religión, y se manifestaba con actos de terrorismo canalizado contra los romanos y contra los judíos que ellos estimaban como de poca religiosidad o colaboracionistas. Zelota o apasionado es el apodo del apóstol Simón.

Igualmente se estimaban «instrumento» de la retaliación de Dios, en lo atinente al culto y al sacerdocio. Procuraron sanear el Templo de las corruptelas y de las injusticias, intentaron purificar a la nación contaminada específicamente por la invasión romana, invocando a la violencia. Ellos rechazaban la subordinación a todo poder terrenal, solo obedecían a Dios y a su Ley.

Los romanos proclamaban el principio jurídico de que, con la ocupación de un país, sus territorios pasaban a ser posesión del Estado (romano), y a la vez se lo concedía en usufructo a los locales, demandándoles, a cambio, el pago de impuestos. Fue precisamente la incorporación del tributo al César la que ocasionó la sublevación de Judas el Galileo, en el año 6 d.C., cuando los romanos deportaron a Arquelao, hijo de Herodes I el Grande y transformaron a Judea en provincia romana.

Para los zelotas, cancelar el tributo a los romanos era cometer el pecado de idolatría. Puesto que para ellos, el arribo del Reino solo se podría lograr con la acción subversiva violenta, recurrían al robo particularmente a los ricos, al rapto de figuras importantes, y si era necesario cometían asesinato. La víctima inicial de los zelotas sicarios (denominados así por el modesto puñal o «sica» que usaban) fue el Supremo Sacerdote Jonatám, hijo de Hannas.

En los años 30, los zelotas no eran una agrupación estructurada, apenas grupos anónimos, con inclinaciones sociales precisas, de inspiración religiosa, angustiados por liberar a Israel de la ocupación romana. Los romanos los denominaban «ladrones» y los estimaban como simples malhechores, ocultos en las montañas, que explotaban las circunstancias, particularmente las festividades para sus fechorías.

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Clases Sociales

Desde una perspectiva socio-económica, en la época de Jesús, existían en Palestina capas sociales opuestas: los ricos y los pobres. Los adinerados eran escasos en número, pero muy influyentes, conservadores en el plano religioso e igualmente en política, usualmente eran parte del grupo de los saduceos.

Los Ricos

En este grupo podemos conseguir a Herodes II Antipas, ​quien ante el fallecimiento de su progenitor Herodes I el Grande, 4 años a.C., había obtenido una parte de los dominios de éste: Galilea, provincia del Norte, con su capital en Tiberiades ​ y la Transjordania al Este. Este era un súbdito del emperador romano, quien nunca llegó a otorgarle el título de rey. En el año 39 d.C. el emperador Tiberio lo depuso y deportó.

Los afectos a Herodes Antipas, que eran escasos en número, eran denominados herodianos, siempre se declararon enemigos de Jesús. La abundancia de tributos que Herodes impuso, ocasionó la venta de tierras y la aglomeración latifundista en pocas manos: integrantes de la familia real, cooperantes a quienes retribuía de esa manera, gente acaudalada que invertía su patrimonio adquiriendo enormes haciendas. ​

Esta acumulación de fincas en Galilea promovieron la desocupación y la emigración, y a que algunos fuesen a mendigar a Jerusalén, y por otra parte inclusive, el movimiento zelota que se rehusaba al pago de los tributos no religiosos. La mayor parte de estos hacendados residían fuera de sus tierras y traspasaban la administración a manos de empleados. Los jornaleros, personas sin trabajos fijos, laboraban para esas haciendas.

El padre de Herodes Antipas había iniciado la edificación del Templo de Jerusalén, y la continuó generosamente (año 19 a.C.). Herodes percibía cada año unos diez millones de denarios (1 denario era el salario diario razonable). Era dueño de gran número de mansiones; para decomisar y apropiarse de los bienes que ambicionaba no se detenía ni ante el asesinato.

Este Herodes es el mismo que ordenó degollar a Juan el Bautista en la prisión.​ Jesús demostró que no le tenía miedo,​ repudió todo trato con él​ y, advirtió a sus discípulos acerca de la maldad que en él se escondía.

Los sacerdotes jerarcas de familia eran miembros de la nobleza de Jerusalén, eran de 15 a 17 familias, gente que se enriqueció con los enormes ingresos y poder que generaba una religiosidad y culto creados alrededor del Templo. Eran los primordiales administradores del tesoro, y esta gestión implicaba un control usufructual, pues sacaban provecho de todas sus rentas.

Los familiares de los supremos sacerdotes se contaban entre los más acaudalados del país. Los más importantes comerciantes y latifundistas eran regularmente saduceos como los jefes sacerdotes, algunos de ellos eran ancianos, integrantes del Sanedrín.

Los Pobres

El mayor porcentaje de la población eran gente humilde: Jesús transitaba todos los poblados y aldeas, dejando enseñanzas en las sinagogas, divulgando la buena nueva del reino y sanando todo padecimiento y enfermedad. Al ver la multitud, sintió lástima por ellos ya que andaban extenuados y decaídos como ovejas sin pastor (Mt. 9,35-36). Entre ellos se hallaban: Los jornaleros, asalariados que obtenían el sustento en base a su trabajo, se les pagaba por día trabajado y el pago era diario, laboraban de sol a sol por un denario y el alimento.

Los escribas no tenían una profesión ni desempeñaban el comercio, puesto que la enseñanza de la Ley debía ser gratis, ​estos escribas eran usualmente pobres y subsistían de los aportes otorgados por sus admiradores y partidarios, de albergue espontáneo que les brindaban, ​de las invitaciones a hacer parte en los banquetes que se celebraban en otras casas. ​

Existían fariseos pobres, pero con mente de rico: «amigos del dinero» los denomina el evangelio,​ y escribas parásitos que sacaban provecho del cobijo de las personas de economías pequeñas: que se devoran los bienes de la ciudad con la excusa de prolongados rezos (Mc 12,40).

Los esclavos, en su mayor parte se hallaban en el palacio de Herodes, eran una especie de sirvientes domésticos no libres. Los judíos sólo podían estar esclavizados por seis años, y si el propietario no era judío, el esclavo debía ser recuperado por sus parientes. El trabajo de esclavo no era estimado como deshonroso, incluso el jornalero llevaba una existencia mucho más insegura que el esclavo.

El Templo no contaba con esclavos, en los campos casi no existían y en la ciudad eran escasos. Los limosneros, eran los que no laboraban y no podían laborar: Se le aproximó un gran multitud trayéndole mancos, ciegos, inválidos, sordomudos y otra gran cantidad de enfermos (Mt. 15,29). Jerusalén era ya en la época de Jesús un núcleo de mendicidad.

Los mendigos se reunían alrededor del Templo, en los portones exteriores de la planicie, en el pórtico de los paganos y subsistían de la limosna de gente compasiva. La dádiva era una de las tres prácticas básicas de la clemencia judía, en unión a la oración y el ayuno.

» Am ha’ aretz= gente de la tierra». Eran campesinos, estimados por los sacerdotes como desconocedores de la ley y sin capacidad para cumplirla, particularmente  la ley del sábado, la pureza ceremonial y el pago de los tributos. La clase media apenas contaba y sólo existía en Jerusalén, siendo parte de ella modestos comerciantes, artesanos dueños de sus talleres, y los propietarios de los hospedajes de Jerusalén.

Jesús Enfrenta a los Ricos

Jesús reveló el poder enajenante que se oculta en las riquezas. Para Jesús , las cosas materiales son útiles, necesarias y hemos de disfrutarlas como obsequio de Dios, por eso censura tan severamente a los ricos y critica a los que acumulan y detentan más de lo que requieren para vivir. Los evangelios nos dan evidencias de los llamados de atención que hace a todos:

  • No has de servir a Dios y al dinero (Mt. 6,24)
  • No acumulen riquezas en la tierra… Ya que donde se encuentre tu tesoro, allí estará igualmente tu corazón (Mt. 6,19-21).
  • Aléjense de toda codicia, que a pesar de que uno tenga de sobra, la vida no depende de las posesiones (Lc 12,15-21).
  • Pero, ¡ay de ustedes los que tienen riqueza, porque ya poseen consuelo! (Lc 6,24).
  • La razón de todos los males es el apego al dinero (1Tim 6,10).
  • El que acumula capitales para sí no es rico para Dios, sino imprudente, necio: ha dilapidado su vida (Lc 12,31-34).
  • ¡Qué difícil se les hará entrar en el Reino de Dios los que poseen dinero! (Mc 10,17-27).
  • Pero las inquietudes de esta vida, el atractivo de las riquezas y la ambición por todo lo demás los conquistan, asfixian el mensaje y se hace infértil (Mc 4,19).
  • En contraste, hagan que él reine y eso se les llegará por añadidura. Apacíguense, rebaño modesto, que es resolución de su Padre reinar en efecto sobre ustedes. Vendan sus posesiones y otórguenlo en limosnas; elabórense bolsas que no se dañen, un tesoro inacabable en el cielo, al cual no se aproximan los ladrones ni daña la polilla. Ya que donde guarden su riqueza guardarán el corazón (Lc 10,17-27).
  • De una cosa careces: ve a vender lo que posees y dáselo a los humildes, que Dios será tu fortuna; y, anda sigue tras de mí. A mis palabras, el otro arrugó el ceño y se fue triste, pues tenía muchos bienes (Mc 10,21-22).
  • En vida te sucedió a ti lo bueno y a Lázaro lo malo; por eso ahora él consigue alivio y tú padeces (Lc 16,19-31).
  • Hagan amigos apartando el dinero injusto: así, cuando esto termine, los acogerán en las moradas eternas (Lc 16,9-11).
  • ¡Qué bien ponen de lado el mandato de Dios para cultivar su tradición! (Mc 7,8-13).
  • Abonan el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de todo vegetal, y descuidan la justicia y el amor de Dios (Lc 11,41-42).
  • Esto es «Asear por fuera la copa y el plato, al tanto que en su interior están colmados de robos y maldades» (Lc 11,39).

Mapa de Palestina en Tiempos de Jesús: Sociedad Patriarcal

El estado actual de Palestina es patriarcal, donde la familia hebrea es considerable, amplia. La poligamia sigue siendo permitida, a pesar de que solo esté a la mano para quienes cuentan con abundantes medios económicos. Y en la casa de familia moran la esposa principal y las secundarias, los hijos e hijas de todas, en conjunto a los sirvientes y sirvientas, esclavos y esclavas.

A la familia se le suele llamar «casa del padre», y éste rige en ella como señor absoluto. Él es el propietario encargado de las posesiones de la familia. Los hijos varones son sus sucesores. Las hijas hace crecer el patrimonio con el precio que los las pretenden abonan al padre al comprarlas.

Solamente él que tiene derecho de establecer, dar órdenes, sancionar, dar oraciones, particularmente la bendición de la mesa, ofrendar los sacrificios. Igualmente él, es el mentor de sus hijos. Como progenitora, la mujer era obedecida y venerada, ya que los hijos son obsequio y bendición de Dios. Por sus hijos, en particular y sobre todo por los varones, se bendice a la mujer, ya que a las mujeres no se les consideraba a la altura de los hombres. Por lo que contaban con menos derechos.

Mujer Diferente al Varón

La mujer judía de Palestina, en la época de Jesús era estimada como inferior al varón por contar con menos ventajas que él. Había una declaración, como fórmula, que se reiteraba frecuentemente; «Mujeres, esclavos (paganos) e infantes».

Tal cual el esclavo no judío y el infante menor de edad (13 años), la mujer estaba dedicada totalmente a su dueño: al progenitor de ser soltera, al marido, si era desposada; al cuñado de ser viuda sin hijo (Dt. 25,5-10). De ser la mujer soltera estaba bajo la protección de su padre al tener doce años y era tenida como menor: únicamente él tenía potestad para casarla.

Pero como el progenitor tenía la autoridad para desposar a la hija antes de su arribo a la mayoría de edad, éste podía permitirlo sólo en la edad en que la hija podía dar su aprobación manifiesta y decidir a quién quiere como conyugue. En ese tiempo, el marido es el propietario de la mujer, y ésta no puede decidir qué hacer ni con los ingresos de su trabajo, ni con lo que se consigue.

La pobreza de las mujeres se expone en la narración de la viuda humilde que «ha arrojado todo lo que tenía para subsistir» al tesoro del Templo. Y «todo con lo que contaba para vivir » eran apenas «unos centavos» (Mc 12,41-44).

El Culto Religioso

La religión judía era una doctrina de varones. Tanto en el templo como en la sinagoga hombres y mujeres estaban estrictamente separados, y las mujeres usualmente en sitios inferiores, secundarios. Sólo se conmemoraba el culto en la sinagoga si estaban presentes por lo menos diez hombres, no se contaba a las mujeres, independientemente de la cantidad presente.

Las mujeres estaban dispensadas del peregrinaje a Jerusalén en las grandes festividades del año, que forzaban a los varones y de otras actividades religiosas. Ni siquiera eran capaces, en la sociedad patriarcal, de decir la acción de gracias en la mesa, a la hora de la comida. Pero sí estaban forzadas a obedecer a todas las restricciones de la Ley religiosa, así como sometidas igualmente a toda disciplina de la legislación civil y penal, incluida la pena de muerte (Jn. 8,1-5).

La percepción de la supremacía religiosa masculina estaba muy propagada en la época de Jesús y de las iniciales colectividades cristianas, no sólo entre los judíos, sino igualmente entre griegos y romanos. Por ejemplo, el hombre griego agradecía a las deidades por la fortuna de haber nacido humano y no animal, griego y no bárbaro, libre y no sometido a esclavitud, varón y no mujer.

Entre los judíos se comparte un dicho: «Bendito aquel cuya prole son varones, y ¡ay! de aquel cuya prole son hembras». En la plegaria que los judíos del siglo I y II d.C. oraban en la sinagoga, en tres ocasiones el hombre judío da gracias a Dios por el hecho de que no lo hiciera pagano, esclavo o mujer, dando énfasis en su prebenda religiosa.

Bendito sea el Señor que no he nacido pagano: ya que todas las naciones son como nada ante él. (Is 40,17). Bendito sea el Señor que no he nacido mujer: ya que la mujer no está forzada a obedecer los mandamientos. Bendito sea el Señor que no me ha hecho ignorante: ya que el ignorante no tiene vergüenza de pecar. En el lenguaje en que fue redactado el Antiguo Testamento, el hebreo, los términos compasivo (hasid), justo (saddiq) y santo (qados) no tienen similar femenino.

Ignorancia

La mujer no era merecedora de enseñanza religiosa, se conjeturaba que era incapaz de entenderla. Las escuelas eran únicamente para varones, los maestros (escribas) no contaban con «alumnas». Sumado a ello la mujer no podía ser testigo en un juicio, ni siquiera como testigo acusatorio. Basándose en Gn 18,11-15, se estimaba que su testimonio era carente de valor por su tendencia a la mentira.

Reglas de Educación

Particularmente en las localidades y en las familias más adineradas, la mujer se queda en casa, en el gineceo (el área  destinada a las mujeres), y apenas puede exhibirse en público con la cara cubierta, tapada con dos velos anudados a la cabeza para que no se puedan diferenciar los rasgos de su cara.

Las jóvenes solteras eran las que soportaban la peor parte, de acuerdo a lo que señala el Eclesiástico: «Una hija es un fortuna ilusoria para su padre, le roba el sueño por la preocupación… Que su alcoba no tenga ventanas… Que no exhiba su hermosura ante cualquier hombre» Eclo 42,9-12).

Las normas de educación proscribían:

  • reunirse a solas con una mujer, particularmente si era casada
  • observar a una mujer casada e inclusive saludarla
  • platicar con una mujer en la calle

Una mujer no debía hallarse a solas en el campo, y no era aceptado que un hombre hablara con una extraña. (Jn. 4,27). La esposa o las hijas estaban obligadas a lavarle al padre el rostro, las manos y los pies. Pero el judío varón no debe demandar esto a otro varón, ni aún de un esclavo judío; únicamente de un esclavo no judío. De ahí la relevancia de la acción y postura de Jesús, y la aclaración, al menos parcial, de la respuesta de Pedro (Jn 13,3-17)

Tabú – Tentación – Peligro

A las mujeres se les consideraba «impuras» a través del tiempo de la menstruación y ni aún se le podía tocar. Tras el parto, tenían que ofrendar un sacrificio en el santuario para ser «purificadas» (Lc 2,22 y Lv 12,11-8). Obviamente que esta purificación no estaba relacionada con la impureza moral (con un pecado) que hubiese cometido la madre. Era como una variedad de «tabú».

Si la mujer casada interrogar alguna cosa, hay que contestarle lo más brevemente posible: «Con una mujer desposada no comas ni te acerques con ella a beber, ya que te hará arrastrar el corazón y llevara tu vida a la fosa» (Eclo 9,9). Al haber huéspedes en casa, las mujeres no comparten en el banquete, ni aún podían servir la comida (apenas hacen parte el sábado y en el banquete de Pascua). Era de temer que oyesen las conversaciones y no fuesen prudentes.

Divorcio, Derecho del Marido

Únicamente el esposo contaba con el derecho de romper el matrimonio demandando el divorcio, era un derecho injusto  y caprichoso:

  • De salir una mujer a la calle sin haberse cubierto la cabeza y el rostro, faltaba hasta tal punto las buenas costumbres que su marido contaba con el derecho, inclusive el deber (religioso), de arrojarla de la casa y divorciarse de ella, sin estar forzado a abonarle la cantidad convenida en el contrato matrimonial.
  • Una mujer que desperdicia su tiempo en la calle, charlando con unos y otros, o que se pone a hilar en el pórtico de su casa, puede ser rechazada por su marido, sin retribución económica alguna.
  • Inclusive, cuando la esposa hubiese permitido que la comida se quemase (de acuerdo al rabí Hillel), podía ser rechazada con el divorcio.
  • Otra razón podía ser que el marido develara algo inepto en su mujer, particularmente para ir en búsqueda luego de una más joven y comprarla.

Únicamente el hombre podía contar con varias mujeres, y la esposa debía soportar la existencia de concubinas junto a ella, en su misma vivienda. Obviamente que esto era un prerrogativa de los ricos.

De tener la novia relaciones con otro hombre era tenida como adúltera, y podía ser sentenciada con la muerte a pedradas (lapidación); para la adúltera desposada se reservaba el castigo del estrangulamiento. Para el varón no había condena. En la mujer solo era visto frivolidad, sexo, riesgo e intentaban resguardarse de ella.

Comportamiento de Jesús hacia la Mujer

Los prosélitos iniciales de Jesús eran judíos, hombres y mujeres, lo cuales se invitaban todos sin atender a su vida previa, no importando si eran penitentes, meretrices o publicanos, nadie está marginado al llamado del Reino de Dios.

La aseveración de Jesús: Aún así todos, aunque sean primeros, habrán de ser últimos, y esos últimos habrán de ser los primeros, Mc 10,31, es aplicado igualmente a las mujeres y a su condición de inferioridad en las organizaciones controladas por los varones, o sea en las patriarcales.

Jesús de Nazaret con su proceder en la vida cotidiana se levantó contra el sistema socio-religioso, autoritario y opresivo para la mujer. Pero él con su acción específica, da a la mujer su posición en la vida social y religiosa. Para Jesús la mujer cuenta con la misma dignidad, clase y derechos que el varón, por ello, expresamente repudia las leyes y costumbres marginadoras que menosprecian esa dicha dignidad, clase y derechos, poniendo en riesgo en ello su reputación y su vida.

Jesús con la Mujer Samaritana

Estando en el campo, a solas, habla con una mujer samaritana, forastera pagana y maldita para todo judío leal (Jn 4,4-42). Es él quien inicia la charla y conociendo que es una mujer públicamente reconocida por su mala vida, le ruega un favor; platica extensamente con ella y no de manera superficial. En aquel instante arribaron sus discípulos y se extrañaron de que charlase con una mujer, aunque no hubo quien preguntase de que discutía o por qué conversaba con ella Jn 4,27.

Jesús sustenta amistad humana, permanente y profunda, de modo público, con ciertas mujeres, judías obviamente, por ejemplo, con Marta y María (Lc 10,38-42; Jn 11,5.33; Jn 12,1-8).

Sumado a ello, cuenta con discípulas; Tras ello fue recorriendo de poblado en poblando y de aldea en aldea divulgando la buena nueva del reino de Dios; era acompañado de los Doce y ciertas mujeres que él había sanado de malos espíritus y padecimientos: María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes: Susana, y otras cuantas que le colaboraban con sus bienes Lc 8,1-3.

Para las comunidades iniciales, el genuino discípulo cristiano, es el que oye y obedece la palabra de Jesús, por los escritos en los que conseguimos esta afirmación, pronunciada nada menos que en vinculación a su madre: Aún estaba charlando con la gente, cuando su progenitora y sus hermanos hicieron presencia fuera, tratando de conversar con él.

Uno se lo anunció: Escucha, tu madre y tus hermanos están fuera y desean decirte algo. Pero él respondió al que le anunciaba: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? y apuntando con la mano a sus seguidores, afirmó: Aquí se hallan mi madre y mis hermanos: ya que cualquiera que pone por obra el propósito de mi Padre del cielo, ése es mi hermano y hermana y madre Mt. 12,46-50.

De acuerdo a Jesús, el grupo de discípulos que le circundan son su auténtica familia. En la agrupación de mujeres que son seguidoras de Jesús hay a quien «había sanado de malos espíritus», lo que quiere decir que se les sospechaba de estar controladas por fuerzas del mal, entre las que estaba María Magdalena «de la que había arrojado siete demonios».

Igualmente había mujeres desposadas como Juana, esposa de un hombre público de importancia, que asimismo a su vez seguía a Jesús, había otros que le colaboraban con sus bienes, lo que quiere decir que tendrían cierta libertad e  independencia económica, cosa que sólo podía ocurrir en el caso de la mujer que hubiese enviudado.

Se deduce que Jesús era acompañado de solteras de no muy buena reputación, viudas y desposadas, mujeres tan devotas que dejaban casa y familia para acompañarle, algo inusitado para ese tiempo, poco ejemplar y hasta riesgoso, pues era contrario las «buenas costumbres» de aquella época.

Estas féminas, galileas en su mayor parte, discípulas de Jesús, son expuestas en los evangelios como las únicas que leales a Él, se quedaron en Jerusalén a través de su ejecución y sepelio, poniendo en riesgo su seguridad y su existencia.

Al agonizar Jesús en la cruz: Existían igualmente unas mujeres viendo desde lejos, entre las que estaba María Magdalena, María, la progenitora de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que cuando él se encontraba en Galilea lo acompañaban y lo cuidaban; y adicionalmente otras cuantas que habían ascendido con él a Jerusalén Mc.15,40-41.

Las mujeres son exhibidas como las genuinas discípulas de Jesús que han dejado todo y le han acompañado en el camino inclusive en su doloroso final en la cruz, al tanto que los varones, que le seguían a él, se apartaron y le dejaron solo.

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