Las enfermedades espirituales son afecciones que padece el alma de las personas y hace que estas causen o tengan consecuencias tales que afectan los sentimientos de la persona los cuales pueden hacer que la persona sienta envidia, rabia, entre otros; incluso pueden darse igualmente otras situaciones que conllevan a diversos vicios.
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Enfermedades espirituales
Las enfermedades espirituales se consideran problemas de tipo común que afectan muchas veces tanto el cuerpo como el alma, debido a éstas enfermedades la persona puede sentir desánimo, afectan la fe y acaban con la relación de la persona con la propia Iglesia.
Igualmente se consideran las enfermedades espirituales afecciones como lo dice su término del espíritu, las cuales se deben tratar de superar para que nuestra alma regrese a los sentimientos verdaderos de ser hijos de Dios.
Las más comunes
En relación a las enfermedades espirituales existen algunas que consideramos afectivas y comunes, las cuales a continuación pasamos a determinar:
Sentimiento de ser indispensable: sobre este tema debemos decir como lo determina el dicho común que “nadie es indispensable”, solamente Dios lo es. Los demás somos sólo siervos de Dios.
Excesiva actividad: En relación a este punto debemos tener claro y presente en todo momento que es necesario tener tiempo para Cristo, ya que si no le dedicamos su debido tiempo a orar y a escuchar la palabra de Dios, no estaremos cumpliendo el plan de Dios sino nuestra propia voluntad. Tampoco tendremos claro lo que Dios quiere de nosotros.
Corazón endurecido: esto más que una enfermedad igualmente se vuelve un problema personal ya que con esta característica de un corazón duro, no se estará cumpliendo la palabra y el deseo de Dios de tener humildad de corazón, sencillez; existen personas que piensan cuando escuchan la palabra de Dios: “es lo mismo de siempre”, esto quiere decir que la palabra no toca el corazón.
De la misma manera cuando algunos se encuentran con una persona pobre o necesitada y comenta: “bah” y lo ignoramos, esta persona presenta un problema que consideramos de gravedad; ya que esa persona tiene un corazón endurecido, y lo más grave es que el Espíritu de Dios está ausente.
Perder la propia historia: es imprescindible que mantengamos presente en todo momento la historia de la salvación que Dios nos ha dado a conocer a lo largo de nuestra vida, así como nuestro encuentro con él por primera vez, así mismo el primer amor hacia él; ya que el demonio siempre estará al acecho para tratar de dañarlo todo.
Grupos selectos: debemos evitar los grupos cerrados, ya que en ellos el sentido de pertenencia sufre aumento en cuanto a la pertenencia del cuerpo y en determinadas situaciones al propio Cristo. Esto lo comparte el propio Papa Francisco.
No buscar a Dios: el camino principal de los católicos es el amor, la caridad y la virtud. Debido al amor que debe sentirse por Dios y el prójimo, debemos por todos los medios de evitar el pecado, por el mismo amor oramos y sentimos deseo de hacer bien a los demás. No por el motivo de ser perfecto, ya que la consecuencia de esto es la soberbia.
Amar si estamos bien: cuando nos va mal en nuestra vida o tenemos problemas a nivel personal, el orar nos hace sentir paz en el espíritu y es catalogado si pudiéramos decir como un rebote hacia Dios. El acercarnos a Dios es la sensación más común del amor parcial que nos transmite la necesidad de sentirnos bien con Dios. De lo contrario no es nada viable.
División entre vida y Fe: la fe debe sentirse en todo momento, no sólo por momentos ya que si se es cristiano debe de ser de corazón total y sincero. Como diríamos comúnmente: “O se es, o no se es”. Si eres de esta condición de ser cristiano por ratos no lo eres en verdad. Por tal motivo en estos casos Dios llora por la traición.
Con Dios y el dinero: el pensar solamente en la acumulación de dinero o bienes sólo hará que el transitar por la vida resulte más tedioso y lo frena definitivamente.
¿De dónde nacen las enfermedades espirituales?
En relación a esta interrogante la respuesta no es otra que la debilidad humana. Debido a ello siempre hay que estar pendientes y evitarlas a toda cosa, esto no es otra cosa que estar apegados a las cosas de Dios en todo momento, profesarle amor y a nuestro prójimo, entregar ese amor con el que Dios llena nuestra vida.
Pecados capitales
En cuanto a este tema existen vicios y situaciones particulares que nos hacen caer en pecado en un momento dado, los llamamos pecados capitales; y dentro de este grupo podemos describir los siguientes: gula, ira, lujuria, pereza, envidia, avaricia, soberbia, etc. Ellos pueden ser vencido por virtudes cristianas que debemos tener presentes y practicarlas en todo momento.
Gula: es asociada al exceso de beber o comer demasiado, esto es verdad; sin embargo es igualmente asociada al desear comer algo “exquisito”, o comer por un período muy largo de tiempo. Debemos huir de este pecado a través del ayuno, no debemos sentir el deseo de estar insaciables, esto nos perjudica.
Envidia: constituye otro de los pecados capitales, se manifiesta por el bien de los demás pero con deseo no acorde de poseerlo, así sea de una manera inadecuada. El que desea un mal a su prójimo constituye un pecado mortal.
El sentimiento de la envidia se vence teniendo como armas la humildad y la caridad. La caridad hace que no sintamos pensamientos de poseer lo ajeno. Humildad; para no sentir que somos merecedores de algo y aún menos de lo que tienen los demás.
Ira: este es un sentimiento que nos atrapa y vuelve a la persona violenta, agresiva, sin control sobre sí misma; la misma puede llevarnos a sentir odio por los demás e incluso deseos de venganza.
Esta es una actitud muy negativa que suele aparecer en el momento que se comete una injusticia y no se es capaz de controlar la molestia y no se aplican las palabras de Jesús: no hagáis frente al que os agravia. Por el contrario si te abofetean, preséntale la otra mejilla. Esto es difícil de cumplir, pero debemos hacerlo aunque nos cueste un poco.
Como podemos vencer la ira: ello se logra igualmente como decíamos anteriormente con humildad y paciencia. Dios ha perdonado a todos sus hijos, por ello como nosotros no vamos a perdonar, debemos ser ejemplo de las cosas que Jesús nos enseñaba: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.
Pereza: este pecado capital se traduce en la duda o vacilación del amor de Dios, puede conllevar la negatividad a entregarse por completo a la caridad. Este sentimiento de pereza o flojera espiritual puede llegar a afectar el gozo que viene de Dios nuestro Padre y rechazar todo lo que es el bien.
Por nuestra parte debemos ser obedientes en todo, incluyendo las obras de la Fe que alegran a Dios.
Lujuria: este es otro pecado capital que suele ser uno de los más desagradables ya que incita al cuerpo y la mente a la fornicación, y esto es otro pecado mortal que Dios aborrece en su totalidad. incluso el lector podrá investigar en la última parte del Apocalipsis y aún en otros pasajes de la Biblia que Dios aborrece la fornicación y niega a los que la practican la entrada al cielo.
Igualmente sobre ello podemos decir que el pecado de lujuria está en contravención a la templanza y la castidad, ya que conlleva a desear malos sentimientos a los demás en cambio utilizarla para el bien.
Avaricia: puede definirse como un deseo o sed de dinero, muchas veces ésta nace de la pasión incontrolada de dinero y poder. Por todos los medios debemos evitar este pecado tan desagradable ya que es imposible que sirvamos a dos personas a la misma vez. Ya que se amará a uno y no al otro o lo que es lo mismo se estará pendiente de uno pero no de los dos. En la propia Biblia se establece: no puedes servir a Dios y al dinero al mismo tiempo. ¡Dios no cabe dentro del corazón de una persona codiciosa!
La forma de evitar este pecado tan desagradable es dando limosnas y bienes con los que podamos ayudar a otros en situación de pobreza o necesidad. Ya lo dice la propia palabra de Jesús: “Vended vuestros bienes y den limosna; hagan bolsas que no se dañen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla”. Ya que donde está tu tesoro está el corazón.
Soberbia: este se relaciona directamente con otros dos pecados como son la soberbia y la vanagloria, estos logran que Dios no sea el eje central de nuestra vida y lo apartan de nosotros haciendo que nos sintamos autosuficientes para resolver todo.
Esto ocurre igualmente cuando sentimos que somos merecedores de lo que poseemos pero de una manera equivocada. Para vencer este sentimiento debemos ser humildes en todo momento.
Por medio de lo anterior hemos logrado ver que tales sentimientos tan desagradables suelen nacer del corazón de la misma persona haciéndonos actuar en contra de los designios de Dios para nuestra vida.
Debemos aclarar y tener presente una situación que consideramos fundamental: y es que las virtudes no debemos ponerlas en práctica solamente así; es necesario que igualmente busquemos a Dios en todo momento y de esta manera nos vendrán las demás cosas por añadidura tal como el mismo Jesús nos dice en su palabra.
Por tal motivo no debemos olvidar de colocar a Dios siempre en nuestra vida y darle un espacio importante en todo momento, y si en algún momento caemos con alguno de estos pecados ya descritos debemos levantarnos y seguir bajo la presencia de Dios, ya que él nos ayudará en todo momento a salir y vencer tales situaciones.
Práctica en la actualidad
¿Por qué se habla en la actualidad de enfermedades espirituales o pecados capitales?. La respuesta de esta interrogante es la enorme fuerza que tienen los mismos en cuanto al entorno social en el que vivimos. Cuando sentimos envidia comenzamos a hacer comentarios malsanos y vienen aparejados sentimientos de enemistad, odio y como punto final nos hace desligar de la propia Iglesia.
Si nuestros sentimientos son insensibles o tenemos un corazón duro en relación a las necesidades de los que nos necesitan, con ello estamos haciendo lo contrario a tener que dar testimonios positivos de la enseñanza de Cristo; y así alejamos y mortificamos a nuestro prójimos o semejantes. Por tal motivo y con el objeto de vivir junto a la Iglesia es necesario que permanezcamos pendientes en la lucha contra cualquiera de estos pecados capitales que son de tanta gravedad para el espíritu de las personas.
De acuerdo a lo que ya hemos tratado en los párrafos anterior debemos realizar un examen de conciencia de forma personal, exhaustivo de nuestra conciencia, y debemos estar arrepentidos de cualquier sentimiento que no esté acorde con las enseñanzas de Jesús. Por ello pidamos perdón a nuestro prójimo y posteriormente asistamos a Jesús en el Sacramento de la Reconciliación.
Debemos tener presente las siguientes actitudes para lograr una limpieza profunda de nuestro espíritu, las cuales debemos poner en práctica constante, de ser necesario, a saber:
Debemos realizar un exhaustivo examen de conciencia.
Sentir verdadero sentimiento de querer alejarse del pecado.
Debemos solicitar el perdón de los pecados que hayamos cometido contra los demás.
Haremos una buena confesión con un Sacerdote y posteriormente el cumplimento de la Penitencia.
¿Cómo afectan el espíritu?
Las enfermedades del espíritu son varias y como ya decíamos pueden afectar tanto el espíritu como el propio cuerpo y organismo, y por tal motivo afectan nuestro diario vivir y nos alejan de nuestra felicidad.
Por ello debemos tener presente el siguiente texto: “Una sola cosa hace falta para lograr la felicidad y que la vida de cada uno sea una antesala al cielo: debemos sentir la vida con verdadero amor a Dios, alegría, ánimo y plenitud total. Cuando nuestra alma se entrega a Dios de a poco o a medias, se corre el riesgo que nuestro espíritu se va afectando, desanimando y podríamos decir secando y perdemos el interés por las cosas divinas y de Dios, y en consecuencia resultan tediosos e insostenible el cumplir la voluntad divina”.
Esquema o tipos de enfermedades espirituales
- Enfermedades del propio espíritu.
- Tibieza espiritual o creencia de forma ambigua.
- Mezquindad de tipo espiritual o acedia.
- Enfermedades espirituales de tipo fisiológicas.
- Problemas que afectan la parte psicológica y espiritual.
Igualmente de las enfermedades espirituales podemos decir que son considerados vicios igualmente que afectan y colocan en situación de tentación al hombre ante situaciones particulares, tan es así que puede llegar a sentirse atrapado por ellos y pensar que no es capaz de superar tales actitudes del espíritu y corporales.
Entre estas enfermedades existen dos que consideramos de gran importancia ya que suelen destruir a la persona tanto en su estado de ánimo. Estas son las que denominamos: tibieza y mediocridad, a continuación pasamos a detallarlas:
- La tibieza espiritual
La literatura espiritual tiene un único sentido al determinar la tibieza como una de las enfermedades espirituales de mayor peligro del espíritu. En cuanto a su cuidado se sostiene que es mejor prevenirla que curarla ya que resulta más fácil.
- Síntomas y signos: en relación a este tema, el especialista o director espiritual debe estar pendiente a la identificación de la tibieza y si tiene relación con la aridez. La tibieza está ligada a la aridez.
Lleva aparejada una «relajación» o necesidad de sentimiento de agrado inferior, asimismo se presentan signos de desgano para las cosas del espíritu tal como la oración, soledad espiritual, aburrimiento en el cumplimiento de las tareas diarias y de las cosas de Dios. Igualmente se sienten síntomas de pesadez, y las obligaciones pasan a un segundo plano con el pensamiento de que no hay más nada que hacer.
La persona que padece de esta tibieza espiritual presenta otros síntomas como falta de oración y cuando logra hacerlo se ve en esa persona aburrimiento, distracción, muchas veces de forma voluntaria. Se nota en ella ligereza de corazón, pánico a ver su propio interior o a conocerlo, en esa persona el sentido del sacrificio queda ausente, ya que padece de miedo a la mortificación.
Sin embargo todos estos síntomas en la persona pueden resultar momentáneos o por un período determinado. Debido a ello podría pensarse que no siempre puede ser sentimiento de tibieza, sino una momentánea situación de tentación o una mezcla de cansancio y procesos de alguna patología.
Debemos esperar un poco ya que podemos pensar o dar un dictamen prematuro de tibieza, hay que tener cuidado con ello ya que podría ocasionarse el hundimiento de la persona. Esta tibieza se dará en un estado crónico con la afirmación frecuentemente del pecado venial intencional.
A diferencia de lo anterior la persona con sentimiento de tibieza, es el que presenta miedo por lo difícil del camino de la virtud y acepta las tentaciones, pero sin embargo siente a la vez horror al progreso de virtudes, tal vez pueda sentir el pensamiento de de evitar cometer mayores faltas.
Algunas veces no suele resultar extraño que este cuadro de tibieza se presenta como una paz aparente del espíritu, debido a que no siente mayores agitaciones o tentaciones. El espíritu dañino le es favorable tal estado y trata de sentirse satisfecho en su vida cotidiana, con el propósito de que ya con soberbia e hinchado cree y esté convencido de que todo está bien y no es necesario otros esfuerzos y condenando a los demás.
Naturaleza: la tibieza, se relaciona directamente con la acedia, el vicio capital y las tentaciones del hombre así como de los espíritus demoníacos, tal como lo tratan algunos autores de la espiritualidad.
Sin embargo en el sentimiento de tibieza no sólo se da la acedia con sus variables, tentaciones y consecuencias de vicios como son oscuridad, intranquilidad, vagabundez, somnolencia, falta de estabilidad corporal y mental, curiosidad, sino que presenta una estabilidad de los resultados que son afectaciones de la vida diaria.
Debido a su naturaleza está en contraposición a la caridad. La caridad tiende a llevar a la persona a lo bueno, lo mejor y activa las virtudes positivas que son opositoras al pecado venial y a lo que no le gusta a Dios.
Por el contrario la tibieza, es lo contrario a la caridad y la neutraliza, logrando que se vuelva débil, sin actividad, con falta de ilusión al progreso, es la resignación de un estado donde se da por admisible el pecado venial, y perdiendo la generosidad igualmente.
Génesis y medicina preventiva: la tibieza puede aparecer posterior a un proceso fervoroso, falta de constancia. Se complace en lo que ha vivido y disfrutado, atribuyéndoselo así mismo.
Cuanto trata de desligarse o por lo menos aminorar el deseo del proceso de dar amor, es favorable para que se de la tibieza de forma lenta. Ya que cuando se pierde el impulso del amor ya no se está dentro del dinamismo de caridad.
La persona especialista en asuntos del espíritu debe estar al pendiente para saber diferenciar e irse adentrando en el cumplimiento de las obligaciones aún de las personas poco importantes, y debe estar vigilante con actitud amorosa sobre la fidelidad a los asuntos espirituales, y no permitir que se escapen omisiones sobre estos.
Igualmente tendrá presente que que tanto la fatiga física como la moral es causal sin duda de la tibieza espiritual.
Remedios de la tibieza: en caso de que la persona que esté a cargo se dé cuenta que está ante una situación de tibieza espiritual, debe tener presente que ésta enfermedad es muy seria, ya que la misma puede lograr la ruina de las esperanzas espirituales.
La cura para ello es la gracia y misericordia propia de Dios, que será hecha por la misma persona invocando la ayuda divina con oración firme, sincera y sobre todo con la característica más importante como es la confianza.
Actitudes espirituales: la persona encargada debe hacer sugerencias a la persona que padece de la tibieza espiritual de manera cuidadosa ante lo serio de su condición. Esto sumamente necesario ya que como dijimos anteriormente la persona tibia suele presentar características de una tranquilidad y paz aparentes al igual que una auto-satisfacción, apoyada en la soberbia.
A este tipo de personas ha de hacérsela ver que su situación es de preocupación, ya que su vida espiritual se encuentra detenida y su misión ante la vida se encuentra frustrada. Igualmente se le dirá que no se adentre en esa actitud donde está sumida, que ello va en oposición a la práctica de la caridad y el compartir de las enseñanzas de Cristo.
Si con estas sugerencias que se hacen a la persona no fuera suficiente y el tibio no reacciona, el director deberá hacerle ver con elementos de preocupación su situación y como afecta su vida; que tal actitud constituye elementos de alarma ante la interrogante de su estado de gracia; debido a que la vida de los cristianos debe ser una vida de perfección.
En la persona pueden acumularse pecados o vicios de ceguera, ignorancia, temor, error y culpa; con los cuales llegara fácilmente al pecado contra Dios. Debe hacérsele ver que es mucho más culpable de lo que pueda pensar. Asimismo debe mostrársele que los vicios de la ceguera y dureza del corazón van en oposición al amor y a una vida llena de gracia de Dios y de su caridad.
Sin embargo igualmente se deberá tener presente que a la persona no se le debe incitar al desespero, tristeza o desaliento; por el contrario debe hacérsele ver que existe posibilidad de curación. Debemos cuidar ante este tipo de personas el andar repitiendo frases de tipo pesimista de forma continua, como a veces lo hacemos.
Muchas veces se ha pensado que la sanación de la tibieza es algo imposible, o que sólo con un milagro sucedería. Algunas personas se han sumido en la más alta ruina de su vida ante la insistencia de que la tibieza es una situación del espíritu muy difícil de superar. Ello muchas veces sucede por la constante repetición de tal idea.
Debemos tener presente que muchas veces el pensamiento o idea personal de manera honda, es lo que aflora en entrevistas de tipo educativo. Asimismo debemos tener presente que una persona debido a sus pensamientos nefastos o que esté convencida de que su condición no tiene remedio puede sumirla en el más profundo sentimiento de fracaso, ya que se llega al hundimiento personal de la persona, ya que cree que su caso no tiene cura.
Posiblemente en algunos casos se puede considerar a una persona que sufra de estad de tibieza espiritual sin que se tenga la seguridad de ello, lo que conllevaría a que la persona se sienta hundida por medio de sus pensamientos de que su sanación debería de ser un milagro.
Por todo lo anterior el argumento o pensamiento de que la persona tibia es sanada casi por un milagro nunca debe ser empleado ya que condiciona a la propia persona al hundimiento de ella misma y a la desesperanza de su sanación espiritual. Por el contrario se le dará la mayor confianza que ayuda a su esfuerzo personal y con ello logre una curación lenta y diligente.
Remedios prácticos: en cuanto a este tema los expertos de la espiritualidad consideran que es el mismo que para la acedia como es la actividad y la oración. Igualmente debe tratarse el remedio a la tibieza por medio de la oración tanto del dirigido como de la persona que lo ayuda.
Igualmente debe existir a parte de la oración, el sentido de colaboración a partir de la actitud interna nueva donde se coloquen los elementos necesarios de resistencia de la naturaleza, aun con sentimientos de desgano.
Es importante que la persona nazca a una nueva vida, guiándose por el camino de la generosidad, adquirir en su vida el verdadero amor y la caridad que son plenamente enseñadas por el propio Dios, y todo esto apegado al sacrificio de la eucaristía de forma diaria. Debe existir una actitud de arrepentimiento verdadero del estado en que se encuentra sumida la persona.
Debe haber propósito de enmienda y sobre todo actitud de voluntad plena de no cometer más los mismos errores en los que la persona estaba sumida. Debe hacer trabajo de fidelidad a la gracia así como a la mortificación de pasiones; ello se hará por medio o a través de sacrificios voluntarios y acertados sobre penitencia del cuerpo.
Debe existir igualmente fidelidad a los ejercicios espirituales y práctica más frecuente de la guía espiritual y la confesión. Asimismo la persona dispondrá del esfuerzo serio a seguir llevando una vida correcta y de orden.
Como posible actividad de reconversión podría realizarse un retiro espiritual relativo a ejercicios de lo espiritual. Muchas veces Dios hace un llamado de atención a sus hijos, a través de caminos que él determina para nosotros.
La mediocridad espiritual
Ello trata de un triste estado de condición espiritual. Ello debe verse como una situación importante de atención, ante el camino espiritual estricto.
Síntomas: estos no suelen ser iniciales, debido a que las personas suelen llevar un largo tiempo de su vida espiritual, dentro de la cual han comprendido los principios más vitales de la vida cristiana viviéndolos de alguna manera.
Entre algunos de estos síntomas están el cansancio y la desilusión. Sin embargo se consideran tibios, ya que no suele predominar en ellos sentimientos de aridez, desgano espiritual, aburrimiento y en algunas ocasiones admiten el pecado venial voluntario.
Estas personas llevan una vida espiritual vivida, sin embargo la misma puede ser superficial o ficticia, falta de sentido verdadero. En ellas se ve la ausencia total a la santidad, tal vez pueda que sólo hable de ella pero nada más. Suele ir aparejado una situación de complacencia de tipo personal, bajo la cual está muchas veces detenido el avance espiritual por años.
Puede ser que la persona haga esfuerzos, pero es como que trata de avanzar y posteriormente se cansa y vuelve a dejar todo. La consecuencia de ello es la falta de progreso en su vida espiritual.
El esfuerzo momentáneo que se ve en la persona que le es favorable para el pensamiento de sensatez. Igualmente favorece a la persona que cae en la mediocridad ya que tiende a tener actitudes de piedad y bondad y delicadeza en el trato a los demás.
Cuando la persona cae en este sentimiento de mediocridad mantiene y auspicia de manera positiva los vicios que son notorios como gula, vanidad, impresión, curiosidad. En este caso los esfuerzos en relación a ello son ausentes, sin embargo están aminorados, atajando de esta manera las tendencias que lo convierten en pecado deliberado.
Debido a lo anterior como consecuencia de ello la luz del espíritu se va aminorando, y la persona sin poder salir de la situación que lo saque del pecado. Su actitud verdadera será la del paso de la mejor forma posible a no cometer pecado. Cuando la persona llega a este punto es casi nulo tratar de convencerla de su renuncia voluntaria, ya que será imposible que logre entenderlo.
Por el contrario siente liberación de estrecheces y opresiones y observa con cierta compasión a los que renuncian a estos goces legales.
Naturaleza: esta puede considerarse de forma constitutiva e igualmente con un criterio que la distingue: una doble situación entrelazada como es la falta de comprensión y la debilidad de la vida interna.
Las personas mediocres presentan una vida interna. Esta vida presenta de algún modo una característica de superficialidad; falta de visualización sobre asuntos sobrenaturales. No entienden el sentido de la santidad en su vida interna y de apostolado; aunque puede que lo admitan pero de una forma teórica, pero en la vida real no lo aplican del todo.
Como consecuencia de ello sus pensamientos y creencias de fe no tienen. En consecuencia, para estas personas, los pensamientos y afecciones de fe no tienen sustancia suficiente para que vayan avanzando con la actitud necesaria de poder superar la mediocridad.
Génesis: el avance lento hacia la mediocridad puede adentrarse dentro del espíritu de una forma variable. De acuerdo a las experiencias que se tienen la forma es la pérdida de actitud y la generosidad del espíritu, por situaciones contrarias interrelacionadas.
A la persona se le debe ayudar a que mantenga su voluntad, para lo cual se debe estar atento en los primeros pasos de esta condición. La vida de la personas se va debilitando de a poco. Se deja llevar de ciertos puntos de vista de algunas personas y por ello va perdiendo su inteligencia en cuanto a los elementos sobrenaturales. La fe no la pierde pero se detiene su avance del espíritu.
En ciertos casos se puede presentar cansancio de tipo general, debido a lo monótono de la vida de la persona. Los deseos de santidad son considerados sólo ilusiones irreales. Los esfuerzos renovados sin éxito alguno pueden llevar al crecimiento de la mediocridad en la misma persona.
Este cansancio desalentado se hará mayor cuando la persona se lleve por sus propias fuerzas en relación a la impaciencia y el ímpetu. Posteriormente se puede ver la renuncia a los sueños de la santidad y su práctica; y finalmente se llega a la estabilización en cuanto a la mediocridad.
Existe otra forma de llegar a la mediocridad, esta es por el camino equivocado; uno de ellos son los pensamientos sobre que todo es obra y causalidad de Dios, de que se debe perseguir la gracia y la santidad como condición fundamental, todo ello con el pensamiento de que debemos abandonarnos en las manos de Dios.
Sin embargo todos estos pensamientos se exageran de tal manera que llegan a la consecuencia de eliminar los esfuerzos que Dios busca en el hombre con el fin de que se dé su plan divino.
Como resultado sería que la persona sea piadosa, buena, creyente y practicante de las cosas de Dios, en la que la abnegación y unión están por encima, sin el vigor y la profundidad y con grandes defectos que la misma persona no se imagina.
Remedios: para superar este mal se habla sin duda de la obra de gracia, que se da en algunos casos de actualizaciones del espíritu. En algunas situaciones puede darse por impulsos irresistibles internos, que afectan al individuo y no permiten que tenga paz llegando a la consecuencia de la rendición. Tal impulso puede presentarse de forma inesperada, en otros casos se da por impulsos pequeños y parciales como progresivamente.
Igualmente pueden presentarse por circunstancias exteriores que perjudican la vida negativa de las personas como son separaciones traumáticas, enfermedades, humillaciones; de igual manera pueden presentarse situaciones contrarios o sea de signos positivos en lo espiritual como logro apostólico que no se espera, tener experiencia con circunstancias fuera de lo común con Dios, o con determinadas personas.
La cura para este vicio de mediocridad que afecta el espíritu es netamente un don de Dios mismos. La persona que esté al frente de la solución de las enfermedades espirituales que presenta la persona, estará pendiente que debe existir gracia; e insistirá en la curación del individuo.
Una de las situaciones que se hacen para que el individuo logre la gracia necesaria es la preparación del corazón de la persona, esto es una situación a desarrollar la persona tratante de las enfermedades espirituales.
Es por ello, que se deberá ejecutar con la visión absoluta de deseos fervorosos, tratando que haya nostalgia en el espíritu y que exista igualmente confianza, cero amarguras ni desaliento. Este estado de la persona de confianza y ánimo, es positivo para ella en el caso que atraviesa.
Esto deberá lograrse tratando de inculcarle al individuo sentimientos contrarios a lo que siente el alma invadida por la mediocridad. Tal vez algunos motivos no le sean de alto interés, sin embargo se puede insistir con situaciones como servicio al bien de las almas.
A medida que se presenten esos deseos en la persona con vicio de mediocridad debe incentivarse la cooperación activa de la misma, de modo que vaya avanzando en cuanto a la voluntad con el aprovechamiento de situaciones específicas aunque no presente la total disposición evangélica.
Estas situaciones especiales serán pequeños avances de la propia persona. Estos avances deben de tenerse presente en cuanto a la generosidad, por medio o a través de pequeñas situaciones de esfuerzo de forma frecuente en cuanto a lo que se refiere al recogimiento interior, tratando de que se den situaciones más intensas.
Asimismo se llevará a la persona al ejercicio de cierta situación de control de forma eventual o parcial sobre la impresionabilidad y la situación desbordante, tratando de que sea dominada y ser consciente de la misma.
Si se practican esos esfuerzos aunque sean de manera pequeña, con los mismos se irán logrando y se llegará a la preparación por meses al cultivo de la gracia de Dios.
Igualmente puede crear situaciones positivas para recuperarse espiritualmente. Pueden darse situaciones especiales que favorezcan tal recuperación como misiones lejanas a determinados lugares, las cuales pueden ser pedidas y aceptadas.
Puede darse el caso igualmente de renuncia de un trabajo muy apreciado, la renuncia obligada bajo presión de los jefes inmediatos; esto es causal de daño en el alma ya que separa el equilibrio de lo espiritual; ello trae consigo rebelión y desaliento en la persona lo cual ocasiona encendido de un gran fervor.
La persona encargada no deberá perder el ánimo en ningún momento. Debe trabajar de forma incansable en ayudar a las demás personas, si llega a sacar a la persona de su estado, con tal actitud se activará el fervor en la misma, y habrá colaborado con la iglesia en favor de la obra redentora.
Asimismo tendrá presente el tiempo y no deberá desanimarse ni sentir desgano de su labor ya que las consecuencias de las gracias son muchas veces de forma imperceptible. Como consecuencia de lo anterior se puede notar en la persona una madurez que a veces ha pasado de prisa en el tiempo.
Enfermedades espirituales de base fisiológica
Existen algunos aspectos importantes que forman parte de la vida espiritual como son salud corporal, función psicológica y la sana función orgánica. La persona tratante del sujeto con enfermedades espirituales, no deberá descuidar estos aspectos. En cuanto a ello la guía de la espiritualidad debe llevar una inquietud higiénica en cuanto a la utilización de medicamentos y consejos de casa, previniendo y vigilando en todo momento.
Tal como cuando dentro de la propia familia se acude al médico en casos de importancia de salud, igualmente la persona tratante del sujeto vigilará y hará un consejo de familia, dentro del cual hará sugerencias para acudir por parte del sujeto al especialista en el caso de enfermedades espirituales de tipo serio.
Las perturbaciones del organismo pueden tener su inicio en relación a ciertos aspectos de la vida como son apatía del espíritu, situaciones conflictivas y de enfermedad, depresión, irritabilidad y dificultad de soportar situaciones, estas pueden ser transitorias o de tipo estable en cuanto a su temperamento o de tipo crónicas.
La persona tratante del caso deberá estar pendiente para que no se haga un equivocado diagnóstico de algo que puede ser que no sea de nivel espiritual sino sólo orgánico.
Cuando hablamos de componente orgánico de inicio temperamental podemos referirnos a estado o situaciones de ansiedad generalizada y de forma constante. Y los transitorios pueden ser estados espirituales equivalente a crisis de enfermedades del organismo o etapas críticas de desarrollo fisiológico.
La persona tratante del sujeto con enfermedades espirituales debe mantener el equilibrio en todo momento. No es prudente el abandono del esfuerzo espiritual y sólo la recomendación del cuidado médico ni viceversa; ya que este tipo de personas requieren un tratamiento de tipo orgánico que esté acompañado de una postura de oración y aprobación.
Sin embargo evitando caer en la resignación o irresponsabilidad mientras se trata el restablecimiento total del individuo. Igualmente el sujeto tratante deberá calmar el espíritu de las personas con enfermedades espirituales; ya que son presa fácil de creer en actitud floja del espíritu y posteriormente de su cuerpo mismo.
Enfermedades espirituales de implicación psicológica
La persona cristiana deberá en todo momento procurar su integración únicamente con Jesucristo. La misma debe estar conformada por la inteligencia, voluntad y aparte afectividad y sensibilidad de la misma.
El inicio en la guía espiritual de forma madura, pensamos que debe ser trabajo de los propios padres de familia, ya que deberían estar más acordes con la importante misión de la iglesia. Teniendo presente como lema en todo momento:
“Lo que se aprende de niño se identifica y va creciendo con el espíritu y se le apega de manera total”.
Sin embargo esto no se ha desarrollado así. Y por ello la persona encargada de tratar las enfermedades espirituales se dedica a la reeducación necesaria por presentarse estados de conflictividad que afectan al sujeto, trancando el proceso de la vida espiritual con sensaciones de angustias, ansiedad y escrúpulos.
Estas situaciones generalmente obstaculizan, condicionan y llegan a la deformación del objetivo de la vida cristiana.
Ello se da debido muchas veces a que como ya mencionamos los propios padres no han sabido llevar el mensaje evangélico bien vivido, de forma serena, o ellos mismos en un momento dado presentaron desequilibrios que afectan la educación o tuvieron experiencias traumáticas que afectan la afectividad.
Asimismo pueden presentarse obstáculos de tipo afectivo y de temperamento que afectan en la formación constante de la vida de estas personas. Igualmente se da la situación de que no se educa bien en cuanto a las situaciones de cristianizadas o la forma de hacer ver los principios de lo moral.
Por lo que, trae como consecuencia un individuo enfermo, deformado debido a conclusiones de su infancia y adolescencia que afectan la conciencia verdadera con la ansiedad e inquietud relacionadas.
Muchas veces la guía espiritual algunas veces debe suministrar el trabajo de reparación, de forma que se va creando una reeducación que recapacite en cuanto a los defectos patentes y deformaciones de la afectividad. La vida espiritual cristiana posee muchos valores que resultan hermosos en el restablecimiento y equilibrio de lo psicológico.
Con cierta frecuencia, la persona encargada del tratamiento de enfermedades espirituales, suele tratar las afecciones igualmente de tipo psíquico, éste puede solucionar tanto como un psicólogo profesional, siempre que sepa valorar los elementos del contenido cristiano.
Igualmente deberá cuidarse bien del aprovechamiento de la confianza que la persona deposite en él, y por medio de ello depender de modo exagerado de sí o que el trato sea poco serio.
La confianza de la propia persona que es tratada da la propia credibilidad al sujeto tratante sobre la acción curativa de la misma. Esta confianza se da únicamente si la persona está segura y cree sinceramente sin tener duda de ninguna forma, o sea en una total confianza en el sujeto que la trata.
Es importante que a la persona se le hable en todo momento y se le trate como la persona madura que es y no dirigirse a ella como si fuera un niño, una persona enferma o de falta de responsabilidad.
En cuanto a este sentimiento de sinceridad, la seguridad de la persona tratante y el sujeto tratado así como de la confianza entre estos va en aumento teniendo en cuenta el detalle sobrenatural y evangélico de la dirección, a través de la fuerza espiritual, la oración y el poder divino como forma muchas veces de la sanación del sujeto tratado con enfermedades espirituales .
Otra forma de sanación es el propio espíritu evangélico así como la doctrina católica, ellos ofrecen equilibrio, sanación y capacidad universal de curación. Lo anterior siempre que no se trate de un dogma esporádico o sacado del contexto vital, sino que esté dentro del propio conjunto. Este carácter equilibrado de lo espiritual en lo evangélico, posee elementos de tipo apologético.
La doctrina definida según el texto que señala “que la concupiscencia habitual no suele ser pecado en las personas bautizadas”, ha liberado a muchas personas del infierno real de angustias así como de escrúpulos; mientras se fomenta la ideología contraria luterana de la neurosis.
No se debe dañar de manera violenta la concupiscencia ni tampoco el juicio moral. No existe sitio a las abstenciones de tipo violento. Ello podría llevarnos al pecado, sin embargo ella como tal no es pecado. Solamente debemos tener presente el no dejarnos guiar por ella.
Por tanto igualmente podríamos decir en relación a la doctrina de la Providencia, que se debe unir a la colaboración real del hombre, el objetivo del sufrimiento, y a su vez éste unido en la lucha por la superación del mismo y el logro de la esperanza; logrando el combate en contra de la injusticia y aceptando la cruz de Jesucristo.
Algunas personas han logrado la obtención de una fe sólida y auténtica debido a la participación del misterio de la vida eterna y conocimiento del amor de Dios, el cual es la comunicación desde el inicio de la actitud del hombre de forma sobrenatural hacia Dios.
El cual se va volviendo factor espiritual a partir del fervor y caridad que va aumentando en el corazón.
Muchas veces se ha tocado esto de forma insistente sobre el valor de la fe y su conjunto. Desafortunadamente esto no siempre es así, por el contrario se unilateraliza la exposición declarando y llevándose por una realidad en la cual se insiste, y permite que se vaya perdiendo de la visión los elementos de la verdad católica.
Muchas veces la culpa de lo anterior es la ausencia de equilibrio de la propia persona tratante del sujeto que padece la enfermedad; ya que éste insiste en algunos elementos de la fe y algunas costumbres.
De modo que nunca será suficiente la insistencia en que la luz y el espíritu evangélico se inculquen a la persona en cuanto a las circunstancias verdaderas en la que está sumida, y no por el contrario a un sujeto falso e incrédulo que sólo la utilice con pensamientos mágicos o irreales.
La ciencia psicológica sana no está en contravención a la doctrina espiritual. Por tal motivo algunos autores espirituales inculcan la necesidad de los conocimientos psicológicos en la preparación de la persona encargada de tratar a los sujetos con enfermedades espirituales.
Se considera un error de cierta magnitud la disminución de la guía a la psicología aplicada. La persona tratante que se presentará ante el sujeto a tratar como psicólogo o psiquiatra, buscará con ello su propio fracaso tanto como psicólogo como tratante de los sujetos con enfermedades espirituales.
Por lo que éste deberá tratarse acerca de un pensamiento discreto, sólido en cuanto al ejercicio de la función que cumple. En el caso anterior el especialista ha de tratar de integrar la acción espiritual del sacerdote sobre las ricas observaciones de la psicoterapia correctamente adaptables. Por tal motivo se deberá tener conocimiento de las características básicas de la psicología pastoral, leyes de conflictos psíquicos, los mecanismos.
Todo ello con la finalidad de al menos la aplicación de las iniciaciones evangélicas de acuerdo a la real interpretación de la persona. Sin embargo en todo momento actuará como hombre evangelizador y no como psiquiatra.
Los grandes tratantes de estas enfermedades espirituales siempre se han caracterizado por ser grandes y buenos psicólogos desde los Padres del desierto; han tenido la estructura y mecanismos de la psicología humana; sin embargo no poseían conocimiento científico que actualmente existen en relación a la ciencia de la psicología.
Aunado al estudio básico e importante de San Juan de la Cruz, igualmente se debe adherir el estudio no menos importante de los avances de la patología psicológica. Ya que si ocurre un error por la mala interpretación, ello puede acarrear un resultado fatal, cuando la simple ignorancia hubiera sido causa de un retraso en el camino.
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