Las distintas y variadas celebraciones contempladas en el Año Litúrgico hacen referencia a las vivencias de Cristo. En el se encuentran registradas todas las fases desde su llegada al mundo hasta su muerte. Tales conmemoraciones cristianas han emergido de modo progresivo a lo largo del tiempo, y surgen del anhelo de la Iglesia Católica de ahondar en los variados períodos de la vida de Cristo.
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¿Qué es el Año Litúrgico?
La denominación Año Litúrgico es el nombre que se le otorga al ordenamiento de los diferentes períodos y ceremonias que acontecen cada año en las Iglesias cristianas, como modo de conmemorar la historia de la Redención. Igualmente se le conoce como ciclo litúrgico, año cristiano o año de Dios.
Encuadrados en el año litúrgico, se conmemoran diversos períodos litúrgicos con los cuales se vinculan los episodios de las Sagradas Escrituras que se divulgan en los actos de culto, las distintas plegarias que se oran, como asimismo los colores litúrgicos empleados en el atuendo del celebrante. Es cierto que las fechas de las festividades pueden variar en algo entre las variadas Iglesias cristianas, pero el orden y la lógica usada para su planificación son fundamentalmente las mismas.
Sea en Oriente o en Occidente, las fechas de numerosas conmemoraciones cambian cada año, generalmente de acuerdo con la alteración de la fecha de la Pascua (vinculada en el cristianismo con la resurrección de Jesús y estimada como la festividad más trascendental de la cristiandad) a la que se relaciona una gran porción de las festividades móviles.
Durante el concilio de Nicea I (325), todas las Iglesias convinieron la festividad de la Pascua cristiana el domingo posterior al plenilunio (14 de Nisán) luego del equinoccio de primavera. Al reformarse el calendario de Occidente por el papa Gregorio XIII (1582), se incorporó el calendario gregoriano en sustitución del calendario juliano, lo cual ocasionó el desplazamiento de algunos días en la festividad de la Pascua con relación al calendario litúrgico de Oriente.
En la actualidad, las Iglesias de Occidente y de Oriente están en búsqueda de un nuevo convenio que permita unir la conmemoración de la Pascua y las lleve gradualmente a la configuración de un calendario litúrgico común.
Otra distinción entre los calendarios litúrgicos se basa en el nivel de participación que se concede a las celebraciones vinculadas a los santos. Tanto la Iglesias católica como la ortodoxa y la anglicana exhiben calendarios litúrgicos donde participan de manera relevante las festividades en respeto a la Virgen María y a otros santos, lo que no se evidencia de igual manera en los calendarios de las Iglesias protestantes.
El Año Litúrgico en el Rito Romano
El ritual romano, que es el de mayor presencia en la Iglesia católica, llama Año litúrgico al lapso cíclico anual en el cual se oficia la historia de la redención experimentada por Cristo y el que se encuentra separado en celebraciones y períodos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario. No son fechas precisas, sino sencillamente una sacralización de la trayectoria anual de las estaciones del año y una composición periódica para que en un lapso de tiempo pueda abarcarse dicha historia de redención.
¿Cuáles son los Tiempos del Año Litúrgico?
Se ha determinado que el año litúrgico está compuesto de dos divisiones: Ciclo Temporal Cristológico en el cual todo gira alrededor de la figura de Cristo y el Ciclo Santoral completamente destinado a la Virgen y los santos. Por otro lado el Ciclo Temporal Cristológico consta de dos ciclos o períodos mayores de los cuales abundaremos más adelante:
- El ciclo de Navidad, que se inicia con el tiempo o período de Adviento y finaliza con la Epifanía.
- El ciclo Pascual, que principia con el Miércoles de Ceniza, se compone de los tiempos o períodos de Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual y termina con el domingo de Pentecostés.
En el Ciclo Santoral se contempla a cada santo como una pieza maestra de la gracia del Espíritu Santo. De esa manera lo señalo el papa Juan XXIII en su proclama del 5 de junio de 1960. Por ello, conmemorar a un santo es festejar el poder y el amor de Dios, expresados en esa criatura.
Los santos ya pudieron conseguir lo que nosotros anhelamos. Este culto es agradable a Dios, pues hemos de reconocer lo que Él ha logrado con estos hombres y mujeres que se plegaron a su gracia. “Los santos, señala San Atanasio, al tanto que permanecían en este mundo, se encontraban siempre jubilosos, como si siempre se hallasen conmemorando la Pascua” (Carta 14).
Este culto igualmente es de utilidad para nosotros, pues los santos serán mediadores nuestros en el cielo, para rogar los beneficios de Dios por Cristo. Son benefactores, amigos y herederos con nosotros del Cielo.
Así lo manifestó San Bernardo: “Los santos no requieren de nuestros honores, ni les agrega nada nuestra devoción. La adoración de su memoria repercute en beneficio nuestro, no suyo. En lo que a mí se refiere, he de confesar que, al meditar en ellos, se aviva en mí un poderoso deseo” (Sermón 2).
Hemos de adorarlos, amarlos y ser agradecidos con Dios lo que por ellos nos llega del Señor. Constituyen para nosotros ejemplos a copiar. Si ellos lo han logrado, ¿por qué nosotros no contamos con la potestad, con la ayuda divina?
El más sobresaliente de todos los santos es la Virgen, a quien hemos de honrar con culto de particular reverencia, por ser la Madre del Señor. Ella es la que mejor ha emulado a su Hijo Jesucristo. Sumado a ello, Cristo, previo a su muerte en la cruz, nos la ha obsequiado como Madre.
El ciclo de Navidad empieza al finalizar noviembre o principiar diciembre, y abarca: Adviento, Navidad y Epifanía
Tiempo de Adviento
Es un lapso de casi cuatro semanas previo a la Navidad, en el que los cristianos se alistan para conmemorar la llegada de Jesús. “Adviento” quiere decir venida o llegada. Se conmemora con una mirada colocada en la triple llegada de Jesús, de acuerdo a lo que indica San Bernardo: «Jesús llegó» (al nacer de la Virgen María), «llega» (en la actualidad, en los signos de los tiempos), y «llegará» (con gloria, al concluir la historia).
El Adviento es un período de jubilosa espera: la espera del arribo del Señor. Por ello los cristianos oyen en los escritos y cantos vocablos alusivos a la llegada del Señor, en particular las profecías de Isaías. Los más relevantes personajes que la liturgia exhibe en este lapso son el profeta Isaías, San Juan Bautista, y la Virgen María.
El fechado para el Adviento se fija alrededor de los tiempos que alista, es decir, de la Navidad. Usualmente detenta cuatro domingos, a pesar de que las semanas no se presenten completas. Comienza el domingo cuarto previo a la Navidad, que usualmente ronda del 27 de noviembre al 3 de diciembre. Únicamente si Navidad (25 de diciembre) ocurre en domingo, habrá de contar con las cuatro semanas íntegras, ya que usualmente se computan los domingos previos a esta celebración.
A través del tiempo de Adviento los sacerdotes emplean atuendos de color morado, como señal de penitencia, mostrando así que este período es de preparación a la festividad navideña, como asimismo se realiza en Cuaresma en relación a la Pascua.
Adicionalmente, en este lapso no se declara ni se canta el Gloria, ni se adorna el templo con flores, como en los otras fechas de penitencia, aunque sí se mantiene el canto del Aleluya previo a la divulgación del Evangelio, omisión inherente solamente a la Cuaresma.
No obstante, arribados a la mitad del tiempo, en el domingo número tres, que se denominaba en la antigüedad y aún se nombra como “Gaudete”, que quiere decir «Gozad» (denominación tomada de la versión latina del pasaje de entrada correspondiente a ese día, Cf. Flp. 4, 4-5, «Estén alegres en el señor; se lo reitero, estén alegres.
Que tu mesura la sepa todo el mundo. El Señor está próximo»), se puede moderar el color morado de los atuendos con toques de blanco, empleándose en este día ropajes de color rosa, si bien no es imperativo, señalando así el júbilo al aproximarse ya la conmemoración del nacimiento del Señor. Asimismo se puede decorar la iglesia con algunas flores.
Dentro de este período, al cual se considera apropiadamente como muy relacionado con la Virgen María, se festeja el culto a la Inmaculada Concepción, patrona de la Infantería del Ejército de España y de ciertas naciones de América, y en América Latina, la ceremonia de su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe. A través de estos ceremoniales es omitida la supresión del Gloria y de los ornamentos florales.
Símbolos del Adviento
La Corona de Adviento se origina en lo que acostumbraban los paganos en Europa cuando trataban de prender velas en la estación invernal para simbolizar al fuego de la deidad Sol, para que retornará con su luz y calor en esa temporada. Los religiosos iniciales sacaron provecho de esta tradición para cristianizar a los pobladores, partiendo de sus costumbres para adoctrinarles en la fe católica.
La corona estaba constituida por una gran diversidad de símbolos:
La Figura Circular
El círculo no tiene comienzo ni final. Es símbolo del amor de Dios que es perpetuo, sin inicio ni fin, e igualmente de nuestro adoración a Dios y al prójimo que jamás debe de finalizar.
Las Ramas Verdes
Verde es el color de la ilusión y la vida. Dios anhela que aguardemos su gracia, la absolución de los pecados y la gloria perpetua al terminar nuestras vidas. El deseo de mayor importancia en nuestras existencias debe ser arribar a una alianza más estrecha con el Señor, nuestro Padre.
Las Cuatro Velas
Nos ayudan a meditar en la oscuridad ocasionada por el pecado que enceguece al hombre y lo aparta de Dios. Tras la caída inicial del hombre, Dios fue otorgando paulatinamente una esperanza de redención que alumbró todo el cosmos como las velas a la corona.
Tal cual la oscuridad se desvanece con cada vela que prendemos, los siglos se fueron alumbrando con la cada vez más próxima venida de Cristo a nuestro mundo. En la corona el número de velas que se colocan eran cuatro y se encienden de una en una, en cada uno de los cuatro domingos que componen el adviento al rogar la plegaria en familia.
Es costumbre utilizar distintos colores: una morada, una roja, una rosa y una blanca. Algunos se han acostumbrado a colocar tres velas moradas y una rosa o blanca. Se encienden inicialmente las moradas que nos rememoran que es tiempo de penitencia, de transformación. La blanca o rosa quiere decir el júbilo por la venida de Jesucristo.
Superadas las cuatro semanas de Adviento, la Iglesia católica festeja el Tiempo de Navidad, a partir de esta ceremonia, el 25 de diciembre. Este período se prolonga de las I Vísperas de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, al caer la tarde del día 24, a las II Vísperas de la Celebración del Bautismo del Señor, el domingo luego de la Epifanía (6 de enero).
En estos días, la Iglesia festeja la llegada en carne mortal de Cristo a suelo terrenal. Este es uno de los rasgos esenciales, ya que igualmente lo es la actualización de la llegada del Emmanuel, del Dios con nosotros, Dios que permanece vivo en todos nosotros. Como época de júbilo, se visten atuendos blancos.
La Navidad es una festividad de enorme trascendencia. Dada su relevancia, notifica la manifestación de Dios, convertido en hombre: a San José y la Virgen, a los pastores de Belén, a los Reyes Magos y al mundo todo.
De esa manera, a través de este período, se festejan ciertas fiestas que se entrecruzan entre la conmemoración, cosa increíble en Cuaresma o Pascua, como San Esteban (26 de diciembre), San Juan Evangelista (27 de diciembre), Santos Inocentes (28 de diciembre) o la Sagrada Familia (el domingo como parte de la octava de la Navidad, o el 30 de diciembre si Navidad ocurre en domingo).
Igualmente es popularmente creído que este período culmina el día de Reyes, no obstante la Iglesia católica prosigue celebrando el nacimiento de Cristo y su expresión a las naciones (Epifanía) hasta el domingo próximo, en que conmemora la fiesta de su Bautismo e inicio de la vida pública. Pasado el período de Navidad, prosigue un lapso de Tiempo Ordinario.
Tiempo de Epifanía
El día de Reyes es la festividad de la expresión y revelación de Dios como faro de todos los pueblos, en la persona de esos soberanos de Oriente. Cristo ha llegado para todos: Oriente y Occidente, Norte y Sur, Este y Oeste; pobres y ricos; adultos e infantes; personas sanas o con padecimientos, eruditos y desconocedores.
El Año Litúrgico: Ciclo Pascual
El ciclo Pascual abarca Cuaresma, Semana Santa, Período Pascual y el Triduo Pascual
Tiempo de Cuaresma
La Cuaresma abarca días de alistamiento para la Pascua de Resurrección, que a pesar de que habitualmente se han contado como cuarenta, las reformas ulteriores ha ocasionado su modificación; hoy día se inicia el Miércoles de Ceniza y culmina al iniciar la Misa de la Cena del Señor en las horas iniciales de la tarde del Jueves Santo, completando 43 días y medio.
La Cuaresma rememora a cada cristiano su condición de pecado y la necesidad de transformarse. Están convocados a practicar particularmente las limosnas, la plegaria y el ayuno. Es un período de transformación. De modo simbólico igualmente recuerda los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto y su pelea contra las tentaciones.
La Cuaresma incorpora cinco domingos más el Domingo de Ramos y es un tiempo de liturgia penitencial: se emplean adornos morados, exceptuando el Domingo de Ramos que es el rojo y en las celebraciones de mayor importancia que es el blanco, no se entona el Gloria ni siquiera el Aleluya, igualmente no se decora el templo con flores y el órgano y otros instrumentos no se tocan, a menos que sean para dar apoyo esencial al canto.
Solo se excluye el cuarto domingo, al cual se llama de manera tradicional «Laetare» en el que se puede optar por el color rosa (el cual es facultativo dada la cercanía de la Pascua y porque es la combinación del morado con el blanco), se pueden colocar algunas flores y tocar instrumentos, pero permanece suprimido el Gloria y obviamente el Aleluya.
Asimismo en las celebraciones y fiestas que sean coincidentes, normalmente son dos de importancia: San José y la Encarnación del Señor, pueden reemplazarse estos símbolos penitenciales, vistiendo atuendos blancos motivado a la solemnidad de estas festividades, aunque jamás entonar el Aleluya, que permanecerá callado hasta la noche de Pascua.
Semana Santa
A través de este período se conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Es la celebración de mayor importancia del año litúrgico. Empieza con el Domingo de Ramos y culmina con el Domingo de Pascua o Resurrección.
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor
El Domingo de Ramos, postrer domingo de Cuaresma y que da inicio a la Semana Santa, se denomina «de la Pasión del Señor», ya que conmemora la Pasión de Cristo, empleándose el color rojo a causa de que se solemniza la Pasión del Señor y se realiza la lectura de los escritos de la misma.
Con anterioridad se oficia la bendición de ramos, en la cual se bendicen las palmas y ramos de olivo, que lleva la gente en procesión recordando el ingreso triunfante de Jesús en Jerusalén. Una vez terminada la procesión, se inicia la misa de Pasión.
En ella se hace lectura del Evangelio de la Pasión del Señor, lo que en ocasiones es realizado por tres personas: los escritos en los que habla Jesús estarían a cargo del sacerdote, otra persona hace la lectura como narrador, y los otros personajes son asumidos por otro lector.
Se ha hecho costumbre que a las palmas se les hagan rizos y sean decoradas para la procesión. La celebración del Domingo de Ramos se inicia con la bendición de ramos, prosigue con la procesión y termina con la misa de Pasión, constituyéndose una festividad de gloria y de pasión simultáneamente.
Este día cuenta con dos puntos de vista que se unifican en uno solo, la Victoria de Cristo. Por una parte, el ingreso victorioso en Jerusalén en el cual es vitoreado como rey. Del otro lado, al derramarse su sangre y perecer en la cruz triunfa sobre el pecado. Por ende, ésta es la significación del Domingo de Ramos.
Primeros Días de Semana Santa
Los días iniciales de la denominada «Semana Santa» siguen siendo período de Cuaresma, por ende, para los días lunes, martes y miércoles santo se ha de usar el color morado. Se consideran los días «menores» de la Semana Santa pero aún así son de gran relevancia. En horas de la mañana del Jueves Santo se oficia la misa crismal, en la que el prelado de la diócesis bendice los santos óleos: el óleo de los que están enfermos, el de los catecúmenos y el crisma sagrado.
Pese a que usualmente se celebra el Jueves Santo en la mañana, los rasgos funcionales de esta solemnidad posibilitan que sea desplazada a otros días al término de la Cuaresma.
A lo largo de la mañana de Jueves Santo continúa siendo período de Cuaresma, como se deja ver de los escritos de la Liturgia de las Horas, que se sugiere elogiosamente oficiar con los fieles, en público. La Cuaresma concluye al atardecer del Jueves Santo alrededor de las tres, previo a la conmemoración de la Misa Vespertina de la Cena Divina.
Tiempo de Pascua
El período de Pascua es el que festeja la Resurrección del Señor: su pase de la muerte a la vida (de allí procede el vocablo Pascua, que quiere decir «pasar»). Empieza de manera estricta con la festividad de la Pascua de Resurrección, si bien se estima que ya el triduo de Pascua, como conmemoración de este paso, conforma ya parte de este período, aunque ciertos liturgistas difieran al respecto.
La escogencia de la fecha de Pascua se origina en la consecución de las estaciones y de las etapas de la luna: de esa manera, se festeja en el rito romano el domingo postrero a la luna llena inicial de primavera. Si ésta acontece en domingo, usualmente es al próximo, con la idea de no concordar con la Pascua judía, que se festeja el mismo día de la luna, de acuerdo a su calendario lunar.
Usualmente se conmemora en Domingo, de acuerdo a la tradición apostólica, sin tener presente si fue o no el día preciso en el que resucitó de modo histórico Jesús. De tal manera, puede acontecer del 22 de marzo al 25 de abril.
La Fiesta de Pascua
A través del año conocemos que existen fiestas que usualmente se conmemoran en el mismo día. Por ejemplo:
- 6 de Enero – Día de Reyes
- 19 de Marzo – San José
- 15 de Agosto – La Asunción de la Virgen
- 8 de Diciembre – La Inmaculada
- 25 de Diciembre – Navidad
Pero existen otras fiestas que no cuentan con fecha fija, tal cual el Miércoles de Ceniza, la Semana Santa o Pentecostés… ¿Por qué sucede así? Las fiestas que no poseen fecha fija son festividades que conmemoran los enigmas de la vida del Señor y que están supeditadas a la fecha en la que se celebra la festividad de mayor importancia del año, la cual igualmente cuenta con una fecha fija: la Pascua.
La fiesta de Pascua puede acontecer en cualquier día del 22 de marzo al 25 de abril, pero usualmente en domingo. El 21 de marzo se inicia la primavera; a este día se le otorga igualmente el nombre de equinoccio (donde el día y la noche duran lo mismo) de primavera. Partiendo de aquí se hace la búsqueda de la primera luna llena y la fiesta de pascua será usualmente el domingo que sigue a esa luna llena.
Si se toma como referencia el calendario del año 2008, se presenta una luna llena el 21 de marzo, que concuerda con el principio de la primavera. Y el domingo próximo es el 23, día en la que en 2008 se festeja la Pascua cristiana. Al conocer ya la fecha en que se festeja la Pascua, ya es fácil conocer las fechas de las otras festividades y celebraciones.
Triduo Pascual
El Triduo Pascual que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo es el centro del año litúrgico. Comprende los tres días a partir de las Vísperas del Jueves Santo hasta las II Vísperas del Domingo de Resurrección. Cercano ya se encuentra el período de Pascua, aunque cuenta con una apreciación especial.
Jueves Santo de la Cena del Señor
El Jueves Santo, se conmemora la Misa Vespertina de la Cena divina, en la cual Jesús instauró la Eucaristía, el orden sacerdotal y el precepto del amor. No es la festividad ni mucho menos primordial de estos días, sino el ingreso al Triduo Pascual, la incorporación a lo que va a iniciarse desde esa misma tarde de Jueves Santo, pero que de modo tradicional se festeja con una gran solemnidad.
Se canta de nuevo la Gloria, más no el Aleluya. La iglesia no se debe decorar con abundancia de flores, y los cantos van dirigidos a la institución de la Eucaristía. Se reemplaza el color morado de la cuaresma de modo específico por el blanco eucarístico. De forma tradicional, luego del Gloria, las campanas en pleno dejan de tañer y no lo harán de nuevo hasta la Noche Santa.
La liturgia del Jueves Santo usualmente se celebra en una misa vespertina (en la tarde, luego de la hora nona, cercana al atardecer) que se ha caracterizado por la seriedad y emotividad de la festividad, con un entorno en parte festivo y en cierta manera igualmente jubiloso, que finalizarán con el ritual de la reserva del Santísimo Sacramento en el Monumento.
La festividad concluye de manera terminante luego de la reserva del Santísimo, en la cual se nos notifica que la conmemoración ha finalizado y se nos convoca a la celebración que acontecerá al próximo día. No se otorga la bendición, ya que la festividad prosigue al día siguiente. Desde allí, será impuesta la formalidad y la tristeza que definirán los siguientes días hasta el Domingo de Resurrección.
Viernes Santo de la Pasión y Muerte del Señor
El Viernes Santo es el día en que es recordado el fallecimiento de Jesús en la cruz para redimir a la humanidad. La liturgia de esta fecha es de una formalidad muy expresiva. Es la fecha de la Pasión y Muerte del Señor y no se oficia la Eucaristía. Se usa el rojo de nuevo para simbolizar la pasión y muerte de Jesús, tono que ya se había empleado para conmemorar el Domingo de Ramos, y que en este día regresa a ser típico, usándose atuendos rojos.
Los puntos trascendentales de la liturgia de Viernes Santo están conformados por la narración de la Pasión de acuerdo a San Juan, la plegaria universal y la veneración de la Cruz. Este es una fecha de sosiego y de encierro interior. Sumado a ello, es día de ayuno y renuncia a la carne, en caso de ser necesario.
De forma tradicional, las campanas no tañen desde la tarde del Jueves Santo, por lo que en numerosos sitios se utilizaba una matraca para convocar a la gente a la festividad aunque su empleo ha disminuido notoriamente, pero se conserva la contención del tañido de campanas.
La conmemoración del fallecimiento del Señor usualmente se celebra alrededor de las tres de la tarde del Viernes Santo, en la cual la iglesia es despojada totalmente de flores y decorados, permaneciendo lo más frugal posible en señal de pesar por el fallecimiento de Jesús. Así en su ingreso como en su egreso, los sacerdotes marchan en silencio. No se canta nada en ésta conmemoración excluyendo el canto a través de la veneración de la cruz.
Se otorga la Comunión de la misma forma que se guardó el día anterior (Jueves Santo) en el Monumento, ya que no se oficia la Eucaristía. Nuevamente y así como el Jueves Santo no se otorga la bendición, ya que la conmemoración que había principiado en la misa de la cena del Señor concluirá con la Vigilia Pascual, en la cual se otorgará la bendición final.
Sábado Santo de la Sepultura del Señor
El Sábado Santo es una fecha de paz y de plegaria. Se proscribe, como el día previo, oficiar la Eucaristía. En este día usualmente se organizan retiros para ahondar el enigma pascual. Es apropiado conmemorar en común la Liturgia de las Horas, u otras festividades relativas al sepulcro del Señor, a su cruz o a los dolores de la Virgen, pero se ha de tener presente que no hay ninguna misa en éste día.
Se ha prescindido de cualquier tipo de decoración en el altar, al tanto que el Sagrario permanece completamente abierto y usualmente se coloca a los pies del altar una figura de Cristo en el sepulcro.
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Tras concluir el sábado, la Iglesia festeja la Resurrección del Señor con una Vigilia en la Noche, a la cual se considera como «Madre de todas las Vigilias» en palabras de San Agustín. Se oficia en la madrugada del Domingo de Resurrección (y no por la noche o por la tarde sabatina).
Durante esta noche de vigilia, la más majestuosa para los católicos, se infringe el duelo cuaresmal y se entona nuevamente el Aleluya. Esta es la noche sagrada, la noche que rememora el triunfo de Cristo sobre la muerte, la noche en que la Iglesia desde sus inicios aguarda la segunda llegada del Señor.
Los rituales de esta noche son los más prolongados y majestuosos de toda la liturgia romana: primeramente, se prende el cirio pascual, figuración de Cristo Resucitado, quien alumbra el mundo y los creyentes, que llegan en procesión desde la calle con esta luminosidad, se sientan a oír nueve lecciones de la Biblia que les hacen recordar la historia de la redención de la creación a la resurrección de Jesús.
Se continúa con la conmemoración de los sacramentos de la Pascua: el Bautismo, por el que el hombre perece con Cristo para después resucitar con Él a una vida novedosa (Rom 6, 8), y la Eucaristía, en la que los Apóstoles reconocen al Señor en el pedazo del pan.
La Vigilia de Pascua es la festividad de mayor importancia, y por mucho, de la totalidad del año cristiano y de toda la existencia del cristiano, y debe conmemorarse como tal. En la mañana del domingo se oficia la majestuosa Misa de Pascua, la misa del día y en la tarde, las II Vísperas Bautismales, con procesión al baptisterio y rociado del agua, con las que culmina el Triduo de Pascua.
Días del Tiempo de Pascua
El período pascual o de Pascua se prolongará por siete semanas (50 días). Los cincuenta días tras la Pascua se extienden como un único día de fiesta, como un único grandioso domingo. A través de todo este tiempo la Iglesia canta el júbilo de Cristo Resucitado.
Las festividades son como un reflejo de lo que sucedió en la noche de Pascua: se visten atuendos blancos, no se permite entonar el Aleluya, se regresa a usar el Gloria, a través de la octava de Pascua, sus ocho días iniciales, cada día, y luego, cada domingo. Se decoran los templos con abundantes flores, como nunca antes, y se emplea música y canto.
Cerca de la conclusión de este período se conmemorarán igualmente la Ascensión y Pentecostés. La Ascensión festeja el retorno del Cristo Resucitado al hogar de su Padre. De esa manera, deja abierto para todos los cristianos el sendero hacia el Padre Dios. Se ratifica y expresa de modo solemne a Jesucristo como Señor del Universo. De manera tradicional se ha conmemorado cuarenta días tras el Domingo de Resurrección, en jueves, si bien puede ser movida por causas pastorales al domingo subsiguiente.
La celebración de Pentecostés (que quiere decir, cinquentena) clausura el período pascual. Festeja la llegada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. La costumbre ritual romana asegura que Jesús no deja en abandono a los suyos; en contraste, les manda los dones que se necesiten. En el Antiguo Testamento era la festividad de la cosecha.
De acuerdo a San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, es la fecha del nacimiento de la Iglesia. Se conmemora cincuenta días tras el domingo de resurrección (diez días luego de la Ascensión), al octavo domingo de Pascua y con atuendos rojos.
Pentecostés
Es una festividad que se conmemora en toda la Iglesia, con la que se ha de recordar la llegada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, unos cincuenta días tras la Resurrección de Cristo. El término Pentecostés proviene del griego que se traduce como» el día quincuagésimo», esto es, 50 días luego de la Pascua.
El Catecismo de la Iglesia Católica, señala que el Espíritu Santo es la «Tercera Persona de la Santísima Trinidad», esto es, existe un solo y único Dios, con tres personas diferentes: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta realidad ha sido desvelada (hecha conocer) por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo a partir del inicio de la historia y la redención hasta su final. Al Espíritu Santo se le llega a representar de distintas formas:
- Agua: La simbolista del agua es significativa de la actuación del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se transforma en el símbolo sacramental del nuevo nacimiento que nos crea como hijos de Dios.
- Unción: Quiere decir la fuerza. La unción con el óleo (aceite) es equivalente al Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se ha de ungir al confirmado para alistarlo para ser testigo de Cristo.
- Fuego: Representa la fuerza convertidora de los actos del Espíritu. (Llamas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles)
- Nube y Luz: Símbolos indivisibles en las expresiones del Espíritu Santo. Así baja sobre la Virgen María para «envolverla con su sombra». En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; hace su aparición una sombra y una nube.
- La Mano: Al imponer las manos los Apóstoles y más recientemente los Obispos, transfieren el «don del Espíritu».
- La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo se muestra en figura de paloma y se sitúa sobre Él.
La festividad de Pentecostés es la de mayor importancia en la existencia de la Iglesia Católica, luego de la festividad de la Resurrección del Señor (Pascua).
El Año Litúrgico: Tiempo Ordinario o Durante el Año
El denominado «período ordinario» o «período durante el año» comprende los días en los que no se conmemoran sucesos relevantes de la vida de Cristo. Abarca gran parte del año, si bien en dos lapsos separados uno del otro. El inicial comienza tras el período de Navidad y concluye previo al Miércoles de Ceniza; el segundo empieza luego del período de Pascua y se prolonga hasta la víspera del domingo inicial de Adviento.
Comprende 33 o 34 semanas, de acuerdo el año. A través de ese período se visten atuendos de color verde, con excepción de las festividades (memorias, festejos, conmemoraciones) que requieren otros colores.
En tales semanas, la Iglesia de Roma reflexiona el Evangelio de Cristo, su prédica y ministerio anterior a su Pasión. A través de los domingos, se dan lectura, en un lapso trienal, a los Evangelios sinópticos: se lee el Evangelio de Mateo en el lapso A, el Evangelio de Marcos para el lapso B, y el Evangelio de Lucas en el lapso C. El Evangelio de Juan usualmente se reserva en gran medida para los otros períodos litúrgicos, sobre todo el Tiempo de Pascua.
No obstante, hay excepciones: ciertos episodios de los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Juan se utilizan en el segundo domingo en el año, y el capítulo 6 se incorpora en el período ordinario del lapso B (domingos diecisiete al veintiuno en el año inclusive). En las misas de la semana (de lunes a sábado), a lo extenso del año se realiza una lectura sumamente completa de los tres evangelios sinópticos, comenzando por el de Marcos, después el de Mateo y concluyendo con el de Lucas.
En este período hay espacio para otras festividades y celebraciones del Señor y de los Santos: en posición inicial, algunas de naturaleza fija como son la festividad de la Santísima Trinidad, celebrada el domingo luego de Pentecostés y la festividad de Corpus Christi, de modo tradicional celebrada el jueves que sigue a la Trinidad, pero en la mayor parte de los casos, movida al domingo
De naturaleza fija es también la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, que se festeja el viernes luego de la antigua octava de Corpus, por ende, la semana tras esta celebración. Otras festividades toman lugar en el período ordinario, como la de San Juan Bautista, Santiago Apóstol o la Asunción de la Virgen, y demás. En este período, cuenta con más preferencia estas festividades sobre inclusive los domingos, ya que no se conmemora en particular ningún evento singular de la historia de Redención, si bien, cada domingo sigue celebrándose, desde épocas apostólicas, la resurrección de Cristo.
El año litúrgico concluye con la conmemoración de la majestuosidad de Cristo Rey, con un significado evidentemente escatológico, es otras palabras, con la ilusión en la vida eterna.
Celebraciones de los Santos Durante el Tiempo Ordinario
A través de las festividades de los santos, se utilizan atuendos de color blanco para los festejos de Santa María, los festejos de Cristo que no posean una orientación hacia la Pasión y la de los otros santos que hayan fallecido de modo natural o festividades no martiriales.
Se emplean atuendos de color rojo para los festejos atinentes a la Pasión de Cristo (por ejemplo, la celebración de la Santa Cruz), y a las festividades de los santos mártires, por ende, asesinados a causa de su fe en Cristo, entre los que están incluidos los apóstoles y evangelistas, exceptuando a San Juan, apóstol y evangelista, que no pereció bajo martirio.
Es conveniente indicar que, de existir más de una festividad de algún santo, únicamente se festeja de rojo la celebración de su martirio (San Juan Bautista, San Pablo, etc.). Hay una tabla por la que es regido el orden de predilección de conmemoración en caso de coincidir alguna festividad que se ha de seguir en caso de haber duda.
En Otros Ritos Litúrgicos
Si bien la mayor parte de las manifestaciones cristianas se rigen por este mismo esquema, algunas de ellas difieren en la escogencia de fechas o en la duración de los períodos, que igualmente no han sido permanentes en la historia de la Iglesia. Los ortodoxos, por ejemplo, definen los períodos alrededor de las denominadas Doce fiestas, y emplean en numerosas ocasiones el calendario juliano, a pesar de que hay variantes de acuerdo a las variadas confesiones.
Finalidades del Año Litúrgico
El Año litúrgico se encuentra claramente dividido en un par de funciones o finalidades:
Finalidad Catequética
Mediante el se nos quiere enseñar los diversos enigmas o misterios de Cristo: Navidad, Epifanía, Muerte, Resurrección, Ascensión, etc. En el año litúrgico ocurre la festividad del enigma de la redención en las subsiguientes fases del misterio del amor de Dios, consumado en Cristo.
Finalidad Salvífica
Esto es, en cada tiempo del año litúrgico se nos entrega la gracia particular de ese enigma que experimentamos: la gracia de la ilusión cristiana y la transformación del corazón para el Adviento; la gracia de la alegría íntima de la redención en la Navidad; la gracia de la pena y la transformación en la Cuaresma.
Así también la victoria de Cristo sobre el pecado y el fallecimiento en la Pascua; el arrojo y la valentía el día de Pentecostés para asistir en la evangelización, la gracia de la ilusión serena, de la honradez en la vida diaria y el donativo al prójimo en el Tiempo Ordinario, etc. Nos adueñamos de los frutos que nos acerca aquí y ahora Cristo para nuestra redención y avance en la santidad y nos alista para su llegada gloriosa o Parusía.
Consideraciones sobre el Año Litúrgico
De la manera más sencilla: el Año Litúrgico aprecia de manera religiosa los aniversarios de los sucesos históricos de nuestra redención, ofrendados por Dios, para ponerlos al día y transformarlos, bajo la fuerza del Espíritu Santo, en causa de gracia divina, impulso y energía para nosotros:
En Navidad se festeja la llegada de Jesús en la Iglesia, en el mundo y en el corazón de cada uno de nosotros, ofreciéndonos una vez más la redención, el sosiego, el amor con que llegó hace más de dos millares de años. Nos adueñamos de los mismos resultados salvíficos, en la fe y desde la fe. Es suficiente con tener el alma bien pulcra y purificada, como nos aconsejaba San Juan Bautista en el Adviento.
En la Pascua es la conmemoración de la pasión, fallecimiento y resurrección de Jesús, al sacarnos de la oscuridad del pecado al claror de la luz. Y nosotros mismos hemos de perecer con Él, para resucitar a una nueva existencia, colmada de alegría y gozo, de fe y seguridad, en compromiso con el apostolado.
En Pentecostés se celebra la llegada del Espíritu Santo, para bendecir, conducir y robustecer a su Iglesia y a todos nosotros. Regresa a la renovación en nosotros del afán misionero y nos manda a portar el mensaje de Cristo con el coraje y arrojo de los apóstoles iniciales y prosélitos de Jesús.
Merced al Año Litúrgico, las aguas de la salvación nos envuelven, nos lavan, nos refrescan, nos curan, aquí y en este instante. De manera contínua nos encontramos lavando en las fuentes de la redención. Y esto se alcanza por medio de los sacramentos. Es ellos se encuentra el lugar para celebrar y actualizar el enigma de Cristo.
Los sacramentos son los cauces, mediante los cuales Dios nos otorga para tomar el agua viva y agradable de la redención que emerge del costado expuesto de Cristo. Se puede decir en realidad que cada día, o semana, o mes nos llega bendecido con las festividades del Año Litúrgico.
De este modo los días y meses de un cristiano no han de ser entristecidos, rutinarios, anodinos, como si no nada ocurriese. En contraste, todos los días discurre la corriente de agua viva que emana del costado expuesto del Redentor. El que se aproxima y bebe, obtiene la redención y la vida divina, y el regocijo y el júbilo de la auténtica liberación interior.
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